Hip hop, más allá de un estigma
Detrás del festival más grande de este género en Latinoamérica, se erige una escena que busca contribuir a una transformación social en Bogotá. Sus representantes la consideran una herramienta para alejar a los jóvenes de la delincuencia y encaminarlos en su proyecto de vida.
Juan David Moreno Barreto - Felipe García Altamar
Salieron a la calle para asistir a la fiesta más grande del hip hop de América Latina. Mientras el bajo retumba y los cantantes le imprimen a su voz un énfasis contestatario, miles de jóvenes se acercan al Parque Simón Bolívar de Bogotá para asistir a la versión 21 de Hip hop al Parque. A lo lejos, los ciudadanos que desconocen este género observan a los asistentes, hombres y mujeres con ropas abultadas, gorras multicolores y cortes de cabello no convencionales. De entrada, su apariencia puede despertar suspicacias. Ellos, los raperos, lo saben y lo han repetido hasta la saciedad.
Sin embargo, hoy, tras más de 30 años desde que el hip hop llegó a Bogotá, aseguran que el movimiento va mucho más allá del estigma que los ha marcado. Si bien es cierto “se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje”, como Octavio Paz describía a los pachucos (bandas de jóvenes de origen mexicano), los miembros de la cultura hip hop no buscan escandalizar ni irritar a la sociedad. Su preocupación radica en que los demás ciudadanos y las instituciones los reconozcan como actores que tienen nuevas propuestas para contribuir a una transformación social en la ciudad. (LEA: Estos son los cierres y desvíos por ‘Hip Hop al Parque’ 2017)
Sandra Mosquera es conocida en la escena como Midras Queen. Es posible que su nombre y su apodo no les diga mucho a quienes no tienen relación con el movimiento, pero para los raperos bogotanos es casi una institución. Desde hace más de 20 años la han visto en la tarima y hoy transmite sus conocimientos desde la Familia Ayara, una organización dedicada a generar espacios de diálogo y reflexión sobre los temas que tocan a los jóvenes. Ella considera que este es el único género que ofrece diversas opciones para alejar a los jóvenes de las drogas y la delincuencia.
Su objetivo consiste en que ellos encuentren en el hip hop mecanismos para estudiar la sociedad y, de esta forma, entenderla. “Por ejemplo, tenemos un programa que se llama Rap Debate, en el que realizamos ejercicios de discusión. Abordamos temáticas como el reclutamiento forzado o el sí y el no del plebiscito. El objetivo es argumentar sus posiciones”.
¿Pero de qué manera el hip hop puede convertirse en una opción de vida? Quienes han logrado salir adelante a través de la música y las propuestas artísticas sentaron un precedente para las nuevas generaciones. Uno de ellos es Kany, del legendario grupo capitalino La Etnnia, quien asegura que los raperos tienen el desafío de reinventarse a diario para no quedar relegados. “Antes se veían muchas vacas y muy poca leche, es decir que eran muy pocos los que producían. Eso está cambiando, porque nos estamos alejando de ese discurso en el que los pelados se quejaban porque no tenían apoyo. Hoy están creando industria”.
En ese sentido, Midras Queen indica que la vocación debe estar ligada a un bagaje académico: “Uno a veces se encuentra con chinos que dicen: ‘yo quiero ser grafitero’. Eso está bien, pero mejor aún si lo hacen de la mano de una profesión: bien sea el diseño gráfico o las artes… Si quieren cantar, por ejemplo, pueden hacerlo con la ingeniería de sonido”.
Si bien las emisoras siguen siendo renuentes a pasar rap bogotano puro, el que sabe crear una estrategia de difusión de su trabajo es el que sale adelante. Crean estaciones musicales en la web, contactan managers, montan estudios con tecnologías de punta y, a la hora de producir, se valen de técnicas novedosas para sorprender a su público. Por eso, no es raro escuchar rap bogotano con arreglos de música electrónica, samples de ritmos populares o la inclusión de letras que sientan un precedente. Los líderes representativos del movimiento coinciden en que el rap que no se atreve a evolucionar nace muerto.
Para Daniel Melo Bonilla, líder rapero en Bosa y quien rehabilita a jóvenes delincuentes a través del grafiti, la lucha del hip hop consiste en crear estrategias para atacar los entornos violentos. “Le apostamos a generar un poder político que logre una transformación económica, social y cultural”. Asegura que después de lograrlo, tras un trabajo duro, despojarse de los estigmas que se ciernen sobre ellos será un resultado adicional.
Camino del hip hop en Bogotá
La lucha por abrirse un espacio en la agenda cultural de Bogotá se remonta a mediados de la década de los 80’s, cuando niños y jóvenes de barrios populares encontraron en casetes, revistas y videos de rap, traídos por colombianos que viajaban a EE.UU., una forma de escapar a la violencia. No pasó mucho tiempo hasta que empezaron a imitar los bailes y hacia los 90’s conformaron los primeros grupos de rap, como Gotas de Rap, Estilo Bajo y La Etnnia. Se forjaron en pequeños combos de amigos que disfrutaban de recorrer las calles y desahogarse en los suelos con esta danza urbana callejera.
Quisieron ir más allá y dejaron de consumir la industria estadounidense para sentar las bases de la colombiana. A mediados de los 90’s se hicieron dueños de las primeras letras, pistas, casetes y discos con sello capitalino, pero también de coliseos, paredes, espacios callejeros y hasta franjas en radio y TV, en los que sorprendían con su estética, rebeldía y letras explícitas. Fue la primera época dorada, con un auge tal que conllevó a la creación del primer Hip Hop al Parque, bajo la administración Mockus, en 1996.
El papel que ha jugado el festival en todo este proceso, según Edison Moreno, gerente (e) de Música de Idartes, ha sido el de alimentar los proyectos locales y poner la escena bogotana en el mapa mundial, al consolidarse luego de dos décadas como el evento gratuito más importante de la región. "Hip hop al Parque tiene presencia de diferentes expresiones inmersas en este movimiento cultural. El componente académico busca entregar herramientas que fortalezcan los proyectos artisticos. En estos 21 años, el festival ha aportado en la transformación del imaginario que el público en general tiene de esta cultura, teniendo un espacio para que proyectos locales compartan tarima con grandes íconos y leyendas mundiales del movimiento"
Llegaba el nuevo milenio y la evolución del movimiento se creía imparable: cada vez eran más jóvenes atraídos por el movimiento y a las bandas pioneras se sumaron nombres como Tres Coronas, Aerophon Crew, Clan Hueso Duro, Crack Family y Ali a.k.a Mind, como propulsión de lujo para la escena capitalina. Pero la profundización de los estigmas, la falta de trabajo conjunto entre artistas, promotores y emprendedores, y hasta el auge del reggaetón, quitaron espacio a esta revolución cultural.
La resurrección del movimiento ha sido lenta, pero hoy en día vive una segunda era de oro. No solo en la música con la aparición de bandas “millennials” como LosPetitFellas, Nanpa Básico, N.Hardem o Rap Bang Club, algunas de las propuestas que han dado un aire fresco al género. También los grafiteros, hoy solicitados hasta para decorar fachadas, restaurantes y eventos, han visto cómo su arte es mucho más valorado. Los DJs y productores, antes omitidos, hoy gozan de mayor visibilidad, y ni qué decir de los b-|s (bailarines de breakdance) que ahora son incluidos en performances y presentaciones que poco tienen que ver con el hip hop. En los barrios, génesis del movimiento, hay cientos de procesos basados en alguno de los cuatro elementos, que siguen salvando a niños y jóvenes de los peligros de las calles.
Esta reforma la resumen las palabras de Will Martínez, fundador del sello Spectral Enter, responsable de la visita a la ciudad de gigantes como Kase.O, Canserbero o Vico C. “Hemos perdido el miedo y hemos ganado más adeptos. Cada día es más común que gente de cualquier clase social escuche rap sin temor a represalias. Dejó de ser una tribu urbana para convertirse en un movimiento que infiltró todo. Ese tabú del gueto se ha roto”. Como Martínez, son muchos los miembros del movimiento convencidos de que, no solo en Bogotá, sino en todo Colombia, está cerca la gran explosión de una industria seria y robusta, tan necesaria para que los estigmas sigan quedando atrás y, sobre todo, para soportar los procesos culturales en los barrios.
Salieron a la calle para asistir a la fiesta más grande del hip hop de América Latina. Mientras el bajo retumba y los cantantes le imprimen a su voz un énfasis contestatario, miles de jóvenes se acercan al Parque Simón Bolívar de Bogotá para asistir a la versión 21 de Hip hop al Parque. A lo lejos, los ciudadanos que desconocen este género observan a los asistentes, hombres y mujeres con ropas abultadas, gorras multicolores y cortes de cabello no convencionales. De entrada, su apariencia puede despertar suspicacias. Ellos, los raperos, lo saben y lo han repetido hasta la saciedad.
Sin embargo, hoy, tras más de 30 años desde que el hip hop llegó a Bogotá, aseguran que el movimiento va mucho más allá del estigma que los ha marcado. Si bien es cierto “se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje”, como Octavio Paz describía a los pachucos (bandas de jóvenes de origen mexicano), los miembros de la cultura hip hop no buscan escandalizar ni irritar a la sociedad. Su preocupación radica en que los demás ciudadanos y las instituciones los reconozcan como actores que tienen nuevas propuestas para contribuir a una transformación social en la ciudad. (LEA: Estos son los cierres y desvíos por ‘Hip Hop al Parque’ 2017)
Sandra Mosquera es conocida en la escena como Midras Queen. Es posible que su nombre y su apodo no les diga mucho a quienes no tienen relación con el movimiento, pero para los raperos bogotanos es casi una institución. Desde hace más de 20 años la han visto en la tarima y hoy transmite sus conocimientos desde la Familia Ayara, una organización dedicada a generar espacios de diálogo y reflexión sobre los temas que tocan a los jóvenes. Ella considera que este es el único género que ofrece diversas opciones para alejar a los jóvenes de las drogas y la delincuencia.
Su objetivo consiste en que ellos encuentren en el hip hop mecanismos para estudiar la sociedad y, de esta forma, entenderla. “Por ejemplo, tenemos un programa que se llama Rap Debate, en el que realizamos ejercicios de discusión. Abordamos temáticas como el reclutamiento forzado o el sí y el no del plebiscito. El objetivo es argumentar sus posiciones”.
¿Pero de qué manera el hip hop puede convertirse en una opción de vida? Quienes han logrado salir adelante a través de la música y las propuestas artísticas sentaron un precedente para las nuevas generaciones. Uno de ellos es Kany, del legendario grupo capitalino La Etnnia, quien asegura que los raperos tienen el desafío de reinventarse a diario para no quedar relegados. “Antes se veían muchas vacas y muy poca leche, es decir que eran muy pocos los que producían. Eso está cambiando, porque nos estamos alejando de ese discurso en el que los pelados se quejaban porque no tenían apoyo. Hoy están creando industria”.
En ese sentido, Midras Queen indica que la vocación debe estar ligada a un bagaje académico: “Uno a veces se encuentra con chinos que dicen: ‘yo quiero ser grafitero’. Eso está bien, pero mejor aún si lo hacen de la mano de una profesión: bien sea el diseño gráfico o las artes… Si quieren cantar, por ejemplo, pueden hacerlo con la ingeniería de sonido”.
Si bien las emisoras siguen siendo renuentes a pasar rap bogotano puro, el que sabe crear una estrategia de difusión de su trabajo es el que sale adelante. Crean estaciones musicales en la web, contactan managers, montan estudios con tecnologías de punta y, a la hora de producir, se valen de técnicas novedosas para sorprender a su público. Por eso, no es raro escuchar rap bogotano con arreglos de música electrónica, samples de ritmos populares o la inclusión de letras que sientan un precedente. Los líderes representativos del movimiento coinciden en que el rap que no se atreve a evolucionar nace muerto.
Para Daniel Melo Bonilla, líder rapero en Bosa y quien rehabilita a jóvenes delincuentes a través del grafiti, la lucha del hip hop consiste en crear estrategias para atacar los entornos violentos. “Le apostamos a generar un poder político que logre una transformación económica, social y cultural”. Asegura que después de lograrlo, tras un trabajo duro, despojarse de los estigmas que se ciernen sobre ellos será un resultado adicional.
Camino del hip hop en Bogotá
La lucha por abrirse un espacio en la agenda cultural de Bogotá se remonta a mediados de la década de los 80’s, cuando niños y jóvenes de barrios populares encontraron en casetes, revistas y videos de rap, traídos por colombianos que viajaban a EE.UU., una forma de escapar a la violencia. No pasó mucho tiempo hasta que empezaron a imitar los bailes y hacia los 90’s conformaron los primeros grupos de rap, como Gotas de Rap, Estilo Bajo y La Etnnia. Se forjaron en pequeños combos de amigos que disfrutaban de recorrer las calles y desahogarse en los suelos con esta danza urbana callejera.
Quisieron ir más allá y dejaron de consumir la industria estadounidense para sentar las bases de la colombiana. A mediados de los 90’s se hicieron dueños de las primeras letras, pistas, casetes y discos con sello capitalino, pero también de coliseos, paredes, espacios callejeros y hasta franjas en radio y TV, en los que sorprendían con su estética, rebeldía y letras explícitas. Fue la primera época dorada, con un auge tal que conllevó a la creación del primer Hip Hop al Parque, bajo la administración Mockus, en 1996.
El papel que ha jugado el festival en todo este proceso, según Edison Moreno, gerente (e) de Música de Idartes, ha sido el de alimentar los proyectos locales y poner la escena bogotana en el mapa mundial, al consolidarse luego de dos décadas como el evento gratuito más importante de la región. "Hip hop al Parque tiene presencia de diferentes expresiones inmersas en este movimiento cultural. El componente académico busca entregar herramientas que fortalezcan los proyectos artisticos. En estos 21 años, el festival ha aportado en la transformación del imaginario que el público en general tiene de esta cultura, teniendo un espacio para que proyectos locales compartan tarima con grandes íconos y leyendas mundiales del movimiento"
Llegaba el nuevo milenio y la evolución del movimiento se creía imparable: cada vez eran más jóvenes atraídos por el movimiento y a las bandas pioneras se sumaron nombres como Tres Coronas, Aerophon Crew, Clan Hueso Duro, Crack Family y Ali a.k.a Mind, como propulsión de lujo para la escena capitalina. Pero la profundización de los estigmas, la falta de trabajo conjunto entre artistas, promotores y emprendedores, y hasta el auge del reggaetón, quitaron espacio a esta revolución cultural.
La resurrección del movimiento ha sido lenta, pero hoy en día vive una segunda era de oro. No solo en la música con la aparición de bandas “millennials” como LosPetitFellas, Nanpa Básico, N.Hardem o Rap Bang Club, algunas de las propuestas que han dado un aire fresco al género. También los grafiteros, hoy solicitados hasta para decorar fachadas, restaurantes y eventos, han visto cómo su arte es mucho más valorado. Los DJs y productores, antes omitidos, hoy gozan de mayor visibilidad, y ni qué decir de los b-|s (bailarines de breakdance) que ahora son incluidos en performances y presentaciones que poco tienen que ver con el hip hop. En los barrios, génesis del movimiento, hay cientos de procesos basados en alguno de los cuatro elementos, que siguen salvando a niños y jóvenes de los peligros de las calles.
Esta reforma la resumen las palabras de Will Martínez, fundador del sello Spectral Enter, responsable de la visita a la ciudad de gigantes como Kase.O, Canserbero o Vico C. “Hemos perdido el miedo y hemos ganado más adeptos. Cada día es más común que gente de cualquier clase social escuche rap sin temor a represalias. Dejó de ser una tribu urbana para convertirse en un movimiento que infiltró todo. Ese tabú del gueto se ha roto”. Como Martínez, son muchos los miembros del movimiento convencidos de que, no solo en Bogotá, sino en todo Colombia, está cerca la gran explosión de una industria seria y robusta, tan necesaria para que los estigmas sigan quedando atrás y, sobre todo, para soportar los procesos culturales en los barrios.