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Una de las grandes deudas de la educación es con la ruralidad. Aunque las brechas en Bogotá son menos marcadas que en otras partes del país, en contextos rurales la reprobación escolar es del 2,81 % y en las áreas urbanas del 0,84 %. En relación con las pruebas Saber, el promedio de los colegios oficiales es de 258 puntos y en el campo es de 246 puntos.
A esto se le suman datos recientes del DANE, en los que se evidencia que en la pandemia el indicador de inasistencia a los colegios en zonas urbanas fue del 6 % y en las zonas rurales fue del 26 %, diez veces más de lo que se había reportado en 2019, en gran parte por las dificultades de acceso a internet.
“Hay grandes brechas digitales y eso hizo que a muchos estudiantes sin acceso a internet les tocara conectarse por WhatsApp. Nosotros tenemos el proyecto Tututor, con el que damos tutorías en colegios oficiales, en el que era evidente que los niños que no tenían señal iban hasta el colegio para que los dejaran conectar”, señala Gloria Bernal, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE).
Además, comprobaron que, por ejemplo, niños en quinto grado estaban en el nivel de uno de segundo, dado que tenían dificultades para dividir y multiplicar. “Uno sabe que en la pandemia poco o nada se avanzó en la educación, pero además se retrasaron y eso es grave, porque las tasas de deserción son más altas en la ruralidad”.
En este contexto, la Secretaría de Educación dio a conocer, hace algunos días, la política educativa rural que se ha venido estructurando desde 2016, con el fin de establecer metas claras para lograr la paridad de la educación rural pública, a partir de sus contextos socioculturales y proyectos de vida, dado que al menos el 60 % aspira a estudiar en una universidad.
Entre los principales lineamientos está garantizar la permanencia desde preescolar hasta la educación superior, articular un enfoque comunitario y con un rol protagónico en la reducción de la pobreza, implementar la jornada única, promover la pertinencia de la educación con los proyectos que respondan a sus contextos rurales, involucrar a la familia en los procesos, y fortalecer la formación para la convivencia y la paz.
Para ello, el Distrito destinó $20.000 millones, con el fin de fortalecer programas como el de Admisión y Movilidad Académica de la Universidad Nacional (PEAMA), con el que se garantizarán cupos en educación superior. “Igualmente, entregamos computadores portátiles a todos los estudiantes de educación secundaria y media de los colegios rurales, lo que va a contribuir a cerrar las brechas digitales. Poner la educación en primer lugar pasa por invertir en nuestros colegios rurales”, indicó Edna Bonilla, secretaria de Educación.
Pero el trabajo no es corto. De acuerdo con el último informe de calidad de vida de Bogotá Cómo Vamos, aunque se avanza a buen ritmo en promover el acceso y la permanencia, una parte clave del proceso de aprendizaje implica la apropiación de los lineamientos, la formación de docentes en la ruralidad y el uso de las tecnologías.
En un camino similar, la misión de sabios que fue encargada para establecer una nueva política de educación de la ciudad señala que es primordial establecer propuestas educativas flexibles y pertinentes a las ruralidades, sin desconocer ni alejarse de la educación, uno de los retos más difíciles de congeniar, pero necesario para garantizar que los niños del campo no entren con desventaja en la educación superior.
“Subirle la calidad de la educación y la pertinencia es imperativo. Ahora nos hemos dado cuenta de que en las zonas rurales no tienen profesor de inglés, al menos en primaria, y las pruebas de Estado lo evalúan. Eso hace que entren en desventaja, porque no van a poder responder esa parte del examen. Eso es una barrera de ingreso”, señala Bernal, quien destaca la importancia de que junto a la entrega de tabletas y computadores haya una integración del colegio y el acompañamiento en el refuerzo de los padres.
“Es evidente y triste lo que pasa, porque los niños tienen toda la capacidad, se nota el esfuerzo que hacen, cumplen, avanzan rápido, sobre todo cuando es inglés. En matemáticas les cuesta un poquito más, pero eso obedece a que les hace falta más apoyo, no capacidad”, indica Bernal.
Solo resta esperar los resultados de la implementación, a la que se le asignó una gran inversión del Distrito para reforzar la infraestructura y mejorar la calidad. Estos se deberán comenzar a evidenciar a partir de los próximos años, tanto en el cierre de las brechas digitales y educativas existentes como en las que profundizó la pandemia, que aun merecen ser atendidas con prioridad por la administración.