Intoxicados por fabricar bombillos
El sindicato Sintravidricol representa a doce trabajadores enfermos, luego de trabajar en una fábrica de bombillos.
Susana Noguera Montoya
En el año 2000, Edilson Durán pasó de fabricar lácteos a ser operario de una máquina de bombillos fluorescentes, en la que se usaba mercurio líquido. Sin preparación, empezó a manipular grandes cantidades del metal pesado, en una máquina que operaba a temperaturas superiores a los 40 grados centígrados. Como el metal pasaba de estado sólido a gaseoso (que es más venenoso), él lo respiraba continuamente por no tener la protección adecuada. Así pasó más de una década. Hoy sufre de trastornos de sueño, temblores incontrolables en las manos y sus funciones cognitivas han disminuido. La razón de sus males está en su historia médica: intoxicación por mercurio.
Los últimos exámenes que se hizo mostraron que tiene 220 miligramos de mercurio por cada litro de sangre, cifra alarmante si se tiene en cuenta que lo máximo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es 21 miligramos por litro. La multinacional Havells Sylvania, empresa para la que trabajaba, dice Durán, no lo ha indemnizado por los daños que el químico causó en su salud. Ahora, además del constante malestar, tiene miedo a quedar “enfermo y sin trabajo”, porque la empresa está en proceso de reconversión tecnológica y van a cerrar su línea de trabajo.
Durán empezó a notar los primeros cambios en su organismo cuando cumplió diez años de labores en la fábrica. Sudaba mucho, temblaba y no dormía bien, pero le atribuía los males al ritmo de trabajo o a la edad. No le prestó mayor importancia hasta que hospitalizaron a uno de sus compañeros por intoxicación con mercurio. Comenzaron a hacerle un tratamiento conocido como quelación: le administraron de forma intravenosa una sustancia para revertir los efectos tóxicos del metal.
A raíz de ese caso y conociendo sus síntomas, Durán se hizo exámenes. El primero indicó que tenía 350 miligramos de mercurio por litro de sangre. La EPS le dijo que no tenía cómo tratar una intoxicación tan severa y lo remitió a la Administradora de Riesgos Laborales (ARL). La ARL lo mandó a la Clínica Colsubsidio, pero allá le dijeron que nunca habían manejado niveles tan altos de mercurio y lo enviaron a la clínica San José Infantil. Al ver los exámenes, lo internaron de inmediato, porque tenían que bajar los niveles de mercurio antes de que afectara sus órganos. Pasó la Navidad de 2013 hospitalizado.
Mientras lo “quelaban”, recordó que la empresa les hacía exámenes a todos sus trabajadores cada seis meses, pero nunca les mostraron los resultados. Cuando salió del hospital, fue a la oficina de recursos humanos a pedir los resultados de los exámenes anteriores, pero no se los entregaron. Desesperado con la situación, empezó a indagar y se dio cuenta de que muchos de sus compañeros sufrían síntomas parecidos: ardor en los ojos, gingivitis tan severa que se les caían los dientes, temblores continuos y dificultad para reaccionar ante estímulos externos. En busca de apoyo, Durán entró al sindicato Sintravidricol y juntos hicieron un derecho de petición para exigir los resultados de sus exámenes. Cuando los recibieron, se dieron cuenta de que enfrentaban “un monstruo de problema, con más de doce trabajadores intoxicados”.
Por ejemplo, el historial de exámenes de Durán muestra que en el 2003 alcanzó niveles de 170 miligramos de mercurio por cada litro de sangre. La empresa tuvo que haberle avisado los riesgos y haberlo sacado de la planta por un tiempo, para evitar que se enfermara, como lo explica el doctor Samuel Osorio, médico que ha tratado este tipo casos. Pero no lo hicieron. Cuando Durán le preguntó a la jefa de recursos humanos por qué no lo hicieron, ella le contestó que habían cometido errores en el pasado, pero que estaban haciendo ajustes en los protocolos de seguridad para que no siguiera pasando. “Esa respuesta fue ofensiva. Afectaron mi salud, mi calidad de vida. Tengo 39 años y debo tomar decenas de pastillas para mantenerme en pie. ¿Cómo van a decir que fueron errores?”, critica Durán.
Debido a todos los descuidos, el Ministerio de Trabajo emitió un acto sancionatorio por cinco cargos contra la empresa Havells Sylvania Colombia, entre los que está “presunta vulneración de la ley que regula la seguridad en productos químicos en el trabajo”. Este acto administrativo, según explica Daniel Jaramillo del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, no tiene por objeto reparar el perjuicio a los trabajadores, sino incentivar a la empresa a que cambie sus protocolos para prevenir accidentes futuros. Para resarcir los daños, cada afectado tiene que demandar a la empresa.
Ahora los miembros del sindicato no solo luchan por su salud. Muchos trabajadores temen que la empresa los despida, ya que inició un proceso de reconversión tecnológica y están acabando la línea de manufacturas de lámparas fluorecentes. Así lo explica Ana María Escobar, líder sindical: “Fueron indolentes con nuestra salud y ahora quieren dejarnos desempleados y enfermos. Entablaremos una demanda contra la empresa para que se haga cargo de las cuentas médicas de los afectados y nos aseguren trabajo. No queremos que se laven las manos después del daño que nos hicieron”.
La respuesta del fabricante de lámparas
Al consultar a la empresa Havells Sylvania, explicó que las actividades de la empresa, en sus 50 años en Colombia, han estado orientadas a cumplir las normas del medio ambiente, seguridad industrial y salud ocupacional. Aunque reconocieron que usan mercurio para fabricar lámparas fluorescentes, dicen que lo han hecho bajo estrictos controles. Ahora, como plan de mejoramiento, hay un proyecto de cambio del mercurio líquido por amalgama, para minimizar el riesgo del personal. Sin embargo, señaló la empresa que desde 2013 se ha replanteado la continuidad de la manufactura local, por las prohibiciones del Gobierno para fabricar sus lámparas y porque sus productos no tienen mercado, razón que los ha llevado a disminuir gradualmente la producción y la planta de personal. “Las denuncias conocidas por ustedes son ya de conocimiento de las autoridades laborales, que investigan la naturaleza de los hechos. Consideramos que son las autoridades el canal adecuado para resolver, aclarar y manifestarse sobre las supuestas denuncias y evaluar y reconocer el desempeño de nuestra empresa, en relación con el deber de velar por el bienestar laboral de los trabajadores y el cumplimiento de los indicadores de seguridad y salud laboral”, concluye.
En el año 2000, Edilson Durán pasó de fabricar lácteos a ser operario de una máquina de bombillos fluorescentes, en la que se usaba mercurio líquido. Sin preparación, empezó a manipular grandes cantidades del metal pesado, en una máquina que operaba a temperaturas superiores a los 40 grados centígrados. Como el metal pasaba de estado sólido a gaseoso (que es más venenoso), él lo respiraba continuamente por no tener la protección adecuada. Así pasó más de una década. Hoy sufre de trastornos de sueño, temblores incontrolables en las manos y sus funciones cognitivas han disminuido. La razón de sus males está en su historia médica: intoxicación por mercurio.
Los últimos exámenes que se hizo mostraron que tiene 220 miligramos de mercurio por cada litro de sangre, cifra alarmante si se tiene en cuenta que lo máximo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es 21 miligramos por litro. La multinacional Havells Sylvania, empresa para la que trabajaba, dice Durán, no lo ha indemnizado por los daños que el químico causó en su salud. Ahora, además del constante malestar, tiene miedo a quedar “enfermo y sin trabajo”, porque la empresa está en proceso de reconversión tecnológica y van a cerrar su línea de trabajo.
Durán empezó a notar los primeros cambios en su organismo cuando cumplió diez años de labores en la fábrica. Sudaba mucho, temblaba y no dormía bien, pero le atribuía los males al ritmo de trabajo o a la edad. No le prestó mayor importancia hasta que hospitalizaron a uno de sus compañeros por intoxicación con mercurio. Comenzaron a hacerle un tratamiento conocido como quelación: le administraron de forma intravenosa una sustancia para revertir los efectos tóxicos del metal.
A raíz de ese caso y conociendo sus síntomas, Durán se hizo exámenes. El primero indicó que tenía 350 miligramos de mercurio por litro de sangre. La EPS le dijo que no tenía cómo tratar una intoxicación tan severa y lo remitió a la Administradora de Riesgos Laborales (ARL). La ARL lo mandó a la Clínica Colsubsidio, pero allá le dijeron que nunca habían manejado niveles tan altos de mercurio y lo enviaron a la clínica San José Infantil. Al ver los exámenes, lo internaron de inmediato, porque tenían que bajar los niveles de mercurio antes de que afectara sus órganos. Pasó la Navidad de 2013 hospitalizado.
Mientras lo “quelaban”, recordó que la empresa les hacía exámenes a todos sus trabajadores cada seis meses, pero nunca les mostraron los resultados. Cuando salió del hospital, fue a la oficina de recursos humanos a pedir los resultados de los exámenes anteriores, pero no se los entregaron. Desesperado con la situación, empezó a indagar y se dio cuenta de que muchos de sus compañeros sufrían síntomas parecidos: ardor en los ojos, gingivitis tan severa que se les caían los dientes, temblores continuos y dificultad para reaccionar ante estímulos externos. En busca de apoyo, Durán entró al sindicato Sintravidricol y juntos hicieron un derecho de petición para exigir los resultados de sus exámenes. Cuando los recibieron, se dieron cuenta de que enfrentaban “un monstruo de problema, con más de doce trabajadores intoxicados”.
Por ejemplo, el historial de exámenes de Durán muestra que en el 2003 alcanzó niveles de 170 miligramos de mercurio por cada litro de sangre. La empresa tuvo que haberle avisado los riesgos y haberlo sacado de la planta por un tiempo, para evitar que se enfermara, como lo explica el doctor Samuel Osorio, médico que ha tratado este tipo casos. Pero no lo hicieron. Cuando Durán le preguntó a la jefa de recursos humanos por qué no lo hicieron, ella le contestó que habían cometido errores en el pasado, pero que estaban haciendo ajustes en los protocolos de seguridad para que no siguiera pasando. “Esa respuesta fue ofensiva. Afectaron mi salud, mi calidad de vida. Tengo 39 años y debo tomar decenas de pastillas para mantenerme en pie. ¿Cómo van a decir que fueron errores?”, critica Durán.
Debido a todos los descuidos, el Ministerio de Trabajo emitió un acto sancionatorio por cinco cargos contra la empresa Havells Sylvania Colombia, entre los que está “presunta vulneración de la ley que regula la seguridad en productos químicos en el trabajo”. Este acto administrativo, según explica Daniel Jaramillo del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, no tiene por objeto reparar el perjuicio a los trabajadores, sino incentivar a la empresa a que cambie sus protocolos para prevenir accidentes futuros. Para resarcir los daños, cada afectado tiene que demandar a la empresa.
Ahora los miembros del sindicato no solo luchan por su salud. Muchos trabajadores temen que la empresa los despida, ya que inició un proceso de reconversión tecnológica y están acabando la línea de manufacturas de lámparas fluorecentes. Así lo explica Ana María Escobar, líder sindical: “Fueron indolentes con nuestra salud y ahora quieren dejarnos desempleados y enfermos. Entablaremos una demanda contra la empresa para que se haga cargo de las cuentas médicas de los afectados y nos aseguren trabajo. No queremos que se laven las manos después del daño que nos hicieron”.
La respuesta del fabricante de lámparas
Al consultar a la empresa Havells Sylvania, explicó que las actividades de la empresa, en sus 50 años en Colombia, han estado orientadas a cumplir las normas del medio ambiente, seguridad industrial y salud ocupacional. Aunque reconocieron que usan mercurio para fabricar lámparas fluorescentes, dicen que lo han hecho bajo estrictos controles. Ahora, como plan de mejoramiento, hay un proyecto de cambio del mercurio líquido por amalgama, para minimizar el riesgo del personal. Sin embargo, señaló la empresa que desde 2013 se ha replanteado la continuidad de la manufactura local, por las prohibiciones del Gobierno para fabricar sus lámparas y porque sus productos no tienen mercado, razón que los ha llevado a disminuir gradualmente la producción y la planta de personal. “Las denuncias conocidas por ustedes son ya de conocimiento de las autoridades laborales, que investigan la naturaleza de los hechos. Consideramos que son las autoridades el canal adecuado para resolver, aclarar y manifestarse sobre las supuestas denuncias y evaluar y reconocer el desempeño de nuestra empresa, en relación con el deber de velar por el bienestar laboral de los trabajadores y el cumplimiento de los indicadores de seguridad y salud laboral”, concluye.