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Cuando la normativa para el cannabis medicinal en Colombia tocó en 2015 las puertas del Congreso y por fin en 2017 culminó la reglamentación para los procesos de producción, cultivo y transformación de la mata para fines científicos, Samuel Mateus y sus socios tramitaron y obtuvieron en 2018 una licencia para ubicar su cultivo en La Mesa (Cundinamarca). Estos emprendedores le venían siguiendo la pista a la regulación, para consolidar su empresa Cannabis House, que en 2017 empezó vendiendo productos traídos del Cauca, amparados en un decreto que permitía vender productos ancestrales.
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Luego, cuando llegó la ampliación del marco legal del cannabis a productos cosméticos, se expandieron: registraron sus artículos ante el Invima, y Cannabis House comenzó a vender productos que fabricaban con plantas de su cultivo, logrando entrar a cadenas de supermercado y a tener 600 puntos externos en el país y seis tiendas físicas en Bogotá. “Sabíamos que este mercado tenía posibilidades en lo medicinal. Ahora son muchas más con los cosméticos, temas industriales y tratamientos médicos”, compartió Mateus, su representante legal.
Cuna de la industria del cannabis
Ese olfato para los negocios, que en su momento tuvieron estos emprendedores, ahora parece tenerlo la administración distrital que, lejos de prejuicios o temores, ve en la nueva regulación una gran oportunidad para la capital. Por eso decidió estructurar un plan para apoyar con recursos públicos nuevos emprendimientos y convertir a Bogotá en el principal nodo del cannabis industrial en el país. “Pocas veces sale la oportunidad de crear nuevas industrias, y esto es algo que Bogotá quiere aprovechar”, indicó Alfredo Bateman, secretario de Desarrollo Económico, quien lidera el proyecto.
La apuesta tiene lógica. Según un estudio de Fedesarrollo, entre el 25 y 30 % de la producción nacional de la planta para este nuevo sector de la economía se producirá en Cundinamarca, lo que representa que la capital tiene la oportunidad de ser el gran centro de transformación y valor agregado de la industria cannábica en el país. Para sacar adelante la iniciativa, la administración contempla destinar inicialmente $500 millones, para impulsar 55 unidades productivas en seis meses. La mayor parte de los recursos se destinarán a fortalecimiento empresarial ($7 millones por cada una). Luego, de las 55 se elegirán 10, que podrán acceder a $10 millones para financiar sus proyectos.
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Vale aclarar que no se entregará dinero, sino bonos redimibles para actividades específicas. La selección de los beneficiados se hará a través de concurso de méritos, en el que podrán participar productores, transformadores o comercializadores de productos y/o servicios con cannabis, mínimo con un año de constitución legal como empresa y con domicilio en Bogotá. Este plan, según Desarrollo Económico, será parte de una línea del Fondo Cuenta Distrital de Innovación, Tecnología e Industrias Creativas (Fitic).
“Queremos hacer ruedas de negocio, de internacionalización, de diálogo con la industria para ver cómo Bogotá puede aprovechar este año esas oportunidades. Pero tal vez lo más concreto en esa línea especial del Fitic es fortalecer y financiar al menos 55 unidades productivas de la industria”, señaló el secretario Bateman.
De acuerdo con la administración, se abrirá una licitación en el segundo semestre del año. Por ahora se avanzará en un diálogo con toda la industria del cannabis y con los gremios que existen, para “mapear muy bien los posibles beneficiarios de la línea física”. Bateman agrega que para evitar que estos apoyos no caigan en la ilegalidad (uno de los grandes temores de los detractores de la legalización del uso industrial del cannabis) se tiene una ventaja: “Esta es una industria regulada, que debe tener permisos y autorizaciones, y parte de las condiciones de la convocatoria es trabajar con estas empresas, con todo en regla. Eso significa que se reduce el nivel de riesgo”.
Oportunidad
La estrategia evidentemente servirá para facilitarles el camino a los nuevos empresarios, quienes ya no tendrían las dificultades de los pioneros de este sector, en especial con el sector financiero. De acuerdo con Mateus, de Cannabis House, ellos nunca conocieron ayudas del Distrito, por lo que su primera opción fue pedir créditos a los bancos, pero se llevaron varias sorpresas. “La primera cuenta que tuvimos fue en el banco Itaú y a la señora que nos la abrió casi la despiden”, indicó. En esa labor de abrir camino descubrieron que los bancos decían no estar autorizados para abrir cuentas a empresas que trabajaran con cannabis. La cuenta que hoy tienen tardaron tres años en abrirla.
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Y es que, a pesar del avance actual de la legislación, parece que la palabra cannabis aún asusta y genera sesgos no solo en el sector financiero, sino también en la sociedad. La falta de difusión de las normas que regulan el nuevo mercado ha obligado a los emprendedores a tener que explicar a diario, a sus clientes potenciales, que por tener un cultivo de marihuana, su trabajo no es ilegal, algo contradictorio si se tiene en cuenta que sus principales compradores son personas mayores, con dolencias físicas y con una capacidad adquisitiva media alta, pues son productos cuestan en promedio $ 50.000.
Crecer más
Pero el tema parece tener un horizonte más amplio, al menos desde los empresarios. Más allá de la idea del Distrito de apoyar emprendimientos de cannabis industrial y medicinal, por su gran potencial empresarial, algunos de los posibles beneficiarios piden ser más ambiciosos, para aprovechar por completo ese potencial. Como lo plantea la empresa Autocultivo Cachaco, emprendimiento que desde hace cinco años asesora a ciudadanos que quieren tener sus cultivos. Según Diego Vargas, su representante legal, “en todo el mundo hay clientes para este producto”. Explica que muchas personas mayores de 20 años están interesadas en tener su planta de cannabis en casa. “Trabajamos con el cannabis, porque es un mercado emergente. Le tenemos mucha fe a esta industria, con un potencial enorme”.
Este último argumento lo apoyan otras voces que apuntan a que es hora de que en Colombia se rompa esa brecha de quedarse en lo microeconómico. “Difícilmente se está analizando este tipo de industrias desde la ciudad”, dice Martín Jaramillo, consultor en temas empresariales. Para él, el comercio del cannabis ofrece oportunidades gigantes en distribución y en consumo”.
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La clave, insiste, es que todo se haga de manera legal, con registro sanitario incluso, que permitan apartar los efectos negativos de la distribución (tráfico de drogas y la criminalidad), ya que “todas las cadenas de producción del mercado de cannabis están ahí, listas para ser potenciadas no solo en Colombia, sino a nivel mundial”. Eso sí, aclara que de hacerlo debe ser a tiempo, pues cuando un mercado grande como Estados Unidos o Canadá se abra de manera más contundente a la importación, se beneficiarán solo las ciudades que le apostaron temprano.
Y para esto ya varios empresarios se vienen preparando, por sus medios, a pesar de tener dificultades particulares. Es el caso de Domitila Paipa, una mujer de Duitama (Boyacá) que desde hace 17 años se dedica a entender de manera empírica las propiedades del cannabis y otras plantas que siembra, recoge, trata y realiza productos medicinales, con el apoyo de 50 adultos mayores. Sin embargo, su tropiezo ha sido el Invima, entidad a la que ella le ha “rogado para poder ser escuchada y registrar sus productos”.
O el caso de Kevin Jhoel Zuluaga, quien tiene la experiencia, pero no tiene dónde hacer crecer su negocio. Con un cultivo pequeño, en su vivienda, comercializa aceites, pomadas, hidratantes labiales y cutáneos, y medicina para mascotas con cannabis, a través de su emprendimiento Aborigen Cannabis. “Está marca nació gracias a mi madre. Ella se curó del cáncer de mamá gracias al tratamiento con cannabinoides. Nosotros vendemos productos todos los días, más que todo a pacientes y a médicos. También ofrecemos cannabis de tipo recreativo a través de la repostería”, compartió Jhoel.
Los retos para el Distrito
Aunque la idea del Distrito de ser pioneros en la industria es un gran paso, los productores que se podrían beneficiar piensan que se deben contemplar otras ayudas. Para Jhoel, por ejemplo, una gran ayuda sería tener la posibilidad de contar con un espacio para plantas. “Si nos pudieran donar espacios verdes, para criar el cannabis, ese sería el mayor incentivo”.
Y es que para cada empresario las necesidades son diferentes. Para Diego Vargas, de Autocultivo Cachaco, una ayuda sería espacios de relacionamiento: “Somos una nueva industria, necesitamos más networking (contactos). Hay muchas personas que se están especializando en algunas cosas y todos necesitamos de todo. Eventos y festivales, sería buenísimo como para relacionarnos”.
Por su parte, para Samuel Mateus, de Cannabis House, una gran ayuda sería el acceso a un crédito especial para este sector. “Nosotros vemos que hay muchos créditos condenables y subsidios, pero para temas de cannabis hay uno absurdo, que les exigen a las empresas facturar más de $2.000 millones para acceder a ese subsidio”.
Julián Quintero, investigador de la Corporación Acción Técnica Social (ATS), creadores del proyecto Échele Cabeza, agrega un contexto más social: “Es importante que se fijen cuotas beneficiando a ciertos grupos víctimas de la guerra contra las drogas, madres cabeza de familia, empresas en contextos de violencia o de conflicto, y que los subsidios no sean grandes para pocas empresas, sino pequeños para muchas”.
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El cannabis definitivamente es una industria por explorar y conocer, con emprendedores que tienen múltiples necesidades por suplir, antes de llegar a la consolidación. El horizonte está planteado y Bogotá ya se está adelantando a lo que podrá ser una industria con gran proyección. Lograr que se consolide como alternativa y no como problema será producto de los buenos resultados de la semilla que se siembra.
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