El creciente panorama de violencia intrafamiliar en Bogotá, ¿cuál es el antídoto?
Las cifras muestran que es un fenómeno arraigado en los estratos bajos. Mientras se cuestiona la estrategia Distrital y la administración defiende su modelo, organizaciones sociales apuntan a difundir nuevas estrategias, para hacerle frente al maltrato.
Alexánder Marín Correa
Casos de niños, que mueren a manos de sus padres; mujeres víctimas de maltrato; abuelos abandonados… La violencia intrafamiliar está disparada en Bogotá; ensañada con los niños, niñas y adolescentes, que aportan el 63% de las víctimas, y enquistada en barrios populares, de estratos 1 y 2, escenario del 80% de los casos. Lo paradójico es que, a pesar de tener claro el diagnóstico, las estrategias para contrarrestarlo no han tenido el efecto esperado.
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Casos de niños, que mueren a manos de sus padres; mujeres víctimas de maltrato; abuelos abandonados… La violencia intrafamiliar está disparada en Bogotá; ensañada con los niños, niñas y adolescentes, que aportan el 63% de las víctimas, y enquistada en barrios populares, de estratos 1 y 2, escenario del 80% de los casos. Lo paradójico es que, a pesar de tener claro el diagnóstico, las estrategias para contrarrestarlo no han tenido el efecto esperado.
La razón: en la última década el foco sigue estando en las mismas localidades. Con un dato adicional: de 120 UPZ que tiene Bogotá, siete concentran el 25% de los casos que se registran en la capital. Se trata de Lucero e Ismael Perdomo, en Ciudad Bolívar; Bosa Central y Bosa Occidental, en Bosa; Tibabuyes y El Rincón, en Suba, y Patio Bonito, Kennedy.
La conclusión surge al analizar las estadísticas del Observatorio de Salud de Bogotá (SaluData), obtenidas del subsistema de vigilancia de violencia intrafamiliar, maltrato infantil y violencia sexual (SIVIM), las cuales evidencian, además, que 2022 fue el año más violento de los últimos 10 años, al reportar 41.138 casos, casi 11.000 más que en 2021 y 6.680 más que en 2015, año que ostentaba el récord.
En ese cúmulo de registros están inmersos los múltiples tipos de violencia: emocional, física, sexual, económica, abandono y negligencia, en los que las mujeres representan el 73% de las víctimas; Ciudad Bolívar (con 5.778 casos en 2022), Kennedy (5.664), Suba (4.881) y Bosa (4.775) las localidades más afectadas, y la madre, la pareja y el padre (en su orden), los principales responsables, al ser señalados en 47 de cada 100 casos.
Y dos datos que generan mayor preocupación: entre 2021 y 2022, la violencia sexual aumentó 67% (pasó de 9.967 casos a 16.715) y la física casi 40% (pasó de 10.369 a 14.003), siendo los menores de edad los más amenazados (aportan tres de cada cuatro víctimas), en su mayoría niñas. Sus casas son el principal escenario de violencia.
Faltan herramientas
La violencia intrafamiliar se caracteriza por ser cualquier tipo de abuso de poder, cometido por algún miembro de la familia sobre otro, para “dominar, someter, controlar o agredir física, psíquica, sexual, patrimonial o económicamente, que puede ocurrir fuera o dentro del domicilio familiar”, dice la Cámara de Comercio.
Las cifras casi que georreferencian dónde está el problema, quiénes son los principales afectados y los principales responsables, lo que parecería suficiente para concentrar esfuerzos en contrarrestar este delito. Sin embargo, la capacidad institucional para enfrentarlos parece insuficiente. Así lo señaló el concejal Álvaro Acevedo (Partido Liberal), en un debate de control político a las comisarías de familia, donde alertó sobre su funcionamiento y operación.
“Hay localidades sin capacidad para atender los casos y el personal no está recibiendo con eficacia las denuncias. La falta de comisarias puede ser una barrera”, resaltó. Su afirmación la apoyaron exfuncionarios de dichos espacios, quienes dijeron que en muchas comisarías no hay herramientas, ni infraestructura para proteger a las víctimas.
No obstante, el Distrito indica que sí trabajan en prevenir este delito, con programas que buscan difundir conceptos, acciones, servicios y recomendaciones para la familia, que se refuerzan con herramientas como la línea púrpura, la línea Calma para hombres, las casas refugio y las 35 comisarías, que hacen presencia en zonas de la ciudad con alta incidencia de violencia intrafamiliar.
Aunque los indicadores muestran incremento en los últimos años, desde la administración no lo ven del todo mal, pues esto se podría interpretar como mayor confianza de la ciudadanía en las instituciones para denunciar y, de esta manera, reducir el subregistro.
La prevención como camino
Si bien, la lectura del Distrito podría ser correcta, para César Restrepo, director de Seguridad Ciudadana de Probogotá, el análisis debe ir más allá, en especial si se tiene en cuenta que la conciencia institucional de la violencia intrafamiliar como problema de seguridad es relativamente nueva. “Hoy hay más datos, pero no logran interpretarlos y por eso las estrategias están crudas. No existe una política pública para entender el fenómeno y tomar decisiones para mitigar el delito. Es claro que hay más denuncias y más sensibilidad, pero solo de observadores”.
Restrepo destaca que la violencia intrafamiliar y el delito sexual son delitos que ocurren de puertas para adentro, por lo que no se resuelve con policías, sino con políticas preventivas y protección. “Y en esto juega un papel clave el comisario de familia, pero la estructura en Bogotá es vergonzosa. Son pocas y con poco personal”. Advierte que, si no hay una estructura robusta, que permita mediación efectiva en los conflictos familiares y entre vecinos, no se podrá disminuir este delito.
“El papel de las comisarías no es solo es mediar, sino verificar que las medidas que se adopten se cumplan. Si una mujer denuncia a su marido por violencia ante una comisaría y este ve que las medidas que se toman no son efectivas, pierden el miedo y ahí es donde algo incipiente puede escalar a delitos mayores, que es lo que ocurre por la falta de capacidad institucional y de seguimiento”.
Crianza positiva
Independiente de las estrategias de la administración, sus ajustes y los reproches que se le puedan hacer, lo que reflejan las cifras es la urgencia de reforzar trabajos en zonas específicas y con poblaciones específicas: padres y niños, en sus hogares y entornos educativos, donde está la raíz de la violencia intrafamiliar. Un entorno violento, donde no se gestionen emociones, sin límites y donde no se promueva la autoestima, es un caldo de cultivo para perpetuar la violencia intrafamiliar, la cual, en la mayoría de los casos, es la puerta a otros fenómenos de violencia.
Al menos, así lo considera la ONG Bethany Colombia, que avanza en una apuesta de reforzar la crianza positiva, para prevenir prácticas que atenten contra los derechos y la dignidad de los niños, niñas y adolescentes que, como quedó en evidencia, son las principales víctimas de este tipo de violencia. Su idea de pautas de crianza busca romper los ciclos en los que anteriormente los padres y cuidadores solían criar con violencia.
“Debe haber una coherencia entre lo que el cuidador hace y lo que dice, no le puede pedir al niño que no grite si le está gritando o que no sea agresivo si lo ha golpeado”., dice Astrid Camacho, profesional en psicología y coordinadora regional de refugiados para Bethany Colombia. Implementar este cambio desde los hogares es un primer paso que, según la ONG, se evidencia en el cambio de actitud frente a temas de comportamiento y trato hacia los demás.
Las actividades en los hogares van de la mano con pedagogía y lúdica, para que los involucrados se sienta en un espacio de confianza, para dialogar del autocuidado y desarrollen fortalezas internas para defenderse de las violencias y el abuso. “Al inicio tienden a ser agresivos, pero luego reconocen por qué deben tener tratos respetuosos con los demás. Las pautas de crianza positiva explicadas a los padres permiten cambiar los castigos, por correcciones conductuales, en donde los padres reflexionan y le explican a la niñez las consecuencias de sus actos” agrega Camacho.
Luz Alcira Granada, directora de Bethany Colombia, añade: “en Arauca, Bogotá, Cúcuta y Bucaramanga, trabajamos con los padres, cuidadores y las comunidades a fin de desarrollar en ellos la capacidad de ser individuos, familias y comunidades protectoras, donde la niñez viva, crezca y se desarrolle siendo feliz, libre de violencia y con sus derechos garantizados”.
Las pautas de crianza positiva, agrega Granada, con los niños, niñas y adolescentes, deben estar guiadas por el acompañamiento psicosocial de profesionales, “así los padres, madres y cuidadores tienen mayor reconocimiento sobre cuáles las opciones de respuesta frente a estados emocionales de crisis o ante una situación alarmante en el que se presenta un riesgo”.
Por ahora, la violencia intrafamiliar es un delito que toma más cada vez relevancia. Todas las estrategias y esfuerzos serán clave para contrarrestar un fenómeno que crece en la ciudad y requiere acciones urgentes, para evitar que los hogares sigan siendo sitios inseguros, que den pie a otros delitos que afectan la ciudad.
Algunas claves
La ONG Bethany Colombia sugiere tres claves a tener en cuenta, en el proceso de crianza, para contrarrestar desde el hogar la violencia intrafamiliar
- Incentivar la autoestima: sus bases son el autocuidado, el autoconcepto y la autoimagen, permiten a la persona que se está formando, conocerse y ser consciente de sus cambios, crear su propia escala de valores, desarrollar sus capacidades, aceptarse y respetarse. Acciones como elogiar los logros, fomentar la independencia, fortalecer la confianza y autonomía, escuchar las opiniones, recordar las habilidades, tolerar el fracaso, evitar la comparación y las reacciones negativas, aceptar los defectos, dificultades o limitaciones, enseñar sobre cómo manejar la ira y los problemas y practicar la escucha activa; permiten que los menores de 17 años recurran a sus cuidadores cuando tienen dificultades, favoreciendo la identificación de problemas de manera temprana gracias a estas buenas prácticas y reforzando la percepción que cada niño, niña y adolescente tiene de sí mismo.
- Gestionar las emociones: es necesario ayudar a la niñez a identificar cuáles son las emociones que son más difíciles de lidiar, para apoyarlos, deteniéndose y pensando con calma cuál puede ser la solución para que no estén expuestos a estas. Pueden emprender acciones como, promover una mentalidad positiva, de agradecimiento diario, expresar cada día palabras de amor y aceptación, enseñarles a no retener las emociones o negarse a sentirlas, explicarles cómo modular la respiración. Si el niño, niña o adolescente se encuentra en un estado de bienestar en el cual puede desarrollar su potencial, afrontará las tensiones de la vida de una forma estable.
- Poner límites: El conocimiento del cuerpo en los niños y niñas es necesario para que ellos reconozcan desde su propio hogar como sentirse aceptados y realizar sus acciones con seguridad y confianza hacia sí mismos y hacia los demás. También necesitan identificar las líneas de atención como la 141 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en caso de presentar una situación que vulnere sus derechos; al igual que los padres y cuidadores deben estar dispuestos a escucharlos y pedir ayuda a los profesionales de salud, mitigando los riesgos. Algunos factores que se tienen al no poner límites está, el desconocimiento sobre los derechos de los niños y niñas, de sus sensaciones y emociones en relación con el mundo que los rodea, de pautas de conducta y la falta de conciencia de la existencia de las diferentes partes del cuerpo y de las relaciones que éstas tengan con el mundo externo.
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