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La finca Monserrate tiene 112 hectáreas y es el corazón de la vereda Cascajal, en el municipio de Soacha. Limita con el Parque Natural Chicaque y el Salto del Tequendama. Sus primeros pobladores llegaron a mediados de los años 60 y hasta la fecha el objetivo generacional ha sido uno: conservar la montaña para que se convierta en reserva ambiental. Ese sueño, desde hace un año aproximadamente, ha estado en peligro. Una multinacional brasileña, que lidera un megaproyecto energético en el país que es de orden nacional, es la encargada de instalar en medio de la vegetación seis torres de electricidad de alta tensión.
El trazado del proyecto ya fue modificado en una ocasión, bajo el argumento de que “dañaría la vista desde el Salto del Tequendama”, dijeron los habitantes de la vereda, por lo que intentaron “ocultar” las torres bajándolas unos metros. En el pico de la montaña o a la mitad, agregaron los pobladores de la zona, el daño sería el mismo, ya sea para la salud de los residentes o para la flora y la fauna que por años han querido conservar.
Al margen de la intención del desarrollo de la región, denuncian los vecinos de la vereda, habría ciertos intereses económicos, pues a pesar de que han sido víctimas de presiones, invasiones a sus propiedades y hasta engaños para avanzar en el proyecto, las autoridades municipales parecen no querer oírlos. En cuanto a las autoridades ambientales, el panorama parece igual. “La ANLA no sabía de las irregularidades ni lo que han hecho los encargados de la obra para poder meterse a los terrenos”, cuentan los vecinos.
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El proyecto, en Soacha, está detenido porque precisamente la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) no le ha dado luz verde a la obra desde la torre número 440 hasta la subestación. Además, los pobladores no han aceptado la compensación que ofrece la multinacional, pues aducen que es un dinero que no alcanzará a reparar el daño ambiental que significará tener en la vereda media docena de torres de 80 metros de alto, que conducirán 500 kilovatios de electricidad.
“Dicen (los ingenieros) que ellos saben que la obra afectará algunos árboles, pero que pondrán otros. Hay ejemplares de más de 100 años y eso no se recupera con nada. Hay fósiles vivientes (helechos prehistóricos) de casi tres metros y jamás han sido intervenidos. Quieren venir a acabar con la montaña. No nos oponemos al desarrollo, sino a que pasen por encima de la comunidad y los ecosistemas”, dice una vecina, quien por seguridad prefiere no decir su nombre. Tiene miedo porque, dice, los han hostigado.
El pulmón de Soacha
Para llegar a la vereda Cascajal se debe transitar por la vía que de Soacha lleva a Mosquera, ambas poblaciones de Cundinamarca. Frente a la entrada del Parque Natural Chicaque hay que avanzar por una vía destapada, unos 800 metros, hasta la punta norte de la finca Monserrate. Si hay temporada invernal hay que llevar botas pantaneras. Si hay verano, el agua no puede faltar. Rodear la finca demanda hasta cuatro horas, según el paso de los visitantes.
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Además de Monserrate, la vereda cuenta con otras fincas, algunas de campesinos que viven de la agricultura y el ganado, y otros del ecoturismo responsable y vigilado, como el parque ecoturístico Boquemonte. Son en total diez predios los que componen esta población y cerca de 100 personas, entre niños, jóvenes, adultos y ancianos. Eso sin contar a los miles de turistas que mensualmente visitan la zona para hacer senderismo, avistamiento de aves (se pueden ver por lo menos 400 especies ) y deportes de aventura.
Aunque cuenta con una vasta extensión y gran riqueza ambiental y turística, el sitio parece olvidado por el Estado. Cuando el cielo está despejado, desde la parte más alta se ven las vías que conducen a Fusagasugá y Melgar; los municipios vecinos de Santandercito y La Mesa, y si se tiene suerte, hasta los picos de los nevados. Aun con todo eso a favor, dicen los habitantes, del sitio solo se acuerdan las autoridades municipales cuando tienen que pagar impuesto. El resto del año están desprotegidos. Han sido víctimas de invasores, estafadores que pretenden robarles esas tierras y, ahora, empresas que planean “dar cualquier centavo” para que les cedan extensiones de sus fincas a perpetuidad.
“Nosotros tendremos que seguir pagando impuestos, sin recibir un aporte de la empresa que instalaría las torres, pero ellos sí van a ganar por estar transportando energía por nuestras fincas. Dicen que el bienestar general prima sobre el particular y eso mismo decimos nosotros. Por el interés de ellos no podemos afectar a nuestros vecinos. Si ponen una torre, los nacederos de agua que tenemos se pueden acabar, y por algo así, los pobladores de la parte de abajo podrían quedar sin agua”, agregan los dueños de los predios.
El proyecto energético
La empresa Transmisora Colombiana de Energía (TCE) S.A.S. E.S.P. es la encargada del desarrollo y de la ejecución del proyecto “Segundo Refuerzo de Red en el Área Oriental: Línea de Transmisión La Virginia-Nueva Esperanza 500 KV”, en el marco de la “Unidad de Planeación Minero-Energética de julio de 2016”. Se trata de construir una línea de energía desde el departamento de Risaralda, que atraviesa tres departamentos más: Caldas, Tolima y Cundinamarca, en especial Soacha. Dicen los vecinos de Cascajal que lo que les han hecho saber es que la electricidad abastecería a la capital del país.
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La primera vez que los habitantes de la vereda escucharon el nombre de TCE fue entre 2016 y 2017, cuando los contactaron para socializar el proyecto. Para finales del año pasado, y luego de los primeros acercamientos, se conoció que el primer trazado de la línea fue ajustado por supuesta contaminación visual y temas ambientales. “Como quieren construir un puente de cristal en el Salto del Tequendama, dijeron que esas torres se verían feas, así que las mandaron montaña abajo”, contó la dueña de una de las fincas afectadas.
Debido a que el año pasado no lograron iniciar la construcción en Soacha y como el proyecto en los otros departamentos avanza a toda marcha, la empresa TCE trabaja a contrarreloj y, al parecer, trata de “obligar” a los vecinos de Cascajal a aceptar sus condiciones. Por lo menos así lo sienten ellos. Muestra del afán es que el 3 de mayo pasado, funcionarios de TCE se hicieron pasar por encargados de mantenimiento de una antena telefónica que hay en la finca Monserrate, para iniciar una primera exploración y establecer puntos para la construcción de una de las torres.
“Tenemos un contrato de arrendamiento con una empresa de telefonía. Es una antena pequeña, que no afecta por su tamaño. Por el contrario, nos beneficia bastante, porque la señal para comunicarse no era buena. Los primeros días de mayo, estas personas de la Transmisora vinieron a hablar con un coarrendatario que tenemos en la finca y lo engañaron. Él los dejó entrar, porque le dijeron que eran de mantenimiento de la antena de telefonía”, cuenta una de las propietarias de la finca Monserrate.
Adentro del predio, los trabajadores de TCE cortaron la vegetación, ingresaron en zona que incluso se creía virgen y clavaron por lo menos seis estacas marcadas con coordenadas. Producto de esa entrada ilegal, la empresa TCE emitió una carta a la familia dueña del predio Monserrate para pedirles disculpas por los daños causados. Pero esta situación no sería la única. La empresa estaría presionando a los pobladores con camionetas y funcionarios que van a hacer presencia en el ingreso de la vereda, hecho que intimida a los vecinos, pues creen que “si suplantaron a unos empleados, pueden ser capaces de todo”, dicen.
Por otro lado, está la propuesta que ha hecho TCE a los habitantes de la zona, específicamente a los dueños de Monserrate. Según un documento, con fecha del 14 de junio pasado, la empresa les ofreció $291’211.200 por concepto de “oferta mercantil para la constitución de servidumbre legal de conducción de energía eléctrica, con ocupación permanente”. En otras palabras, es un dinero que recibirán solo una vez, por dejar construir cuatro torres (que irán en el predio Monserrate, las otras dos estarán fuera de esta finca), las cuales estarán a perpetuidad.
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En el mismo documento en el que se relaciona la oferta económica, también se mencionan unos estudios técnicos y jurídicos, los cuales, aseguran los dueños de Monserrate, no han sido socializados de manera adecuada. Este sábado, luego de los ajustes en el trazado, fue socializado el estudio de impacto ambiental, el cual fue hecho después de que la ANLA negara la licencia de las torres que estarían en la vereda Cascajal.
“Un proyecto de esta magnitud necesita que el estudio se haga primero, antes de venir a decir que van a construir torres. Estas montañas son como esponjas, porque cuando en la parte de arriba llueve, abajo sale agua. Hay filtración natural y afloramientos de agua, entonces no pueden poner torres tan pesadas, porque afectará la tierra. Cómo es posible que apenas ahora hablen del estudio, cuando eso fue lo primero que tuvieron que mostrar”, agregó la propietaria del predio.
Luego de que la comunidad expusiera estas irregularidades ante la ANLA, durante una reunión hace casi un mes, la entidad señaló que investigaría y posteriormente daría a conocer las conclusiones. Pero lo que teme la comunidad es que, así como la Alcaldía de Soacha no lo han escuchado, a pesar de los insistentes llamados, la ANLA también pase por alto sus quejas y termine obedeciendo a la multinacional, cuyos únicos intereses serían económicos y no ambientales.
En conversación con El Espectador, empleados de TCE indicaron que la obra ya tiene licencia, a excepción del trazado que compromete la vereda Cascajal, por eso, ante los ajustes de la ruta, se realizaron nuevos estudios de impacto ambiental que garantizarían la seguridad de la comunidad. “Que pase o no pase (esa propuesta y estudios) no depende de nosotros o de la comunidad, sino de los estudios y de todo el análisis que hace a nivel ambiental la ANLA. Si una comunidad está en desacuerdo, nosotros como empresa lo más responsable que hacemos es decir están en desacuerdo por estas razones, y reunimos esa información con todo lo que se encontró, luego se le pasa a la ANLA y ellos deciden, no por gusto, sino respaldados en estudios", señalaron.
TCE, además, ha insistido, en charlas de socialización y documentos, que ha respondido a la comunidad, que su interés no es afectar la vegetación o la fauna y que cuentan con todos los estudios pertinentes para garantizar la seguridad de los pobladores, pero debido a la forma en la que se han acercado a la comunidad, quedaría en duda que “todo eso que prometen sea cierto”.