El reto de mejorar la movilidad en una ciudad con más de 1.000 frentes de obra
La infraestructura para el tránsito de vehículos y peatones es uno de los puntos neurálgicos de la agenda pública en Bogotá. Mientras tanto, la ciudad está llena de polisombras y zanjas que hacen de este asunto algo que urge resolver en 2025.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Durante los próximos cinco años, Bogotá está condenada a ser la urbe de las obras, las polisombras y todo el desorden vial que conllevan estos trabajos. El 2024 cerró con 1.164 frentes, la cifra más alta en la historia, y un récord difícil de maniobrar, teniendo en cuenta el limitado manojo de soluciones de transporte público, las demoras de los proyectos y fenómenos galopantes como el incremento en la siniestralidad vial.
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Durante los próximos cinco años, Bogotá está condenada a ser la urbe de las obras, las polisombras y todo el desorden vial que conllevan estos trabajos. El 2024 cerró con 1.164 frentes, la cifra más alta en la historia, y un récord difícil de maniobrar, teniendo en cuenta el limitado manojo de soluciones de transporte público, las demoras de los proyectos y fenómenos galopantes como el incremento en la siniestralidad vial.
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Casi que, en cada cuadra, todo bogotano se topa con el menos un frente de obra y las consecuentes incomodidades derivadas: desvíos, cierres viales y, por ende, mucho más tiempo para llegar a sus destinos. Y en la encrucijada, tanto para el IDU como para la Secretaría de Movilidad y los operadores del Sistema Integrado de Transporte, mantener el equilibrio entre un tránsito que fluya, unos frentes de obra que avancen conforme a lo estimado y un menor índice de siniestralidad constituyen todo un reto.
Durante su primer año en la oficina principal del palacio Liévano, Carlos Fernando Galán y su equipo han dirigido gran parte de sus esfuerzos en acelerar todo ese compendio de obras, que se dividen entre futuras troncales de Transmilenio, las que conforman la Línea 1 del metro, y otro puñado de proyectos que no están exentos de problemas.
Para conseguir poner en cintura a contratistas incumplidos y verificar que el itinerario de obra sufra la menor perturbación posible, la nueva administración ha aceitado la maquinaría jurídica del Distrito y anunciado sanciones y multas para los frentes más atrasados. Asimismo, el alcalde y el director del IDU, Orlando Molano, han optado por visitas sorpresa, con bastante regularidad, a los proyectos con más complicaciones en los últimos años. Gracias a esto, se ha conseguido acelerar notoriamente en algunos frentes como el de futuras troncales de la av. 68 y la av. Ciudad de Cali, cuyos primeros tramos comenzarían a ser entregados a partir de finales de este año y el 2026.
De igual forma, el IDU reportó la entrega de 25 obras, entre las cuales destacan la extensión de la av. Boyacá entre la 170 y la 183, y los tramos 2 y 3 de la nueva av. Guayacanes.
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No obstante, a pesar de los esfuerzos en esta materia, la ciudadanía continúa expresando su inconformismo por el retraso en las obras de valorización de sus barrios, los continuos y molestos baches en las vías, y lo entorpecida que se encuentra la movilidad por cuenta de tanta obra en proceso. En este último flanco, la Secretaría de Movilidad y Transmilenio juegan un rol clave, ya que de los planes de manejo de tránsito que se autorizan y de la experiencia de usuarios del sistema masivo de transporte depende en gran medida que los daños colaterales de las obras en la movilidad sean lo menos traumáticos.
En primer lugar, Transmilenio enfrentó una demora significativa en la duración de sus viajes. Según la gerente, María Fernanda Ortiz, los viajes en el sistema se demoran hasta 15 minutos adicionales, como resultado de las obras en corredores como la Caracas. Los viajes del sistema zonal se han visto afectados por las obras en corredores como la 68. La pérdida de velocidad es crítica, teniendo en cuenta que los pasajeros del sistema están optando por otros medios de transporte como la motocicleta, lo cual abre otros frentes delicados en seguridad vial.
Por otra parte, la cultura de los usuarios está en mínimos históricos, por lo cual la evasión del pasaje y los malos comportamientos en el sistema infligen daños adicionales. En vista de lo anterior, El Espectador recapituló las prioridades que se deberán abordar el próximo año en materia de movilidad, transporte público e infraestructura para reducir en la mayor medida el estrés que le representa al bogotano moverse.
Obras son amores
“La directriz desde la Alcaldía es clara: reemplazar polisombras por obras, y en eso nos seguiremos concentrando en 2025″, señaló Orlando Molano, director del IDU. Y tal parece que así será. El próximo año, si todo marcha bien con los contratistas, la ciudad recibiría los primeros tramos de las futuras troncales de la av. 68 y finalizaría la construcción de la av. Ciudad de Cali.
Para el primer caso, de acuerdo con el visor de proyectos del IDU, el primero en ver la luz y en aportarle algo de dinamismo al tráfico de ese corredor, será el tramo 5, que va desde la avenida La Esperanza (calle 24) hasta la calle 46. Las unidades de funcionamiento que incluye este grupo son tres puentes vehiculares, 1,28 kilómetros de ciclorruta y más de 15.000 m² de espacio público.
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Su avance al término de 2024 fue del 94 %, por lo cual estaría listo a mediados de 2025. Luego, en 2026, vendría la entrega de otros tramos como el 2 (desde la calle 18 sur hasta la avenida de Las Américas) y el 7 (desde la avenida calle 66 hasta la carrera 65), los cuales estarían, en teoría, y conforme al avance de las obras actual, para principios de 2026. “Tendremos conversaciones con la gerente de Transmilenio para ver si es posible habilitar el Transmilenio, en conexión con la 26. Sin embargo, nuestra prioridad es habilitar el tramo de Las Américas, y en eso nos enfocaremos este año”, acotó Molano.
En la medida en que estos frentes vayan culminando (se espera que la totalidad de la troncal esté lista para 2027; es decir, dos años después de lo previsto), los usuarios de tráfico mixto y peatonal de ese corredor verán una mayor velocidad en sus trayectos. En esta misma línea, todavía se está a la espera de lo que ocurrirá con el contratista del grupo 6 (el más demorado de la troncal) y con las obras de la calle 100, que asumirá el IDU luego de que el privado encargado de ejecutar el plan parcial El Pedregal incumpliera las cargas urbanísticas que le correspondían. Sobre esto, Molano le comentó a este diario que el Distrito ya apartó los recursos económicos para efectuar las obras, pero que ello no implica que renunciarán a las respectivas acciones legales en contra del privado.
Por otro lado, también es clave para la conectividad de esta futura troncal el avance del Corredor Verde de la séptima, en el único tramo que logró ser adjudicado: de la 99 a la 200. En este sentido, se conoció que las obras están un poco dilatadas debido a la dificultad para adquirir los predios que componen la obra.
No obstante, Molano dijo que la labor ya está siendo financiada y que espera, para este 2025, comenzar los primeros retazos de obra en este punto. Respecto a la troncal de la av. Ciudad de Cali, que comenzó 2024 con una ejecución del 40 % y lo cerró con un progreso total del 76 %, el reto es prácticamente el mismo: entregar los tramos faltantes (de hecho el del grupo 1 se entregaría en los próximos meses) y agilizar la movilidad en el corredor antes de poner en funcionamiento la troncal de Transmilenio.
Finalmente, el IDU tiene una tarea ardua por delante en cuanto a las obras de valorización. Bogotá tiene 19 obras atrasadas por este concepto, y algunas de vigencias aprobadas casi 20 años atrás, que ni siquiera se han comenzado a construir. En consecuencia, el IDU se comprometió, a través del Plan Distrital de Desarrollo, a dejar construidas y entregadas 15 de estas obras, además de dejar todo listo para la contratación y adjudicación de las cuatro restantes.
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Transporte público y movilidad
Los pasajes de Transmilenio y SITP quedan en $3.200 para 2025, a partir del 18 de enero. Se trata de un aumento que se veía venir y se ajusta al incremento del salario mínimo decretado por el Gobierno nacional y a la inminente alza anual de los precios de operación del sistema. Sin embargo, el aumento no deja de pesar en el bolsillo de los bogotanos. Y es que, según datos recientes que tienden a incrementarse año a año, transportar a un pasajero en un bus del SITP cuesta $5.895, del cual el usuario paga $2.750 o $2.950; es decir, la diferencia es de $3.145 en el primer caso.
Esta diferencia se hace más amplia con la población subsidiada. Con este panorama, la administración de Carlos Fernando Galán no tuvo de otra que subirle al pasaje para 2025, unificando ambas tarifas de zonal y troncal. Transmilenio espera montar a más personas a sus buses para aplacar otro tanto los traumas. Para esto necesitará un trabajo articulado con secretarías como la de Movilidad.
Siniestralidad
Reducir las alarmantes cifras de mortalidad en las vías, en su mayoría protagonizadas por moteros, es algo en lo que viene perdiendo la ciudad. Cifras de la Agencia Nacional de Seguridad Víal registran 579 muertes en 2024; 244 de las cuales fueron de usuarios de motocicleta. La meta de la administración es reducir todos los indicadores, al menos en un 15 % antes de que termine el mandato de Galán. Pero ¿cómo hacerlo? Claudia Díaz, secretaria de Movilidad, comenta que el plan es romper la tendencia de aumento para concentrarse en la disminución de los casos: “Hicimos análisis para ver qué estaba pasando, cómo nos estamos comportando y en dónde enfocar nuestras acciones. Y reforzamos el control con las cámaras de fotodetección y con las operaciones con agentes, enfocados en la seguridad vial”.
Y en ese diagnóstico, la estrategia con los motociclistas hará la diferencia. “Los casos han aumentado 48 %, siendo los actores viales más vulnerables. Fuera de que son los que más mueren en las vías, están involucrados en la mayoría de los casos donde muere otro actor vial”, señaló la secretaria.
Bogotá está condenada a moverse sin descanso los 365 días del año, y por eso necesita más dinamismo. Las arterias que recorren la urbe, hoy llenas de obras, desorden y fatalidad, deben ser aliviadas; de lo contrario, la pérdida de tiempo inherente a los trancones, accidentes y recursos desviados en obras con incumplimientos le impedirán competir al nivel de capital latinoamericana que proyecta esta administración. ¿Lo lograrán?
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