“Huecos asesinos”: cuando el mal estado de las vías se traduce en muerte
Un ciclista y un motociclista murieron tras caer por culpa de un hueco, una falla en la infraestructura vial directamente relacionada con la siniestralidad.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Dos víctimas se suman al osario de 102 fatalidades viales que ha reportado la ciudad en solo dos meses este año. La pasividad de una madrugada de lunes se interrumpió con un accidente en la Primera de Mayo con carrera 71F. El 5 de marzo, un motociclista perdió la vida al caer por culpa de un hueco en la vía y luego ser arrollado por un camión. Un día después, como si de una réplica se tratara, un ciclista perdió la vida en idénticas circunstancias. Lo que varió fue el corredor: avenida Caracas con calle 3, donde el hurto de la tapa de una alcantarilla derivó en esta muerte. Los dos casos, entre diferencias e inoportunas casualidades, evidencian un factor de accidentalidad vial que ya muchos califican como “huecos asesinos”.
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Dos víctimas se suman al osario de 102 fatalidades viales que ha reportado la ciudad en solo dos meses este año. La pasividad de una madrugada de lunes se interrumpió con un accidente en la Primera de Mayo con carrera 71F. El 5 de marzo, un motociclista perdió la vida al caer por culpa de un hueco en la vía y luego ser arrollado por un camión. Un día después, como si de una réplica se tratara, un ciclista perdió la vida en idénticas circunstancias. Lo que varió fue el corredor: avenida Caracas con calle 3, donde el hurto de la tapa de una alcantarilla derivó en esta muerte. Los dos casos, entre diferencias e inoportunas casualidades, evidencian un factor de accidentalidad vial que ya muchos califican como “huecos asesinos”.
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En Bogotá, el 43 % de las muertes en las vías las protagonizan motociclistas y el 12 % los ciclistas, según la Agencia de Seguridad Vial. Ambos encabezan el listado de fallecidos, en parte porque tienen factores externos que juegan en contra. Al estar en vehículos sin chasis, como el de los carros, es su cuerpo el que recibe el 90 % del impacto.
De modo que el estado de la malla vial, perjudicial en sí mismo, exacerba los riesgos cuando se entrelaza con el exceso de velocidad, la baja pericia de algunos conductores y la ausencia de elementos de protección corporal. Para colmo, ya en el terreno, de una selva de cemento como la capital, todo panorama es sujeto de empeorar. Los esfuerzos del Distrito por mantener en buen estado los corredores viales no parece suficiente y el deterioro del asfalto, por el que a diario transitan millones de personas en algunos sectores, salta a la vista.
Inteligencia colectiva
El epíteto de “huecos asesinos” no surgió de la necesidad de escribir un titular de prensa. Lo construyeron los propios motociclistas que a diario ven cómo mueren o resultan heridos algunos compañeros. Miguel Forero, líder motero del colectivo SOS cultura motera, dedica gran parte de su tiempo a prevenir accidentes a causa del deterioro de la infraestructura vial.
Utilizando las redes sociales y canales de mensajería instantánea, Forero comparte información en tiempo real de las anomalías en la red de asfalto de la capital. La magnitud del barrido, directamente proporcional a los lindes de Bogotá, requiere más de una mano amiga, y por eso, celular con cámara en mano, los moteros que colaboran con Miguel reportan los huecos con los que se topan a diario. El dato, que circula luego en chats de motociclistas, les sirve para hacer una clasificación geográfica de dónde están los temidos “huecos asesinos”.
Redes de este tipo cobran especial relevancia en el contexto capitalino. Las cifras oficiales sobre este tema tienden a ir direccionadas a la cantidad de huecos que se tapan o a la jerarquía cualitativa de la malla vial. De ahí que, en paralelo, los chats grupales de WhatsApp, las iniciativas de Miguel e incluso aplicaciones como Waze representen herramientas de información en tiempo real sobre las amenazas en la ciudad.
A partir de la información alojada en estas fuentes, todo parece indicar que la mayoría de baches están en el norte y el occidente de la ciudad. Engativá y Usaquén figuran como las localidades con más huecos. Santiago Asensio, motociclista que frecuenta el sector, señala que en la autopista Norte, antes de la 170, sentido norte-sur, hay un gran hueco. Este punto tiene varios reportes en Waze, pero el hueco sigue ahí.
Nada distinta es la situación en el sur de la ciudad. La particularidad, denuncia Miguel Forero, es el subregistro. A este líder lo secundan otros motociclistas que transitan por el sur. Cristian Guarnizo relata cómo a finales del año pasado sufrió un accidente por un hueco que hay antes de tomar el puente de la autopista Sur con calle 45, antes de llegar al centro comercial, Centro Mayor. Por su parte, Nicolás Caballero, quien usa su moto para trabajar, reporta varios en la entrada a Corabastos, en la diagonal 2 con carrera 79A. De esta manera, los motociclistas han logrado reportar 183 huecos, cifra que, a pesar de los esfuerzos de inteligencia colectiva, estaría bastante por debajo del número real.
Se tapa un hueco y se abren tres más
El año pasado, según la Unidad de Mantenimiento Vial (UMV), la ciudad tapó 23.000 huecos, que correspondían a 28.000 m² de pavimento. La nueva administración se trazó la meta de tapar en las zonas críticas 100.000 m² -60.000 en vías principales y 40.000 en vías secundarias y locales- durante los primeros 100 días de gobierno. De acuerdo con la UMV, cada metro cuadrado corresponde aproximadamente a un hueco. De concretarse el objetivo, la ciudad lograría tapar más de 100.000 baches en los 3.218 kilómetros de vía intermedia y 6.298 de malla vial local.
Por el lado del IDU, la entidad ha dejado claro que arreglar el 100 % de la malla vial costaría $8,9 billones. La astronómica cifra se aleja, por varios ceros, del presupuesto que anualmente invierte la ciudad en este propósito: $300.000 millones. En consecuencia, la entidad prioriza las vías más críticas y establece un plan, casi quirúrgico, para atender el problema. Con base en la clasificación cualitativa del IDU, el 38 % de la malla vial tiene estado bueno; 21 %, satisfactorio, y 12 % bueno, lo que suma 71 % en óptimas condiciones. En contraste, 9 % de las vías presentan calidad pobre; 8 %, muy pobre; 5 %, muy grave, y 7 %, fallado.
Óscar Quintana, tecnólogo en gestión de obras civiles, que ha trabajado como contratista en obras de mantenimiento vial, menciona que Bogotá tiene características intrínsecas que dificultan la labor. “Mientras se tapan unos huecos, aparecen otros. Las lluvias y la deficiente canalización de las vías, en su mayoría por basuras, hacen que la humedad deteriore y dilate las grietas en la vía”. Y añade que “estas grietas se producen por el deterioro normal del asfalto con el paso del tiempo, pero también por el peso de los automóviles”, explicó.
Paralelo a lo anterior, la falta de personal cualificado en las obras de mantenimiento, dice el experto, no hace más que agrandar el problema. “No hay nada peor que un hueco mal tapado, porque en unas semanas se vuelve a abrir e incluso termina por estropear el pavimento, propiciando la aparición de más huecos”, sentenció.
A este remolino de problemas se le suma el robo de tapas de alcantarilla. En Bogotá, a diario, se roban alrededor de ocho tapas. Pese a que el Acueducto repone unas 2.800 tapas al año, la duración y el esfuerzo presupuestal de este proceso implican que las alcantarillas queden al descubierto cierta cantidad de días o incluso meses. Cada hora que un hueco de alcantarilla esté al descuibierto el riesgo es latente.
Bajarle dos cambios
Aterrizar todos los problemas a la siniestralidad, a los huecos, por más que las dimensiones de este problema sean tangibles e innegables, sería cuando menos miope y alejado de la realidad. Así lo cree Carolina Álvarez, coordinadora de Infraestructura en Colombia de la Iniciativa Bloomberg para la Seguridad Vial Mundial. La experta señala que es difícil establecer la relación directa entre los huecos y la siniestralidad, teniendo en cuenta los otros factores, como la velocidad, que influyen en el fenómeno. De hecho, Álvarez señala, con base en su experiencia como investigadora, que la incidencia de los huecos no es del todo clara si se le compara con el factor de la velocidad.
“No se trata solo de tapar huecos. Aquí hay que tener en cuenta el tema de la velocidad. En una ciudad como Bogotá, con altos flujos de congestión en el día, la incidencia de la velocidad no es del 100 %. Pero en las noches, cuando hay menos autos, algunos actores viales se pueden sentir un poco más invitados a aumentar la velocidad. Entonces, cuando tenemos esta mezcla entre velocidades y defectos en la infraestructura, todo termina siendo fatal. Pensemos en un ciclista o un motero que va a 80 km por hora y de repente se encuentra un hueco. El tiempo de reacción es mínimo y el accidente, entonces, es inminente”, apostilla Álvarez.
Una gran mayoría de motociclistas, por su parte, mencionan que el tema de la responsabilidad y la cultura motera no deja de ser clave. “En el colectivo recalcamos que por uno pagamos todos y cuando un motero se porta mal en la vía nos hace quedar mal a todos”, exclama Miguel Forero, quien adelanta campañas de sensibilización con su colectivo. De manera tal que enfrascarse en una cruzada infinita para tapar los huecos no va a solucionar la problemática de la que se alimenta el “asesino” del asfalto. Casi como en cualquier norma ciudadana, la cooperación de los involucrados es clave para salvar todas las vidas posibles.
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