De SITP provisional a vivienda de interés social
Con acero recuperado de la chatarrización de colectivos del antiguo transporte público de Bogotá y de la destrucción de armas de la delincuencia común se entregaron casas VIS en Sotaquirá, Boyacá.
Cristian Camilo Perico Mariño
En vía de extinción. Así están los tradicionales buses cebolleros, busetas o colectivos que usaron miles de bogotanos y que hasta hace poco circulaban bajo la modalidad de SITP provisional. Estos automotores, recordados por sus colores llamativos y en los que los usuarios podían pagar en efectivo y hasta pedir rebaja, han ido desapareciendo paulatinamente de la capital, tras la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público.
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Sin embargo, pese a haber salido del panorama vial, muchos de estos vehículos siguen siendo útiles de alguna manera. Tras su chatarrización en las plantas de la región, se transformaron en insumos de construcción. Ahora, parte de ese material se está empleando para brindarles un techo a familias de escasos recursos en varias regiones del país.
Fanny Camargo Galvis, campesina de Sotaquirá (Boyacá), en la región del Alto Chicamocha, es uno de los rostros de esta iniciativa, que apunta a aprovechar cada pieza de los automotores que antaño les prestaron un servicio a los pasajeros en Bogotá. Su vida y la de su familia cambió drásticamente, tras la ayuda que le sirvió para cumplir el sueño de darles una vivienda propia y digna a sus padres.
Los progenitores de esta mujer de 46 años, que se dedica a labrar la tierra, vivían en una casa antigua hecha de adobe o como se le conoce en la zona “hecha con ladrillos de tierra”. Sin embargo, las inclemencias de la naturaleza y las fuertes y extendidas temporadas de lluvia afectaron la infraestructura, llegando incluso a poner en riesgo la vida de sus habitantes, cuando sus muros se empezaron a caer.
El anhelo de Fanny de tener un techo seguro se concretó gracias a la estrategia “Transformando armas en esperanza”, iniciativa de la empresa Gerdau Diaco, líder en la producción de acero y reciclaje de chatarra ferrosa, que sacó adelante el proyecto en alianza con la Alcaldía de Sotaquirá y compañías de la región como Ladrillos Maguncia.
“Recibimos la noticia muy felices, porque hace años nosotros soñábamos con este auxilio y por fin se cumplió”, comenta Fanny de manera sencilla y un tanto tímida, dado que no está acostumbrada a compartir con personas externas a la vereda Monte Vargas, donde ha residido toda su vida.
Esta vivienda de interés social (VIS), al igual que otra construida en la periferia de este municipio (a 190 km de la capital del país) fue construida principalmente con acero recuperado tras la fundición de buses del SITP provisional y de la destrucción de más de 155.000 armas incautadas a la delincuencia común —pistolas, revólveres, fusiles, carabinas, ametralladoras, subametralladoras, morteros y lanzacohetes, entre otras— que fueron entregadas por el Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia.
Le puede interesar: Secuelas del covid: la angustia de los recuperados.
En este tipo de iniciativas, los buses viejos que transitaron en Bogotá han hecho un gran aporte. Según la empresa Transmilenio S.A. la desarticulación del SITP provisional finalizó el 31 de diciembre del 2021 y, de acuerdo con el registro distrital automotor de la Secretaría Distrital de Movilidad, fueron chatarrizados unos 11.085 de los 14.500 vehículos que integraban el Transporte Público Colectivo (TPC) hace diez años, tras cumplir su vida útil.
“Estamos comprometidos con impulsar soluciones que transformen la vida de los colombianos. Por un lado, contribuimos a la economía circular, al ser la mayor recicladora de chatarra ferrosa en el país. Por otro, reconocemos que el desarrollo sostenible incluye el bienestar de las comunidades. Por ello, ratificamos nuestro sentido de pertenencia con la región al donar el acero para contribuir a mejorar la calidad de vida de familias vulnerables”, asegura José Raimundo Nunes, gerente de planta de Gerdau Diaco en Tuta, Boyacá.
El programa —que empezó con una semilla de cuatro familias beneficiadas en municipios como Sotaquirá y Belén, en Boyacá— busca llegar a más regiones del país, favoreciendo inicialmente a trabajadores de su empresa. No obstante, sus directivos no se aventuran a dar una cifra concreta de cuántos hogares pretenden ayudar, ya que, teniendo en cuenta las complejidades de la iniciativa, pretenden avanzar a paso lento, pero seguro.
Iniciativas como esta se suman a las ya existentes, como la de la empresa Acesco Colombia S.A.S., compañía que, a principios del año pasado, entregó tres viviendas fabricadas con acero reciclable para familias damnificadas en la isla de Providencia por el impacto de los huracanes Iota y Eta, en noviembre del 2020.
De esta manera es como, con la recuperación de los que en otro tiempo fueron los colectivos bogotanos, seguirán beneficiando a ciudadanos de a pie, ya que ahora serán las puertas, ventanas y techos de las viviendas de aquellas familias de escasos recursos que, al igual que la de Fanny, vivirán de manera tranquila con la certeza de tener un techo propio.
Nota relacionada: Fundación Santuario Animal Namigni: el edén de las especies animales en Colombia.
En vía de extinción. Así están los tradicionales buses cebolleros, busetas o colectivos que usaron miles de bogotanos y que hasta hace poco circulaban bajo la modalidad de SITP provisional. Estos automotores, recordados por sus colores llamativos y en los que los usuarios podían pagar en efectivo y hasta pedir rebaja, han ido desapareciendo paulatinamente de la capital, tras la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público.
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Sin embargo, pese a haber salido del panorama vial, muchos de estos vehículos siguen siendo útiles de alguna manera. Tras su chatarrización en las plantas de la región, se transformaron en insumos de construcción. Ahora, parte de ese material se está empleando para brindarles un techo a familias de escasos recursos en varias regiones del país.
Fanny Camargo Galvis, campesina de Sotaquirá (Boyacá), en la región del Alto Chicamocha, es uno de los rostros de esta iniciativa, que apunta a aprovechar cada pieza de los automotores que antaño les prestaron un servicio a los pasajeros en Bogotá. Su vida y la de su familia cambió drásticamente, tras la ayuda que le sirvió para cumplir el sueño de darles una vivienda propia y digna a sus padres.
Los progenitores de esta mujer de 46 años, que se dedica a labrar la tierra, vivían en una casa antigua hecha de adobe o como se le conoce en la zona “hecha con ladrillos de tierra”. Sin embargo, las inclemencias de la naturaleza y las fuertes y extendidas temporadas de lluvia afectaron la infraestructura, llegando incluso a poner en riesgo la vida de sus habitantes, cuando sus muros se empezaron a caer.
El anhelo de Fanny de tener un techo seguro se concretó gracias a la estrategia “Transformando armas en esperanza”, iniciativa de la empresa Gerdau Diaco, líder en la producción de acero y reciclaje de chatarra ferrosa, que sacó adelante el proyecto en alianza con la Alcaldía de Sotaquirá y compañías de la región como Ladrillos Maguncia.
“Recibimos la noticia muy felices, porque hace años nosotros soñábamos con este auxilio y por fin se cumplió”, comenta Fanny de manera sencilla y un tanto tímida, dado que no está acostumbrada a compartir con personas externas a la vereda Monte Vargas, donde ha residido toda su vida.
Esta vivienda de interés social (VIS), al igual que otra construida en la periferia de este municipio (a 190 km de la capital del país) fue construida principalmente con acero recuperado tras la fundición de buses del SITP provisional y de la destrucción de más de 155.000 armas incautadas a la delincuencia común —pistolas, revólveres, fusiles, carabinas, ametralladoras, subametralladoras, morteros y lanzacohetes, entre otras— que fueron entregadas por el Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia.
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En este tipo de iniciativas, los buses viejos que transitaron en Bogotá han hecho un gran aporte. Según la empresa Transmilenio S.A. la desarticulación del SITP provisional finalizó el 31 de diciembre del 2021 y, de acuerdo con el registro distrital automotor de la Secretaría Distrital de Movilidad, fueron chatarrizados unos 11.085 de los 14.500 vehículos que integraban el Transporte Público Colectivo (TPC) hace diez años, tras cumplir su vida útil.
“Estamos comprometidos con impulsar soluciones que transformen la vida de los colombianos. Por un lado, contribuimos a la economía circular, al ser la mayor recicladora de chatarra ferrosa en el país. Por otro, reconocemos que el desarrollo sostenible incluye el bienestar de las comunidades. Por ello, ratificamos nuestro sentido de pertenencia con la región al donar el acero para contribuir a mejorar la calidad de vida de familias vulnerables”, asegura José Raimundo Nunes, gerente de planta de Gerdau Diaco en Tuta, Boyacá.
El programa —que empezó con una semilla de cuatro familias beneficiadas en municipios como Sotaquirá y Belén, en Boyacá— busca llegar a más regiones del país, favoreciendo inicialmente a trabajadores de su empresa. No obstante, sus directivos no se aventuran a dar una cifra concreta de cuántos hogares pretenden ayudar, ya que, teniendo en cuenta las complejidades de la iniciativa, pretenden avanzar a paso lento, pero seguro.
Iniciativas como esta se suman a las ya existentes, como la de la empresa Acesco Colombia S.A.S., compañía que, a principios del año pasado, entregó tres viviendas fabricadas con acero reciclable para familias damnificadas en la isla de Providencia por el impacto de los huracanes Iota y Eta, en noviembre del 2020.
De esta manera es como, con la recuperación de los que en otro tiempo fueron los colectivos bogotanos, seguirán beneficiando a ciudadanos de a pie, ya que ahora serán las puertas, ventanas y techos de las viviendas de aquellas familias de escasos recursos que, al igual que la de Fanny, vivirán de manera tranquila con la certeza de tener un techo propio.
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