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Mientras millones de bogotanos duermen, José Molina hace parte de ese grupo de personas que sale de su casa antes de que el sol se asome por los cerros orientales. Se abriga bien, para blindarse del ‘helaje’ de la madrugada, agarra su bicicleta y pedalea hasta el lugar donde tiene que reportarse todos los días, mismo en el que recibe sus implementos de trabajo, entre los cuales figura un uniforme azul, guantes, escoba, caneca y bolsas de basura.
Conoce las calles de Bosa como la palma de su mano, pues las transita diariamente recogiendo los desechos que la mayoría bota inconscientemente. Colillas de cigarrillo, paquetes de frituras y hasta excremento de perros hacen parte de los elementos que con más frecuencia levanta del piso. Su labor es titánica, pues en las partes más caóticas de la ciudad puede juntar hasta 300 bolsas de basura en una jornada.
No hay día en el que no tenga que soportar el sol y la lluvia, y por si fuera poco, de vez en cuando los insultos de aquellos que nos les gusta que deje cerca a sus viviendas las bolsas, mismas que constantemente son rasgadas por habitantes de calle que buscan “tesoros”.
Tal vez por esta y otras razones, entre las cuales se encuentra el concepto de que recoger basura es una labor indigna, es que algunos de sus compañeros hacen su trabajo a regañadientes, viéndolo como una posición transitoria de la que hay que salir tan pronto se presente una mejor oportunidad. Jose no piensa así, pues hace su tarea con la frente en alto y una sonrisa en sus labios, dice que su rol en la ciudad es supremamente importante. Se siente orgulloso de llevar tres años embelleciendo a Bogotá.
No tiene problema en que el mundo se entere de que se gana la vida barriendo calles, de hecho, su perfil en Facebook está repleto de fotos y pequeños videoblogs donde constantemente muestra el grado de inconsciencia de muchas personas, esa gente, que como lo dice en sus propias palabras, “se da garra”.
Con tono irónico, y entre risas, en una de sus publicaciones, donde muestra montañas de basura en un sector residencial, dice: “como pueden ver esta es la hermosa ciudad que tenemos, donde consumimos y tiramos todo a la calle”. Acto seguido, muestra el tramo que ya barrió, el cual se encuentra impecable. Es con este tipo de contrastes que Jose siembra conciencia, haciéndole entender a las personas la importancia de su trabajo, y la de no contaminar.
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Al mejor estilo de un influenciador, también saca momentos para grabarse, con su uniforme y escoba al hombro, y saludar a sus seguidores. “Quiero desearles lo mejor, decirles ¡ánimo! y que sin importar la situación Dios está con ustedes. Hoy el día amanece un poco gris, pero no importa, lo importante es cómo está tu corazón. No se olviden lo valiosos que son, les mando un abrazo a todos”, comenta en una de sus publicaciones.
Aquí vemos otra de las caras de Jose, una que muchos pueden considerar extraña, pues es cristiano pero además es metalero, y no solo eso, sino que organiza un festival de rock y metal llamado Low Fest Colombia.
Barrendero, metalero, cristiano, organizador de eventos… ¿Hay algo más curioso que pueda sumarse a su perfil? Sí, Jose también es la cara de un meme que cobró popularidad en Colombia por un extraño evento que ocurrió en un bus del SITP y que Noticias Caracol tituló como “Conductor malgeniado bajó a sus pasajeros”, publicación que suele acompañarse en las redes sociales con la frase “imagínate vivir en Suiza y perderte esto”, y en la que aparecen otros titulares como “Sueca queda embarazada por bailar El Serrucho”.
A sus 43 años, este bogotano no busca la fama ni el dinero, se siente bien llevando su vida tranquila y con las comodidades que ha logrado obtener gracias a años y años de trabajo. Tal vez no se vea a sí mismo como un influencer, pero lo es, porque aunque no despierta los millones de likes o comentarios que sí generan otros ‘influenciadores’ en Colombia, sí deja un mensaje positivo en las decenas o cientos de personas que ven y reaccionan a sus publicaciones.
Un bloguero de las calles bogotanas que dignifica lo que muchos desprecian, uno que agradece cuando alguien le ofrece un vaso de agua en medio de un día caluroso. Uno que contagia su orgullo de embellecer la capital.