Juan Daniel Oviedo: el fondo de la forma
El excandidato a la Alcaldía de Bogotá y quien asumirá en enero el rol de concejal, se posiciona como uno de los estrategas con más proyección del momento, pese a que su perfil se aleja del estereotipo del político tradicional.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Ver el fondo de la forma. Juan Daniel Oviedo ocupó el segundo lugar en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá porque, entre otras cosas, logró derrumbar prejuicios ante un proyecto político que, le gustara a la ciudadanía o no, se basaba en algo que iba más allá de un acento, unas gafas o una preferencia sexual. Gracias a lugar que ocupó, se alista para asumir el primero de enero como concejal, por el estatuto de la oposición.
“Lo único que tengo bueno de mi cuerpo son mis ojos, así que no había forma de que me los dejara de cuidar para salir ‘mejor’ en las fotos”, le dijo el nuevo cabildante a este periódico cuando contó que, una de las recomendaciones que le hicieron para “mejorar su imagen” ante las personas, era quitándose las gafas. Por “mejoría” se podrían usar las palabras “cercanía”, “simpatía”, “humildad”. Prefirió ser él, así eso fuese a sacrificar su aspiración de ser alcalde: “No me podía quedar ciego para lograrlo. No quería, mejor dicho, posar para llegar a la meta”.
Al hacerse pública la historia de vida del director del DANE, que salía en noticieros y periódicos explicando cifras con acento “gomelo”, hubo un revés que le dio el impulso para intentar ser el administrador de los recursos y de las decisiones de la capital del país: no solo contó que un gran porcentaje de los colombianos se sentían pobres, sino que explicó de dónde venía la cifra. Explicó a los personajes de aquella foto en la que se veía que todo estaba muy caro, muy empobrecido o muy escaso, y comenzó a llamar la atención de muchos que no entendían cómo es que alguien que hablaba como hablaba, parecía saber de dificultades, no solo por formación, sino por experiencia.
Autenticidad
También fue al fonoaudiólogo. Pensó que tal vez la agudeza de su voz lo hacía sonar demasiado distinto. Hasta femenino. Después de un año de terapia comprendió que no lograrían nada y que estaba usando su tiempo en ser alguien para los demás, pero no para sí mismo. Ese descubrimiento, o esa liberación, se viene desatando en él hace años, desde que descubrió en artes como la fotografía la posibilidad de expresar que no estaba cómodo, ni pleno, ni satisfecho con lo que se esperaba de él. Tomó su derecho de inventarse y, cuando lo hizo, descubrió que la conexión con los demás, tan humanos e inseguros como él, atravesaba todas las supuestas barreras. Así hablaba, así se vestía y así pensaba, así que así sería.
A pesar de que no ganó, consiguió más de 600.000 votos y derrotó a Gustavo Bolívar, el candidato que apoyaba el presidente Gustavo Petro. Su posición en esta lista de quienes lo intentaron fue un triunfo, por lo menos para él, que dijo ser de centro-derecha, pero que no se parecía (en ideas y mensajes) al ala más conservadora o derechista del país. Tampoco era como los políticos de izquierda. No se veía de ningún lado completamente. Apoyaba la legalización del aborto, por ejemplo, pero marcaba distancia con las corrientes más progresistas, aclarando que su independencia era la garantía de que las decisiones que tomara por Bogotá serían pensadas desde su criterio como gerente, gobernante y administrador, no desde sus intereses políticos.
Debido a la campaña quedó debiendo más de $600 millones. Una de las vías con las que pagará la deuda será con arte: una subasta con la que, a través de la venta de obras, recolectará dinero que solventará parte de la obligación que adquirió. Una subasta de arte, porque cree en los efectos de acercarse a la sociedad a través de otras formas, sin desechar las miradas políticas y económicas.
Su encuentro con la pintura y la fotografía, las disciplinas que más menciona, fue tardío. Descubrió que era algo que le interesaba en Madrid, mientras estudiaba una maestría. Los fines de semana se iba para el Museo del Prado a contemplar las obras que lo llevaron a una revelación: la estética era una forma que no había descubierto para describir fenómenos sociales y definirlos con una perspectiva distinta a la economía científica, “que nos dice que tenemos que entender cómo suceden las relaciones sociales en un contexto dado, pero sin contaminar nuestro oficio como sujetos de ese entorno social, para poder ser objetivos. En el arte existe la posibilidad de describir esas relaciones sociales siendo protagonista o siendo parte de...”, dijo.
Cuando comenzó su doctorado en Francia se pintó el pelo de rojo. Sus compañeros, que lo percibían como el hombre más tradicionalista del grupo, se extrañaron. Para él ese fue su primer brote de un camino que no tuvo reversa: una expresión de que lo que hasta ahora era, no era. De que su presente no era consistente con lo que quería que sucediera en su vida, un asunto asociado a su orientación sexual. Hace unos meses, antes de conocer el resultado de las votaciones, dijo que si no ganaba haría una maestría en historia del arte: conoció a Josef Koudelka, Nan Goldin y Antoine D´Agata, tres fotógrafos que, a través de sus imágenes, le sugirieron un camino con el que pudiese darles “voz a una cantidad de cosas invisibles que existen en nuestra sociedad”.
De ellos le llamó la atención la forma en la que le dieron vida a la intimidad de las parejas, los enfermos y las personas trans. Se sintió llamado a, por ejemplo, durante su permanencia en el DANE, no solo dar cifras, sino demostrar cómo es que a través de conversaciones con los tenderos, los padres de familia, los trabajadores y demás personas que componen esta sociedad, había unas alarmas: “El aumento del jabón Rey explicaba una serie de asuntos que solamente se entenderían si yo aceptaba la tarea de ser algo más que un comunicador de números”.
Oviedo sumó en un gran porcentaje su visibilidad debido a la demostración de que también él, con las particularidades que no se cruzan con el estereotipo de político modelo, podía ser confiable. Su interés por el arte y la política serán ingredientes importantes en la definición de su futuro, que viene impulsado por su visión de economista objetivo, pero que será delineado por las aspiraciones de “hacer la tarea bien”, escuchar las voces de los datos, motivar las acciones que cambian realidades y hacer lo que imaginó cuando decidió convertirse en lo diferente: una expresión más de su creación de sí mismo.
Ver el fondo de la forma. Juan Daniel Oviedo ocupó el segundo lugar en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá porque, entre otras cosas, logró derrumbar prejuicios ante un proyecto político que, le gustara a la ciudadanía o no, se basaba en algo que iba más allá de un acento, unas gafas o una preferencia sexual. Gracias a lugar que ocupó, se alista para asumir el primero de enero como concejal, por el estatuto de la oposición.
“Lo único que tengo bueno de mi cuerpo son mis ojos, así que no había forma de que me los dejara de cuidar para salir ‘mejor’ en las fotos”, le dijo el nuevo cabildante a este periódico cuando contó que, una de las recomendaciones que le hicieron para “mejorar su imagen” ante las personas, era quitándose las gafas. Por “mejoría” se podrían usar las palabras “cercanía”, “simpatía”, “humildad”. Prefirió ser él, así eso fuese a sacrificar su aspiración de ser alcalde: “No me podía quedar ciego para lograrlo. No quería, mejor dicho, posar para llegar a la meta”.
Al hacerse pública la historia de vida del director del DANE, que salía en noticieros y periódicos explicando cifras con acento “gomelo”, hubo un revés que le dio el impulso para intentar ser el administrador de los recursos y de las decisiones de la capital del país: no solo contó que un gran porcentaje de los colombianos se sentían pobres, sino que explicó de dónde venía la cifra. Explicó a los personajes de aquella foto en la que se veía que todo estaba muy caro, muy empobrecido o muy escaso, y comenzó a llamar la atención de muchos que no entendían cómo es que alguien que hablaba como hablaba, parecía saber de dificultades, no solo por formación, sino por experiencia.
Autenticidad
También fue al fonoaudiólogo. Pensó que tal vez la agudeza de su voz lo hacía sonar demasiado distinto. Hasta femenino. Después de un año de terapia comprendió que no lograrían nada y que estaba usando su tiempo en ser alguien para los demás, pero no para sí mismo. Ese descubrimiento, o esa liberación, se viene desatando en él hace años, desde que descubrió en artes como la fotografía la posibilidad de expresar que no estaba cómodo, ni pleno, ni satisfecho con lo que se esperaba de él. Tomó su derecho de inventarse y, cuando lo hizo, descubrió que la conexión con los demás, tan humanos e inseguros como él, atravesaba todas las supuestas barreras. Así hablaba, así se vestía y así pensaba, así que así sería.
A pesar de que no ganó, consiguió más de 600.000 votos y derrotó a Gustavo Bolívar, el candidato que apoyaba el presidente Gustavo Petro. Su posición en esta lista de quienes lo intentaron fue un triunfo, por lo menos para él, que dijo ser de centro-derecha, pero que no se parecía (en ideas y mensajes) al ala más conservadora o derechista del país. Tampoco era como los políticos de izquierda. No se veía de ningún lado completamente. Apoyaba la legalización del aborto, por ejemplo, pero marcaba distancia con las corrientes más progresistas, aclarando que su independencia era la garantía de que las decisiones que tomara por Bogotá serían pensadas desde su criterio como gerente, gobernante y administrador, no desde sus intereses políticos.
Debido a la campaña quedó debiendo más de $600 millones. Una de las vías con las que pagará la deuda será con arte: una subasta con la que, a través de la venta de obras, recolectará dinero que solventará parte de la obligación que adquirió. Una subasta de arte, porque cree en los efectos de acercarse a la sociedad a través de otras formas, sin desechar las miradas políticas y económicas.
Su encuentro con la pintura y la fotografía, las disciplinas que más menciona, fue tardío. Descubrió que era algo que le interesaba en Madrid, mientras estudiaba una maestría. Los fines de semana se iba para el Museo del Prado a contemplar las obras que lo llevaron a una revelación: la estética era una forma que no había descubierto para describir fenómenos sociales y definirlos con una perspectiva distinta a la economía científica, “que nos dice que tenemos que entender cómo suceden las relaciones sociales en un contexto dado, pero sin contaminar nuestro oficio como sujetos de ese entorno social, para poder ser objetivos. En el arte existe la posibilidad de describir esas relaciones sociales siendo protagonista o siendo parte de...”, dijo.
Cuando comenzó su doctorado en Francia se pintó el pelo de rojo. Sus compañeros, que lo percibían como el hombre más tradicionalista del grupo, se extrañaron. Para él ese fue su primer brote de un camino que no tuvo reversa: una expresión de que lo que hasta ahora era, no era. De que su presente no era consistente con lo que quería que sucediera en su vida, un asunto asociado a su orientación sexual. Hace unos meses, antes de conocer el resultado de las votaciones, dijo que si no ganaba haría una maestría en historia del arte: conoció a Josef Koudelka, Nan Goldin y Antoine D´Agata, tres fotógrafos que, a través de sus imágenes, le sugirieron un camino con el que pudiese darles “voz a una cantidad de cosas invisibles que existen en nuestra sociedad”.
De ellos le llamó la atención la forma en la que le dieron vida a la intimidad de las parejas, los enfermos y las personas trans. Se sintió llamado a, por ejemplo, durante su permanencia en el DANE, no solo dar cifras, sino demostrar cómo es que a través de conversaciones con los tenderos, los padres de familia, los trabajadores y demás personas que componen esta sociedad, había unas alarmas: “El aumento del jabón Rey explicaba una serie de asuntos que solamente se entenderían si yo aceptaba la tarea de ser algo más que un comunicador de números”.
Oviedo sumó en un gran porcentaje su visibilidad debido a la demostración de que también él, con las particularidades que no se cruzan con el estereotipo de político modelo, podía ser confiable. Su interés por el arte y la política serán ingredientes importantes en la definición de su futuro, que viene impulsado por su visión de economista objetivo, pero que será delineado por las aspiraciones de “hacer la tarea bien”, escuchar las voces de los datos, motivar las acciones que cambian realidades y hacer lo que imaginó cuando decidió convertirse en lo diferente: una expresión más de su creación de sí mismo.