Un bus a punto reventar, una calle solitaria, un parque... todos son espacios donde las mujeres de Bogotá se sienten vulnerables, inseguras y con miedo de que en cualquier momento puedan ser víctimas de acoso callejero. Una frase cargada de morbo, una mirada lasciva y hasta tocamientos hacen parte de las amenazas, que llevan a que ellas no vivan la ciudad con tranquilidad.
Por Alexánder Marín Correa
Periodista manizaleño, con experiencia en periodismo de datos, judicial, investigación y local. @alexmarin55Jamarin@elespectador.com