Fundación Santuario Animal Namigni: el edén de las especies animales en Colombia
Esta ONG trabaja por los derechos de los animales y busca darles una jubilación digna, en donde no sean percibidos como materia prima.
Cristian Camilo Perico Mariño
El paraíso animal sí existe y tiene sede en La Calera. La Fundación Santuario Animal Namigni, a treinta minutos de Bogotá, en la finca El Romeral —en la vereda Aurora Baja— es un verdadero “convite de los animales”, como dice Jorge Velosa en su más reciente libro.
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El paraíso animal sí existe y tiene sede en La Calera. La Fundación Santuario Animal Namigni, a treinta minutos de Bogotá, en la finca El Romeral —en la vereda Aurora Baja— es un verdadero “convite de los animales”, como dice Jorge Velosa en su más reciente libro.
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Se trata de una organización sin ánimo de lucro, dedicada a salvaguardar toda vida animal, sin importar su especie. Este es su diferencial con otras organizaciones, que priorizan el bienestar de gatos y perros como animales de compañía.
“Protegemos a todos los animales, pero particularmente a las especies usadas con fines de alimentación o forzadas a participar en ciclos de explotación, que las terminan llevando al matadero”, explica Miguel Aparicio, su cofundador.
Así es como hoy tienen 300 animales de diferentes especies, entre ellos 110 bovinos, 36 perros, 32 ovejas, treinta conejos, cinco caballos y yeguas, cincuenta tipos de aves, diez gatos, cinco burros y once cerdos. Este considerable número de criaturas conviven plácidamente en las 85 fanegadas de la finca.
El terreno tiene un bosque nativo y un arroyo que fluye a través de las montañas, el cual permite mantener abundantes pastizales. La historia de este lugar comenzó en marzo del 2020, cuando la colombiana Nani Ramírez y su esposo, el portugués Miguel Aparicio, angustiados por la situación de animales callejeros, pidieron un permiso para alimentar en medio del confinamiento a algunos en el sector de La Calera.
“Se hizo evidente y empezamos a reaccionar. Cuando salimos vimos todos los días a una oveja amarrada a un árbol, llorando. Pasaron varios días y nos animamos a preguntar qué pasaba con ella. Nos dijeron que el camión del matadero estaba demorado por la pandemia”, narra Aparicio.
Fue entonces cuando decidieron salvarla de la condena que llevaba sobre su lomo. Pero pensar que tuvieron que pagar por su libertad aún conflictúa a los fundadores de Namigni, ya que no comulgan con seguir creyendo que los animales son objetos que se pueden cambiar por dinero. Pese a ello, son conscientes de las dinámicas actuales.
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El sitio y sus historias
Recorrer los ambientes de la finca lleva al visitante a conocer paralelamente la historia de cada animal y sus dramas. Muchos llegan con marcas del pasado. Sin embargo, con el paso de los días, la libertad les permite vivir con tranquilidad. Es así como cada integrante del santuario se va vinculando a lo que será su jubilación.
Esta iniciativa es toda una transgresión de lo normal, ya que en el país se sigue pensando en términos de productividad y explotación cuando de animales se trata. Según la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegán), en el 2020 la producción de carne en Colombia fue de 888.598 toneladas. Es por ello que Ramírez y Aparicio suelen referirse al santuario como un centro de refugiados.
“Colombia tiene una historia de guerra, de la cual se está saliendo de a poco. Se está construyendo paz y esta también debe llegar a los animales, desvinculándolos de las actividades de explotación. El país ha tenido muchos conflictos y aquí buscamos sanar heridas”, explica Aparicio.
En Latinoamérica hay otros santuarios que protegen a los animales rescatados de la cadena agropecuaria. Sin embargo, este es el más grande de la región, por dimensión y número de especies. De hecho, este tipo de lugares son escasos en el país: hay tres en Antioquia, uno en Mosquera y uno en Cali.
Desde que cada integrante animal llega por primera vez, se le permite vivir en un entorno natural, a partir de las características y necesidades de su especie. Este planteamiento es incuestionable en el Santuario Namigni, ya que resaltan que en ningún momento se trata de humanizar a los animales.
“Existe históricamente una visión antropocéntrica del mundo, en la cual la raza humana es el centro. Acá no cometemos el error de humanizarlos, porque no necesitan eso; por el contrario, reconocemos su animalidad desde una perspectiva de respeto”, aseveran, añadiendo que por la misma razón no se comete el error de comparar los tipos de inteligencia, ya que cada cual tiene el entendimiento que necesita para las actividades que desarrolla.
Sostenimiento de la iniciativa
Hasta la fecha, la fundación se mantiene exclusivamente por donaciones, puesto que no tiene ninguna actividad comercial ni apoyo estatal. El santuario tiene una cuenta activa de PayPal y una cuenta de ahorros en Bancolombia, a las que muchos de sus benefactores aportan para mantener la iniciativa, que requiere un gran esfuerzo económico.
El gasto promedio para sostener a estos 300 animales puede llegar hasta los $15 millones al mes. Monto que se ve reducido si se realizan aportes en especie donando, por ejemplo, bultos de concentrado, medicamentos o cualquier otro artículo de ayuda animal.
Para el 2022, Aparicio y Ramírez le están apuntando a viabilizar económicamente el santuario para seguir creciendo y ayudar a más animales. En su plan alternativo de sostenibilidad, se ha pensado en un proyecto de ecoturismo que permita que las personas socialicen con los animales y entiendan que son más que materias primas.
El panorama para este año es tan alentador que están en conversaciones para llevar una sede del Santuario Animal Namigni a Portugal. Hecho que se convertiría en todo un referente, porque sería una de las primeras veces en las que el modelo de una ONG colombiana sería exportado a Europa. El proyecto sigue en conversaciones con varios fondos de inversión veganos e inversores privados para volverlo realidad.
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