Juan Diego Lozano, un año de su muerte en la escuela de cadetes: “no fue suicidio”
Este 24 de julio se cumplió un año de la extraña muerte de Juan Diego Lozano, cadete de 18 años, quien murió en la Escuela General Santander. El Espectador habló con la familia de la víctima, que exige justicia y cuestiona el lento avance del proceso, que inicialmente fue catalogado como “suicidio”, pero que luego se corroboró, fue un homicidio. ¿En qué va el proceso?
Juan Camilo Parra
Doris Barbosa Vivas recuerda que el 23 de julio de 2023 le llevó a su hijo, Juan Diego Lozano, el almuerzo a la Escuela General Santander, en Bogotá. El joven, de 18 años, llevaba mes y medio de comenzar su proceso para cumplir su sueño de pertenecer a la Policía Nacional. No se le olvida a la madre que fue un “sudado de pollo con frijoles y jugo de lulo, que le gustó mucho”, ni tampoco puede apartar de su memoria que, al día siguiente, el 24 de julio, le avisaron que su hijo había muerto de un disparo en el pecho, que recibió a quema ropa, al interior de la escuela. Inicialmente, le dijeron que había sido un suicidio, pero hoy se investiga un homicidio, todavía sin atisbos de justicia.
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Doris Barbosa Vivas recuerda que el 23 de julio de 2023 le llevó a su hijo, Juan Diego Lozano, el almuerzo a la Escuela General Santander, en Bogotá. El joven, de 18 años, llevaba mes y medio de comenzar su proceso para cumplir su sueño de pertenecer a la Policía Nacional. No se le olvida a la madre que fue un “sudado de pollo con frijoles y jugo de lulo, que le gustó mucho”, ni tampoco puede apartar de su memoria que, al día siguiente, el 24 de julio, le avisaron que su hijo había muerto de un disparo en el pecho, que recibió a quema ropa, al interior de la escuela. Inicialmente, le dijeron que había sido un suicidio, pero hoy se investiga un homicidio, todavía sin atisbos de justicia.
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Este miércoles en La Dorada (Caldas) se llevó a cabo una misa en memoria de Juan Diego. “Justicia” es el eco que resuena entre los llamados de la familia de este joven, pues a un año de su muerte, el proceso judicial que se adelanta en Bogotá no presenta mayores avances, que esclarezcan lo que ocurrió ese 24 de julio, en la escuela de cadetes.
Otro recuerdo que le viene a la mente a Barbosa es que, desde pequeño, los disfraces de Juan Diego siempre eran de Policía. Dice que su hijo admiraba al Ejército y hacia allí dirigía sus expectativas de carrera. Aunque creció en Bosa con su madre, más adelante volvió a La Dorada, para continuar su carrera en la fuerza pública. Estando allí lo reclutaron para que avanzara en sus estudios y entrenamiento. Así fue trasladado a Bogotá, con un cupo en la Escuela General Santander, donde no llegó a completar ni dos meses, pues, recuerda Doris, “me lo entregaron en una bolsa”.
La madre rememora que el día de su muerte, a la 1:27 de la tarde, una señora de la escuela le marcó y le comentó que su hijo estaba en una zona de descanso y que le había quitado el arma a un compañero y se había intentado suicidar. “Me dijo que el niño ya había llegado sin signos vitales”. En ese momento comenzaron la multiplicidad de versiones y detalles del procedimiento que nunca le cuadró a la familia de Juan Diego.
Siempre sostuvieron que no fue un suicidio, como inicialmente les dijeron. “Me dijeron que él había forcejeado con ese compañero. Pero no podemos creer que él mismo haya tomado esa arma y se haya disparado en el pecho. El día anterior lo vi muy bien psicológicamente”. Además, se pregunta la madre, “¿cómo llegó un arma a la zona de descanso donde pasó esto? ¿Dónde queda el protocolo?”, pregunta Doris, quien, durante más de un año, carga más preguntas que respuestas.
Balística demostró que no fue suicidio
Informes que conoció El Espectador corroboran que la investigación busca sustentar que fue un homicidio. Y es que el día del reporte del caso las autoridades describieron que el muchacho fue hallado herido, 12 minutos después de que sonara el disparo que segó su vida. La primera inspección confirmó que la boquilla del arma estaba rozando la ropa del joven cadete, es decir, el disparo ocurrió a quema ropa.
Pero las inspecciones no quedaron ahí. Cuando un arma de fuego se dispara, se producen residuos que pueden ser desde granos de pólvora con o sin combustión, pero también se estudia el humo y hollín, elementos que terminan sobre las prendas o en la piel de la víctima. Los resultados posteriores descartaron el suicidio y la muerte de Juan Diego quedó categorizada como, “muerte violenta por establecer”.
Estos residuos son cruciales para hallar la verdad de lo que sucedió. Pero el hermetismo con el que fue tratado el caso desde el inicio, el tratamiento que dice la familia, se le dio al cuerpo y la disposición de las autoridades, levantaron más que sospechas. El l temor es que, al final, nadie responda por la muerte del muchacho. A todo esto, se le suma el hecho de que, al parecer, en la pistola 9 mm que disparó la bala que le quitó la vida, no se encontraron huellas dactilares.
Sin huellas en el arma, los residuos y demás elementos fueron analizados al detalle. Un avance importante que demuestra el informe es que, como lo creyó la familia desde el principio, sí hubo una persona involucrada. Haciendo uso de la técnica conocida como la microscopía, la cual se define como un conjunto de técnicas que hace visible las partículas que no son visibles al ojo humano, se logró identificar partículas en la ropa de un involucrado. No obstante, la técnica no esclarece las circunstancias en las que dicha persona fue salpicada con las partículas.
Esto último, es en parte lo que no tranquiliza a la familia. En primer lugar, porque a la fecha no ha habido ningún reconocimiento oficial de lo que sucedió en la escuela, ninguna captura u orden judicial que se conozca. “La escuela no despidió a mi hijo, no dieron bandera, ni honras”, dice la madre. Más allá de eso, el sin sabor que otorga la certeza de que hubo alguna especie de encubrimiento de los hechos, es lo que tiene desconcertados a los familiares del fallecido cadete.
“Para mí, todos son sospechosos. No sabemos quién fue culpable o cómo ocurrieron las cosas. El cuerpo fue trasladado y los objetos de mi hijo, como la cédula y ropa, me la dieron hasta una semana después”, dice la progenitora. “Se supone que uno entrega a un hijo para que lo formen, para verlos crecer profesionalmente, y en este caso, servirle a la patria, no para que te lo devuelvan en una caja. Yo solamente pido justicia. A mí no me interesan los datos de algún responsable ni nada de eso, solo quiero justicia y que me digan la verdad para aplacar, solo un poco, este enorme vacío”, concluyó la madre.
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