Fiesta de Reyes y Epifanía: canto a lo popular desde el corazón del barrio Egipto
El barrio Egipto es conocido por su tradicional fiesta de Reyes. Pero más allá de la connotación religiosa, sus habitantes reivindican la historia de su comunidad a través de las expresiones artísticas y culturales del barrio.
Laura Camila Calvo Flórez
De pie, junto a una olla metálica, está Paola Piraquive. El olor a leña y el humo se disfrazan junto a la neblina que cae en la tarde, indicando las pocas horas que faltan para envasar unos cuantos frascos de chicha, la misma bebida que vendía su tía Mercedes, años atrás, un 6 de Reyes, cuando ella era niña.
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De pie, junto a una olla metálica, está Paola Piraquive. El olor a leña y el humo se disfrazan junto a la neblina que cae en la tarde, indicando las pocas horas que faltan para envasar unos cuantos frascos de chicha, la misma bebida que vendía su tía Mercedes, años atrás, un 6 de Reyes, cuando ella era niña.
“Mi tía tenía un puesto de venta de chicha justo detrás de la iglesia de Egipto. En ese entonces, Postobón daba casetas y a los niños nos subían en ellas para ver a los Reyes Magos, que llegaban montados a caballo y repartían regalos”, narra Paola evocando una de sus primeras celebraciones de la fiesta de Reyes Magos en el barrio que la vio nacer.
Cada 6 de enero, los habitantes del barrio Egipto (La Candelaria) se preparan para personificar el relato bíblico de la huida de José ante las amenazas de Herodes, el nacimiento de Jesús y la visita de los tres Reyes Magos. El auto sacramental —nombre de la puesta en escena— pretende acercar a la comunidad a las prácticas litúrgicas y a las tradiciones católicas. Pero con el tiempo, la celebración fue incluyendo manifestaciones propias de la comunidad, adquiriendo un valor no solo religioso sino autóctono.
“En la entrada de la parroquia había una cuerda que atravesaba la Circunvalar hasta la casa que está justo en frente de la iglesia. Por ahí, bajaba un niño Dios que bendecía a la gente”, dice Daniel Guerrero, exvecino del barrio y miembro de la Asociación de Cargueros de la comunidad. “Después de recibir la bendición, seguía la ‘puesta del diablo’, el momento donde quemábamos un muñeco lleno de pólvora”.
Una historia antigua como el barrio
La historia de la celebración es casi tan antigua como el barrio. El texto Los Reyes en Egipto: cinco siglos de fiesta, resistencia y transformaciones destaca que la creación de la parroquia, en el siglo XX, llevó a varios padres a crear iniciativas con el fin de recaudar fondos para la iglesia. El padre Luis Alejandro Jiménez vio la oportunidad de congregar en el acto de Reyes a la comunidad y, casi como un bazar, vio en los juegos tradicionales y la venta de comida típica una excusa para el recaudo. Con el pasar del tiempo esta sería una proclama de identidad, que hoy cumple 110 años de tradición, dato que los vecinos ponen en discusión, pues, según ellos, la celebración podría tener 300 años de antigüedad.
Las multitudes que congrega el 6 de Reyes implica una logística que ha pasado de mano en mano. En principio, dependía del párroco de turno. Más adelante, empresas privadas como Bavaria brindaron su patrocinio, hasta que finalmente la Alcaldía de turno y la Junta Local tomaron la administración y gestión de la celebración. “Pese a los cambios, siempre ha primado el interés de la comunidad por acercarse a la parroquia y colaborar con el evento. El espíritu de lo comunitario siempre se ha mantenido”, cuenta uno de los vecinos del sector.
Cristian Rodríguez Piraquive es artista y líder comunal del barrio Egipto. Lo importante de la fiesta, para él, está en la historia de vida de la gente, que se ha apropiado de un lugar estigmatizado. “Es la celebración de la identidad y lo popular. El auto sacramental y la caravana de los Reyes Magos es de carácter religioso, la quema del diablo es un acto social. Al final, es una forma de decirle a la gente que nuestro barrio es artístico y podemos mostrar su cara positiva”, agrega Cristian.
Del diablo a san José, álbum de memorias
Si hay algo común en el relato de quienes habitan Egipto son los tres días de jolgorio y el recuerdo de sus familiares, amigos y hermanos, casi como un canto a la memoria. Jorge Eliécer Vargas Rodríguez hace parte de la Cofradía de Nazarenos desde hace 30 años y siempre ha interpretado algún personaje de la puesta en escena.
Tiene la cara pintada de rojo y un tridente lo acompaña mientras camina por los alrededores de la iglesia. Algunos se asustan y otros se apresuran a pedirle una fotografía. Engruesa la voz y dice: “Soy el diablo”. Hace cinco años interpreta dicho personaje. “Cuando yo nací, mis abuelos me postularon como niño Dios, cuando yo apenas era un bebé”, recuerda. De allí los personajes fueron llegando o, como él dice, “fui ascendiendo”.
Lo mismo le sucedió a Germán Calderón Baquero. A los ocho años comenzó siendo pastor de ovejas; a los 11 años, ángel, luego rey mago y 24 años después de no estar en la obra regresó como Herodes. Cada uno de los personajes pareciera estar blindado con una especie de “inmortalidad” o por lo menos así lo describe Juan Manuel Jiménez, (san José, en la obra). “Yo soy de la tercera generación de hace más de 40 años. No quiero perder la tradición; por eso, mi esposa interpreta a la Virgen María y mis hijas hacen de ángeles”.
Desde noviembre comienzan los ensayos para la obra. Se encuentran cada 15 días y una hermana de la parroquia es la encargada de coordinarlos, aunque, dicen, “siempre hemos tenido el mismo diálogo, ya nos sale natural”.
A un paso de ser Patrimonio Inmaterial
Cristian Piraquive se encuentra liderando la iniciativa en su comunidad para salvaguardar las prácticas artísticas y culturales propias de la celebración: “en este momento estamos en el proceso del Plan Especial de Salvaguardia (PES). El cual es un instrumento institucional que busca establecer un acuerdo social y administrativo para fortalecer la fiesta y contar con el debido respaldo”. Justo esta iniciativa se da para “recuperar” actividades propias de la celebración, que ya no hacen parte de la misma, y en esencia son manifestaciones culturales populares de la comunidad, como la vara de premios o la caravana de regalos hasta el Instituto Roosevelt.
Adicional, la fiesta se encuentra en proceso de postulación para ser incluida en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial Distrital. Durante los días de la celebración (4, 5 y 6) el IDPC estará adelantando un registro fotográfico, audiovisual y etnográfico para documentar las prácticas, tradiciones, manifestaciones y saberes de la fiesta.
La celebración es una proclama de identidad de un barrio que ha estado marcado por conflictos sociales y que cada 6 de Reyes le muestra a la ciudad su música, su historia, sus tradiciones o, como dice Cristian, “podrá sonar muy coloquial y todo, pero, para mí, la celebración es como una mazamorra: tiene de todo y es pura vitamina”.
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