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En Altos de Cazucá, en la Comuna 4 del municipio de Soacha, a menos de una cuadra de distancia, viven dos mujeres que, a pesar de ser vecinas hace varios años, siempre creyeron que no había nada que las uniera. Eso cambió hace poco, cuando descubrieron, a través de un retrato hablado, que al parecer a ambas las había violado el mismo sujeto.
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Jenny Jhoana, de 30 años, cabeza de hogar y madre de dos hijos, es una de ellas, quien cada vez que cuenta su historia pide paciencia. Si bien todos los días intenta aplacar el dolor por el abuso sexual del que fue víctima en abril de 2021, debe hacer pausas y respirar profundo, para hacerlo.
“Para comenzar, vivo hace 20 años en una de las comunas más complicadas de Soacha, una zona olvidada para todo el mundo. Las autoridades allá no es que cumplan bien con su ejercicio. Todos los días se vulneran derechos”, señala Jenny, quien desde los 12 años está vinculada a colectivos no gubernamentales y es reconocida por su trabajo por la protección de los derechos de las mujeres.
Ella padece a diario lo mismo que muchas mujeres de estratos 1 y 2, que por la distancia tienen que salir de su casa antes de las 4:00 a.m. para llegar a sus trabajos en Bogotá, antes de las 6:00 a.m. Y fue en medio de esa rutina, en la fría madrugada del 6 de abril del año pasado, que a metros de su hogar su vida dio un giro.
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Para entonces trabajaba como operaria de oficios varios en una de las oficinas de la Policía de Bogotá, donde debía estar a las 5:45 a.m. “Ese día el reloj no timbró y desperté como a las 5:00 a.m. Ya tenía que haber salido. Ese no fue mi día, amanecí sin luz y llegó como a las 5:10. Se me hizo tarde y terminé saliendo a las 5:25 a.m. Empecé a ascender, con mi cicla al hombro, por las lomas de Soacha y no había avanzado mucho, cuando me topé con dos hombres que venían bajando. Seguí normal, pero uno me dijo: ‘Dese la vuelta’. Pensé que me iban a robar”.
Jenny no lo podía creer: ser víctima de atraco, a menos de una cuadra de su casa. Sin embargo, las intenciones eran otras. Le quitaron el celular y la obligaron a darse vuelta. Uno sacó un revólver, le apuntó a la cabeza y la arrinconó en un lugar oscuro, donde le ordenaron quitarse los zapatos. En medio de insultos y amenazas le repetían que no los mirara.
“Yo les decía: ya tienen mi celular, pero dijeron: ‘No queremos eso’. Y se preguntaron entre ellos: ‘¿Lo vamos a hacer?’, y el otro respondió: ‘toca hacerlo’”, contó Jenny. La obligaron a bajarse los pantalones, la golpearon y la violaron. Todo mientras le gritaban que eso le pasaba por “metida”.
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Al cabo de varios minutos encendieron las luces en la casa de en frente, lo que hizo huir a los abusadores. “El que tenía el revólver me dijo: ‘usted nos busca, se devuelve y la mato. Sé todo de usted’. En ese momento no sabía si subirme los pantalones, recoger el celular, la maleta o la cicla”, compartió Jenny, quien a veces cree que su trabajo por los derechos de las mujeres podría ser la razón detrás del abuso.
La misma historia
Liliana, vecina de Jenny, tiene 22 años y es madre de dos hijos, y le pasó algo similar. También salía en la madrugada de su casa para ir a trabajar. El pasado 19 de febrero, a las 4:30 a.m., la abordó un sujeto, que iba solo, la amenazó con un cuchillo, con la supuesta intención de robarla, y la llevó cerca del rincón en el que violaron a Jenny.
“Él me quitó la plata y el celular, pero no le bastó con eso. Decía que si no me dejaba violar me mataba. Luego me puso el cuchillo en el cuello, me rompió el body, me subió la falda y me quitó la pantaloneta. Fue horrible”, compartió.
Después de que el hombre se fue, Liliana comenzó a pedir ayuda y se encontró con un vecino, a quien le contó y le describió el sujeto. El vecino afirmó que lo vio pasar y que sabía dónde mantenía. La Policía llegó tres horas después y cuando fueron a buscar al delincuente donde supuestamente mantenía, evidentemente ya no estaba.
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Liliana siguió buscando justicia por sus medios, y un amigo suyo que es policía le colaboró con el nombre de esa persona, la cédula e incluso le mandó un retrato, ahí fue cuando reconoció a su agresor. “Les he dicho a la Policía y a la Fiscalía que sé en dónde se la pasa y que sé quién es”. Sin embargo, a ella le responden que siguen la investigación y que debe esperar.
El mismo victimario
La unión de las historias de Jenny y Liliana fue coincidencial. Liliana recibió un retrato hablado de un sujeto, al que identificó como su agresor. Desde ese momento comenzó a difundirlo por redes para alertar a su comunidad.
Fue así como a Jenny le llegó esa imagen hace dos semanas, quien también lo reconoció. Y fue como volver a ese día e inmediatamente se llenó de incertidumbre: “¿Cómo es que ese hombre ha estado violando más mujeres en el mismo año? ¿Por qué la Fiscalía sí le había ayudado a otra mujer con un retrato y a mí no?”, entre otras dudas.
No obstante, la situación era más compleja y más aterradora. El retrato hablado lo había hecho la Fiscalía en 2018, con la descripción que había hecho otra víctima, en la zona de Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar. Es decir, ya eran al menos tres, solo que esta vez gracias a Liliana volvió a circular por las redes y grupos de WhatsApp en Soacha y Ciudad Bolívar.
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Aunque todo indica que este hombre ha violado a más de una mujer en la zona del sur de la ciudad, El Espectador se comunicó con la Fiscalía para verificar el origen de la denuncia que llevó a esta entidad a realizar ese retrato y el avance de la investigación, pero solo atinó a decir que seguía buscando su origen.
Hoy Jenny y Liliana siguen esperando justicia, a pesar de comentarios como: “Eso le pasa por vestirse así”, “a usted le pasó eso por subir fotos a su Facebook”, “es que usted se mete en todo”, entre otros. Ellas insisten en que seguirán su lucha por sus hijos, por sus madres, hermanas, tías y otras mujeres que viven en una zona completamente olvidada y en la que muchas siguen en riesgo, mientras el violador siga en libertad. Por ahora, la única opción que tienen es difundir estas situaciones por internet, por el voz a voz y tocando puertas de entidades públicas, sin perder las esperanzas.
La Secretaría de Seguridad reporta que entre enero y febrero de 2022 se radicaron 782 denuncias por delitos sexuales en Bogotá, siendo Ciudad Bolívar la localidad con más casos (94), seguida por Suba (83) y Kennedy (74).
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