“Historias &lustres”, la obra que recoge los 140 años de historia de los lustrabotas
A través del cómic, esta obra relata los acontecimientos que marcaron la historia de uno de los oficios más antiguos de la capital.
Juan Camilo Parra
Francisco Londoño llega a las 8:00 de la mañana a la esquina del edificio Murillo Toro, a una cuadra del Palacio Liévano, en el centro de Bogotá. Sus otros dos hermanos trabajan en el Colpatria, y otro a pocos metros de él.
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Francisco Londoño llega a las 8:00 de la mañana a la esquina del edificio Murillo Toro, a una cuadra del Palacio Liévano, en el centro de Bogotá. Sus otros dos hermanos trabajan en el Colpatria, y otro a pocos metros de él.
Se prepara para trabajar junto a su caja de madera de lustrar, la cual lo ha acompañado por más de 30 años a él y también a su hermano mayor, que en paz descanse.
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Pone una silla roja de plástico con un cojín frente a él, para los clientes, y se sienta sobre su caja a esperar a que lleguen los “botines”. Hace sol en el centro de la capital, y ante la pregunta sobre qué piensa de su labor diaria, Francisco contesta: “Es un oficio agradecido, casi patrimonio de nuestra ciudad”.
En esa misma esquina de la calle 12 con 8ª el papá de Francisco presenció la toma del Palacio de Justicia y antes que él, sus abuelos vivieron el Bogotazo y crecieron lustrando los zapatos de presidentes y diplomáticos. El oficio traza casi 140 años de historia y 50 de la creación del cuarto sindicato de lustrabotas, un dato que deslumbró a Raúl Piamonte, un cronista cachaco que reunió esa larga historia en una obra gráfica ilustrada por el historietista Uashis y que da cuenta, por primera vez, del legado histórico de los lustrabotas, como un elemento inserto en los “vasos sanguíneos de Bogotá”.
Una historia “&lustre”
El primer registro histórico del oficio lo encontró Raúl Piamonte en las bibliotecas públicas. En el número 17 del suplemento creado por Alberto Urdaneta, el Papel Periódico Ilustrado, de 1884, donde apareció la foto de un personaje que apertura esta historia: Bola Botín, un pequeño lustrabotas que se dejó fotografiar por Julio Racines.
Bola Botín abre la portada de la publicación Historias &lustres, narrada a través del cómic en cuatro fanzines guardados en una caja que asemeja un cajón para lustrar. “Esto da la génesis de la historia. Al inicio son los niños descalzos, en su mayoría huérfanos, los que aprenden esta labor y empiezan a lustrar al lado de las vías del tranvía. Era una práctica burguesa, ya que, en una sociedad como la bogotana y en general la colombiana, el 90 % de la población andaba en cotizas y alpargatas o descalzo, y solo un 10 % de la población tenía acceso al calzado, es decir, tenías que tener recursos para tener un zapato”, cuenta Piamonte a El Espectador.
Otros dos registros del oficio en Bogotá muestran un retrato que hizo Ricardo Moros Urbina de otro niño lustrador titulado: El Negrito Embolador, de 1905. También otra fotografía tomada por Julián Páez en 1907, que le costó al fotógrafo 50 centavos por cabeza para reunir a varios lustrabotas y hacerles una foto que tituló Grupo de emboladores, en 1907.
Posteriormente, el oficio se fue “aburguesando” cada vez más y lo empezaron a realizar hombres en lugar de niños. Fueron adquiriendo notoriedad entre la sociedad. Pero a ninguno le gusta que los llamen emboladores. “Es despectivo”, dicen algunos. “El origen del término tiene varias teorías, como el hecho de que antiguamente el betún se vendía en una bola, pero estas nunca llegaron aquí. El otro concepto es que en la época de la dictadura de Porfirio Díaz, a los lustradores en México les decían boleros, semejanzas que hicieron que a alguien se le ocurriera decirles emboladores”, mencionó Piamonte.
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La historia de los lustrabotas tiene resonancias con el presente en sitios como el parque Santander y en el pasaje de Rufino José Cuervo. Y períodos convulsos, como la época de 1918, en la que la gripe española golpeó duramente a la sociedad bogotana, más aún a los lustrabotas. El libro reproduce un apartado del cronista Armando Solano que narra la muerte de un pequeño lustrabotas a causa de la epidemia: “Eran dos emboladores, dos gamines pobres y abandonados como casi todos los que alegran nuestras calles”, escribió el periodista en el número 17 de noviembre de la revista Cultura en ese año.
Situación que Francisco Londoño asemeja con lo que pasó en 2020 en pandemia. “Las personas ya no venían a las oficinas, muchos dejaron el trabajo, a otros se los llevó la epidemia. Si había 15 lustradores en la plaza del Rosario, bajaron a seis; en el Santander, donde había más de 20, ya no quedan porque esa zona se la adueñaron”. Incluso, cuentan que Jaime Garzón le compró a un lustrabotas del Santander su cajón para luego darle vida al icónico personaje Heriberto de la Calle.
José Saúl Amézquita es presidente y fundador de la Asociación Distrital de Ilustradores de Calzado, la cual se formalizó hace 50 años, en 1974. Lleva 35 años lustrando: “La historia mía ha sido detrás de una caja de lustrar”. Recuerda que su padre también se ve aludido en la obra gráfica, al ser uno de los fundadores de la sociedad más antigua de lustrabotas que data de 1931: la Sociedad de Lustrabotas de Bogotá. “Este gremio ha sido tan importante, que estuvo presente en todas las instancias del Estado, en las alcaldías, el Concejo, Presidencia”, añade.
Reconstruir memoria
En un taller de narrativa gráfica de Idartes, en la que participaron Raúl Piamonte y el historietista Uashis -cuyo nombre real es Robin Tamayo- se empezó a gestar Historias &lustres. Piamonte ya tenía la idea del libro, pero necesitaba a un dibujante, y Uashis fue el único en interesarse en el tema y convertirlo en fanzine, que pudo ser realidad con autogestión y una beca del Distrito.
“Duramos un año y medio recorriendo las calles, capturando la esencia del oficio y descubriendo su historia. Mi labor era ilustrar a modo de cómic el relato, y ese lenguaje lo que permite es hablar con la gente y hacer un poco de periodismo de hecho, darle énfasis al diálogo, que es lo que caracteriza a los lustradores de calzado”, señala Uashis.
Las páginas del cómic reviven momentos históricos, como los que rodearon la Violencia de 1948, en la cual varios mitos rodearon el noble oficio de los lustrabotas. Uno habla de que a Roa Sierra, el presunto autor material del asesinato de Gaitán, después de salir de la droguería en la que lo tenían capturado esa mañana, lo que lo tumbó, fue un lustrabotas lanzándole su cajón; otro cuento es que luego del Bogotazo el oficio se convirtió en una cofradía de espionaje en el que, aprovechándose de que el gremio ya estaba organizado, los liberales se carnetizaban y se hacían en lugares estratégicos para escuchar los chismes de los conservadores y así gestar la revolución liberal.
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“Otro episodio es en 1929, cuando un capitán de la aviación hace el primer trayecto Nueva York-Bogotá y los lustrabotas reúnen plata y le entregan una caja de lustrar con una placa de oro, durante mucho tiempo me echaron el cuento de que toda la caja era de oro, pero no fue pa’ tanto”, añade Piamonte.
¿En vía de extinción?
Con la entrega oficial de la Casa de los Lustrabotas, en 1954, se cierra el primer capítulo de la historia. La casa aún está en pie en la calle 24A # 26-43, en Los Mártires. El sitio todavía les aporta ganancias a los cuatro sindicatos que prevalecen, aunque cada uno cuenta con cada vez menos integrantes, en parte porque “una constante de los lustrabotas es que todos les dieron educación a sus hijos y esa transmisión de conocimiento e interés se ha ido perdiendo, por eso es importante contar este pasado que refleja también las costumbres y los imaginarios sociales en Bogotá, una ciudad en su mayoría excluyente”, apunta Piamonte.
“El oficio en sí también ha evolucionado, porque después de organizarnos adquirimos capacitaciones para remontar zapatos, especializarnos en otras actividades concernientes con el cuero. Pero es cierto que hoy el trabajo está escaso, a los compañeros que trabajan en la calle les toca duro. Llegan días en que hacen dos o tres lustradas”, señaló Saúl, de la Asociación de Ilustradores.
Agrega que de cara al futuro el sindicato trabajará con las alcaldías locales para fomentar proyectos de educación en calzado y así continuar el legado de los lustrabotas. “Elevaremos un proyecto de iniciativas de trabajo cultural enfocado en la elaboración de artesanías y estructuras de calzado. La idea es incentivar esta profesión en las nuevas generaciones”.
Uashis añade que “las nuevas generaciones merecemos conocer, con este tipo de obras, nuestras procedencias, la historia de los ilustradores está ligada a la historia del calzado en Colombia, vivieron la historia y los hechos históricos de una manera particular”.
Francisco y sus hermanos trabajarán “hasta que se cansen” del futuro del oficio, y agrega que, aunque parece que se está acabando, “nadie reemplazará lo que hace un lustrador de calzado, ni la charla que es sagrada, ni esta tradición. Es la historia de la ciudad, de cómo ha cambiado”, concluye el lustrador.
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