“El centro de Bogotá me recuerda a La Habana, lugar en donde me formé”
El cubano Juan Ernesto Alfonso Morales es un actor y director de teatro que vive en Bogotá desde 2006. Se enamoró de Colombia y en estos años se ha dedicado a acercar la cultura de su país a los jóvenes de la capital, a través de su grupo Coturno Teatro.
Sara Caicedo
En Güines, un pueblo a una hora de La Habana (Cuba), nació Juan Ernesto Alfonso Morales, un actor de teatro, que hoy, con 52 años, se ha dedicado a formar jóvenes actores y ha luchado por mantener el arte cubano en Bogotá, a través de su grupo Coturno Teatro.
Desde que era pequeño sabía que iba a ser artista. Le gustaba la pintura, la danza y el teatro, pero era de un pueblo pequeño y, aunque tenía el talento, le faltaba experiencia. Cuando se graduó del colegio y se presentó a la prueba de admisión del Instituto Superior de Arte (ISA), el jurado le dijo que no estaba listo.
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Para entonces Juan tenía 18 años y recuerda que la maestra de actuación Corina Mestre le dijo: “Juan, tienes mucho que aprender”. Fue así como optó por estudiar licenciatura en Educación, con énfasis en Humanidades.
“Esto me llevó a prepararme para dar clases de teatro, música, artes plásticas, danza y todo lo que tenía que ver con la historia de Cuba. Estudié en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona y me vinculé a su grupo de teatro”, contó.
Desde entonces estuvo en contacto con las artes y, a la par, se formó en la cátedra Iberoamericana de Narración Oral Escénica, dirigida por Francisco Garzón Céspedes y Mayra Navarro. Tras graduarse, empezó a dictar clases en un colegio y al poco tiempo lo llamaron del Gran Teatro de La Habana.
“Es como decir acá el Teatro Colón, pero un poco más grande. Y empecé a hacer parte del elenco de una pieza de teatro infantil, dirigida por el español-argentino Eduardo Sánchez Torrente. Ahí empecé a estudiar en el Gran Teatro de La Habana. Ya, con un poco más de solidez y de la mano de directores muy importantes, me hice director”.
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Con 29 años, a Juan lo invitaron como actor del grupo Teatro del Puerto, dirigido por Milva Benítez Reynoso. “Empezamos a hacer un montaje del dramaturgo argentino Roberto Espina, llamado El propietario. No sabía para lo que estaba trabajando y cuando llevaba un mes de ensayos, me dijeron que venía con ese montaje para Colombia. La primera vez fue en el año 2000 como invitado a varios festivales de teatro como el de Manizales, el del Caribe y uno que se hizo en Mesitas del Colegio”.
Regresó varios años y a finales del 2005 su agrupación le presentó el trabajo La diva del frenesí a Fanny Mikey. “Su respuesta fue: ‘Muy bonito’. y pensé: ‘Esto no sirvió. A esta señora no le gustó. Me devuelvo para mi país’. Pero en febrero de 2006 me llegó su invitación. No lo podía creer”. Fue así como ese año regresó con un espectáculo, del cubano Miguel Ordaz, al Festival Iberoamericano.
“Viajamos por Argentina y por todo Colombia. Regresamos a Cuba presentando el mismo espectáculo. Fueron 115 funciones hasta 2009, cuando decidí separarme y fundar mi grupo: Coturno Teatro. El primer trabajo se llamó Federico, tristeza por los olivos, que tenía relación con el que presenté en la audición para la Escuela de Teatro en Cuba, donde no me aceptaron”.
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Con este espectáculo se presentó en La Habana y, luego, en Bogotá, en el Teatro La Candelaria. “Nos fue bien y empezamos a hacer trabajos con el grupo, siempre invitando a actores colombianos de diferentes instituciones como la Academia Charlot y la propia ASAP”.
Desde 2006 Juan vive en Bogotá y, si bien sigue visitando Cuba constantemente y dirige la parte cultural de la Asociación de Cubanos en Colombia, recalca que más que vivir en la capital, él vive es en el centro de esta ciudad.
“Bogotá me recuerda mucho La Habana, donde me formé. He estado viviendo en otros lugares: en la calle 170, en la 85, por la 15, pero cuando llegué al centro dije: ‘Llegué al lugar que era’. Acá me conocen por mi trabajo. Cada que vienen a verme, la gente se siente atraída por la cultura de Cuba y trato de mantener eso”, cuenta Juan, quien presenta los espectáculos de su grupo en el Café Cultural Tres Gatos, en el corazón de La Candelaria.
Para él, el público colombiano siempre ha tenido buena imagen del actor cubano y cada que presenta una obra es como si los bogotanos descubrieran parte de la escuela cubana. Actualmente, enseña a estudiantes del SENA, quienes hacen pasantías con su grupo de teatro. No solo les da lineamientos en formación actoral, sino en montajes, para que aprendan a movilizar su trabajo por la ciudad y por los festivales del país.
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“Yo le he cogido un poco de miedo a lo fácil y por eso tenemos este espacio (el Café Cultural Tres Gatos), que no es un espacio de teatro convencional, pero lo transformamos en un espacio escénico para cuando tenemos una función de pequeño formato”, cuenta el actor, quien afirma que si en algún momento decide irse de la capital, se lleva de Bogotá y el país el sentido de lucha que tienen los colombianos.
“En Colombia hay que luchar para no dejarse vencer por la imposición del otro ni por la depresión de uno mismo. Eso es algo que he aprendido acá, lo pequeño se puede volver grande a partir de la confianza que uno tenga en sí mismo, para mostrar lo que aprendió. Vengo de un país donde la diferencia racial, por ejemplo, no está tan latente como muchas veces he visto acá. Aprendí en Colombia a tener mucha más confianza en mí, en lo que soy, en cómo soy, a no tener miedo, a mostrarme y esto es algo que voy a arrastrar siempre”.
Para este director, en Bogotá se le tiene miedo a la noche, lo que repercute en el sector cultural. “Aquí siguen teniendo miedo al encuentro. Uno en la noche sale con la idea de ver un espectáculo y no se puede, contrario a lo que pasa en Buenos Aires, donde uno llega a las 11:00 p.m. a ver teatro. Eso no significa que no haya inseguridad, pero sí se nota que hay preocupación gubernamental por la cultura”.
Para él, en Colombia la percepción de cultura es salir a tomar un café y luego terminar con unos tragos, “pero eso no es cultura, es tan solo un elemento, una movida cultural”. Y justamente lo que más le sorprende a Juan es que en Bogotá aún haya teatros cerrados. Incluso, él señala que cualquier espacio se puede convertir en un espacio cultural, pero no son aprovechados.
“Los grupos de teatro se matan creando espacios no convencionales para existir, para no dejar morir el arte. Y la institución no les abre las puertas. Por ejemplo, siento que el nivel de convocatoria, lamentablemente, aún se circunscribe a una cosa que acá se conoce como la rosca”. Finalmente, para Juan, formar actores bogotanos es volver a la semilla, de cuando tenía 18 años, y le recuerda la importancia que debe tener para una sociedad como la bogotana escuchar a sus artistas.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
En Güines, un pueblo a una hora de La Habana (Cuba), nació Juan Ernesto Alfonso Morales, un actor de teatro, que hoy, con 52 años, se ha dedicado a formar jóvenes actores y ha luchado por mantener el arte cubano en Bogotá, a través de su grupo Coturno Teatro.
Desde que era pequeño sabía que iba a ser artista. Le gustaba la pintura, la danza y el teatro, pero era de un pueblo pequeño y, aunque tenía el talento, le faltaba experiencia. Cuando se graduó del colegio y se presentó a la prueba de admisión del Instituto Superior de Arte (ISA), el jurado le dijo que no estaba listo.
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Para entonces Juan tenía 18 años y recuerda que la maestra de actuación Corina Mestre le dijo: “Juan, tienes mucho que aprender”. Fue así como optó por estudiar licenciatura en Educación, con énfasis en Humanidades.
“Esto me llevó a prepararme para dar clases de teatro, música, artes plásticas, danza y todo lo que tenía que ver con la historia de Cuba. Estudié en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona y me vinculé a su grupo de teatro”, contó.
Desde entonces estuvo en contacto con las artes y, a la par, se formó en la cátedra Iberoamericana de Narración Oral Escénica, dirigida por Francisco Garzón Céspedes y Mayra Navarro. Tras graduarse, empezó a dictar clases en un colegio y al poco tiempo lo llamaron del Gran Teatro de La Habana.
“Es como decir acá el Teatro Colón, pero un poco más grande. Y empecé a hacer parte del elenco de una pieza de teatro infantil, dirigida por el español-argentino Eduardo Sánchez Torrente. Ahí empecé a estudiar en el Gran Teatro de La Habana. Ya, con un poco más de solidez y de la mano de directores muy importantes, me hice director”.
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Con 29 años, a Juan lo invitaron como actor del grupo Teatro del Puerto, dirigido por Milva Benítez Reynoso. “Empezamos a hacer un montaje del dramaturgo argentino Roberto Espina, llamado El propietario. No sabía para lo que estaba trabajando y cuando llevaba un mes de ensayos, me dijeron que venía con ese montaje para Colombia. La primera vez fue en el año 2000 como invitado a varios festivales de teatro como el de Manizales, el del Caribe y uno que se hizo en Mesitas del Colegio”.
Regresó varios años y a finales del 2005 su agrupación le presentó el trabajo La diva del frenesí a Fanny Mikey. “Su respuesta fue: ‘Muy bonito’. y pensé: ‘Esto no sirvió. A esta señora no le gustó. Me devuelvo para mi país’. Pero en febrero de 2006 me llegó su invitación. No lo podía creer”. Fue así como ese año regresó con un espectáculo, del cubano Miguel Ordaz, al Festival Iberoamericano.
“Viajamos por Argentina y por todo Colombia. Regresamos a Cuba presentando el mismo espectáculo. Fueron 115 funciones hasta 2009, cuando decidí separarme y fundar mi grupo: Coturno Teatro. El primer trabajo se llamó Federico, tristeza por los olivos, que tenía relación con el que presenté en la audición para la Escuela de Teatro en Cuba, donde no me aceptaron”.
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Con este espectáculo se presentó en La Habana y, luego, en Bogotá, en el Teatro La Candelaria. “Nos fue bien y empezamos a hacer trabajos con el grupo, siempre invitando a actores colombianos de diferentes instituciones como la Academia Charlot y la propia ASAP”.
Desde 2006 Juan vive en Bogotá y, si bien sigue visitando Cuba constantemente y dirige la parte cultural de la Asociación de Cubanos en Colombia, recalca que más que vivir en la capital, él vive es en el centro de esta ciudad.
“Bogotá me recuerda mucho La Habana, donde me formé. He estado viviendo en otros lugares: en la calle 170, en la 85, por la 15, pero cuando llegué al centro dije: ‘Llegué al lugar que era’. Acá me conocen por mi trabajo. Cada que vienen a verme, la gente se siente atraída por la cultura de Cuba y trato de mantener eso”, cuenta Juan, quien presenta los espectáculos de su grupo en el Café Cultural Tres Gatos, en el corazón de La Candelaria.
Para él, el público colombiano siempre ha tenido buena imagen del actor cubano y cada que presenta una obra es como si los bogotanos descubrieran parte de la escuela cubana. Actualmente, enseña a estudiantes del SENA, quienes hacen pasantías con su grupo de teatro. No solo les da lineamientos en formación actoral, sino en montajes, para que aprendan a movilizar su trabajo por la ciudad y por los festivales del país.
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“Yo le he cogido un poco de miedo a lo fácil y por eso tenemos este espacio (el Café Cultural Tres Gatos), que no es un espacio de teatro convencional, pero lo transformamos en un espacio escénico para cuando tenemos una función de pequeño formato”, cuenta el actor, quien afirma que si en algún momento decide irse de la capital, se lleva de Bogotá y el país el sentido de lucha que tienen los colombianos.
“En Colombia hay que luchar para no dejarse vencer por la imposición del otro ni por la depresión de uno mismo. Eso es algo que he aprendido acá, lo pequeño se puede volver grande a partir de la confianza que uno tenga en sí mismo, para mostrar lo que aprendió. Vengo de un país donde la diferencia racial, por ejemplo, no está tan latente como muchas veces he visto acá. Aprendí en Colombia a tener mucha más confianza en mí, en lo que soy, en cómo soy, a no tener miedo, a mostrarme y esto es algo que voy a arrastrar siempre”.
Para este director, en Bogotá se le tiene miedo a la noche, lo que repercute en el sector cultural. “Aquí siguen teniendo miedo al encuentro. Uno en la noche sale con la idea de ver un espectáculo y no se puede, contrario a lo que pasa en Buenos Aires, donde uno llega a las 11:00 p.m. a ver teatro. Eso no significa que no haya inseguridad, pero sí se nota que hay preocupación gubernamental por la cultura”.
Para él, en Colombia la percepción de cultura es salir a tomar un café y luego terminar con unos tragos, “pero eso no es cultura, es tan solo un elemento, una movida cultural”. Y justamente lo que más le sorprende a Juan es que en Bogotá aún haya teatros cerrados. Incluso, él señala que cualquier espacio se puede convertir en un espacio cultural, pero no son aprovechados.
“Los grupos de teatro se matan creando espacios no convencionales para existir, para no dejar morir el arte. Y la institución no les abre las puertas. Por ejemplo, siento que el nivel de convocatoria, lamentablemente, aún se circunscribe a una cosa que acá se conoce como la rosca”. Finalmente, para Juan, formar actores bogotanos es volver a la semilla, de cuando tenía 18 años, y le recuerda la importancia que debe tener para una sociedad como la bogotana escuchar a sus artistas.
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