Justicia restaurativa para jóvenes: ¿semilla de un plan para adultos en el país?
El Distrito se lanza en la apuesta de aplicar la justicia restaurativa en adultos, así como busca mayor financiación del Gobierno Nacional. ¿Cuáles son los resultados?, ¿se puede aplicar en todo el país?
Fernan Fortich
Era una tarde lluviosa cuando David Herrera, un joven de 20 años, recibió cinco puñaladas de un grupo de personas que intentaba ayudar. Trabajaba como bicitaxista en el sector de Las Américas, en Kennedy, cuando se acercó para ofrecerles algo de comer y unos plásticos a unas personas en la calle, algo que solía hacer con frecuencia, pero esta vez casi le cuesta la vida.
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“Yo solía hacer eso cuando veía a algún chico en la calle que me saludaba y le comenzaba a hacerle unas preguntas como por ejemplo: ¿qué los trajo a este punto, algunos respondían, otros eran groseros, pero con terquedad, con respeto lograba que me contarán sus vidas? Pero, desde entonces, me he tenido que alejar de estos procesos”, asegura David Herrera, meses después de su recuperación.
La situación de David representa una historia en el cúmulo de experiencias de vidas de jóvenes, que nacen en contextos complejos, y habla sobre la dificultad para alejar a personas de la violencia y el crimen. En ese sentido, en la capital ha revivido el debate sobre cómo reducir los delitos y, en particular, las muertes violentas que han generado conmoción entre los habitantes de la ciudad.
Frente a esto, el Distrito se ha propuesto reforzar dos frentes de acción para ajustar la estrategia de seguridad: aumentar el alcance de los programas sociales y apostar, en mayor medida, a un sistema de justicia restaurativa en jóvenes y adultos. Esto basándose en la tesis, no siempre sin reparos, de que las personas que cometen ciertos delitos, lo hacen por falta de inclusión social.
Así, la Secretaría de Seguridad adelanta un programa para jóvenes infractores hace siete años y, gracias a sus resultados, ahora prepara un plan piloto para adultos, con delitos poco complejos. Asegura que el proceso tiene un indicador de reincidencia alentador: 6 %.
“Es otra manera de pensar la seguridad, más allá del pie de fuerza. Hay que enfrentar las estructuras criminales, pero también darles una oportunidad de que salgan de entornos familiares y sociales complejos”, dijo Iván Torres, director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría de Seguridad. Pero, ¿qué se ha logrado?
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Una apuesta de moda
En el mundo, la justicia restaurativa está de moda, tras años de enfoques punitivos. Al menos así lo asegura César Andrés Restrepo, experto de seguridad, quien, a pesar de que apoya nuevos enfoques, asegura que algunos dejan muchas preguntas. “¿Será que responde a necesidades puntuales o es como tirar la atarraya a ver qué sale? Creo que es más de lo segundo, porque no hay estudios que identifiquen factores de por qué un individuo toma la vida del crimen”, indica.
De esta manera, estas apuestas de justicia restaurativa, a pesar de su éxito relativo frente a la justicia ordinaria, siguen generando debate, al igual que la ambición de buscar mayor financiación para programas sociales como Parceros y Jóvenes a la U, para desarrollar la idea a mayor escala. El Distrito, por su parte, respalda estos programas, asegurando que, a pesar del corto tiempo que llevan, ya están dando resultados. Cabe recordar que el programa Parceros consiste en entregar una subsidio condicionado a que los participantes realicen procesos educativos.
“El objetivo es acompañar a esta población joven vulnerable, que no estudia ni trabaja y que desafortunadamente viven en entornos conflictivos. Hoy, uno de cada tres jóvenes del programa Parceros sale con una oferta real de empleo o de formación”, puntualizó Felipe Jiménez, secretario de Gobierno de Bogotá.
Por su parte, el programa de justicia restaurativa, pese a realizarse desde 2015, ha salido recientemente a luz pública por sus resultados. Hoy surge como una propuesta para descongestionar cárceles y centros transitorios de detención. Detrás de estos procesos está una dirección de la Secretaría de Seguridad, que realiza acompañamientos a jóvenes que llegan al sistema de justicia, para darles una segunda oportunidad.
“La idea es evitar que jóvenes sin trayectoria delictiva tengan contacto con otros que sí la tienen y terminen causando más males”, indicó Iván Torres, director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría de Seguridad. De esta manera, equipos profesionales con psicólogos, trabajadores sociales y pedagogos, reciben casos de menores capturados y desarrollan un proceso donde reflexionan sobre el daño que se efectuó y las normas violadas. A partir de ahí se vincula a las víctimas (siete de cada diez aceptan unirse al proceso) y se realiza una obra reparadora, a través del arte o el trabajo comunitario.
A pesar de los avances significativos en materia de programas sociales (Jóvenes a la U es el mayor programa de becas de la historia de la ciudad) y de procesos de justicia restaurativa, aún no son claros los aportes que pueden tener en el sistema de justicia en general. “La justicia restaurativa es un elemento más de justicia, pero no la reemplaza y, por lo tanto, podría tomar los mismos vicios de la otra. No es una solución de fondo, es renunciar a la justicia, que tiene normas precisas”, agrega César Restrepo.
Para el Distrito hace falta más sensibilización en el sistema judicial para aplicar en mayor medida este tipo de programas, que ofrecen una segunda oportunidad a los jóvenes. “A los fiscales los evalúan por cuántas veces acusan y son exitosos. Entonces, para un fiscal acudir a la justicia restaurativa no termina siendo negocio. Si un juez envía muchos casos a justicia restaurativa, también tiene mala evaluación. Eso debe cambiar”, explicó el director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría.
Por su parte, los jóvenes sí creen que estos programas los ayudan a impulsarse en momentos en que no son claras sus oportunidades. “Se necesitan, así lleguen algunos que se quieran aprovechar, porque muchos otros sí aprenderán y ganarán experiencia para enderezar sus vidas y sus proyectos”, asegura David Herrera, beneficiario del sistema Parceros.
La idea es ambiciosa y el plan es que se vuelva un proyecto nacional. Las dudas están planteadas, pero con resultados seguramente se aplacarán. Con los jóvenes ya hay un terreno abonado. ¿Se atreverá el país a hacerlo con los adultos?
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Era una tarde lluviosa cuando David Herrera, un joven de 20 años, recibió cinco puñaladas de un grupo de personas que intentaba ayudar. Trabajaba como bicitaxista en el sector de Las Américas, en Kennedy, cuando se acercó para ofrecerles algo de comer y unos plásticos a unas personas en la calle, algo que solía hacer con frecuencia, pero esta vez casi le cuesta la vida.
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“Yo solía hacer eso cuando veía a algún chico en la calle que me saludaba y le comenzaba a hacerle unas preguntas como por ejemplo: ¿qué los trajo a este punto, algunos respondían, otros eran groseros, pero con terquedad, con respeto lograba que me contarán sus vidas? Pero, desde entonces, me he tenido que alejar de estos procesos”, asegura David Herrera, meses después de su recuperación.
La situación de David representa una historia en el cúmulo de experiencias de vidas de jóvenes, que nacen en contextos complejos, y habla sobre la dificultad para alejar a personas de la violencia y el crimen. En ese sentido, en la capital ha revivido el debate sobre cómo reducir los delitos y, en particular, las muertes violentas que han generado conmoción entre los habitantes de la ciudad.
Frente a esto, el Distrito se ha propuesto reforzar dos frentes de acción para ajustar la estrategia de seguridad: aumentar el alcance de los programas sociales y apostar, en mayor medida, a un sistema de justicia restaurativa en jóvenes y adultos. Esto basándose en la tesis, no siempre sin reparos, de que las personas que cometen ciertos delitos, lo hacen por falta de inclusión social.
Así, la Secretaría de Seguridad adelanta un programa para jóvenes infractores hace siete años y, gracias a sus resultados, ahora prepara un plan piloto para adultos, con delitos poco complejos. Asegura que el proceso tiene un indicador de reincidencia alentador: 6 %.
“Es otra manera de pensar la seguridad, más allá del pie de fuerza. Hay que enfrentar las estructuras criminales, pero también darles una oportunidad de que salgan de entornos familiares y sociales complejos”, dijo Iván Torres, director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría de Seguridad. Pero, ¿qué se ha logrado?
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Una apuesta de moda
En el mundo, la justicia restaurativa está de moda, tras años de enfoques punitivos. Al menos así lo asegura César Andrés Restrepo, experto de seguridad, quien, a pesar de que apoya nuevos enfoques, asegura que algunos dejan muchas preguntas. “¿Será que responde a necesidades puntuales o es como tirar la atarraya a ver qué sale? Creo que es más de lo segundo, porque no hay estudios que identifiquen factores de por qué un individuo toma la vida del crimen”, indica.
De esta manera, estas apuestas de justicia restaurativa, a pesar de su éxito relativo frente a la justicia ordinaria, siguen generando debate, al igual que la ambición de buscar mayor financiación para programas sociales como Parceros y Jóvenes a la U, para desarrollar la idea a mayor escala. El Distrito, por su parte, respalda estos programas, asegurando que, a pesar del corto tiempo que llevan, ya están dando resultados. Cabe recordar que el programa Parceros consiste en entregar una subsidio condicionado a que los participantes realicen procesos educativos.
“El objetivo es acompañar a esta población joven vulnerable, que no estudia ni trabaja y que desafortunadamente viven en entornos conflictivos. Hoy, uno de cada tres jóvenes del programa Parceros sale con una oferta real de empleo o de formación”, puntualizó Felipe Jiménez, secretario de Gobierno de Bogotá.
Por su parte, el programa de justicia restaurativa, pese a realizarse desde 2015, ha salido recientemente a luz pública por sus resultados. Hoy surge como una propuesta para descongestionar cárceles y centros transitorios de detención. Detrás de estos procesos está una dirección de la Secretaría de Seguridad, que realiza acompañamientos a jóvenes que llegan al sistema de justicia, para darles una segunda oportunidad.
“La idea es evitar que jóvenes sin trayectoria delictiva tengan contacto con otros que sí la tienen y terminen causando más males”, indicó Iván Torres, director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría de Seguridad. De esta manera, equipos profesionales con psicólogos, trabajadores sociales y pedagogos, reciben casos de menores capturados y desarrollan un proceso donde reflexionan sobre el daño que se efectuó y las normas violadas. A partir de ahí se vincula a las víctimas (siete de cada diez aceptan unirse al proceso) y se realiza una obra reparadora, a través del arte o el trabajo comunitario.
A pesar de los avances significativos en materia de programas sociales (Jóvenes a la U es el mayor programa de becas de la historia de la ciudad) y de procesos de justicia restaurativa, aún no son claros los aportes que pueden tener en el sistema de justicia en general. “La justicia restaurativa es un elemento más de justicia, pero no la reemplaza y, por lo tanto, podría tomar los mismos vicios de la otra. No es una solución de fondo, es renunciar a la justicia, que tiene normas precisas”, agrega César Restrepo.
Para el Distrito hace falta más sensibilización en el sistema judicial para aplicar en mayor medida este tipo de programas, que ofrecen una segunda oportunidad a los jóvenes. “A los fiscales los evalúan por cuántas veces acusan y son exitosos. Entonces, para un fiscal acudir a la justicia restaurativa no termina siendo negocio. Si un juez envía muchos casos a justicia restaurativa, también tiene mala evaluación. Eso debe cambiar”, explicó el director de Responsabilidad Penal Adolescente de la Secretaría.
Por su parte, los jóvenes sí creen que estos programas los ayudan a impulsarse en momentos en que no son claras sus oportunidades. “Se necesitan, así lleguen algunos que se quieran aprovechar, porque muchos otros sí aprenderán y ganarán experiencia para enderezar sus vidas y sus proyectos”, asegura David Herrera, beneficiario del sistema Parceros.
La idea es ambiciosa y el plan es que se vuelva un proyecto nacional. Las dudas están planteadas, pero con resultados seguramente se aplacarán. Con los jóvenes ya hay un terreno abonado. ¿Se atreverá el país a hacerlo con los adultos?
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