Agresiones e intolerancia en colegios: ¿El reflejo de una sociedad violenta?

Hablar de hostigamiento y agresiones en entornos académicos pareciese que se ha vuelto parte del paisaje  en medio de un país con una historia cargada de violencia como lo es Colombia. No obstante, la mayoría de los casos que se reportan ocurren entre estudiantes, aunque, como todo, tiene sus excepciones.

Hablar de hostigamiento y agresiones en entornos académicos pareciese que se ha vuelto parte del paisaje  en medio de un país con una historia cargada de violencia como lo es Colombia. No obstante, la mayoría de los casos que se reportan ocurren entre estudiantes, aunque, como todo, tiene sus excepciones.

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Conmoción ha generado un video en redes sociales con el testimonio de Dalia, una docente del Colegio Costa Rica, ubicado en la localidad de Fontibón, y quien afirma haber sido agredida por una estudiante de grado undécimo el pasado miércoles, 19 de julio, por pedirle que dejara de usar el celular en clase.

Conforme con su relato llevaba apenas seis días en la institución educativa, como profesora provisional, y por ello le aclaró a sus estudiantes las normas que a su parecer eran indispensables, pedagógicamente hablando, para respetar los espacios de aprendizaje:

“Llevo seis días en una provisional en un colegio de Fontibón. Expliqué a los estudiantes jocosamente la importancia de no utilizar celular en clase, debido a que rompe la relación social si no se usa considerando tiempo y espacio”, relata, agregando que en ese momento le pidió a una de sus alumnas que dejara de usar su dispositivo.

“Te estoy hablando a ti y a todos. Guárdalo”, le dijo. La respuesta de la joven fue desafiante: “No, de malas. No lo voy a guardar’”. Ante la respuesta, la docente le pidió que se fuera de la clase, porque le estaba faltando al respeto a ella y a sus compañeros, a lo que su contestación fue “No me salgo, ni guardo el teléfono”.

Momentos después optó por quitarle el celular y fue cuando comenzó la agresión. “La estudiante se me abalanzó, me empujó duro y me arrinconó contra la pared... Grité ‘¡por favor, alguien que filme esta agresión!’, pero nadie respondió. Vi que la chica cerró la puerta del salón con seguro, se recogió el cabello y se arremangó su camisa. Se dirigió nuevamente a mí, mientras yo intentaba retomar atención de los estudiantes. Aunque pedí auxilio a los otros alumnos, uno solo atinó a decir: ‘profe, si nos metemos se agranda el problema’”, señaló.

Tras conocerse el caso la Secretaría de Educación afirmó que se actuó de manera inmediata y coordinada, para brindar el apoyo necesario a todas las personas involucradas y hacer seguimiento oportuno. Esto sumado a que este viernes se citó a un comité de convivencia escolar.

No obstante, una versión diferente tiene Dalia, quien afirmó en entrevista con ‘Blu Radio’ que “No hay protocolos para estos casos” y que no se intervino.

En este sentido la respuesta de la cartera distrital es que sí se activó el protocolo, pues después del incidente se citó a la madre de la alumna agresora, se le comentaron los hechos y se inició un proceso de investigación, pues en este tipo de situaciones los integrantes del Comité de Convivencia tendrán que escuchar las dos versiones, sumado al testimonio de quienes estaban dentro del aula.

Frente a esta situación, y sobre las agresiones en general en contextos educativos, el experto en educación Julián de Zubiría afirma que es incorrecto creer que la violencia se origina en los colegios:

“En un país que convive con múltiples tipos de violencia política, económica, social y familiar, es comprensible que también se presente violencia en las escuelas.  En Colombia es común que los conflictos terminen en riñas y que se tiendan a resolver de manera violenta. Un dato muy preocupante es que la mitad de los niños son violentados por sus propios padres de familia en sus hogares. Estas violencias se trasladan a los colegios. El acoso que se presenta en los salones es generado por la sociedad violenta que hemos construido durante décadas”, indica, señalando además que se tiene que favorecer la solución dialogada y pacífica de conflictos.

El panorama de hostigamiento entre estudiantes

Las métricas del Sistema de Alertas de la Secretaría Distrital de Educación indican un panorama de casos al alza. Mientras el año pasado se reportaban en promedio 186 reportes mensuales, en lo corrido de 2023 la cifra alcanza 261 registros. Cifras que, con corte a junio de 2023, consolidan un total de 7.852 casos desde 2014. Sin embargo, existe una singularidad y es que el 90 % de los casos han sido denunciados en instituciones públicas y el 10 % en privadas.

A simple vista, se podría concluir que las instituciones distritales serían más violentas, pero sería una apreciación errada si no se tiene en cuenta el alcance de cobertura educativa en la capital.

Vamos a explicarlo: de los cerca de ocho millones de habitantes de Bogotá, 1,5 millones tienen entre 5 y 19 años; es decir, están en edad para cursar primaria o secundaria. De ellos, el 50,7 % son hombres y el 49,3 % mujeres.

Para educarlos a todos, según la Secretaría de Educación, hay casi 400 instituciones distritales, que tienen 750 sedes en las 20 localidades. Allí se educan casi 800.000 estudiantes. El resto son colegios o jardines privados, donde estudian 450.000 alumnos.

De manera que es preciso analizar esta problemática desde las tasas y no desde los números escuetos. Según Andrés Felipe Avendaño, jefe de la Oficina para la Convivencia Escolar, las localidades con mayor media de reportes por cada 1.000 alumnos en colegios públicos son San Cristóbal (52,58), Santa Fe (39,33) y Suba (15,48). Mientras que en colegios privados la lista la encabezan las localidades de Santa Fe (11,44) y Chapinero (5,41).

¿Qué hacer?, ¿cómo intervenir?

En este aspecto de Zubiría propone dos cosas: vincular a toda la comunidad en la solución de los conflictos y entender que la educación es un proceso de formación y no de instrucción:

“Como afirma Enrique Chaux, el 86 % de los casos de acoso se detienen cuando el grupo actúa para defender al agredido y poner límites al agresor. Debemos entender que el acoso no es un problema solamente entre agresor y agredido. A todos nos compete y, por eso, todos tenemos que intervenir. Eso significa que en todos los colegios debemos empoderar a los grupos de estudiantes para que intervengan cuando se descalifica a se generaliza la burla en un aula de clase. Los profesores debemos crear un clima de confianza con los estudiantes para que se denuncien los casos y un clima participativo para que todos intervengan en la solución de los problemas”, puntualiza.

Por su parte, Dalia anunció que ya hay acciones legales en curso en contra de las estudiantes que la habrían agredido, de manera que tendrán que hacer intervención tanto el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -icbf-, la Fiscalía General de la Nación y la Policía de Infancia y Adolescencia. Mientras a la par se avanzará en la indagación y en las sanciones disciplinarias correspondientes que pueden entregar tanto la institución como la Secretaría de Educación.

“Los estudiantes jamás son enemigos de los docentes, pero mi responsabilidad es seguir los conductos legales. Lo que yo siempre he enseñado a mis alumnos es que hay que asumir las cosas, y estos hechos tienen que quedar en la retina de la comunidad educativa”, indicó Dalia.

A lo que el experto en educación agrega que el problema no son los conflictos, porque estos siempre existirán, “lo que necesitamos es que los conflictos no se conviertan en agresiones y en relaciones de poder. Es por eso que todos los niños desde pequeños deben aprender a manejar y resolver conflictos. El problema es que nuestra cultura es demasiado individualista e invita a las personas a salir adelante poniendo zancadillas a los otros. En este terreno, las escuelas tienen que asumir un papel principalmente contra-cultural, favoreciendo el trabajo en equipo y la solidaridad”, asevera.

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