“Iban a reclutarlo”: la ciudad que dio un mejor futuro a los firmantes de paz
Para Pabliny y Silvia, la capital es una selva de cemento difícil. Cada día es una lucha constante, pero haber estudiado y que sus hijos estén lejos de la guerra y canten a la vida, es el agradecimiento a esta ciudad que las recibió hace 8 años.
María Angélica García Puerto
Bogotá cumple 486 años y por eso son millones las historias destacables por contar. Cada habitante de esta capital, ya sean nacidos aquí o llegados de otra región, tiene una historia que contar. No por menos se conoce también como la ciudad de las puertas abiertas, la cual durante el trimestre marzo, abril y mayo, se consolidó entre las seis ciudades colombianas con una tasa de desempleo de un solo dígito, pero también es la ciudad en donde florecer es posible a través de la música y la cultura, como le sucedió a los hijos de Pabliny Cardoso y Silvia Beltrán, dos firmantes de paz que conmemoran el 6 de agosto, recordando los sueños que Bogotá hace posible.
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Bogotá cumple 486 años y por eso son millones las historias destacables por contar. Cada habitante de esta capital, ya sean nacidos aquí o llegados de otra región, tiene una historia que contar. No por menos se conoce también como la ciudad de las puertas abiertas, la cual durante el trimestre marzo, abril y mayo, se consolidó entre las seis ciudades colombianas con una tasa de desempleo de un solo dígito, pero también es la ciudad en donde florecer es posible a través de la música y la cultura, como le sucedió a los hijos de Pabliny Cardoso y Silvia Beltrán, dos firmantes de paz que conmemoran el 6 de agosto, recordando los sueños que Bogotá hace posible.
Y como la ciudad que recibe a todos, nunca ha sido ajena de dar segundas oportunidades a quienes decidieron optar por la paz, brindando no solo un futuro para ellos, sino para sus hijos. Con la firma del Acuerdo entre el Gobierno y las extintas Farc, el 18 de agosto de 2022 oficialmente se lanzó el “Coro Hijas e Hijos de la Paz” de la Orquesta Filarmónica, que tiene como objetivo avanzar en un proceso formativo de los niños como símbolo de la firma, reiterar el compromiso de la sociedad civil y ratificar el vínculo que existe entre la paz y la cultura.
Ese es el caso de los hijos de Pabliny Cardoso de 41 años. Madre de Weiner de 19 años, Juan Andrés de 7 y David Sebastián de 5. Viven en la localidad de Usme y todos asisten al coro desde hace 8 años, siendo los primeros en hacer parte del grupo. “En ese momento tenía tantas dificultades, que mi hijo mayor, que siempre le ha gustado cantar, me dijo que lo llevara y le dije que sí”.
Aunque en su voz se siente un inmenso orgullo por ellos, lamenta que en todo este tiempo no ha podido acompañarlos a los ensayos o presentaciones como quisiera, pues como jefa de hogar, debe llevar el sustento económico no solo para sus hijos, sino a su esposo que tiene una discapacidad física. “Ha sido muy difícil y ellos a veces me reclaman, pero yo me la paso trabajando. Ahorita estoy en el área de gestión de archivo en la Universidad Distrital”.
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Pero este no ha sido su único trabajo en estos casi siete años. Pabliny llegó en 2017 oriunda de Planadas, Tolima. La presión de los grupos armados que hacían presencia y el riesgo de que su hijo Weyner fuera reclutado forzosamente, la llevó a tomar la decisión de irse junto a él y su otro hijo a Bogotá. Fue la Terminal del Norte que los vio llegar, pero no recibir de la mejor manera por al menos una semana. “No sabía a dónde coger. Fue un choque. No era consciente de lo complicada que era la ciudad. Lo grande, lo caótica. Y cuando le hablaba a las personas, nadie me paraba bolas y me discriminaban por ser indígena”.
Ese proceso de adaptarse a Bogotá lo vivió sola con sus hijos pequeños. Pabliny cuenta que vivían en una pieza o hasta en el piso, y para comer, iba a Corabastos para llevarse los alimentos que pudiera. “A mí no me da pena decirlo, porque hoy le agradezco a Dios el empleo que tengo. Pero el cambio fue impactante. Hoy me da risa, pero en ese momento fueron lágrimas”.
Fue entonces que tres meses después -preguntando cada vez más a desconocidos, pues no tenía a ningún familiar o amigo- que llegó a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), donde empezó su proceso como firmante del Acuerdo y por ende un sustento para su familia, de la mano de trabajos como aseadora en centros comerciales y venta de artesanías. “Yo hago manillas, aretes y collares en chaquiras. Y le enseñé a mi esposo que es de Antioquia y yo le ayudo a venderle, mientras cuida a los niños”.
Pabliny resalta que estos siete años en Bogotá, la vida ha sido difícil, pero a la vez asegura que ama vivir acá. Pues no solo le ha dado la oportunidad de estudiar una carrera como Administración Pública, sino, lo más importante para ella, que sus hijos tengan una mejor vida, lejos de la guerra. “Me da tranquilidad saber que ellos están haciendo lo que les gusta y esa es mi motivación. Ellos son la razón de seguir luchando para que tengan esa niñez que no tuve. Para mí ya es ganancia que los haya sacado de allá y aquí tengan una mejor educación y otros proyectos de vida”.
“Aquí pude graduarme de bachiller”
Silvia Beltrán es otra excombatiente a la que su vida cambió por completo luego de la firma del Acuerdo de Paz. Era presa política y el 20 de abril de 2016 salió de la cárcel en Bogotá. Embarazada, de su hijo mayor, Milan Urquina, quien ahora tiene 7 años, se enfrentó a una ciudad feroz. “Ha sido muy duro porque uno se crio en silencio y acá todo es bulla, mal ambiente”.
Relata que los primeros años fueron muy duros. Su hermana le dio una mano, pero al final, cuando salía y rebuscaba lo del día, fueron incontables las veces que se perdió. “Me equivoca de estación y me tocaba devolverme a pie. Fue una experiencia muy dura. No tenía trabajo porque veían que estaba embarazada. Entonces a mi esposo le tocó venir de Florencia, Caquetá, pero pasamos dificultades por dos meses mientras él encontraba un trabajo estable”.
Para sostener el hogar, Silvia trabajó día y noche fabricando peluches y muñecos hasta que logró ahorrar para un negocio de pañalera que actualmente administra. Aunque hay una mayor estabilidad económica, al igual que Pabliny, este sacrificio tampoco le ha permitido poder llevar a sus hijos a los ensayos del Coro de la Paz entre semana. “Milan entró por una compañera. A él le gusta demasiado el piano y la guitarra. Él está muy contento porque aprende y socializa con otros niños”.
Aunque la vida no ha sido fácil, Silvia asegura que encontró oportunidades en el estudio y se pudo graduar como bachiller. “Si nos vamos al campo no habría estas oportunidades, ni para mis hijos”.
El 6 % de los firmantes de Paz viven en Bogotá
Según un informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) con corte a junio, el 80 % de los firmantes de paz habitan en las ciudades y en Nuevas Áreas de Reincorporación. Es decir, de los 12.083 excombatientes, solo el 6 % está en Bogotá, un 39 % se concentra en los departamentos de Meta, Antioquia, Cauca y Caquetá, y el 2,1 % en el exterior o pendiente por reubicar. Desde la Consejería Distrital de Paz, Víctimas y Reconciliación de Bogotá, indicaron que en relación con el punto 3 del Acuerdo (Fin del Conflicto), están trabajando con la Agencia Nacional de Reincorporación, para fortalecer la reincorporación urbana. “Esto se pensó como algo rural, pero cuando la seguridad empieza a ser un obstáculo, los firmantes empiezan a desplazarse a las ciudades. Por eso hay que tener una ruta de estabilización socioeconómica, para así fortalecer el componente de empleabilidad o emprendimiento urbano, que les permita tener proyectos de vida sostenibles financieramente”, aseguró la consejera, Isabelita Mercado.
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