En la capital el índice de trabajo infantil bajó en el último año 0,6 puntos, pero los retos son enormes cuando la deserción escolar aumenta, así como la informalidad.
Foto: EFE - Rodrigo Sura
La escena de un niño pidiendo monedas en las calles de la capital; cantando en el transporte público, o niñas indígenas bailando a las afueras de centros comerciales del norte de Bogotá son imágenes con las que los bogotanos se cruzan a diario. La cantidad de menores que son sometidos al trabajo infantil, si nos ceñimos a los datos oficiales, podrían llenar el Movistar Arena.
Por Juan Camilo Parra
Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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