Detalles que inquietan a la familia del joven que murió en la escuela de cadetes
Un calvario atraviesa una familia en Bogotá, a causa de la extraña muerte de Juan Diego Lozano Barbosa, un joven de 18 años que se encontraba en la Escuela General Santander, cuando recibió un tiro en el pecho. Las autoridades dicen que fue suicidio, pero la familia no le encuentra sentido a esta afirmación. Estos son los detalles que no cuadran.
El día que antecedió a su muerte, Juan Diego Lozano recibió la visita de su madre Doris Barbosa Vivas en la Escuela General Santander, donde cumplía su servicio militar. Esa tarde, el muchacho le habló a su madre de los planes que tenía para su futuro: esperaba que su mamá y su padre le ayudaran a pagar la carrera para ser Policía, él trabajaría también para poder lograrlo. “Ese día garlamos, nos reímos y nos despedimos”, narró Doris a El Espectador.
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Al día siguiente una llamada lo cambió todo. A Doris le avisaron que su hijo iba herido a un hospital a causa de un disparo en el pecho. “A la 1:27 de la tarde una señora de la escuela me marcó y me comentó que mi hijo estaba en una zona de descanso y que le había quitado el arma a un compañero y se había intentado suicidar. Me dijo que el niño ya había llegado sin signos vitales”, añadió la madre.
En ese momento comenzaron la multiplicidad de versiones y detalles del procedimiento que no cuadran para la familia de Juan Diego. En primer lugar, no creen que haya sido un suicidio, ya que estando en el Policlínico del Olaya, a donde fue trasladado el muchacho, “me dijeron que él había era forcejeado con ese compañero. Pero no podemos creer que él mismo haya tomado esa arma y se haya disparado en el pecho. El día anterior lo vi muy bien psicológicamente”. Además, se pregunta la madre, “¿cómo llegó un arma a la zona de descanso? ¿dónde queda el protocolo?”.
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Hay otros detalles en el procedimiento que llenan de desconfianza a la familia de este auxiliar de Policía. En primer lugar, el hecho de que, según la madre, los apellidos y el lugar de nacimiento de Juan Diego, estaban errados en los informes de su muerte: “le pusieron que había nacido en Bogotá, cuando él es oriundo de La Mesa, Cundinamarca. El apellido lo pusieron mal también”, cuenta.
La madre denuncia que luego de una semana de ocurrida la tragedia, aún no le entregan la cédula de su hijo. “Me devolvieron unas cosas de su casillero pero me envolataron unas zapatillas y una sudadera. La ropa que llevaba ese lunes, tengo entendido que la desecharon, la mandaron quemar”, añadió preocupada.
Más preguntas que respuestas carga Doris Barbosa. Hasta el momento, las autoridades no se han pronunciado de manera oficial. No hay que olvidar, sin embargo, que no es la primera vez que este tipo de sucesos ensombrece lo que ocurre en estos escenarios; basta retroceder al mes de mayo de este año, cuando en una garita del Cantón Norte, un joven recibió un impacto de bala de un compañero. En ese caso el responsable fue capturado poco tiempo después.
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Pero en el caso de Juan Diego, no hay quien responda, ni una explicación para su familia, teniendo en cuenta que aún no salen los exámenes de Medicina Legal. Ya fuese un accidente o un suicidio, lo que reclama Doris Barbosa es celeridad y seriedad. “No puedo entender que no hayan protocolos para estos casos, uno que evite la manipulación de armas en los muchachos. Yo no me quiero quedar sin una respuesta, yo sé que mi hijo no se suicidó”, concluye la mujer.
Gracias a ayudas, el cuerpo de Juan Diego Lozano Barbosa será trasladado a Caldas, donde residía con su padre. En lo pronto, su madre seguirá pidiendo una conclusión que determine y explique lo que realmente sucedió esa tarde en la Escuela de Cadetes General Santander.
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Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
El día que antecedió a su muerte, Juan Diego Lozano recibió la visita de su madre Doris Barbosa Vivas en la Escuela General Santander, donde cumplía su servicio militar. Esa tarde, el muchacho le habló a su madre de los planes que tenía para su futuro: esperaba que su mamá y su padre le ayudaran a pagar la carrera para ser Policía, él trabajaría también para poder lograrlo. “Ese día garlamos, nos reímos y nos despedimos”, narró Doris a El Espectador.
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Al día siguiente una llamada lo cambió todo. A Doris le avisaron que su hijo iba herido a un hospital a causa de un disparo en el pecho. “A la 1:27 de la tarde una señora de la escuela me marcó y me comentó que mi hijo estaba en una zona de descanso y que le había quitado el arma a un compañero y se había intentado suicidar. Me dijo que el niño ya había llegado sin signos vitales”, añadió la madre.
En ese momento comenzaron la multiplicidad de versiones y detalles del procedimiento que no cuadran para la familia de Juan Diego. En primer lugar, no creen que haya sido un suicidio, ya que estando en el Policlínico del Olaya, a donde fue trasladado el muchacho, “me dijeron que él había era forcejeado con ese compañero. Pero no podemos creer que él mismo haya tomado esa arma y se haya disparado en el pecho. El día anterior lo vi muy bien psicológicamente”. Además, se pregunta la madre, “¿cómo llegó un arma a la zona de descanso? ¿dónde queda el protocolo?”.
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La madre denuncia que luego de una semana de ocurrida la tragedia, aún no le entregan la cédula de su hijo. “Me devolvieron unas cosas de su casillero pero me envolataron unas zapatillas y una sudadera. La ropa que llevaba ese lunes, tengo entendido que la desecharon, la mandaron quemar”, añadió preocupada.
Más preguntas que respuestas carga Doris Barbosa. Hasta el momento, las autoridades no se han pronunciado de manera oficial. No hay que olvidar, sin embargo, que no es la primera vez que este tipo de sucesos ensombrece lo que ocurre en estos escenarios; basta retroceder al mes de mayo de este año, cuando en una garita del Cantón Norte, un joven recibió un impacto de bala de un compañero. En ese caso el responsable fue capturado poco tiempo después.
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Pero en el caso de Juan Diego, no hay quien responda, ni una explicación para su familia, teniendo en cuenta que aún no salen los exámenes de Medicina Legal. Ya fuese un accidente o un suicidio, lo que reclama Doris Barbosa es celeridad y seriedad. “No puedo entender que no hayan protocolos para estos casos, uno que evite la manipulación de armas en los muchachos. Yo no me quiero quedar sin una respuesta, yo sé que mi hijo no se suicidó”, concluye la mujer.
Gracias a ayudas, el cuerpo de Juan Diego Lozano Barbosa será trasladado a Caldas, donde residía con su padre. En lo pronto, su madre seguirá pidiendo una conclusión que determine y explique lo que realmente sucedió esa tarde en la Escuela de Cadetes General Santander.
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