Extorsión en Bogotá: radiografía del delito que se nutre del terror
El Espectador hizo un mapeo del comportamiento de este delito en Bogotá. Los centros de acopio comercial concentran la mayor cantidad de denuncias por extorsión, un delito que este 2023 ha mostrado su cara más aterradora.
Juan Camilo Parra
Una llamada amenazante, un panfleto, una visita o una granada contra la fachada de un negocio, son algunos de los métodos que usan los delincuentes y las estructuras organizadas para infundir “terror psicológico” entre ciudadanos y comerciantes, para generar rentas para el crimen por medio de la extorsión. En Bogotá, con casi ocho millones de personas -1,3 millones en la informalidad, según el DANE-, este delito parece enquistado en los epicentros de comercio y hasta en las cárceles. El asunto es que tiene una particularidad: los victimarios no tienen perfil definido.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Una llamada amenazante, un panfleto, una visita o una granada contra la fachada de un negocio, son algunos de los métodos que usan los delincuentes y las estructuras organizadas para infundir “terror psicológico” entre ciudadanos y comerciantes, para generar rentas para el crimen por medio de la extorsión. En Bogotá, con casi ocho millones de personas -1,3 millones en la informalidad, según el DANE-, este delito parece enquistado en los epicentros de comercio y hasta en las cárceles. El asunto es que tiene una particularidad: los victimarios no tienen perfil definido.
Le podría interesar: Caen fichas, pero no estructuras: la lucha contra las bandas criminales en Bogotá
Lo puede consumar un vecino, un familiar, una estructura multicrimen, como ‘Satanás’, ‘los Maracuchos’ o el ‘Tren de Aragua’, para financiar sus operaciones, o incluso los que simulan estar en sus filas. En 2022 denunciaron 1.337 casos en Bogotá. Este año la tendencia es al alza: en los primeros seis meses reportaron 669, un 6,02% más que el mismo período del año pasado. Las víctimas en su mayoría son comerciantes, pero cualquiera podría caer. La extorsión viene mutando en busca nuevos “mercados” y víctimas, a merced de “séquitos” de terror buscan acaparar el mercado del miedo.
Mapeo de la extorsión
Desde 2016, la extorsión viene en aumento. Ese año se reportaron 430 casos; en 2017, 450, y en 2018, creció a 760. Para 2019 se disparó a 1.523 y en 2020 tuvo su punto más alto en los últimos siete años, con 1.721 reportes. Expertos apuntan a que este crecimiento tendría explicación en que cada día la gente siente más confianza al denunciar, pero también a que las bandas encontraron un buen negocio en este y otros delitos, tras la pandemia y la reactivación económica.
Geográficamente, “Bogotá por ser la ciudad de las oportunidades aglomera empresariado y gran parte del poder del país en casi ocho millones de habitantes da para una variedad de modalidades y cantidad de casos de extorsión”, explicó a El Espectador el mayor Mauricio Figueroa, subcomandante del Gaula de la Policía de Bogotá, a cargo de investigar los casos de extorsión y secuestro. Actualmente la localidad que más concentra este tipo de casos es Suba, seguida por Kennedy, Ciudad Bolívar y Usaquén.
¿Cómo podemos entender el comportamiento de la extorsión en la ciudad? Partamos de una calle: la famosa calle 38 sur, del barrio Patio Bonito, en Kennedy. Este es un escenario en el que confluyen dinámicas comerciales particulares, todas en un perímetro de cuatro cuadras, desde Corabastos (puerta 6) hasta la avenida Ciudad de Cali. Allí encontramos una pequeña ciudad: la plaza de mercado, un centro comercial popular, concentración de transporte informal (bicitaxis, vans, mototaxis, mercadillos de “pulgas”, de celulares, restaurantes, líneas de microtráfico y zonas de trabajadoras sexuales.
Más información: Cannabis medicinal: industria estancada en Bogotá, que pide nuevas reglas de juego
“Esto les permite a los delincuentes tener más acceso a posibles víctimas, que puedan pagar sus exigencias, en un mercado informal. Es una zona en la que hemos realizado operativos a gran escala: este año 18 personas fueron capturadas por extorsión. Pero siguen reagrupándose, a pesar de que seguimos haciendo presencia”, añade Figueroa.
Las cifras por barrios muestran que en los últimos cinco años las zonas más golpeadas han sido el barrio Puente Aranda (localidad de Puente Aranda), con 105 denuncias, seguido por el barrio Bosa (Bosa), con 65; Centro (Santa Fe), con 62; La Picota (Rafael Uribe), con 60, y Paloquemao (Los Mártires), con 60. ¿Qué podemos ver? Que tienen algo común: albergan centros de acopio comercial y que los centros de las localidades son los más afectados.
“Algunos sectores como Corabastos o San Andresito son áreas donde este delito se ha vuelto parte de la cotidianidad de muchos comerciantes, quienes llegan a cobijar las extorsiones de menor cuantía, e incluso algunos la incluyen en sus cuentas del mes, en una aparente ‘legalidad’, dada por el hecho de que el impacto violento no ha llegado a límites extremos en la mayoría de los casos”, afirma Luis Echavarría, asesor y experto en seguridad.
Otras dos zonas que están en la mira de las autoridades son Venecia, en Tunjuelito, y Fontibón Centro, en Fontibón, barrios en los que este año los extorsionistas han estallado granadas en fachadas de moteles y grafiteado la sigla AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia o Clan del Golfo) frente a los negocios.
Descubra: Radiografía del fanzine rolo: la historia editorial y gráfica no contada de Bogotá
Según explicó el subcomandante del Gaula, la reorganización de los comercios en Venecia se convirtió en un caldo de cultivo para los extorsionistas. “A esta zona han llegado muchos establecimientos comerciales que antes se encontraban sobre la avenida 68, pero que por las obras de Transmilenio llegaron al centro de Venecia. Entonces, se juntaron varios mercados, y con un solo accionar como una granada afectan al dueño, pero intimidan a los demás comerciantes”.
En Fontibón, el pasado 28 de agosto, asesinaron a la administradora de un asadero de pollos. Aunque el Gaula ha dicho que no ha habido víctimas mortales por extorsión, El Espectador conoció que bandas como la de Satanás estaría detrás del crimen, que se consumó bajo sus amenazas extorsivas. Además, que otros asaderos han recibido panfletos con balas. De hecho, dentro de los 20 barrios más afectados por este delito, Fontibón tiene tres en el escalafón, entre ellos Fontibón Centro, donde ocurrieron los casos de asaderos, reforzando la idea de que los centros de comercio son los más golpeados.
Un abanico de modalidades
La complejidad para entender el comportamiento de este delito radica en que es un delito “fácil” de cometer -puede ser por medio de una llamada o un chat- y que no siempre es la actividad central de grupos criminales. Además, genera rentas criminales altas y efectivas, que varían desde los $500.000 hasta los $50 millones. Los medios que más utilizan los delincuentes en la capital son: llamada telefónica (43,98 %), redes sociales (28,21 %) y directa (15,65 %), sin empleo de armas (7,56 %). De acuerdo con el mayor Figueroa, cerca del 60 % de las llamadas salen de la cárcel La Picota.
“En un día tranquilo se recepcionan cerca de 35 llamadas, que son direccionadas a la unidad de secuestro o extorsión en Bogotá. La sinergia entre las instituciones ha permitido que cada vez más las personas llamen a denunciar, lo que explica el aumento en los últimos años”, señaló el oficial. A través de estos medios vemos modalidades como: la clásica, en la que el extorsionista llega a su víctima con una amenaza. Son bandas o individuos que les piden “vacunas” a los tenderos y a los comerciantes por conceptos de “seguridad” o a cambio de no atentar contra sus familias.
Más información: Relato del abuso a niña en colegio distrital de Bogotá: ¿falló el protocolo?
También está el secuestro de bienes, cuando “en casos de hurto a automotores o apartamenteros que contactan a sus víctimas para pedir dinero a cambio de devolver las pertenencias”. El Gaula también ha identificado modalidades de ciberextorsión, como el sexting, y la llamada intimidante (desde cárceles), así como engaños o estafas como la del “falso tío”, la “falsa encomienda” o “falsos funcionarios (públicos o privados)”. A estos se suman casos como los de los “ex”, que luego de terminar con su pareja la extorsiona con fotos íntimas.
“Encontramos extorsiones a gran escala que dejan grandes ganancias y ‘microextorsiones’ con un pago diario, que se da en mercados de abasto, en el interior del tejido de los barrios y que, en general, se paga en efectivo. Esto atrae a los delincuentes, ya que les permite disponer del dinero para pagar nóminas criminales o armas”, indicó Luis Echavarría, experto y asesor en seguridad urbana. Como dato curioso, encontramos que a los hombres los extorsionan más que a las mujeres. El año pasado, 1.196 hombres fueron víctimas de este delito, lo que representó el 69,58 % del total, con respecto a las 490 víctimas mujeres (28,50 %). Por otro lado, los delincuentes actúan más entre semana: el martes, jueves y miércoles acaparan el 48,46 % del total de casos registrados el año anterior.
Acciones operativas y caracterización de bandas
Para contrarrestar el crimen de la extorsión, el Gaula Bogotá cuenta con 80 funcionarios, de los cuales 19 son mujeres. Es un grupo “élite” entrenado para hacer trabajo de campo encubierto, infiltrarse en las bandas y atender las denuncias que reciben a diario. En lo corrido del año el Gaula ha resuelto 167 casos y capturado a 130 personas (87 en flagrancia y 43 por orden judicial). En promedio, el esclarecimiento de casos por extorsión es del 67 %.
“No es lo mismo salir a investigar a un parque en la 93 que a Corabastos. Ellos y ellas están entrenados para pasar inadvertidos y recopilar el actuar delictivo de las bandas. El proceso para ser parte del Gaula requiere unas etapas y un perfil particular para integrar la división. Enfrentamos muchos riesgos”, contó el mayor Figueroa. Las cinco bandas más peligrosas caracterizadas son: Tren de Aragua, Satanás, los Maracuchos, Los Gadiel y los Paisas. Las últimas tres fueron desarticuladas entre 2022 y este año.
En cuanto al Tren de Aragua y Satanás -estructuras transnacionales y de multicrimen-, han ido cayendo sus integrantes, uno a uno, como fichas de dominó, pero estas bandas se reagrupan de manera fácil, y su fama, así como su estela de terror, ha desembocado en el fenómeno de que delincuentes comunes ahora se hacen pasar por integrantes de estas organizaciones delincuencuales para extorsionar a comerciantes y ciudadanos. La mayoría de las víctimas, dice el subcomandante del Gaula, denuncian después de que ya han efectuado el segundo o tercer pago. Anota que no hay ninguna zona “sitiada” por los delincuentes y que la columna vertebral de las operaciones del Gaula es la denuncia.
“La denuncia es nuestro punto de partida y máxima prueba de que podemos llevar a la Fiscalía para avanzar en capturas. A través de la estrategia ¡Yo no pago, yo denuncio! venimos incentivando en la comunidad esa cultura de autoprotección y autorregulación frente a este fenómeno delictivo y sus variantes dinámicas. Acompañamos a nuestra comunidad y los invitamos a denunciar cualquier tipo de extorsión a nuestra línea 165”. La amenaza sigue latente. Resta que las víctimas venzan el miedo, para promover más la cultura de la denuncia, con el fin de ponerle freno a este delito que afecta a la ciudad.
Relacionado: Panorama de hurto en casas, el delito que crece silenciosamente en Bogotá
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.