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El negocio de la fritanga es de esos que permanecen y se hacen nombre al pasar de padres a hijos. La Marrana Mona, un restaurante en la plaza de mercado 12 de Octubre, es fiel ejemplo de esto, pues en 57 años de historia cinco generaciones se han apropiado de este arte culinario, las cuales han entendido cuán sacrificado puede llegar a ser este trabajo, pues su propietaria, Katherin Pineda, detalla que la jornada inicia a las tres de la mañana y va hasta las cinco de la tarde, cuando la plaza cierra sus puertas. Pero también es “agradecido”, ya que con cada plato servido se han pagado los estudios, vivienda, carros y demás comodidades.
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No es exagerado pensar que detrás de cada canasta de fritanga hay una historia, y más cuando esta se mezcla con la de las plazas de mercado, en donde tradicionalmente son comercializadas. Esta semana, precisamente, los bogotanos tendrán la oportunidad de deleitarse con un buen pedazo de morcilla y papita criolla bañada en ají, pues en la capital se adelantará la segunda edición del “Fritanga Fest”, evento gastronómico que comenzará el jueves 12 de agosto y en el que participan 44 restaurantes (de estos, 31 ubicados en plazas de mercado de la ciudad). La promesa es que la porción personal se podrá conseguir en $10.000.
El director del IPES, Libardo Asprilla, explica que para este año las expectativas son altas, pues en 2020, aun con todo y pandemia, el festival cerró con más de 30.000 platos vendidos. Con la economía capitalina reactivada, no es temeroso en asegurar que para esta versión superarán los 100.000 platos, con ventas que pasarán los $1.000 millones.
Asprilla también celebra que todas estas ganancias quedarán en los bolsillos de los fritangueros, quienes a su vez reparten la riqueza en los nuevos empleados, que han tenido que contratar, y proveedores. Edith Tomasa Moreno, dueña del restaurante Punto Clave, estima que a cada plato de $10.000 se le puede sacar un beneficio de $4.000, y si se tiene en cuenta que su meta es vender más de 10.000 platos, pues sus ganancias en los cinco días serán de unos $40 millones. Aunque los cálculos de Martha Isabel Velásquez, una de las administradoras del piqueteadero Doña Segunda, son un poco más conservadores. $1.000 sería la ganancia que dejaría cada plato.
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Según datos aportados por el IPES a este medio, la inversión que ha hecho el Distrito para el festival ha sido de unos $43 millones, de los cerca de $350 millones que cuesta su organización, ya que el grueso ha sido aportado por patrocinadores como Coca-Cola, iFood y Porkcolombia. Al tener en cuenta cifras como las anteriores, se puede concluir que este tipo de inversiones son provechosas para un gremio (y sus cadenas productivas y de distribución) que ha sido fuertemente golpeado por la pandemia y que como muchos otros busca reactivarse.
Velásquez, Moreno, Pineda y todos los demás fritangueros ya están listos para el festival, para el que estiman tendrán que cocinar media tonelada de arroz por cada establecimiento comercial, a lo que se suman las libras de longaniza, papas y demás acompañamientos.
No obstante, hay algunos dueños de restaurante a quienes el “Fritanga Fest” no termina de convencer, como es el caso de Fernando Serrano, uno de tantos trabajadores de la plaza de mercado de La Perseverancia, quien no está de acuerdo con que el IPES fije los precios ($10.000 y $30.000, que son las presentaciones en las que se venderán las cajas de fritanga), cuando son los comerciantes los que compran los ingredientes, producen los alimentos y pagan los arriendos, servicios públicos y empleados. “Deberían acordar con los comerciantes cuál es el precio adecuado para una picada y qué se va a dar, como mínimo. Porque las personas llegan con un ideal y se sorprenden cuando les dan unos pedazos de morcilla, longaniza y papa criolla, y esos son $10.000”, asegura.
Pero más allá de esta crítica, la cual es expuesta como constructiva, el festival ha demostrado ser bastante beneficioso para los comerciantes, que desde ya preparan las ollas, el aceite y los ingredientes para deleitar a sus comensales. Aunque se brindará servicio a mesa, es tal la multitud que se espera, que el grueso de las ventas serían a domicilio o de personas que recogen para llevar a sus hogares. Una oportunidad para apoyar la cocina, el agro y el emprendimiento colombiano. Entonces, no se haga el fino, ¡péguele a la picada!
Este es el listado de comercios que participa en la segunda edición del festival: