Dilan Castro: 137 días después, un crimen con más dudas que respuestas
El cuerpo del menor fue hallado el 10 de febrero en una finca de la localidad de Usme. Con el hallazgo de ADN en el cadáver, esta semana la investigación dio un giro que apunta a la responsabilidad del padrastro.
El resultado de una prueba de ADN, que vincula a la expareja sentimental de la madre del menor, cambió definitivamente el curso de la investigación del crimen de Dilan Santiago Castro, de dos años, cuyo cuerpo lo hallaron el pasado 10 de febrero en zona rural de la localidad de Usme. Cuatro meses han pasado desde la muerte del pequeño. Inicialmente, el 6 de febrero, al menor lo reportaron como desaparecido tras ser visto por última vez en una casa ubicada en la vereda Curubital, en Usme, en donde el niño residía junto con su madre.
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El resultado de una prueba de ADN, que vincula a la expareja sentimental de la madre del menor, cambió definitivamente el curso de la investigación del crimen de Dilan Santiago Castro, de dos años, cuyo cuerpo lo hallaron el pasado 10 de febrero en zona rural de la localidad de Usme. Cuatro meses han pasado desde la muerte del pequeño. Inicialmente, el 6 de febrero, al menor lo reportaron como desaparecido tras ser visto por última vez en una casa ubicada en la vereda Curubital, en Usme, en donde el niño residía junto con su madre.
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“El niño se perdió en la casa. Él estaba en la cocina con la mamá; ella se fue a dejar una ropa en jabón, y a realizar otros quehaceres, y cuando volvió el niño no estaba por ninguna parte. Esa noche, con ayuda de varios vecinos, lo buscaron y lo buscaron, y nunca apareció. Luego se le avisó a la Policía y lo empezaron a buscar con apoyo de los Bomberos y el Ejército”, le contó a El Espectador Blanca Aragón, abuela de Dilan.
Pasaron los días y no había señal del niño. Más de 200 personas integraron el grupo de búsqueda, el cual, incluso, contó con la ayuda de perros especializados, pero los esfuerzos fueron infructuosos. Finalmente, al niño lo encontraron sin vida a las 7:00 a.m. del sábado 10 de febrero. De acuerdo con la Policía, el cuerpo del menor estaba a 45 minutos de su casa, y fue hallado por un trabajador de la zona que llegó hasta un cultivo de papa a revisar la siembra y se encontró con la impactante escena. Medicina Legal confirmó que el menor fue víctima de homicidio y la causa de su muerte fue asfixia mecánica. Además, se corroboró que el cuerpo fue movido varias veces para evitar la acción del grupo de búsqueda.
Inicialmente, Marlon Castro, padre del menor, fue vinculado a la investigación, pero se comprobó que estaba fuera de la ciudad cuando sucedieron los hechos. Sin embargo, fue capturado por violencia intrafamiliar, tras la denuncia interpuesta por su expareja y madre de Dilan, quien aseguró que Castro la maltrataba físicamente y tenía actitudes agresivas con el menor. Desde entonces el caso permaneció quieto.
Nuevas pruebas
Esta semana se dio a conocer el resultado de los análisis que Medicina Legal realizó, después de la inspección del cuerpo. “Encontraron ADN de la expareja de mi hija y padrastro de Dilan durante un corto tiempo. Según lo que nos refiere la entidad, encontraron saliva en el pecho del niño. Y en este punto solo nos preguntamos: ¿por qué no lo han capturado? ¿Qué más se necesita para entender que ese señor está vinculado con la muerte de mi nieto?”, insiste la abuela del menor.
El hombre, cuyo ADN fue hallado en el cuerpo del menor, sostuvo una corta relación con Derly Rivas, madre de Dilan. “Esa relación empezó y se terminó en diciembre de 2023. Luego mi hija volvió a trabajar a la finca en donde todo sucedió y allá se volvieron a encontrar, porque él también era trabajador allí. Para entonces su relación era solamente laboral, ya llevaban más de mes y medio de haberla acabado”, cuenta la señora Blanca, quien además denuncia que el sujeto en mención ya no se encuentra en Bogotá y que ahora, con este giro en la investigación, “podría escaparse muy fácilmente”.
El caso de Dilan trae a la memoria crímenes contra menores ocurridos en extrañas circunstancias, como el de Yenrry Josues Cabrales, de cinco años, quien fue reportado como desaparecido en noviembre de 2023 y cuatro días después fue hallado sin vida en el río Bogotá. O el de Jonathan Camilo Galindo, de nueve años, quien desapareció el 13 de mayo de 2022, cuando salió a la tienda, en el barrio San Joaquín, en Ciudad Bolívar. Dos días después hallaron su ropa con sangre y su cuerpo semidesnudo en un canal de aguas. Pese a que la causa de muerte fue ahogamiento, las autoridades abrieron investigación.
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¿Cómo entender comportamientos de este calibre?
Todo empieza en la infancia. “Distintos estudios muestran la ambivalencia de las relaciones familiares que inciden en los comportamientos adultos. Si hay un historial de abuso en la infancia, es altamente probable que esas conductas abusivas se reproduzcan en la adultez, especialmente en relaciones de pareja. Con esto quiero recalcar la importancia de una educación libre de violencias, para tener adultos más sanos mentalmente.
“Claramente no es una generalidad y no sabemos si el caso de Dilan responda a esta particularidad; sin embargo, es un hecho que las conductas violentas contra menores generalmente reproducen, a niveles extremos, patrones de violencia vistos en la infancia”, señala María del Carmen Docal, profesora del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, experta en violencia intrafamiliar, de género y de pareja.
Por esa razón, insiste, la educación es la principal herramienta que brinda la posibilidad de asumir las emociones de manera asertiva y evitar que los sentimientos de ira, resentimiento y dolor, por ejemplo, escalen hasta estas circunstancias. Por otro lado, en varios casos similares de crímenes de niños, niñas y adolescentes, en donde los sospechosos son exparejas o incluso parejas permanentes de las madres de los menores, los ataques se propician contra una persona cercana a la madre, como el hijo o los padres, para causarle un dolor emocional prolongado.
“Es un tipo de violencia enmarcada en la violencia de género y en la violencia psicológica. Generalmente, los victimarios son hombres que creen tener poder sobre las decisiones de sus parejas o exparejas, quienes una vez se desmarcan de esa supuesta tutela, empiezan a ser violentadas. Y, precisamente, para prolongar esa sensación de poder sobre la mujer, se ataca su círculo cercano, a lo que ella más quiere, con el fin de causarle un dolor profundo y prolongado. Es, en términos fáciles, una muerte en vida para la víctima”, señala Docal.
Tratarse, buscar ayuda profesional o inducir a quien creamos que la puede necesitar es fundamental. “El tabú de asistir a un psiquiatra o a un psicólogo no puede seguir perpetuando conductas violentas”, explica. Entretanto, las investigaciones por la muerte de Dilan continúan. “Sentimos que el trabajo se ha hecho y se han recolectado las pruebas, pero la administración de justicia no avanza. Tenemos una clave irrefutable y el principal sospechoso no está capturado. Nos dicen que todo depende de un último cotejo de ADN, el cual esperamos que se haga cuanto antes”.
“Pedimos a la justicia que actúe con celeridad, y a la sociedad civil, a la gente a la que le duelen los niños, a que nos hagamos escuchar, tenemos que exigirle a este país que cuando ocurra un caso de estas magnitudes se le dé un trato especial, para que no se convierta en una cifra, en otra triste fecha o, en el peor de los casos, en otro caso impune”, concluye Blanca Aragón, abuela de la víctima, quien sigue esperando justicia.
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