Ediles y JAL: así se reconfigura el poder político en las localidades de Bogotá
De 10 partidos políticos que tuvieron representación en las JAL, tres desaparecerán y cinco se repartirán el poder. Crecieron el Pacto Histórico y Centro Democrático. El Nuevo Liberalismo no solo eligió alcalde y ocho concejales, sino que pasó de dos a 31 ediles.
Alexánder Marín Correa
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Los ediles son las tropas de infantería de los partidos políticos en Bogotá. Están en todos los barrios haciendo un trabajo de campo que ni el alcalde ni los concejales hacen: hablarles cara a cara a la mayoría de vecinos y ser enlace con la administración. En campaña, los candidatos a cargos más altos en la pirámide política los buscan, los seducen y les prometen. Y lo hacen, porque saben que su papel es clave al ser quienes mueven los votos en los lugares más apartados de la ciudad y porque de mantenerlos alineados depende que los partidos crezcan o se marchiten en las localidades.
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Los ediles son las tropas de infantería de los partidos políticos en Bogotá. Están en todos los barrios haciendo un trabajo de campo que ni el alcalde ni los concejales hacen: hablarles cara a cara a la mayoría de vecinos y ser enlace con la administración. En campaña, los candidatos a cargos más altos en la pirámide política los buscan, los seducen y les prometen. Y lo hacen, porque saben que su papel es clave al ser quienes mueven los votos en los lugares más apartados de la ciudad y porque de mantenerlos alineados depende que los partidos crezcan o se marchiten en las localidades.
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Esto se evidencia al analizar los resultados electorales locales, que cada cuatro años permite ver cómo se reconfiguran las Juntas Administradoras Locales (JAL) cada período y cómo los movimientos trabajan por acaparar curules para modificar desde la base el mapa del poder político en la capital. Como sucedió con los resultados de los comicios del pasado 29 de octubre, en los que no solo se identificaron cambios, sino el creciente interés de las personas por hacerse elegir.
Al revisar cómo en esta oportunidad se distribuyeron los votos y su impacto, es evidente la extinción de algunos liderazgos, la resurrección de otros y el surgimiento de nuevas fuerzas. Como la del Nuevo Liberalismo, que volvió a la escena política de Bogotá con un golpe de autoridad: no solo eligió alcalde con Carlos Fernando Galán, y será bancada mayoritaria en el Concejo, sino que les ganó el pulso a partidos tradicionales al ganar 31 plazas en 19 localidades, salvo Sumapaz. (fue el más votado en Antonio Nariño)
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Su incursión la sintieron con fuerza los otros movimientos. Por ejemplo, el otrora poderoso Partido de la U, que de tener 22 ediles en el período 2016-2019, el próximo período desaparecerá del mapa. Su suerte la comparten los partidos Conservador y MIRA, que, a pesar de haberse unido para tratar de mantener representación, lo perdieron todo. El golpe también lo sintieron el Partido Liberal, que pese a haber sido el partido más votado en Barrios Unidos, La Candelaria, Rafael Uribe, Santa Fe, Sumapaz y Usme, perdió cuatro curules (pasa de 39 a 35); Cambio Radical, que perdió una (de 16 a 15); el Polo Democrático, que perdió ocho (de 11 a 3), y el Partido Verde, que tal vez fue el más afectado, pues de haber sido protagonista en las pasadas elecciones, en estas no pudo mantener la ventaja.
Según los resultados preliminares, en el cabildo distrital pasaron de 12 a ocho curules (-33 %) y en las localidades pasaron de 53 a 33 ediles (-38 %). Para muchos este fue el resultado de la atomización del partido, la falta de candidato propio a la Alcaldía y la caída en picada de la favorabilidad de Claudia López. No obstante, logró mantenerse como una fuerza política importante al lograr la segunda votación más alta, después del Pacto Histórico y al ser el partido más votado en Engativá, Fontibón, Puente Aranda y Tunjuelito.
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Los otros que ganaron
La otra cara de la moneda (fuera del Nuevo Liberalismo) son dos partidos que reflejan la polarización que se mantiene en Bogotá: el Centro Democrático, que logró pasar de 26 a 31 ediles y sigue sólido en Chapinero, Suba, Los Mártires y Usaquén, y el Pacto Histórico (antes Colombia Humana), que logró pasar de 27 a 36 ediles, siendo la fuerza política más votada y la que más curules obtuvo. Fue el más votado en Bosa, Ciudad Bolívar, Kennedy, San Cristóbal y Teusaquillo. El mapa lo que permite anticipar es que para el próximo cuatrienio la relación entre la base (las JAL) hacia la cabeza de la administración podría ser más fluida y que se cumplirán sin mayores sobresaltos las tareas de los ediles en sus localidades.
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El poder de los ediles
¿Pero cuál es su tarea? La figura de los ediles está planteada como un canal de comunicación entre el poder central y la ciudadanía. Sus alcances, sin embargo, son cuestionados por los expertos en política y administración pública. Fabio Zambrano, del Observatorio del Instituto de Estudios Urbanos de la U. Nacional, menciona que el puesto de edil, dadas sus funciones, tiene “una acción de competencias limitadas respecto al gobierno distrital”.
En esta misma vía, recalca el experto, estas figuras de elección popular deberían tener una importancia más elevada que las que se les asigna. “En una ciudad como Bogotá, con casi ocho millones de habitantes, y por sus dinámicas urbanas, debería tener más claro este factor de descentralización, pero no la hay”. Los ediles, al conformar la JAL (Junta de Acción Local) tienen la potestad de realizar el concurso público, del que sale la terna de candidatos, para elegir al alcalde local.
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Sin embargo, a pesar de ser quienes reciben las hojas de vida y hacen las pruebas, la decisión final recae en el alcalde mayor, quien termina designando al dirigente local. Como consecuencia, los ediles pierden margen de maniobra frente a lo que pueden llegar a controlar, como los fondos de desarrollo local, una porción presupuestal que se le asigna a cada localidad para obras y programas en las localidades.
De acuerdo con Zambrano, las distancias entre los alcaldes locales y los nuevos ediles hace que estos últimos se dediquen a hacer controles sobre las ejecuciones del erario que pueden estancarse y no alcanzar ningún tipo de resultado. “La lista de funciones de un edil no es del todo clara. El poder político que tienen es limitado y el margen de maniobra frente a la administración es muy corta”, añade sobre este punto Antonio Barreto, experto en territorio, de la Facultad de Ciencias Políticas de la U. de la Sabana.
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En medio de ese vacío respecto al alcance de lo que pueden hacer los ediles por la comunidad, estos se enfrentan a una disyuntiva, opina Zambrano: “Ver hasta qué punto, con esfuerzo, diálogo con la ciudadanía y maniobras de orden político logran ejercer algún tipo de control sobre el poder central. O, por el contrario, desde su rol en el territorio, dedicarse a aceitar las maquinarias de los partidos a los que representan”.
“Al llegar a ediles, muchos de los candidatos se comienzan a preguntar realmente cuál va a ser su rol frente a los gobiernos locales y, sobre todo, del poder central del Distrito”, apuntó Barreto. Con todo y esta problemática, fruto de la ausencia real de un ejercicio de descentralización en la ciudad, los ediles pueden explorar sus funciones e ir mucho más allá.
Para el experto en territorio, “han surgido liderazgos que intentan ser un canal de comunicación entre la localidad y el gobierno, que los hacen visibles y luego les permiten ascender al Concejo u a otro cargo de elección popular”. Y añade: “Creo que el edil debe volverse un medio para desarrollar figuras y objetivos como los presupuestos participativos, una figura destinada a la financiación de proyectos de iniciativa ciudadana. Ellos la pueden promover y, de esta manera, lograr acercarse con más eficiencia a la administración”.
Esta visión la comparte Astrid Gómez, edil de Kennedy. Si bien apunta a que hay retos y obstáculos que les impiden hacer todo lo que quisieran, hay margen de maniobra para quien “desea servir a la comunidad”. Ella pone como ejemplo la gestión que hizo, junto a la concejal María Fernanda Rojas, para dotar de equipos un recinto educativo que había sido entregado sin nada por el Distrito.
También destaca cómo, a través de su rol, se han podido visibilizar las violencias de género y otras problemáticas ligadas a este tema, que luego fueron llevadas a instancias superiores e incluso dialogadas con el alcalde local. Pese a ello, Astrid es consciente de la limitada injerencia política en las JAL. “He sido testigo de cómo familias enteras se pasan el poder en las JAL un período electoral tras otro, y eso cuestiona realmente la vocación que hay para servir a la comunidad”.
Aunado a lo anterior, el edil de Fontibón Eduardo Gómez dice que el rol político no puede dejarse a un lado. “Ante todo somos actores políticos y necesitamos esta actividad para ayudar a la comunidad. Otra cosa son los ediles que son electos y llegan a hacer nada o hacer solo política, y eso es lo que no puede ser”. Menciona que, en su gestión, logró modificar aspectos del plan de alimentación infantil de su localidad.
Además, señala que un edil “evidentemente necesita a la comunicación con su bancada, y con uno o más concejales, para lograr un mayor margen de control político y resolución de los problemas con la comunidad. Esta última función (el control político), defiende él, es la más relevante de un edil y por la cual es elegido.
En materia del nivel político, a menudo es vox populi que los ediles son algo así como parte de un engranaje político, que prolonga el proselitismo más allá de las elecciones, a favor de la colectividad de quien les dio el aval. En este sentido, Zambrano cree que “es cierto que son ruedas de transmisión, hacia abajo, de las estrategias de los concejales. Lamentablemente los ediles están amarrados a la mecánica electoral y el compromiso que tienen con sus fuerzas políticas; estamos habituados a este tipo de actitudes una vez son electos”.
La mejor forma de trazar una línea clara, que defina las funciones de los ediles, coinciden los expertos, es con y a través de un ejercicio de descentralización. Hay algunas propuestas sobre la mesa, como la de aumentar el número de localidades o dar mayor autonomía a los poderes locales en temas presupuestales, pero al menos de momento los ediles solo tienen en su haber las dos opciones mencionadas.
Su influencia en lo político
A pesar de esto, el politólogo y magíster en políticas públicas Jesús David Vélez afirma que los ediles siguen teniendo un papel fundamental en la gobernanza de ciudades como Bogotá. “Es de vital importancia para poder generar políticas públicas que atiendan a las necesidades específicas de una localidad. Esto parte de que ellos, en su rol como representantes barriales, tienen información de primera mano sobre el territorio”.
De ahí, dice Vélez, que en algunos ediles haya carencia de formación, pero sí un fuerte apalancamiento por los liderazgos en los barrios y, por ende, en “la influencia electoral que tienen sobre el territorio y que luego pueden trasladar a su movimiento político, a otro político, como un concejal, que los haya apadrinado”.
Pero, al mismo tiempo, el conocimiento empírico de los territorios provee “fuentes de información para la toma de decisiones, sobre el componente social”. Esta importancia, respecto al banco de información que proveen estos funcionarios, puede ser fortalecida con un mayor rango de descentralización.
“Quiénes son los que saben que se cae un puente, quiénes tienen mayor grado de afinidad con la comunidad: ellos, los ediles. Entonces, deben obtener un mayor grado de maniobrabilidad y su función debe estar mucho más involucrada en la labor administrativa, del servicio público”. Esta resignificación de los ediles en la configuración del poder local podría eliminar la idea de que ellos son solo un eslabón más del poder político y de los intereses electorales. Entre los intereses políticos y el conocimiento barrial se moverán el próximo cuatrienio los nuevos ediles de Bogotá.