Guayabetal, donde la lluvia es sinónimo de miedo
Al deslizamiento que se presentó esta semana en uno de los barrios del casco urbano se le suma el constante temor por lo que ocurra en el kilómetro 58 de la vía al Llano y el río Negro. Además de la tragedia de Quebrada Blanca en 1974, este municipio ha tenido que soportar el riesgo que para ellos representa cada nueva temporada de lluvias.
Mónica Rivera Rueda
El fuerte sonido que provenía del río Negro despertó a las 4:00 a.m. a gran parte de los habitantes del casco urbano de Guayabetal. En medio de la oscuridad, tronaban las piedras que arrastraba la fuerte corriente y se encendieron las alarmas de una tragedia anunciada: era necesario evacuar de inmediato el barrio Las Perdices del casco urbano, que se encuentra exactamente donde confluyen el afluente y una quebrada, que hace tres años se desbordó.
“Nunca había visto el río Negro tan crecido”, dijo Isabela Forero, quien tiene su casa justo al lado de donde ocurrió una emergencia en 2018 y que esta semana la tuvo que volver a sufrir. Ella se refiere a lo que vivió en la madrugada del pasado martes, cuando los Bomberos y la Defensa Civil llegaron a pedirles a todos los habitantes del barrio que salieran de sus casas.
El afán se dio luego de que los primeros rayos de sol dejaron en evidencia cómo la fuerte corriente había socavado la montaña sobre la que reposa el barrio. Por eso, a las cinco y media de la mañana, comenzó la evacuación y a notarse los estragos de una nueva temporada de lluvias.
Justo al otro lado del río, Gladis Rojas le preparaba el desayuno a su esposo, que trabaja en las obras de la vía al Llano y debía atender un deslizamiento reportado en el kilómetro 58. “Me asomé a ver el río por la ventana, pero lo que me impresionó fue que ya se había ido parte de la ladera. Ya no había árboles ni vegetación. Al rato, lo que empezamos a ver fue cómo comenzaron a caer las casas. Da una enorme tristeza al pensar en lo mucho que a uno le ha costado construir”.
Lo que inicialmente cayó al río fue parte de una vivienda, donde quedaba un bar llamado Los Amigos y la placa huella que sostenía una casa aledaña. El colapso puso en riesgo lo que quedaba en pie de estas estructuras y nueve casas aledañas (una de ellas terminó de caer por completo el viernes), que presentaron fracturas, así como la aparición de una gran grieta en la mitad de la cuadra.
En principio se evacuaron 27 familias, pero luego del balance final de la emergencia se identificaron 74, que habitaban 32 casas en alto riesgo y 43 en riesgo medio. Muchos aprovecharon que el miércoles no llovió para sacar lo que más pudieron de sus casas. Pero no todos corrieron con la misma suerte, pues si bien el bombero Manuel Bustos pudo desarmar parte de su casa en obra, la familia de Karen Ballén ni siquiera pudo volver a entrar a su vivienda. “La nuestra está entre las que se pueden caer. Solo salimos con lo que llevábamos. Luego pudimos sacar ropa y las cosas del colegio, pero nada más”.
Tan solo ese miércoles se registró un movimiento de 0,7 centímetros del terreno. Para la mañana siguiente ya parte de otra vivienda había colapsado. En respuesta, la Unidad de Gestión de Riesgo anunció la construcción de muros para mitigar este tipo de emergencias. “Ya hay un muro viabilizado que alcanzaría a cubrir la zona y estamos haciendo la verificación técnica para conocer si se requieren muros adicionales”, dijo Gina Herrera, directora de la entidad.
Por su parte, el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, anunció la entrega de $10.100 millones para solucionar el problema de las vías, ya que alrededor del 95 % de la red terciaria está colapsada. Con ese dinero, además, aspiran a construir la plaza de mercado y ayudar a las familias. “La propuesta es de ubicar a cada uno en lotes que nos ayuden ellos mismos a buscar. Acá en el municipio es difícil encontrar un predio para hacer la reubicación total en un solo punto, así que la alternativa que los mismos habitantes han propuesto es buscar cada uno un lote, para nosotros poder comprarlo y hacer la construcción”, dijo el mandatario.
La tragedia anunciada
La situación que hoy vive Guayabetal no es nueva. La temporada de lluvias es sinónimo de emergencia. “Todo el municipio está en riesgo”, dice uno de los habitantes ante lo que ha pasado en los últimos años. En agosto de 2018 se presentó una emergencia similar, para la misma fecha en 2019 se quedaron sin servicios, y cada vez que se registra un deslizamiento sobre la vía al Llano son susceptibles a quedar incomunicados con el resto del departamento.
El riesgo viene de varios frentes. El municipio fue primero jurisdicción de Quetame y era conocido como un paradero sobre la vía, que fue creciendo con rapidez sobre una ladera que bordea el río Negro. Lo que nunca calcularon los pobladores fue la fuerza del afluente, que amenaza las viviendas ribereñas cada vez que se crece o se desborda en temporada de invierno, causando emergencias como la de Quebrada Blanca, en junio de 1974, que destruyó parte de la carretera y dejó un trágico saldo de más de 500 muertos (vea el balcón).
Hoy, la magnitud del peligro en el que se encuentra el municipio, incluso, está documentado en su Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT) vigente, el cual indica que el 73 % del área presenta amenazas por geoinestabilidad y el 63 % tiene riesgos por remoción de masas. Estas cifras se reflejan en sus vías interveredales, donde, por causas geológicas, se presentan constantes derrumbes y rodamiento de rocas.
Para completar, por donde se mire en Guayabetal hay montañas, pero sus pobladores están justo sobre la loma que atraviesa la vía Bogotá-Villavicencio. Esto no dejaría de ser un simple punto de referencia si no estuviera a 500 metros del kilómetro 58 de la vía al Llano, famoso por sus constantes derrumbes, como el registrado en junio de 2019, cuando se desprendieron 620.000 metros cúbicos de tierra (como para llenar 250 piscinas olímpicas), de la meseta Mesa Grande, provocando el colapso de un puente de 30 metros y obligando al cierre de la vía por casi tres meses.
Para mitigar este peligro Coviandes instaló un muro de contención flexible sobre el kilómetro 58, para retener el material que cae de la meseta sobre la vía y evitar nuevos cierres, y se tiene prevista la construcción de un viaducto de 800 metros justo al frente de la mesa, el problema es más complejo.
Estudios han confirmado que la inestabilidad del kilómetro 58, que también afecta a Guayabetal, no se debe a la presencia de una avícola en la parte alta de la montaña (como se dijo inicialmente), sino a la excavación que se hizo para la construcción del túnel 13 en la vía al Llano. Es por ello que para el geólogo Gabriel París las obras anunciadas no serán una solución definitiva a los problemas de la vía.
“Es muy pertinente. Pero se debe tener en cuenta que su cimentación estaría bajo las condiciones geológicas reinantes en la zona. Esto es asunto de un buen estudio y diseño, que la ingeniería colombiana esta en capacidad de realizar”, sobre esto, París señala que tanto el Km 58 como el municipio de Guayabetal, se encuentran bajo el contexto geológico de la Cordillera Oriental, compuesto por rocas metamórficas y sedimentarias muy antiguas, con notable fracturamiento y meteorización, y con laderas muy empinadas, lo cual las hace inestables bajo ciertas condiciones climáticas.
Además, indica que son abundantes las fallas geológicas en la cordillera, lo que “permiten la penetración de agua en los macizos rocosos y su eventual deslizamiento, a lo largo de cuñas de roca, lo mismo que la saturación de suelos y el aumento de la presión de poros lo cual conduce a su desplome, ladera abajo”.
Sobre esto Nicolás García indicó que “creemos que el viaducto debió hacerse a través de la Unidad de Gestión de Riesgo, para garantizar la celeridad de tiempos, pero la está haciendo el Invías. Queremos que precisamente el lunes, tanto al gobernador del Meta como a mí nos muestren en qué va, que al fin de cuentas es una solución y una inversión de $100.000 millones, que tiene asignación de recursos y no entendemos por qué no ha podido iniciar”.
En el municipio
Sobre soluciones directas en Guayabetal, desde la emergencia de 2018 se iniciaron los estudios para la construcción de un muro de contención para evitar el riesgo, pero como lo señaló la alcaldesa del municipio, Sonia Moreno, en uno de los comités de gestión de riesgo, para su construcción se requieren cerca de $3.000 millones, que equivalen a la cuarta parte del presupuesto anual del pueblo y lo mismo que se destinó este año para salud.
Asimismo, Corporinoquia, ante la emergencia, hizo la evaluación de la zona y recomendó al municipio dar manejo a las aguas de escorrentía y alcantarillado, en parte, por la pérdida de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales a causa de la socavación que también se presentó el pasado martes en la vereda Primavera. Además, resaltó que parte de las rocas que bajan por el río son producto de deslizamientos, razón por la cual sugirieron hacer constante monitoreo a los mojones y realizar estudios técnicos detallados de todos los puntos, para determinar qué obras de estabilización geotérmica se requieren.
Para la Alcaldía, en este punto será fundamental el trámite de un nuevo EOT en Guayabetal. Según explicó Moreno, en reunión con los afectados, una de las razones por las que no se puede reubicar el barrio Las Perdices a otro lugar es que no hay espacio ni áreas de expansión urbana. De hecho, han tenido problemas para establecer un nuevo centro de salud para el casco urbano. “En diciembre de 2019 quedó radicado el nuevo EOT ante Corporinoquia y un año después lo devolvieron con observaciones, porque estaba incompleto. Nosotros estamos haciendo los ajustes para volver a radicarlo, a la espera de que se pueda aprobar para llevarlo al Concejo. Este tema es sumamente importante. No podemos habilitar suelo si no lo tenemos aprobado”.
Por ahora se esperan las acciones inmediatas para atender a los cerca de 200 damnificados del deslizamiento del pasado martes, pues además de la entrega de mercados y kits de aseo a las familias, la Alcaldía anunció que dará arrendamientos. Pero Isabela Forero, la mujer que también resultó afectada en la emergencia de 2018, no es optimista, pues señala que promesas similares se hicieron hace tres años, que el presidente Iván Duque fue hasta la zona, y al final les pagaron seis meses de arriendo, pero terminaron volviendo a su casa. Creen que esta vez ocurrirá algo similar.
Del otro lado está la atención al municipio. Pues si bien se anunciaron grandes inversiones, el mayor interés se centra en que se den soluciones efectivas, especialmente a las amenazas que cada año tienen que vivir por cuenta de las lluvias, que afectan tanto la vía que comunica al Llano (de la que depende gran parte de su comercio), como a las viviendas del municipio, pues si bien han tenido que adaptarse con los años a las emergencias, lo que les ha servido para evitar tragedias peores, lo que buscan son garantías para que este tipo de cosas no se vuelvan a repetir.
El fuerte sonido que provenía del río Negro despertó a las 4:00 a.m. a gran parte de los habitantes del casco urbano de Guayabetal. En medio de la oscuridad, tronaban las piedras que arrastraba la fuerte corriente y se encendieron las alarmas de una tragedia anunciada: era necesario evacuar de inmediato el barrio Las Perdices del casco urbano, que se encuentra exactamente donde confluyen el afluente y una quebrada, que hace tres años se desbordó.
“Nunca había visto el río Negro tan crecido”, dijo Isabela Forero, quien tiene su casa justo al lado de donde ocurrió una emergencia en 2018 y que esta semana la tuvo que volver a sufrir. Ella se refiere a lo que vivió en la madrugada del pasado martes, cuando los Bomberos y la Defensa Civil llegaron a pedirles a todos los habitantes del barrio que salieran de sus casas.
El afán se dio luego de que los primeros rayos de sol dejaron en evidencia cómo la fuerte corriente había socavado la montaña sobre la que reposa el barrio. Por eso, a las cinco y media de la mañana, comenzó la evacuación y a notarse los estragos de una nueva temporada de lluvias.
Justo al otro lado del río, Gladis Rojas le preparaba el desayuno a su esposo, que trabaja en las obras de la vía al Llano y debía atender un deslizamiento reportado en el kilómetro 58. “Me asomé a ver el río por la ventana, pero lo que me impresionó fue que ya se había ido parte de la ladera. Ya no había árboles ni vegetación. Al rato, lo que empezamos a ver fue cómo comenzaron a caer las casas. Da una enorme tristeza al pensar en lo mucho que a uno le ha costado construir”.
Lo que inicialmente cayó al río fue parte de una vivienda, donde quedaba un bar llamado Los Amigos y la placa huella que sostenía una casa aledaña. El colapso puso en riesgo lo que quedaba en pie de estas estructuras y nueve casas aledañas (una de ellas terminó de caer por completo el viernes), que presentaron fracturas, así como la aparición de una gran grieta en la mitad de la cuadra.
En principio se evacuaron 27 familias, pero luego del balance final de la emergencia se identificaron 74, que habitaban 32 casas en alto riesgo y 43 en riesgo medio. Muchos aprovecharon que el miércoles no llovió para sacar lo que más pudieron de sus casas. Pero no todos corrieron con la misma suerte, pues si bien el bombero Manuel Bustos pudo desarmar parte de su casa en obra, la familia de Karen Ballén ni siquiera pudo volver a entrar a su vivienda. “La nuestra está entre las que se pueden caer. Solo salimos con lo que llevábamos. Luego pudimos sacar ropa y las cosas del colegio, pero nada más”.
Tan solo ese miércoles se registró un movimiento de 0,7 centímetros del terreno. Para la mañana siguiente ya parte de otra vivienda había colapsado. En respuesta, la Unidad de Gestión de Riesgo anunció la construcción de muros para mitigar este tipo de emergencias. “Ya hay un muro viabilizado que alcanzaría a cubrir la zona y estamos haciendo la verificación técnica para conocer si se requieren muros adicionales”, dijo Gina Herrera, directora de la entidad.
Por su parte, el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, anunció la entrega de $10.100 millones para solucionar el problema de las vías, ya que alrededor del 95 % de la red terciaria está colapsada. Con ese dinero, además, aspiran a construir la plaza de mercado y ayudar a las familias. “La propuesta es de ubicar a cada uno en lotes que nos ayuden ellos mismos a buscar. Acá en el municipio es difícil encontrar un predio para hacer la reubicación total en un solo punto, así que la alternativa que los mismos habitantes han propuesto es buscar cada uno un lote, para nosotros poder comprarlo y hacer la construcción”, dijo el mandatario.
La tragedia anunciada
La situación que hoy vive Guayabetal no es nueva. La temporada de lluvias es sinónimo de emergencia. “Todo el municipio está en riesgo”, dice uno de los habitantes ante lo que ha pasado en los últimos años. En agosto de 2018 se presentó una emergencia similar, para la misma fecha en 2019 se quedaron sin servicios, y cada vez que se registra un deslizamiento sobre la vía al Llano son susceptibles a quedar incomunicados con el resto del departamento.
El riesgo viene de varios frentes. El municipio fue primero jurisdicción de Quetame y era conocido como un paradero sobre la vía, que fue creciendo con rapidez sobre una ladera que bordea el río Negro. Lo que nunca calcularon los pobladores fue la fuerza del afluente, que amenaza las viviendas ribereñas cada vez que se crece o se desborda en temporada de invierno, causando emergencias como la de Quebrada Blanca, en junio de 1974, que destruyó parte de la carretera y dejó un trágico saldo de más de 500 muertos (vea el balcón).
Hoy, la magnitud del peligro en el que se encuentra el municipio, incluso, está documentado en su Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT) vigente, el cual indica que el 73 % del área presenta amenazas por geoinestabilidad y el 63 % tiene riesgos por remoción de masas. Estas cifras se reflejan en sus vías interveredales, donde, por causas geológicas, se presentan constantes derrumbes y rodamiento de rocas.
Para completar, por donde se mire en Guayabetal hay montañas, pero sus pobladores están justo sobre la loma que atraviesa la vía Bogotá-Villavicencio. Esto no dejaría de ser un simple punto de referencia si no estuviera a 500 metros del kilómetro 58 de la vía al Llano, famoso por sus constantes derrumbes, como el registrado en junio de 2019, cuando se desprendieron 620.000 metros cúbicos de tierra (como para llenar 250 piscinas olímpicas), de la meseta Mesa Grande, provocando el colapso de un puente de 30 metros y obligando al cierre de la vía por casi tres meses.
Para mitigar este peligro Coviandes instaló un muro de contención flexible sobre el kilómetro 58, para retener el material que cae de la meseta sobre la vía y evitar nuevos cierres, y se tiene prevista la construcción de un viaducto de 800 metros justo al frente de la mesa, el problema es más complejo.
Estudios han confirmado que la inestabilidad del kilómetro 58, que también afecta a Guayabetal, no se debe a la presencia de una avícola en la parte alta de la montaña (como se dijo inicialmente), sino a la excavación que se hizo para la construcción del túnel 13 en la vía al Llano. Es por ello que para el geólogo Gabriel París las obras anunciadas no serán una solución definitiva a los problemas de la vía.
“Es muy pertinente. Pero se debe tener en cuenta que su cimentación estaría bajo las condiciones geológicas reinantes en la zona. Esto es asunto de un buen estudio y diseño, que la ingeniería colombiana esta en capacidad de realizar”, sobre esto, París señala que tanto el Km 58 como el municipio de Guayabetal, se encuentran bajo el contexto geológico de la Cordillera Oriental, compuesto por rocas metamórficas y sedimentarias muy antiguas, con notable fracturamiento y meteorización, y con laderas muy empinadas, lo cual las hace inestables bajo ciertas condiciones climáticas.
Además, indica que son abundantes las fallas geológicas en la cordillera, lo que “permiten la penetración de agua en los macizos rocosos y su eventual deslizamiento, a lo largo de cuñas de roca, lo mismo que la saturación de suelos y el aumento de la presión de poros lo cual conduce a su desplome, ladera abajo”.
Sobre esto Nicolás García indicó que “creemos que el viaducto debió hacerse a través de la Unidad de Gestión de Riesgo, para garantizar la celeridad de tiempos, pero la está haciendo el Invías. Queremos que precisamente el lunes, tanto al gobernador del Meta como a mí nos muestren en qué va, que al fin de cuentas es una solución y una inversión de $100.000 millones, que tiene asignación de recursos y no entendemos por qué no ha podido iniciar”.
En el municipio
Sobre soluciones directas en Guayabetal, desde la emergencia de 2018 se iniciaron los estudios para la construcción de un muro de contención para evitar el riesgo, pero como lo señaló la alcaldesa del municipio, Sonia Moreno, en uno de los comités de gestión de riesgo, para su construcción se requieren cerca de $3.000 millones, que equivalen a la cuarta parte del presupuesto anual del pueblo y lo mismo que se destinó este año para salud.
Asimismo, Corporinoquia, ante la emergencia, hizo la evaluación de la zona y recomendó al municipio dar manejo a las aguas de escorrentía y alcantarillado, en parte, por la pérdida de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales a causa de la socavación que también se presentó el pasado martes en la vereda Primavera. Además, resaltó que parte de las rocas que bajan por el río son producto de deslizamientos, razón por la cual sugirieron hacer constante monitoreo a los mojones y realizar estudios técnicos detallados de todos los puntos, para determinar qué obras de estabilización geotérmica se requieren.
Para la Alcaldía, en este punto será fundamental el trámite de un nuevo EOT en Guayabetal. Según explicó Moreno, en reunión con los afectados, una de las razones por las que no se puede reubicar el barrio Las Perdices a otro lugar es que no hay espacio ni áreas de expansión urbana. De hecho, han tenido problemas para establecer un nuevo centro de salud para el casco urbano. “En diciembre de 2019 quedó radicado el nuevo EOT ante Corporinoquia y un año después lo devolvieron con observaciones, porque estaba incompleto. Nosotros estamos haciendo los ajustes para volver a radicarlo, a la espera de que se pueda aprobar para llevarlo al Concejo. Este tema es sumamente importante. No podemos habilitar suelo si no lo tenemos aprobado”.
Por ahora se esperan las acciones inmediatas para atender a los cerca de 200 damnificados del deslizamiento del pasado martes, pues además de la entrega de mercados y kits de aseo a las familias, la Alcaldía anunció que dará arrendamientos. Pero Isabela Forero, la mujer que también resultó afectada en la emergencia de 2018, no es optimista, pues señala que promesas similares se hicieron hace tres años, que el presidente Iván Duque fue hasta la zona, y al final les pagaron seis meses de arriendo, pero terminaron volviendo a su casa. Creen que esta vez ocurrirá algo similar.
Del otro lado está la atención al municipio. Pues si bien se anunciaron grandes inversiones, el mayor interés se centra en que se den soluciones efectivas, especialmente a las amenazas que cada año tienen que vivir por cuenta de las lluvias, que afectan tanto la vía que comunica al Llano (de la que depende gran parte de su comercio), como a las viviendas del municipio, pues si bien han tenido que adaptarse con los años a las emergencias, lo que les ha servido para evitar tragedias peores, lo que buscan son garantías para que este tipo de cosas no se vuelvan a repetir.