El Espectador le explica el racionamiento de agua y qué pasa con la energía
Estamos gastando de más, las lluvias no llegaron, hay presión en los sistemas de generación y se requiere un trabajo conjunto entre Gobierno y sector privado.
Edwin Bohórquez Aya
Es miércoles, día de El Espectador le explica. ¿Por qué volvimos, a diario, al racionamiento de agua en Bogotá? ¿Qué pasó con las lluvias de agosto y septiembre? ¿Cuál es la situación de los embalses? ¿Qué sucede, en medio de esta situación, con la generación y costo de la energía? ¿Por qué nos genera sorpresa que en un nevado veamos nevar? ¿Por qué existe un estado de alarma no solo en Colombia sino en varios países por los crecientes incendios que están consumiendo miles de hectáreas con daños irreparables? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie en medio de toda esta situación? Pues este boletín de resumen, con la ayuda de los contenidos que han creado los colegas de Ambiente, Bogotá y Economía, busca responder estas y otras preguntas en medio de una realidad donde estamos saliendo afectados todos por cuenta de la crisis climática. Comencemos.
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Es miércoles, día de El Espectador le explica. ¿Por qué volvimos, a diario, al racionamiento de agua en Bogotá? ¿Qué pasó con las lluvias de agosto y septiembre? ¿Cuál es la situación de los embalses? ¿Qué sucede, en medio de esta situación, con la generación y costo de la energía? ¿Por qué nos genera sorpresa que en un nevado veamos nevar? ¿Por qué existe un estado de alarma no solo en Colombia sino en varios países por los crecientes incendios que están consumiendo miles de hectáreas con daños irreparables? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie en medio de toda esta situación? Pues este boletín de resumen, con la ayuda de los contenidos que han creado los colegas de Ambiente, Bogotá y Economía, busca responder estas y otras preguntas en medio de una realidad donde estamos saliendo afectados todos por cuenta de la crisis climática. Comencemos.
Es preciso ir un poco atrás. El 18 de julio de 2024, durante una rueda de prensa, la directora del Ideam, Ghisliane Echeverry, dijo que la probabilidad de que se desarrollara un fenómeno de La Niña entre agosto y septiembre era del 70 %, de acuerdo con los modelos internacionales. “Dicho de otra manera este fenómeno, que se caracteriza por intensificar las lluvias en las regiones Andina, Pacífico y Caribe, se estaría consolidando en el segundo semestre de este 2024″, escribieron los colegas de la sección Ambiente. El país venía de un intenso fenómeno de El Niño, es decir, periodos secos con incendios forestales y racionamientos de agua en varias zonas del país.
Incluso nos dijeron que la temporada de lluvias precisamente en estas regiones, así como la temporada de ciclones, que había comenzado en junio, se extendería hasta noviembre. Y que bajo esa proyección, con esos dos fenómenos climáticos activos, Colombia enfrentaría un escenario preocupante y con el agua al cuello: de acuerdo con la UNGRD, tras revisar cifras históricas de afectaciones en situaciones similares, se estimaba que “alrededor de 550.000 familias podrían verse afectadas, 16.000 viviendas destruidas y otras 224.000 averiadas, así como daños en más de 2′201.000 hectáreas de cultivos y 6′184.771 animales”, expuso el director de la UNGRD en ese momento, quien agregó que las pérdidas, “en el peor de los escenarios”, estarían alrededor de los $20 billones. Eso es más de lo que vale una reforma tributaria promedio, de las que aprueban en el Congreso cada vez más a menudo.
Se hablaba de entre 600 y 900 municipios de todo el país posiblemente afectados por las lluvias desencadenando inundaciones, deslizamientos, vendavales, crecientes en cuerpos hídricos, caída de bancadas, de árboles. Una historia que parece repetida en Colombia, porque cada año lo vivimos. Pero la realidad es que los pronósticos no se alinearon con la realidad. Aunque las lluvias llegaron a algunas zonas del país, sobre todo en el norte, no se dieron ni en el volumen ni en la cantidad proyectadas en el resto. Ya estamos a finales de septiembre y cuando en ciudades como Bogotá la lluvia hacía de las suyas, de nuevo, apelando a los registros históricos, estamos viviendo días soleados con mínima presencia de nubes. Ni un asumo de agua.
Entonces el equipo de reporteros de la sección Ambiente, como todo el resto del país, se hizo varias preguntas y buscaron expertos para que las contestaran:
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Si esperamos La Niña, ¿por qué el fuego en gran parte de Suramérica y Colombia?
Ambiente
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Ambiente
Áreas afectadas por incendios forestales en Colombia se han duplicado en 2024
Ambiente
Emisiones por incendios en la Amazonía brasileña son las más altas en 20 años
Varias conclusiones nos dejaron estos análisis: El fenómeno de El Niño terminó en mayo, dicen las autoridades. En los siguientes meses llegaron algunas lluvias, pero de nuevo, no en la intensidad proyectada, pues nos habían advertido que había un 70% de probabilidades de que se diera el fenómeno de “La Niña entre agosto y septiembre”. No sucedió. Entonces ahora nos dijeron que estamos en un periodo de tránsito o etapa neutra. ¿Cómo se explica lo que está pasando? En una respuesta por parte del Ideam, se trata del cambio climático que está generando un aumento generalizado de temperaturas a nivel mundial y que ha incidido en los récords de temperatura que se han presentado en el país en 2024.
“El segundo factor es un fenómeno meteorológico conocido como oscilación de Madden & Julian y que atraviesa al país en una fase que influye en el aumento de temperaturas y disminuye la cantidad de lluvias que se presentan. Esto es clave, por ejemplo, para explicar lo que ocurre en la Orinoquía y la Amazonía, en donde se presenta un “déficit de precipitaciones””, contaron los colegas de Ambiente.
Para sumar, Colombia está ubicado en la llamada zona de confluencia intertropical. De acuerdo con la directora del Ideam, se trata de una “gran banda de nubes que, dependiendo de dónde se ubican, pueden generar lluvias”. La semana pasada, sobre el 17 de septiembre de 2024, estas nubes se encontraban al norte del país, “lo que influye en las precipitaciones que se han presentado en la región Caribe”, no así en Orinoquía y Amazonía, donde lo que hemos visto en más de 300 municipios es que se “ha presentado algún tipo de alerta por la probabilidad de que se presenten incendios forestales”.
Y mirando hacia adelante, tal vez fue esta una de las advertencias más importantes para tener en cuenta: “Si bien tenemos algunas lluvias en la Orinoquía y la Amazonía, las predicciones climáticas nos muestran que en estas dos regiones del país se va a extender este período seco hasta abril de 2025. Por eso es necesario tomar medidas urgentes, en relación especialmente con los embalses, y el cuidado de la flora y la fauna debido a esas temperaturas y a la probabilidad de incendios”, apuntó Echeverry, la directora del Ideam.
El asunto es que “desde el 1 de enero hasta mediados de septiembre, Colombia ha registrado un total de 2.279 incendios forestales en 30 departamentos, afectando una superficie total de 137.459 hectáreas”. Y los reporteros que han seguido todo este difícil escenario, nos detallaban: “El cambio de condiciones climáticas hacia un clima más seco y cálido propiciado por la variabilidad climática estaría contribuyendo significativamente al aumento de las áreas afectadas”.
La situación, sin tocar el botón rojo de la alarma, pero siendo realistas, requiere toda la atención del país entero, pues hasta hace tres días, en el balance de incendios forestales en todo el territorio nacional, se registraban “29 focos activos y una nueva conflagración en el Amazonas”. “Según cifras de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), Tolima es el departamento más afectado por las conflagraciones que se han presentado en los últimos días”.
Y mientras en el sur del país se vive la crisis por cuenta de los incendios y en el norte un vendaval causa emergencia, en el centro la noticia era que volvía “a nevar en el Parque Nacional Natural de Los Nevados”, ubicado entre los departamentos de Risaralda, Quindío, Tolima y Caldas. Y nos explicaron que “este evento se registró luego de las fuertes lluvias y las bajas temperaturas reportadas durante la madrugada”, que hace “más de tres meses no se presentaba un fenómeno como estos” en el sector de Brisas, y que “este parque cuenta con 38.000 hectáreas” en donde “se encuentran localizados los nevados del Ruiz, Tolima, Santa Isabel, El Cisne, Quindío y el Paramillo de Santa Rosa”, pero que, según las autoridades, “cerca de 7000 hectáreas están críticamente degradadas, principalmente por la ganadería”, que “parte del bosque alto andino es quema y, su vegetación nativa, ha sido cortada para la expansión agrícola”. Vamos viendo, poco a poco, cómo lo que estamos viviendo ha sido causado por las mismas manos del hombre.
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¿Y todo esto cómo se relaciona de manera directa con el racionamiento de agua que se vive en Bogotá y que desde el 29 de septiembre vuelve nuevamente a ser diario? Pues también es necesario ir un poco más atrás. El 4 de marzo de este 2024 había una alerta en la Alcaldía de Bogotá porque lo que se veía sobre la mesa era “sequía en los embalses” acompañado de un “consumo disparado” de agua en los hogares, tanto, como si en la ciudad hubiera medio millón de habitantes más.
Pero ¿cómo estábamos en ese momento en cifras? Los periodistas de la sección Bogotá nos explicaron: con menos lluvias los niveles de llenado de los embalses estaban reducidos, no solo los que abastecen a Bogotá sino a Cundinamarca. Y nos dieron detalles para marzo de este año: La región cuenta con ocho embalses: Neusa, Sisga y Tominé (los tres componen lo que se llama Agregado Norte). Luego están Chisacá y Regadera (que componen el Agregado Sur). Chiza y San Rafael se agrupan en lo que se llama Sistema Chingaza. Y el octavo es El Hato.
Para ese instante de los tres agregados, el Norte y Sur estaban en nivel “descendente”, que no era en riesgo según la CAR, pero tampoco era un estado favorable. El sistema Chingaza estaba “estable”. El más reciente registro de esa fecha decía que los tres sistemas que abastecen de agua a Bogotá y municipios vecinos tenían un nivel de llenado así: Norte en 57,30 %, Sur en un 59,74 % y el sistema Chingaza en un 22,75%. “Tenemos el Embalse de San Rafael bastante seco (24 % nivel de llenado), estamos consumiendo un metro cúbico adicional, a lo que venía siendo el promedio del año pasado”, dijo Natasha Avendaño, gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado (EAAB) de Bogotá.
La realidad no era nada positiva. Pero ¿por qué los bogotanos consumíamos más agua? ¿Cómo la consumimos? Ante una temporada con mayor exposición de la luz solar acompañada de temperaturas más altas, la demanda tiende a crecer, no solo en Bogotá sino en los municipios, por supuesto. Y ya, en un hogar, “el consumo mensual de una familia promedio de cuatro personas indica que el 58 % del agua se gasta en aseo personal, en actividades como ducharse, lavarse los dientes o afeitarse. Eso se traduce en 6.910 litros de agua al mes. El 23 % de consumo se da en la cocina: preparar alimentos, lavar verduras y limpiar los utensilios, es decir, unos 2.770 litros de agua. En el inodoro usan un 10 % del agua, pues al menos 1.200 litros se descargan por los sanitarios de una vivienda. El 7 % es usado en el lavado de la ropa, equivalentes a 790 litros al mes y en la limpieza de la casa, cerca de 220 litros de agua”.
El 11 de abril llegó la noticia que ya se estaba escribiendo meses atrás: “Medidas de restricción o racionamiento en el servicio de agua potable en Bogotá y municipios aledaños. La ciudad estará dividida en nueve zonas que, por día, tendrá restricción en el abastecimiento por un lapso de 24 horas continuas de 8:00 a. m. a 8:00 a. m. del día siguiente”, informó la Alcaldía.
Un mes después las cifras mejoraban porque empezaron a registrarse lluvias, el ahorro obligado con el racionamiento daba resultado y los ahorros adicionales en el consumo permitían escuchar un primer grito de victoria. Tras tres días localizadas de lluvias, “el nivel del sistema Chingaza pasó del 16 % al 18 %”.
Para el 18 de julio, la gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, en entrevista con El Espectador, contaba detalles de la operación y el por qué llegamos a este punto: “Los pronósticos no se cumplieron. No llovió en enero, febrero y marzo, que incluso fue el mes más caluroso e hizo que la tierra se secara. Y cuando empezaron las lluvias a mediados de abril, los embalses no subían ni un centímetro, porque la tierra se chupaba el agua, mientras se reacondicionaba su suelo y su vegetación. Los niveles en el sistema eran tan bajos que, incluso, se nos afectaba la capacidad de tratamiento, porque ya era el ‘cuncho’, el barro, y eso es difícil de tratar en la planta de filtración directa en Wiesner”.
Avendaño habló también del cambio climático: “Históricamente hubo fenómenos de El Niño y La Niña en el país, y el sistema Chingaza nunca se había afectado. Por eso, para la Empresa de Acueducto, no era algo que pudiera pasar, pero se materializó por el cambio climático. Porque, más que un fenómeno de El Niño fue una sequía extrema. Pero entonces, ¿eso quiere decir que ya no va a llover? ¿Qué no va a haber agua? No. Eso quiere decir que hay que tener en cuenta esas vulnerabilidades y prepararnos para no volver a tener una medida de racionamiento”.
¿Qué pasaba un mes después? ¿Los cálculos proyectados coincidían con la realidad? ¿Cómo llegaban los números a septiembre? ¿Por qué después de haber logrado una pequeña victoria cuando dejamos de tener racionamiento diario teníamos que volver a estos cortes?
Bogotá
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A corte del 11 de septiembre, “el reporte de consumo de agua arrojaba unos 17,53 m³, mucho más de lo que se veía antes del racionamiento y lejos de la meta de 15 que se propuso la Alcaldía. De otro lado, la sequía se prolonga y la recuperación del embalse Chingaza, que suple el 70 % de agua a Bogotá, se estaba reduciendo y cada día pedía agua en lugar de ganar. El nivel regresó a 46,88 % de llenado, cuando había superado el 52 %, nos contaban los reporteros de la sección Bogotá. Una vez más, no llegaban las lluvias en la frecuencia y cantidad necesaria. Y, para sumar, la gente consumía más de lo que debería.
Algunas gráficas para ver y entender mejor la situación:
Alexánder Marín Correa, editor de la sección Bogotá, en este completo documento, explicaba la situación con espejo retrovisor: “Entre el 11 de abril y el 30 de junio, mientras se mantuvo el racionamiento diario, la ciudadanía redujo el consumo a un promedio de 16 m3/s y los embalses ganaron en promedio 900.000 m3 diarios. Esto permitió que en 81 días el sistema Chingaza recuperara el 26,5 % de su nivel, pasando de 16,3 % a 42,8 %. Cada tres días ganaba un punto porcentual. Incluso, el propósito de llegar, al menos, a niveles similares al 2023, se estaba logrando para finales de junio. Pero, sin conocer los cálculos (técnicos o políticos) que hizo la administración, se flexibilizó el racionamiento. A partir del primero de julio la restricción pasó de ser diaria a implementarse cada dos días. El panorama cambió y el impacto se sintió de inmediato: la recuperación de los embalses se hizo más lenta”. Y, claro, tampoco llegaron las lluvias esperadas.
Por eso fue que tuvimos que volver al racionamiento diario anunciado el pasado 20 de septiembre y que comenzará el 29 de septiembre, pero incluso con un agravante: “Si el nivel de llenado de agua del sistema Chingaza (que suple el 70 % de agua a Bogotá) llega a un tope que la Alcaldía llamó el Día 0, podría haber hasta dos turnos de racionamiento al día”. ¿Eso cómo se debe leer entre líneas? “El Día 0 será cuando el nivel de agua de Chingaza, que hoy está por el 45,3 %, llegue a 36 % de llenado. La tendencia del sistema es negativa, es decir, que cada día ha ido bajando el nivel. El día en el que nivel de agua este por el 36 % significa que llegó el Día 0 para la Alcaldía de imponer nuevas y más restrictivas”.
“Queremos estudiar si hay acuíferos profundos como alternativa de abastecimiento”
Si eso pasa, los hogares tendrán racionamiento cada cuatro o cinco días y no cada diez, como será con el racionamiento diario. Estas medidas son de ahorro, es decir, sirven para que el nivel del agua no baje tan de prisa. Pero la única forma de que los embalses se llenen es con la lluvia. El problema es que, de acuerdo con Carlos Fernando Galán, alcalde Bogotá, y la gerente del Acueducto, Avendaño, “la tendencia histórica apunta a que, entre septiembre y enero, las lluvias disminuyen”.
Miguel Ángel Vivas Tróchez, de la redacción Bogotá, justo después de los anuncios y, también, de entender un poco más en detalle toda la situación, escribió este completo análisis, donde detalla cómo están trabajando las plantas de tratamiento, que pasa con Tibitoc, con Chingaza II, con lo que se nos viene: “Lo cierto es que, salvo por algún milagro, los bogotanos tendremos que convivir con la idea de pasar un fin de año bajo el umbral incómodo del racionamiento y acostumbrarnos a la idea de que las tuberías de nuestras casas quedarán secas por mucho más tiempo de lo que al principio se esperaba. Mientras tanto, el Acueducto y la Alcaldía continúan evaluando opciones y escarbando en el archivo de propuestas para corregir el problema. Por supuesto, por encima de todas las ideas, se encuentra el factor de las lluvias”.
Y lanzó una mirada al futuro cercano: “2025 debe ser el año que rompa la tendencia de precipitaciones por debajo del promedio anual que atraviesa la ciudad, ya que este 2024 puede disputar el puesto del año más seco de nuestra historia. Durante los nueve meses del presente año se completó un ciclo que comenzó en 2023, cuando el caudal de lluvias empezó a registrar niveles por debajo de los promedios históricos y óptimos para que el sistema de abastecimiento de agua funcione con normalidad. Ahora, con el panorama actual, los técnicos y hasta la ciudadanía deben trabajar en los siguientes escenarios para acoplarlos a planes tangibles y útiles que atenúen una realidad que, aun con todas las fórmulas del mundo a la mano, es difícil revertir: el cambio climático”.
Ahora, pasemos al tercer capítulo de este boletín, el que tiene que ver con el sector eléctrico. Hace tan solo 15 días y de acuerdo con el reporte de XM, el agua que se almacena en los embalses y que se usa para mover las turbinas que generan la energía para la red nacional, venía bajando y, en la misma ruta que hemos visto con el asunto del agua en Bogotá, obligaba a levantar la mano para pedir la palabra y hablar seriamente de la situación:
Economía
Los niveles de los embalses energéticos han disminuido un 6 % en el último mes
Economía
Minenergía anunció medidas para garantizar la recuperación de los embalses
Economía
“Se nos acabó el tiempo”: Acolgen sobre situación energética del país
Economía
Crisis energética en puerta: gremios proponen estrategias para evitar afectaciones
El asunto por este lado también está en claro oscuro. Resulta que, a corte del 13 de septiembre y con cifras de XM, se contaba un “retroceso promedio en los embalses del 6,31 %” en el último mes. ¿Eso qué quería decir? Que las lluvias de la Niña no llegaron como se esperaba y, por evidente razón, el nivel de los embalses estaba bajando. Y, para sumar, “la demanda energética en Colombia, con corte al 10 de septiembre, fue de 240,67 GWh, lo que se traduce en un incremento de 2,7 % frente al día anterior, así como un 6,1 % por encima del consolidado para el 12 de agosto”. Estamos usando más energía. Sí, tiene sentido hasta en la mirada más básica: con temperaturas más altas el uso del aire acondicionado o de los ventiladores se eleva.
Aunque a la baja, el ministerio de Minas y Energía dejó claro que en ningún momento el sistema eléctrico ha estado en riesgo, por lo que hay suficiente abastecimiento para atender la demanda. Y entregó datos importantes para entender con tranquilidad: el nivel más bajo que podrían alcanzar los embalses para considerarse crítico es el 27 %. “El punto más bajo fue del 28,65 %, que se registró el 19 de abril, cuando El Niño golpeaba con fuerza”, contaron los periodistas de la sección Economía en este texto.
Para el 19 de septiembre el Ministerio de Minas y Energía informaba las medidas para tratar la reducción en el llenado de los embalses: “un seguimiento pormenorizado de la situación energética a través de la Comisión Asesora de Coordinación y Seguimiento de la Situación Energética (CACSSE). La revisión se ha incrementado a una periodicidad semanal, y la misma pasará a ser diaria, de ser necesario”. Además, se “habilitó la entrega de excedentes para incluir más energía a la red”. ¿Cómo? “Mediante resolución de la CREG, se busca que las plantas menores y agentes autogeneradores con una capacidad instalada superior a 1 MW en los siguientes 3 meses puedan entregar al sistema la máxima cantidad de energía eléctrica posible para la atención de usuarios conectados al Sistema Interconectado Nacional”. Detallaron entonces que se “habilitó la energía térmica para atender la demanda” y se limitaron “las exportaciones de energía a Ecuador”.
Y una más: se está trabajando en un “proyecto normativo que le permitiría al sector industrial hacer una desconexión “inteligente” y voluntaria, con lo cual se tendrían mayores ahorros para el sistema”, sumado a campañas de ahorro y uso eficiente de energía e el sector comercio y a la ciudadanía en general, detallaron los periodistas que siguen en detalle este tema.
Sin embargo, para Natalia Gutiérrez, presidenta de Acolgen, el país se encuentra en un alto riesgo de apagón porque ya no hay margen entre la oferta y la demanda. Todo esto después de que “Ecopetrol anunciara la suspensión temporal del suministro de gas natural vehicular a 13 empresas debido a la prolongada sequía que ha afectado los niveles de los embalses en varias regiones del país” y con esta “decisión se espera priorizar la generación de energía eléctrica a través de plantas térmicas, en un esfuerzo por garantizar el suministro energético en medio de la crisis climática actual”.
Según la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), para 2026 no se contará con suficiente energía firme para satisfacer la demanda del país. La situación se agravaría a finales de 2028 en caso de un fenómeno de El Niño o sequías prolongadas, lo que podría generar racionamientos de energía.
Gutiérrez dijo en La República: “Acabamos de salir de un fenómeno de El Niño muy apretado entre oferta y demanda, justamente porque no había entrado toda esa energía que estábamos esperando. El parque térmico cumplió a cabalidad con todas sus obligaciones, el hidráulico de igual forma. Estuvimos guardando agua desde octubre del año pasado para que los embalses tuvieran niveles más altos en este verano, pero estamos en el punto más crítico de los últimos 30 años”.
La dirigente gremial agregó: “Es muy importante que todos entiendan que deberíamos estar en una época de lluvias que no se ha materializado. ¿Qué implica esto? Que estamos generando electricidad con las hidroeléctricas, pero necesitamos conservar y proteger ese recurso para poder llegar a diciembre y enfrentar el verano”.
¿Y en qué vamos? En que este martes 24 de septiembre ya fueron ocho los gremios que levantaron la mano para no solo dejar en evidencia su preocupación, sino que lanzaron propuestas para ejecutar en compañía del Gobierno. Estamos hablando de Acolgen, ACP, Andesco, Andeg, Asocodis, Naturgas, Ser Colombia y Asoenergía. ¿Qué hay en la lista de acciones
Todos los detalles mencionados uno a uno, están en este enlace, pero dejamos la lista a continuación:
- Reducir la incertidumbre normativa
- Acelerar el desarrollo de nuevos proyectos
- Realizar subastas de expansión
- Apoyar todas las tecnologías energéticas
- Optimizar la operación de plantas térmicas
- Revisar las exportaciones de energía
- Incentivar el uso eficiente de la energía
- Comercialización flexible del gas natural
- Desarrollar infraestructura de transporte de gas
Estos mismos gremios los gremios le pidieron al Ejecutivo que actúe para reducir la incertidumbre regulatoria, acelere la entrada de nuevos proyectos de generación y fomente un marco de confianza que atraiga la inversión necesaria y para evitar un cada vez más cercano desabastecimiento, que el Gobierno adopte medidas adicionales como “la flexibilización en la comercialización de gas, el desarrollo de los hallazgos de gas natural en tierra y costa afuera y la priorización de proyectos de infraestructura de transporte que aseguren el suministro en el mediano plazo”, detallaron los colegas de Economía que registraron dicha comunicación empresarial.
La situación es delicada. La falta de lluvia nos tiene en aprietos. La crisis climática nos está pasando factura. Todo esto es una cadena y ya son varios los eslabones que están muy débiles. ¿Fallamos en las previsiones? Los datos nos dicen que sí, otros se defienden. ¿Hay falta de gestión entre los líderes que llevan las riendas del país? Los datos parecen probar que sí, pero hasta que no se pongan de acuerdo, lo más fácil es cargarle la culpa de todo a unas lluvias esperadas que no llegaron. ¿Estamos, como consumidores, olvidando el valor de la palabra ahorro y seguimos gastando sin contemplar las consecuencias? Sí, los datos también nos dejan en evidencia. Todos tenemos una porción de responsabilidad en este asunto. Todos tenemos que ayudar. Por ahora a ahorrar, eso es lo único que está en nuestras manos y, claro, exigirles a nuestros líderes para que ejecuten acciones antes y no sigamos caminando por la cornisa.
Este es un hasta pronto con nuestro mensaje final: si les gustó este newsletter y el contenido que desarrollamos en El Espectador, invitados a disfrutar del contenido exclusivo que tenemos en nuestra página web. En esta labor de todos los días necesitamos compañía no solo para las críticas, que las recibimos con humildad, sino para que nos ayuden a construir un mejor país, denunciando, indagando, investigando, informando. Y no olviden dejar aquí abajo los temas que ustedes quisieran que investiguemos en la redacción de El Espectador. Nos vemos el próximo miércoles. Hasta pronto.
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