El PAE, apuesta por la calidad de la educación y la equidad en Bogotá
Toda niña, niño o adolescente matriculado en un colegio distrital tiene derecho al Programa de Alimentación Escolar (PAE). Conozca cómo funciona la operación diaria de un plan que ataca el hambre y favorece el aprendizaje.
Como representante estudiantil sé que la comunidad de jóvenes que necesita los refrigerios, desayunos o almuerzos del PAE es grande. A veces es el único alimento que consumimos en el día y por eso es un programa que debemos proteger, pues beneficia, sobre todo, a los más vulnerables”, dice Rocío Gutiérrez, personera del colegio femenino Magdalena Ortega y exrepresentante estudiantil de Engativá, quien destaca el impacto del Programa de Alimentación Escolar (PAE) de Bogotá, que entrega casi 850.000 raciones diarias en los colegios públicos, de las cuales 315.000 son de comida caliente.
Le puede interesar: Se ha perdido tanta agua como para abastecer por dos meses a toda Bogotá
Hoy cualquier niña, niño o adolescente matriculado en un colegio distrital tiene derecho al programa, cuyo menú lo diseñan nutricionistas cumpliendo los requerimientos nutricionales de los estudiantes en cada etapa de desarrollo. El programa, que constituye una de las experiencias de política pública más exitosas de la última década, está en continuo proceso de mejora y crecimiento, y esta administración, en el marco de Bogotá sin hambre 2.0, busca mejorar la calidad, aumentar la cobertura de comida caliente, mejorar los comedores y el menaje, generar cambios en los hábitos alimenticios, promover el aprendizaje y contribuir a reducir los índices de deserción escolar, desnutrición e inseguridad alimentaria, que abren grietas sociales en múltiples puntos de la geografía capitalina.
“Nuestro PAE, además de cumplir las normas nacionales, ofrece alimentos de calidad en dos modalidades: comida caliente y refrigerios escolares. Y todo esto va mucho más allá de los alimentos: cada entrega es una oportunidad para mejorar también el aprendizaje, porque con hambre no se aprende y, además, porque cuenta con un componente pedagógico que promueve estilos de vida saludables y la corresponsabilidad en el cuidado del medio ambiente”, señala Isabel Segovia, secretaria de Educación.
Programa de alimentación
En Colombia, el PAE es el resultado de varias políticas públicas enfocadas en la protección y el mejoramiento nutricional de la población infantil más vulnerable, y busca que todos los estudiantes de los colegios públicos tengan garantizada la alimentación diaria durante el tiempo que pasan en la institución educativa. Pero no cualquier tipo de alimentación, sino una que aporte en cada jornada macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) y micronutrientes (zinc, hierro, vitamina A y calcio) necesarios para el desarrollo. Hoy el PAE, según datos de la Unidad de Alimentos para prender (UAPA), beneficia a casi seis millones de estudiantes en todo el país.
Sin embargo, este programa va más allá. Para nadie es un secreto que la única ración de comida que reciben algunas niñas y niños residentes en zonas vulnerables es la que se les entrega en los comedores que hay en sus colegios. Entonces, el componente de la alimentación termina siendo determinante para que el niño acuda a las aulas, permanezca en el colegio en su trayectoria educativa y logre los aprendizajes necesarios. Es un hecho que se aprende mejor cuando no hay hambre y, mucho más, cuando se tiene una alimentación de calidad”, explica Abel Matiz, subsecretario de Acceso y Permanencia de la Secretaría de Educación.
¿Cómo funciona?
“Este año hemos destinado cerca de $864.000 millones para el PAE, donde el 93 % es financiado por la ciudad. Gracias a esta inversión hemos alcanzado la cobertura universal, siendo la primera entidad territorial del país en asegurar que el 100 % de los estudiantes accedan al programa de alimentación”, destaca la secretaria Segovia.
El programa ahora se ejecutará en todo el calendario escolar, aun cuando, por razones externas como paros de transporte o emergencias por lluvias, las clases se cancelen. “Si el niño está cinco horas o menos en el colegio le garantizamos una ración, que representa mínimo el 22 % del aporte nutricional que, según la norma nacional, debe recibir un niño al día. Si el estudiante tiene una jornada de seis u ocho horas, que es lo máximo de una jornada única, se le entregan dos, con lo que podemos llegar a garantizar el 52 % de los requerimientos nutricionales diarios”, explica Daniel Mora, director de Bienestar Estudiantil de la SED.
Este programa busca apoyar, desde la corresponsabilidad, a los padres de familia en la alimentación de sus hijos, y no pretende suplirla de manera completa. La Resolución 335 de 2021, emitida por la UAPA, fija un aporte nutricional mínimo por ración. “En el caso de los refrigerios, estamos por encima de ese mínimo -actualmente estamos en 22 %-. En comida caliente estamos entregando en desayunos un 22 % y en almuerzos hasta un 30 % del requerimiento nutricional para los estudiantes. Para verificar que sea así, contamos con dos firmas interventoras que realizan el control diario”, destaca Mora.
Lea además: Nuevo choque entre Petro y Galán por las inundaciones en Bogotá
Las raciones
Dependiendo de la edad, los gramajes de las raciones varían. Diariamente, según los grupos etarios, se entregan cuatro tamaños de ración que buscan garantizar los valores diarios que requiere cada estudiante, según su etapa de desarrollo. Un niño de cinco años no come ni necesita el mismo valor proteico que un adolescente, por ejemplo. En ese sentido, las porciones están categorizadas con las letras A, B, C y D del siguiente modo: A: de 3 a 5 años; B, de 6 a 9 años; C, de 10 a 13 años, y D, de 14 años en adelante.
Los refrigerios escolares se distribuyen en dos entregas y cada una incluye 15 menús. La primera, dirigida a las jornadas mañana, tarde y nocturna. La segunda se entrega a las jornadas extendidas o complementarias. Por su parte, la modalidad de comida caliente ofrece 20 menús diferentes para el desayuno y 20 para el almuerzo, junto con siete menús especiales, que se incluyen al menos una vez al mes, y 10 opciones de complementos.
Y como en la escuela todo tiene relación con el saber, el programa cuenta con un componente pedagógico complementario a las clases. “Este componente es importante para entender el PAE como una estrategia que, además de contribuir a la garantía del derecho a la alimentación de los niños, niñas y jóvenes de la ciudad, promueve la importancia de una alimentación saludable desde los primeros años y la práctica de estilos de vida saludables” explica Abel Matiz.
Más comida caliente
Este año se cumplieron 20 años de operación del primer comedor escolar instalado en Bogotá, en la administración del alcalde Luis Eduardo Garzón, en el colegio Rodrigo Lara Bonilla de Ciudad Bolívar. Desde entonces la capital pasó de brindar 9.880 raciones al día de comida caliente y 265.420 refrigerios a entregar en 2024 315.000 raciones diarias de comida caliente y 535.000 refrigerios en los colegios públicos de las 20 localidades de la capital.
El PAE opera a través de tres modalidades: refrigerios, comida caliente preparada en los comedores escolares y comida caliente preparada en plantas de producción o en comedores de otros colegios que llega a las instituciones educativas que no cuentan con servicio de comedor escolar. Actualmente Bogotá es pionera en la entrega de comida caliente en el país, y la apuesta en la alcaldía de Carlos Fernando Galán es cualificar el PAE en este cuatrienio, apuntando a tres objetivos claves: habilitar más comedores escolares (pasar de 212 a 242), aumentar la cantidad de raciones de comida caliente transportada y mejorar la experiencia del programa para los beneficiarios.
En los objetivos de la estrategia Bogotá sin hambre 2.0, la apuesta será aumentar a 55 % la entrega de comida caliente en los colegios distritales, para lograr 490.000 raciones diarias entregadas al finalizar el cuatrienio. “Continuaremos trabajando en la transición a comida caliente, cualificación de refrigerios y hacia la implementación de herramientas tecnológicas que nos permitirán un seguimiento preciso de cada beneficiario. En Bogotá cada plato, cada refrigerio, es un compromiso. Seguimos trabajando para generar oportunidades y contribuir con el desarrollo de los proyectos de vida de los estudiantes”, resalta Isabel Segovia.
La operación logística más grande de la ciudad
Para que la comida llegue caliente a las manos de los más de 160.000 estudiantes de los colegios distritales beneficiados con esta modalidad hay detrás una operación enorme. El Distrito, en conjunto con Compensar, operador del Servicio Integral de Desayunos y Almuerzos Escolares (SIDAE), seleccionado en un proceso competitivo a la luz del Decreto 092 de 2017, realizan a diario una maratónica labor que podría equipararse con la de una gran cadena de restaurantes. En el caso de la comida transportada, se entregan a diario más de 73.000 raciones, de las cuales alrededor de 14.000 las preparan en la planta satélite, ubicada en el barrio La Cabaña, en Engativá.
De esta planta salen alimentos para 53 sedes, cuyo proceso pasa por un estricto control de calidad, que va desde el ingreso de los alimentos a la planta, pasando por el almacenamiento, preparación, cocción, empaque, revisión de gramaje y salida de la planta, hasta la entrega en cada una de las instituciones. Este proceso se lleva a cabo, en menor medida, en otros 73 centros de producción (comedores escolares de otros colegios), que proveen el Servicio Integral de Almuerzos Transportados (SIAT) en 186 sedes de instituciones educativas.
Por su parte, para el caso de refrigerios escolares se realiza la producción a través de 29 proveedores que los entregan a siete plantas logísticas, en las que se realiza el almacenamiento temporal, ensamble y distribución de cerca de 545.000 refrigerios diarios en 676 sedes con 130 rutas. Los procesos de contratación de los refrigerios se realizan a través de la plataforma Colombia Compra Eficiente, agencia de contratación pública del país que vela por una mayor eficiencia, transparencia y optimización de los recursos del Estado.
“Soy madre cabeza de familia y entré a trabajar con el PAE en febrero. Para mí es gratificante participar en la producción de alimentos, porque además de ser parte de un programa tan importante, puedo conocer de primera mano cómo es el proceso de preparación de la comida que consume mi hija, pues ella es parte de los miles de niños beneficiados”, señala Flor María Correa, integrante del grupo de trabajo de la planta satélite de producción de alimentos del PAE.
“Mi preocupación como madre es la misma que tienen las familias de todos los niños que se benefician del programa: que sus hijos se alimenten de manera adecuada, a pesar de las dificultades económicas. Y ahora que conozco el proceso puedo dar fe de que acá todo lo hacemos con amor y entrega, porque como yo hay muchas madres que trabajan en esto y realizan su labor con la misma entrega y compromiso que lo harían en sus casas”, reconoce.
La apuesta continúa
Si bien cada estudiante matriculado en un colegio público tiene derecho al PAE, hay un mínimo porcentaje que no accede por distintas razones: porque los padres prefieren que coman lo que se cocina en casa, alergias o enfermedades o por dietas derivadas de entornos culturales específicos. En ese sentido, en zonas rurales de localidades como Usme, Sumapaz, Ciudad Bolívar, Usaquén y Suba ya se están implementando menús que respondan a las tradiciones gastronómicas de ciertos grupos poblacionales.
“Hemos incluido en los menús recetas o ingredientes con representatividad étnica o rural. Este plan piloto se empezará a expandir de acuerdo con sus resultados. En suma, buscamos que ningún estudiante, sea por la razón que sea, se quede sin alimentación. Y hacia ese objetivo avanzamos, mejorando la focalización, explorando el uso de nuevas tecnologías, proponiendo procesos más sostenibles desde el impacto ambiental del programa e identificando las necesidades de los estudiantes para contar con un PAE que siempre está en la ruta de evolución para atenderlos”, resalta Abel Matiz.
“En nuestra comunidad estudiantil trabajamos por generar una idea básica: que el programa siempre es en beneficio del otro. Tratamos de tener presente que la ración que alguien acá puede rechazar, para otro niño, en otra parte de la ciudad, puede ser la única comida del día, y con esa base buscamos no desperdiciar nada. Además, hemos visto que sí se puede comer rico y saludable. Por ejemplo, desde que el PAE dejó de entregar jugos y entrega agua con cada almuerzo, hemos visto que el consumo de agua entre los estudiantes aumentó. Igual que pasa con algunas verduras. Algo tan básico como eso, antes no se veía. Por eso el programa debe seguir: para que sin importar si una familia tiene o no los medios, sus hijos tengan garantizada su comida diaria”, concluye Rocío, la representante estudiantil, quien reitera su mensaje: “El PAE es un programa que, en definitiva, debemos proteger”.
Lea también: Las 181 canchas sintéticas del Distrito bajo la lupa de la Contraloría
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
Como representante estudiantil sé que la comunidad de jóvenes que necesita los refrigerios, desayunos o almuerzos del PAE es grande. A veces es el único alimento que consumimos en el día y por eso es un programa que debemos proteger, pues beneficia, sobre todo, a los más vulnerables”, dice Rocío Gutiérrez, personera del colegio femenino Magdalena Ortega y exrepresentante estudiantil de Engativá, quien destaca el impacto del Programa de Alimentación Escolar (PAE) de Bogotá, que entrega casi 850.000 raciones diarias en los colegios públicos, de las cuales 315.000 son de comida caliente.
Le puede interesar: Se ha perdido tanta agua como para abastecer por dos meses a toda Bogotá
Hoy cualquier niña, niño o adolescente matriculado en un colegio distrital tiene derecho al programa, cuyo menú lo diseñan nutricionistas cumpliendo los requerimientos nutricionales de los estudiantes en cada etapa de desarrollo. El programa, que constituye una de las experiencias de política pública más exitosas de la última década, está en continuo proceso de mejora y crecimiento, y esta administración, en el marco de Bogotá sin hambre 2.0, busca mejorar la calidad, aumentar la cobertura de comida caliente, mejorar los comedores y el menaje, generar cambios en los hábitos alimenticios, promover el aprendizaje y contribuir a reducir los índices de deserción escolar, desnutrición e inseguridad alimentaria, que abren grietas sociales en múltiples puntos de la geografía capitalina.
“Nuestro PAE, además de cumplir las normas nacionales, ofrece alimentos de calidad en dos modalidades: comida caliente y refrigerios escolares. Y todo esto va mucho más allá de los alimentos: cada entrega es una oportunidad para mejorar también el aprendizaje, porque con hambre no se aprende y, además, porque cuenta con un componente pedagógico que promueve estilos de vida saludables y la corresponsabilidad en el cuidado del medio ambiente”, señala Isabel Segovia, secretaria de Educación.
Programa de alimentación
En Colombia, el PAE es el resultado de varias políticas públicas enfocadas en la protección y el mejoramiento nutricional de la población infantil más vulnerable, y busca que todos los estudiantes de los colegios públicos tengan garantizada la alimentación diaria durante el tiempo que pasan en la institución educativa. Pero no cualquier tipo de alimentación, sino una que aporte en cada jornada macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) y micronutrientes (zinc, hierro, vitamina A y calcio) necesarios para el desarrollo. Hoy el PAE, según datos de la Unidad de Alimentos para prender (UAPA), beneficia a casi seis millones de estudiantes en todo el país.
Sin embargo, este programa va más allá. Para nadie es un secreto que la única ración de comida que reciben algunas niñas y niños residentes en zonas vulnerables es la que se les entrega en los comedores que hay en sus colegios. Entonces, el componente de la alimentación termina siendo determinante para que el niño acuda a las aulas, permanezca en el colegio en su trayectoria educativa y logre los aprendizajes necesarios. Es un hecho que se aprende mejor cuando no hay hambre y, mucho más, cuando se tiene una alimentación de calidad”, explica Abel Matiz, subsecretario de Acceso y Permanencia de la Secretaría de Educación.
¿Cómo funciona?
“Este año hemos destinado cerca de $864.000 millones para el PAE, donde el 93 % es financiado por la ciudad. Gracias a esta inversión hemos alcanzado la cobertura universal, siendo la primera entidad territorial del país en asegurar que el 100 % de los estudiantes accedan al programa de alimentación”, destaca la secretaria Segovia.
El programa ahora se ejecutará en todo el calendario escolar, aun cuando, por razones externas como paros de transporte o emergencias por lluvias, las clases se cancelen. “Si el niño está cinco horas o menos en el colegio le garantizamos una ración, que representa mínimo el 22 % del aporte nutricional que, según la norma nacional, debe recibir un niño al día. Si el estudiante tiene una jornada de seis u ocho horas, que es lo máximo de una jornada única, se le entregan dos, con lo que podemos llegar a garantizar el 52 % de los requerimientos nutricionales diarios”, explica Daniel Mora, director de Bienestar Estudiantil de la SED.
Este programa busca apoyar, desde la corresponsabilidad, a los padres de familia en la alimentación de sus hijos, y no pretende suplirla de manera completa. La Resolución 335 de 2021, emitida por la UAPA, fija un aporte nutricional mínimo por ración. “En el caso de los refrigerios, estamos por encima de ese mínimo -actualmente estamos en 22 %-. En comida caliente estamos entregando en desayunos un 22 % y en almuerzos hasta un 30 % del requerimiento nutricional para los estudiantes. Para verificar que sea así, contamos con dos firmas interventoras que realizan el control diario”, destaca Mora.
Lea además: Nuevo choque entre Petro y Galán por las inundaciones en Bogotá
Las raciones
Dependiendo de la edad, los gramajes de las raciones varían. Diariamente, según los grupos etarios, se entregan cuatro tamaños de ración que buscan garantizar los valores diarios que requiere cada estudiante, según su etapa de desarrollo. Un niño de cinco años no come ni necesita el mismo valor proteico que un adolescente, por ejemplo. En ese sentido, las porciones están categorizadas con las letras A, B, C y D del siguiente modo: A: de 3 a 5 años; B, de 6 a 9 años; C, de 10 a 13 años, y D, de 14 años en adelante.
Los refrigerios escolares se distribuyen en dos entregas y cada una incluye 15 menús. La primera, dirigida a las jornadas mañana, tarde y nocturna. La segunda se entrega a las jornadas extendidas o complementarias. Por su parte, la modalidad de comida caliente ofrece 20 menús diferentes para el desayuno y 20 para el almuerzo, junto con siete menús especiales, que se incluyen al menos una vez al mes, y 10 opciones de complementos.
Y como en la escuela todo tiene relación con el saber, el programa cuenta con un componente pedagógico complementario a las clases. “Este componente es importante para entender el PAE como una estrategia que, además de contribuir a la garantía del derecho a la alimentación de los niños, niñas y jóvenes de la ciudad, promueve la importancia de una alimentación saludable desde los primeros años y la práctica de estilos de vida saludables” explica Abel Matiz.
Más comida caliente
Este año se cumplieron 20 años de operación del primer comedor escolar instalado en Bogotá, en la administración del alcalde Luis Eduardo Garzón, en el colegio Rodrigo Lara Bonilla de Ciudad Bolívar. Desde entonces la capital pasó de brindar 9.880 raciones al día de comida caliente y 265.420 refrigerios a entregar en 2024 315.000 raciones diarias de comida caliente y 535.000 refrigerios en los colegios públicos de las 20 localidades de la capital.
El PAE opera a través de tres modalidades: refrigerios, comida caliente preparada en los comedores escolares y comida caliente preparada en plantas de producción o en comedores de otros colegios que llega a las instituciones educativas que no cuentan con servicio de comedor escolar. Actualmente Bogotá es pionera en la entrega de comida caliente en el país, y la apuesta en la alcaldía de Carlos Fernando Galán es cualificar el PAE en este cuatrienio, apuntando a tres objetivos claves: habilitar más comedores escolares (pasar de 212 a 242), aumentar la cantidad de raciones de comida caliente transportada y mejorar la experiencia del programa para los beneficiarios.
En los objetivos de la estrategia Bogotá sin hambre 2.0, la apuesta será aumentar a 55 % la entrega de comida caliente en los colegios distritales, para lograr 490.000 raciones diarias entregadas al finalizar el cuatrienio. “Continuaremos trabajando en la transición a comida caliente, cualificación de refrigerios y hacia la implementación de herramientas tecnológicas que nos permitirán un seguimiento preciso de cada beneficiario. En Bogotá cada plato, cada refrigerio, es un compromiso. Seguimos trabajando para generar oportunidades y contribuir con el desarrollo de los proyectos de vida de los estudiantes”, resalta Isabel Segovia.
La operación logística más grande de la ciudad
Para que la comida llegue caliente a las manos de los más de 160.000 estudiantes de los colegios distritales beneficiados con esta modalidad hay detrás una operación enorme. El Distrito, en conjunto con Compensar, operador del Servicio Integral de Desayunos y Almuerzos Escolares (SIDAE), seleccionado en un proceso competitivo a la luz del Decreto 092 de 2017, realizan a diario una maratónica labor que podría equipararse con la de una gran cadena de restaurantes. En el caso de la comida transportada, se entregan a diario más de 73.000 raciones, de las cuales alrededor de 14.000 las preparan en la planta satélite, ubicada en el barrio La Cabaña, en Engativá.
De esta planta salen alimentos para 53 sedes, cuyo proceso pasa por un estricto control de calidad, que va desde el ingreso de los alimentos a la planta, pasando por el almacenamiento, preparación, cocción, empaque, revisión de gramaje y salida de la planta, hasta la entrega en cada una de las instituciones. Este proceso se lleva a cabo, en menor medida, en otros 73 centros de producción (comedores escolares de otros colegios), que proveen el Servicio Integral de Almuerzos Transportados (SIAT) en 186 sedes de instituciones educativas.
Por su parte, para el caso de refrigerios escolares se realiza la producción a través de 29 proveedores que los entregan a siete plantas logísticas, en las que se realiza el almacenamiento temporal, ensamble y distribución de cerca de 545.000 refrigerios diarios en 676 sedes con 130 rutas. Los procesos de contratación de los refrigerios se realizan a través de la plataforma Colombia Compra Eficiente, agencia de contratación pública del país que vela por una mayor eficiencia, transparencia y optimización de los recursos del Estado.
“Soy madre cabeza de familia y entré a trabajar con el PAE en febrero. Para mí es gratificante participar en la producción de alimentos, porque además de ser parte de un programa tan importante, puedo conocer de primera mano cómo es el proceso de preparación de la comida que consume mi hija, pues ella es parte de los miles de niños beneficiados”, señala Flor María Correa, integrante del grupo de trabajo de la planta satélite de producción de alimentos del PAE.
“Mi preocupación como madre es la misma que tienen las familias de todos los niños que se benefician del programa: que sus hijos se alimenten de manera adecuada, a pesar de las dificultades económicas. Y ahora que conozco el proceso puedo dar fe de que acá todo lo hacemos con amor y entrega, porque como yo hay muchas madres que trabajan en esto y realizan su labor con la misma entrega y compromiso que lo harían en sus casas”, reconoce.
La apuesta continúa
Si bien cada estudiante matriculado en un colegio público tiene derecho al PAE, hay un mínimo porcentaje que no accede por distintas razones: porque los padres prefieren que coman lo que se cocina en casa, alergias o enfermedades o por dietas derivadas de entornos culturales específicos. En ese sentido, en zonas rurales de localidades como Usme, Sumapaz, Ciudad Bolívar, Usaquén y Suba ya se están implementando menús que respondan a las tradiciones gastronómicas de ciertos grupos poblacionales.
“Hemos incluido en los menús recetas o ingredientes con representatividad étnica o rural. Este plan piloto se empezará a expandir de acuerdo con sus resultados. En suma, buscamos que ningún estudiante, sea por la razón que sea, se quede sin alimentación. Y hacia ese objetivo avanzamos, mejorando la focalización, explorando el uso de nuevas tecnologías, proponiendo procesos más sostenibles desde el impacto ambiental del programa e identificando las necesidades de los estudiantes para contar con un PAE que siempre está en la ruta de evolución para atenderlos”, resalta Abel Matiz.
“En nuestra comunidad estudiantil trabajamos por generar una idea básica: que el programa siempre es en beneficio del otro. Tratamos de tener presente que la ración que alguien acá puede rechazar, para otro niño, en otra parte de la ciudad, puede ser la única comida del día, y con esa base buscamos no desperdiciar nada. Además, hemos visto que sí se puede comer rico y saludable. Por ejemplo, desde que el PAE dejó de entregar jugos y entrega agua con cada almuerzo, hemos visto que el consumo de agua entre los estudiantes aumentó. Igual que pasa con algunas verduras. Algo tan básico como eso, antes no se veía. Por eso el programa debe seguir: para que sin importar si una familia tiene o no los medios, sus hijos tengan garantizada su comida diaria”, concluye Rocío, la representante estudiantil, quien reitera su mensaje: “El PAE es un programa que, en definitiva, debemos proteger”.
Lea también: Las 181 canchas sintéticas del Distrito bajo la lupa de la Contraloría
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.