El Che vuelve a la plaza porque no se puede negociar un símbolo histórico: estudiante de la U. Nacional
Al son de flautas y tambores, alumnos pintan el rostro del guerrillero en el mural que fue blanqueado el pasado miércoles. Arguyen que desaparecer el símbolo es olvidar a los estudiantes caídos y las revueltas de ese movimiento.
William Martínez
Un grupo de estudiantes se reunió este viernes en la plaza central de la Universidad Nacional para volver a pintar el retrato del guerrillero en un muro del auditorio León de Greiff, donde había permanecido desde 1981. Instalaron el sistema de sonido, pusieron música protesta, exhibieron postales del movimiento estudiantil de los 70, armaron los andamios y montaron el stencil. Hay dos mensajes que quieren enviar: la necesidad de sentarse a discutir, para que no se repita el sabotaje de murales de forma clandestina, por un lado. La necesidad de mirar el espejo retrovisor para entender lo que representa el rostro del Che Guevara en la institución, por el otro.
Tomó horas decidir la nueva imagen. Una propuesta fue pintar el corazón del Chapulín Colorado con la palabra Che; otra fue retratar a Ignacio Mantilla, el rector, diciendo que no los representaba, y la última, plasmar a Jaime Garzón con una de sus leyendas. Quedó el líder de la Revolución Cubana. Para ellos, borrar al Che es arrancar un capítulo de la historia de la Nacional. (Lea: “Borramos ‘El Che’ para que la Universidad Nacional reflexione”)
“Los hermanos Sanjuán lo pintaron por primera vez en conmemoración de los estudiantes asesinados en los 70, para no olvidarlos y recordar que los crímenes quedaron impunes. Los que estamos ahora queremos rememorar lo que sucedió en esta plaza: la reforma a la educación que bajamos en 2011 y la minga indígena y campesina que reivindicó la soberanía alimentaria en 2013. No podemos someter la decisión de quitar la imagen del Che a una consulta virtual. No se puede negociar con un símbolo histórico”, dice Susan Duque, estudiante de enfermería.
La decisión, agrega, rebasa los intereses de los estudiantes actuales: son egresados, antiguos profesores y trabajadores los que labaron sus derechos allí. Sin embargo, dicen estar dispuestos a pintar los rostros de otras figuras que representen a los estudiantes inconformes. Según Duque, los alumnos de posgrado que blanquearon el muro todavía no se han acercado, pero otros que no se sienten representados con el Che, sí aceptaron. La propuesta es, en definitiva, un intento por frenar la cadena de sabotajes de uno y otro lado.
El primer sabotaje a la imagen del Che este año, por ejemplo, se dio el 6 de octubre, tres días después de que fue retocado por un artista barranquillero y otra bonaerense, quienes resaltaron las sombras y contrastes del rostro e incrustaron espejos en la estrella.
Dos semanas después, la Nacional amaneció sin el Che. El pasado miércoles aparecieron cruces nazis en las columnas del León de Greiff. Smash Communist (aplastar comunistas), decía una pinta al costado izquierdo de la plaza. Algunos murales sobre siembra y apropiación de la tierra fueron borrados de la entrada de la calle 26.
En respuesta, miembros del Colectivo por la Memoria y la Defensa de los Derechos Humanos y de Comuna Universitaria taparon con blanco los símbolos. Los izquierdistas y los neonazis no se conocen o hacen como si no se conocieran. La comunicación es por los muros: allí se disputan el territorio con ataques clandestinos. “Estamos polarizados, aplastando los símbolos de unos y otros, en vez de dar discusiones de fondo”, considera un estudiante de artes plásticas. “Nos gustaría que esta jornada ayude a parar los sabotajes, pero sabemos que algunos de ellos son más radicales y no les interesa sentarse a hablar”, dice otro de ciencias políticas.
Para quienes pintan el nuevo Che, que incorporará pequeños rostros de estudiantes desaparecidos, es momento de dejar de pelear por pintura y ladrillos para volcarse en temas de fondo, como el presupuesto que el Estado le negó a la universidad para el próximo año y la inestabilidad del movimiento estudiantil. “El jueves hubo marcha por la paz y no llegaron las personas suficientes para salir a marchar. Así estamos”, dice un integrante del Colectivo por la Memoria y la Defensa de los Derechos Humanos.
Algo une a quienes apoyan la permanencia del símbolo y a quienes se oponen: quieren tender puentes para mejorar la convivencia. La paradoja es el método: unos tapan al Che para llamar la atención de las directivas y otros lo pintan para reclamar el respeto a la diferencia.
Un grupo de estudiantes se reunió este viernes en la plaza central de la Universidad Nacional para volver a pintar el retrato del guerrillero en un muro del auditorio León de Greiff, donde había permanecido desde 1981. Instalaron el sistema de sonido, pusieron música protesta, exhibieron postales del movimiento estudiantil de los 70, armaron los andamios y montaron el stencil. Hay dos mensajes que quieren enviar: la necesidad de sentarse a discutir, para que no se repita el sabotaje de murales de forma clandestina, por un lado. La necesidad de mirar el espejo retrovisor para entender lo que representa el rostro del Che Guevara en la institución, por el otro.
Tomó horas decidir la nueva imagen. Una propuesta fue pintar el corazón del Chapulín Colorado con la palabra Che; otra fue retratar a Ignacio Mantilla, el rector, diciendo que no los representaba, y la última, plasmar a Jaime Garzón con una de sus leyendas. Quedó el líder de la Revolución Cubana. Para ellos, borrar al Che es arrancar un capítulo de la historia de la Nacional. (Lea: “Borramos ‘El Che’ para que la Universidad Nacional reflexione”)
“Los hermanos Sanjuán lo pintaron por primera vez en conmemoración de los estudiantes asesinados en los 70, para no olvidarlos y recordar que los crímenes quedaron impunes. Los que estamos ahora queremos rememorar lo que sucedió en esta plaza: la reforma a la educación que bajamos en 2011 y la minga indígena y campesina que reivindicó la soberanía alimentaria en 2013. No podemos someter la decisión de quitar la imagen del Che a una consulta virtual. No se puede negociar con un símbolo histórico”, dice Susan Duque, estudiante de enfermería.
La decisión, agrega, rebasa los intereses de los estudiantes actuales: son egresados, antiguos profesores y trabajadores los que labaron sus derechos allí. Sin embargo, dicen estar dispuestos a pintar los rostros de otras figuras que representen a los estudiantes inconformes. Según Duque, los alumnos de posgrado que blanquearon el muro todavía no se han acercado, pero otros que no se sienten representados con el Che, sí aceptaron. La propuesta es, en definitiva, un intento por frenar la cadena de sabotajes de uno y otro lado.
El primer sabotaje a la imagen del Che este año, por ejemplo, se dio el 6 de octubre, tres días después de que fue retocado por un artista barranquillero y otra bonaerense, quienes resaltaron las sombras y contrastes del rostro e incrustaron espejos en la estrella.
Dos semanas después, la Nacional amaneció sin el Che. El pasado miércoles aparecieron cruces nazis en las columnas del León de Greiff. Smash Communist (aplastar comunistas), decía una pinta al costado izquierdo de la plaza. Algunos murales sobre siembra y apropiación de la tierra fueron borrados de la entrada de la calle 26.
En respuesta, miembros del Colectivo por la Memoria y la Defensa de los Derechos Humanos y de Comuna Universitaria taparon con blanco los símbolos. Los izquierdistas y los neonazis no se conocen o hacen como si no se conocieran. La comunicación es por los muros: allí se disputan el territorio con ataques clandestinos. “Estamos polarizados, aplastando los símbolos de unos y otros, en vez de dar discusiones de fondo”, considera un estudiante de artes plásticas. “Nos gustaría que esta jornada ayude a parar los sabotajes, pero sabemos que algunos de ellos son más radicales y no les interesa sentarse a hablar”, dice otro de ciencias políticas.
Para quienes pintan el nuevo Che, que incorporará pequeños rostros de estudiantes desaparecidos, es momento de dejar de pelear por pintura y ladrillos para volcarse en temas de fondo, como el presupuesto que el Estado le negó a la universidad para el próximo año y la inestabilidad del movimiento estudiantil. “El jueves hubo marcha por la paz y no llegaron las personas suficientes para salir a marchar. Así estamos”, dice un integrante del Colectivo por la Memoria y la Defensa de los Derechos Humanos.
Algo une a quienes apoyan la permanencia del símbolo y a quienes se oponen: quieren tender puentes para mejorar la convivencia. La paradoja es el método: unos tapan al Che para llamar la atención de las directivas y otros lo pintan para reclamar el respeto a la diferencia.