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                                                                                                                                En la intemperie: así viven los venezolanos en la autopista Norte

                                                                                                                                Viven en el separador de la autopista con 195, a la espera de que les vendan un pasaje para regresar a su país, pero las fronteras siguen cerradas.

                                                                                                                                Desde el jueves 28 de mayo la Terminal Norte suspendió la venta de pasajes debido al cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela.
                                                                                                                                Foto: Jose Vargas Esguerra

                                                                                                                                Son las 7:00 de la noche y el frío de la capital se empieza a meter por los huesos. En medio de la oscuridad se ven siluetas de hombres y mujeres que, desde el pasado 26 de mayo, construyeron tiendas de plástico y palos para vivir en el separador de la autopista Norte con calle 195, a la espera de que las autoridades migratorias autoricen un viaje para regresar a Venezuela, de donde salieron hace un año huyendo de la crisis.

                                                                                                                                Son casi 470 personas, entre ellas 115 niños, quince adultos mayores y quince embarazadas. Antes de la cuarentena, no estaba en sus planes vivir a la intemperie, a pocos metros de la Terminal Norte, en una zona húmeda donde los zancudos son implacables y el ruido de los carros es ensordecedor. La mayoría llegó a Bogotá persiguiendo sueños, pero la suerte los abandonó en el camino.

                                                                                                                                Al hablar con Bertriz Terán, una mujer de treinta años, de 1,50 metros de estatura, quien asumió el liderazgo de los migrantes, se puede comprender cómo llegaron a esta situación. Muchos trabajaban hasta que la pandemia llegó y arrasó con sus empleos. Sin recursos, tuvieron que desalojar las viviendas en arriendo y, con el poco dinero ahorrado, viajaron hasta la Terminal para devolverse a su país. “Allá podemos pasar hambre, pero tenemos techo”, explica Wílmer González, uno de los migrantes.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando cae la noche, una preocupación más los invade: en varias ocasiones han intentado robarlos y hasta un hombre, ajeno al grupo, fue atrapado mientras intentaba abusar de una adolescente. Terán comenta que desde el 28 de mayo la Policía se presenta en el día, para vigilar lo que ocurre en el lugar. En cuanto al sustento diario, dependen de las donaciones de los conductores.

                                                                                                                                Esta noche, una persona les donó un mercado con veinte libras de arroz, diez libras de fríjoles, quince paquetes de espaguetis, latas de atún y huevos. Bertriz, quien en sus mejores tiempos perteneció al cuerpo de oficiales de la Policía Científica de Venezuela, explica que tienen un protocolo para repartir la comida equitativamente, según el número de familias. Y, ¿pueden cocinar?, se le pregunta. “Un sargento de la Policía muy querido se va con unos muchachos para que cocinen y ellos traen todo preparado. Hoy comimos huevos revueltos con chicharrón”, dice.

                                                                                                                                Vea también: En fotos: el drama de los venezolanos que esperan en la autopista Norte para regresar a su país

                                                                                                                                Mientras reparten la comida, un hombre de piel trigueña, robusto y con una barba tan larga que se desborda del tapabocas, explica que vivir en estas condiciones ha sido difícil. Su nombre es Wálter Cárdenas, tiene 61 años y está en el albergue con su hijo Guillermo, a la espera de que les autoricen el viaje.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El trasfondo

                                                                                                                                Su drama empezó una vez Migración Colombia, la Alcaldía de Bogotá y la Terminal Satélite Norte habilitaron los corredores humanitarios el 13 de mayo, para regresar en buses a su país. La dinámica era sencilla: los viajeros debían inscribirse en una página web y luego esperar una llamada para saber la fecha y hora de salida, una vez compraran el pasaje con una empresa de buses intermunicipales.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Espinosa agrega que, hasta hace dos semanas, Migración logró un acuerdo con Venezuela para pasar a más de las 300 personas diarias. Sin embargo, en estos momentos él estaría recibiendo apenas ochenta personas los días habilitados, por lo que desde el Gobierno se dio la orden de restringir, dentro del país, las operaciones de retorno, para no desbordar la situación en Villa del Rosario y Cúcuta, en Norte de Santander, el departamento de Arauca y Maicao, en La Guajira. Según Migración Colombia, se estima que desde el 14 de marzo, semana en la que se decretó la cuarentena, hasta el 28 de mayo, 71.052 venezolanos pudieron regresar, lo que representa el 3,9 % de los 1,8 millones de venezolanos que viven en el país.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Sin embargo, a pocos metros, las esperanzas de docenas de familias de venezolanos, que ansían una respuesta, persisten. Para ayudarles en la espera, la Secretaría de Integración les ha venido ofreciendo ayudas, que incluyen kits de aseo, asistencia psicosocial y alojamiento, a través de Acnur, pero señalan que los migrantes, en muchos casos, rechazan las ayudas, pues lo que piden es volver a casa.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Desde el jueves 28 de mayo la Terminal Norte suspendió la venta de pasajes debido al cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela.
                                                                                                                                Foto: Jose Vargas Esguerra

                                                                                                                                Son las 7:00 de la noche y el frío de la capital se empieza a meter por los huesos. En medio de la oscuridad se ven siluetas de hombres y mujeres que, desde el pasado 26 de mayo, construyeron tiendas de plástico y palos para vivir en el separador de la autopista Norte con calle 195, a la espera de que las autoridades migratorias autoricen un viaje para regresar a Venezuela, de donde salieron hace un año huyendo de la crisis.

                                                                                                                                Son casi 470 personas, entre ellas 115 niños, quince adultos mayores y quince embarazadas. Antes de la cuarentena, no estaba en sus planes vivir a la intemperie, a pocos metros de la Terminal Norte, en una zona húmeda donde los zancudos son implacables y el ruido de los carros es ensordecedor. La mayoría llegó a Bogotá persiguiendo sueños, pero la suerte los abandonó en el camino.

                                                                                                                                Al hablar con Bertriz Terán, una mujer de treinta años, de 1,50 metros de estatura, quien asumió el liderazgo de los migrantes, se puede comprender cómo llegaron a esta situación. Muchos trabajaban hasta que la pandemia llegó y arrasó con sus empleos. Sin recursos, tuvieron que desalojar las viviendas en arriendo y, con el poco dinero ahorrado, viajaron hasta la Terminal para devolverse a su país. “Allá podemos pasar hambre, pero tenemos techo”, explica Wílmer González, uno de los migrantes.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando cae la noche, una preocupación más los invade: en varias ocasiones han intentado robarlos y hasta un hombre, ajeno al grupo, fue atrapado mientras intentaba abusar de una adolescente. Terán comenta que desde el 28 de mayo la Policía se presenta en el día, para vigilar lo que ocurre en el lugar. En cuanto al sustento diario, dependen de las donaciones de los conductores.

                                                                                                                                Esta noche, una persona les donó un mercado con veinte libras de arroz, diez libras de fríjoles, quince paquetes de espaguetis, latas de atún y huevos. Bertriz, quien en sus mejores tiempos perteneció al cuerpo de oficiales de la Policía Científica de Venezuela, explica que tienen un protocolo para repartir la comida equitativamente, según el número de familias. Y, ¿pueden cocinar?, se le pregunta. “Un sargento de la Policía muy querido se va con unos muchachos para que cocinen y ellos traen todo preparado. Hoy comimos huevos revueltos con chicharrón”, dice.

                                                                                                                                Vea también: En fotos: el drama de los venezolanos que esperan en la autopista Norte para regresar a su país

                                                                                                                                Mientras reparten la comida, un hombre de piel trigueña, robusto y con una barba tan larga que se desborda del tapabocas, explica que vivir en estas condiciones ha sido difícil. Su nombre es Wálter Cárdenas, tiene 61 años y está en el albergue con su hijo Guillermo, a la espera de que les autoricen el viaje.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El trasfondo

                                                                                                                                Su drama empezó una vez Migración Colombia, la Alcaldía de Bogotá y la Terminal Satélite Norte habilitaron los corredores humanitarios el 13 de mayo, para regresar en buses a su país. La dinámica era sencilla: los viajeros debían inscribirse en una página web y luego esperar una llamada para saber la fecha y hora de salida, una vez compraran el pasaje con una empresa de buses intermunicipales.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Espinosa agrega que, hasta hace dos semanas, Migración logró un acuerdo con Venezuela para pasar a más de las 300 personas diarias. Sin embargo, en estos momentos él estaría recibiendo apenas ochenta personas los días habilitados, por lo que desde el Gobierno se dio la orden de restringir, dentro del país, las operaciones de retorno, para no desbordar la situación en Villa del Rosario y Cúcuta, en Norte de Santander, el departamento de Arauca y Maicao, en La Guajira. Según Migración Colombia, se estima que desde el 14 de marzo, semana en la que se decretó la cuarentena, hasta el 28 de mayo, 71.052 venezolanos pudieron regresar, lo que representa el 3,9 % de los 1,8 millones de venezolanos que viven en el país.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En cuanto a los venezolanos represados en Bogotá, Javier Veloza Díaz, coordinador de Finanzas del Terminal Norte, declara que, desde que se habilitó la plataforma para el registro de migrantes, 17.000 venezolanos se inscribieron, de los cuales solo un reducido porcentaje pudo viajar. En este momento, Veloza explica que “no se están vendiendo tiquetes ni tenemos habilitados los canales de ‘call center’”. Así las cosas, solo 101 personas alcanzaron a comprar sus pasajes, antes de que se cancelara la operación. Veloza comenta que están en las instalaciones de la Terminal y a diario se les hace tamizaje, siguiendo los protocolos de bioseguridad. A su vez, se les ha brindado servicio de baño y duchas y, con la Secretaría de Gobierno, se han adelantado ayudas que contienen una ración alimentaria y “kits” de aseo.

                                                                                                                                Sin embargo, a pocos metros, las esperanzas de docenas de familias de venezolanos, que ansían una respuesta, persisten. Para ayudarles en la espera, la Secretaría de Integración les ha venido ofreciendo ayudas, que incluyen kits de aseo, asistencia psicosocial y alojamiento, a través de Acnur, pero señalan que los migrantes, en muchos casos, rechazan las ayudas, pues lo que piden es volver a casa.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El panorama para Bertriz Terán, la mujer que lidera a estos viajeros, es oscuro, como la noche que arropa este albergue en medio de la autopista Norte. Ella sueña con que se acabe la cuarentena. Guarda la esperanza de que el lunes (8 de junio) se encuentre con sus padres y sus hermanos en su país, en donde podrá terminar sus estudios en derecho y, con suerte, crear organizaciones para ayudar a quienes estén en su misma situación. Lo que no sabe ella, mientras corre de un lado a otro para atender a las familias, es que, según Migración, la frontera no se abriría hasta julio, dejándolos a la intemperie varias semanas más.

                                                                                                                                Por Redacción Bogotá

                                                                                                                                Todas las noticias de Bogotá están aquí. El Espectador, el valor de la información.@bogotaEEbogota@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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