Dos cicatrices en una misma familia por una noche de pólvora
Sin que haya pasado Navidad o Fin de Año, la ciudad reporta 43 % más de quemados frente al 2023. Las cifras aportan una dimensión, pero el testimonio de personas quemadas con pólvora, acerca a la realidad. Esta es la historia de una hija y su mamá en dos hechos desafortunados donde no estaban involucradas.
María Angélica García Puerto
Lo que más sorprende al entrar a la casa de los Mayorga Patiño es lo gigante que es su pesebre. De esquina a esquina, en una pared de al menos cuatro metros, está la pequeña ciudad, con luces, un árbol que la rodea y un fogón que simula el calor de una llama. El esfuerzo, dice Alicia Patiño, es para que los niños del barrio en Soacha (Cundinamarca) se asombren, disfruten y pedirles que no celebren la Navidad con pólvora. Pues ella junto a su hija sufrieron de primera mano las consecuencias para la salud física y mental que dejan estos artefactos.
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Lo que más sorprende al entrar a la casa de los Mayorga Patiño es lo gigante que es su pesebre. De esquina a esquina, en una pared de al menos cuatro metros, está la pequeña ciudad, con luces, un árbol que la rodea y un fogón que simula el calor de una llama. El esfuerzo, dice Alicia Patiño, es para que los niños del barrio en Soacha (Cundinamarca) se asombren, disfruten y pedirles que no celebren la Navidad con pólvora. Pues ella junto a su hija sufrieron de primera mano las consecuencias para la salud física y mental que dejan estos artefactos.
El primer accidente ocurrió en 2005, cuando Andrea Mayorga tenía 10 años. No olvida que fue en la Noche de Velitas. Estaba su familia reunida en el balcón de la casa, comiendo y escuchando música, cuando un vecino tocó a su puerta. “Mi papá bajó y fui detrás de él. Abrimos y nos ofreció unas galletas. De pronto sentí el pito horrible de un volador que no lo tiraron hacia arriba, sino al piso. Entonces vi cómo mi vestido, uno de flores que me había estrenado ese día, empezó a prenderse y el fogonazo alcanzó mi brazo derecho, que ardía como cuando te salta aceite”.
Lo que debía ser una festividad terminó en angustia. La llevaron a un hospital, donde la atendieron y le enviaron tratamiento. “No tuve la oportunidad de ir a un especialista, para que no me quedara esa cicatriz que voy a recordar el resto de mi vida”. Andrea decidió botar el vestido y la familia seguir la tradición con mucha más precaución que antes. Lo paradójico es que 15 años después, en 2020, la historia se repitió también un 7 de diciembre.
La señora Alicia Patiño había puesto las velas y, en medio de toda la pólvora que lanzaban sus vecinos, “eso que llaman marranitos, uno se me estrelló en mi mano derecha, quemándome desde la muñeca hasta la punta de los dedos”. Y ahí la película se repitió. Otra vez la alegría pasó al pánico. Mientras Andrea recordaba lo que de niña pasó, sus hermanos auxiliaban a su mamá, quien expresaba su intenso dolor. “Sentía ardor. Cómo se me quemaban las capas de la piel y se me empezó a poner negra”, detalla.
La situación era más delicada, pues el mundo pasaba por una pandemia por el covid-19. “En el hospital me dijeron que me iban a quitar la piel y poner injertos. No había un médico especialista y a penas me dieron unos ungüentos”. En la búsqueda de alguna solución, uno de sus hijos había escuchado sobre la Fundación del Quemado, donde la atendieron, evitando que la tuvieran que ingresar a cirugía plástica. “Agradezco que me trataran, porque la EPS no me ayudó. Debía esperar un mes la cita con el especialista y se me podían infectar las heridas”.
Su recuperación duró tres meses. Cada uno de sus dedos estaba vendado con gasas especiales. Le tocó realizar ejercicios para recuperar la movilidad de su mano y la piel de sus dedos quedó más delgada. Al ser la jefa de su hogar, su trabajo como auxiliar de aseo quedó suspendido, dificultando que también pudiera estar pendiente de sus hijos.
La frustración puede ser ese sentimiento central detrás de estas dos historias en una misma familia, pues enfatizan que por la irresponsabilidad de otros, ellas resultaron con lesiones imborrables. “He contado lo que pasé, pero me responden: ‘Ah, es que usted no tuvo cuidado’. Pero no ven el daño que causan”, dice Alicia Patiño. “Ahora es peor el pánico, porque cuando hay sonidos similares los relaciono (...). La solución la tenemos nosotros mismos. No comprarla, y más para los niños”, señala, por su parte, Andrea Mayorga.
Bogotá, al alza de quemados
A pesar de que la Policía Metropolitana ha incautado en Bogotá más de 2,1 toneladas de juegos pirotécnicos, casi el triple frente a 2023, el Observatorio de la Secretaría de Salud reportó al lunes 23 de diciembre un total de 76 casos acumulados, lo que representa un aumento del 43,4 % frente a la temporada decembrina de 2023. El 7 y 8 de diciembre fueron los días en los que más casos se registraron. Asimismo, las localidades de Suba (15), Engativá (11) y Kennedy (8) es donde más se presentan.
Aunque los mayores de edad son las principales víctimas por quemaduras con artefactos pirotécnicos (48), preocupa la cifra de los menores de 18 años lesionados: 28, tres de los cuales estaban junto a un adulto alcoholizado. Finalmente, de todos los casos, 49 resultaron con heridas en las manos y 20 en la cara. “Dos personas han perdido sus falanges; dos, la audición, y seis tienen daños visuales permanentes”, detalló el secretario de Salud, Gerson Bermont.
Si bien la Ley 2224 de 2022 prohíbe la manipulación, uso y comercialización de artículos pirotécnicos, esta se queda corta, pues hay una gran zona gris sin resolver, ya que las actividades de pirotecnia en manos expertas están permitidas, lo que abre la posibilidad de que existan sitios autorizados para la venta de pólvora. “El Congreso ha dejado una línea que no nos permite a los distritos ser más estrictos, porque protege a la pirotecnia como actividad comercial, pero vemos claramente que no hay cumplimiento de la norma. Cualquier persona no puede ir a comprar y no existe una lista de quiénes son polvoreros (autorizados)”, agregó el secretario distrital de Salud a Noticias Caracol.
¿En qué estamos fallando?
La doctora Viviana Gómez, jefa del servicio de quemados de la Fundación Santa Fe, reflexiona que las campañas no solo deben ser en diciembre, sino durante todo el año, enfocadas en la educación e información para prevenir. “Los dispositivos de pirotecnia son hechos con sustancias químicas que causan combustión. Es como comprarle una bomba al hijo, pero que la hacen ver bonita y con colores”.
En sus 20 años de carrera, cuenta que en diálogo con sus pacientes es común que no hayan dimensionado la magnitud y lo percibieran como algo inofensivo. Por lo que dependiendo de la gravedad de la quemadura, causa también un impacto psicológico y sus hábitos cambian. “Muchos de nuestros pacientes son proveedores y se preguntan quién va a velar por mi familia”.
Las quemaduras en la piel son una enfermedad costosa económica, social, laboral y familiarmente. Alicia y Andrea lo saben más que nadie y esperan que también lo aprendan las 76 personas que han resultado quemadas hasta ahora en Bogotá. El Congreso tiene la oportunidad de eliminar el vacío legal, para tener mayor regulación, pero también las mismas personas que, pensándolo dos veces antes de comprar, pueden seguir disfrutando otra Navidad sin cicatrices que recordar.
Buñuelos explosivos: quemaduras que también crecen en diciembre
Otras de las lesiones más frecuentes en esta época son las quemaduras con aceite durante preparaciones, como los buñuelos. María Juliana Ruiz, de 22 años, fue una de ellas. El pasado 17 de diciembre, junto a su novio, compraron la mezcla y siguieron las instrucciones. Sin embargo, uno de los buñuelos explotó y terminó quemándola en su cara, mano y pierna. Su pareja sufrió una en el brazo. Ambos sufrieron lesiones de segundo y tercer grado, respectivamente.
“Afortunadamente, me dijeron que no van a quedar cicatrices si sigo el tratamiento adecuado, como no exponerme al sol por seis meses”. Según la Secretaría de Salud, al 9 de diciembre se reportaron 86 personas lesionadas por líquido hirviente, de las cuales 61 fueron mujeres. Por ello, María Juliana es enfática en enviar un mensaje de prevención: “Realmente es dejarles eso a las personas expertas, que tienen un termómetro especial y un lugar adecuado, porque este tipo de accidentes son mucho más frecuentes de lo que pensamos”.
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