Kits de defensa para mujeres: ¿alternativa para repeler el acoso?
Ante la creciente percepción de inseguridad y el acoso callejero, algunas han optado por comprar kits de autoprotección con gas pimienta, taser, manoplas y otros elementos de defensa. ¿Es una buena opción?
Cristian Camilo Perico Mariño
“En mi último año de bachillerato usaba transporte público, porque las rutas de mi colegio no llegaban a donde vivía. Era la misma rutina: de lunes a viernes, a las 6:00 p.m. salía de clases, esperaba el alimentador y, como siempre era lo mismo, había caras que reconocía en el bus. Casi siempre iba de pie y una tarde, que iba en la puerta delantera del alimentador, una mujer estaba a mi izquierda y un hombre detrás de mí. Todo parecía normal, pero el sujeto empezó a arrimar sus genitales...”.
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“En mi último año de bachillerato usaba transporte público, porque las rutas de mi colegio no llegaban a donde vivía. Era la misma rutina: de lunes a viernes, a las 6:00 p.m. salía de clases, esperaba el alimentador y, como siempre era lo mismo, había caras que reconocía en el bus. Casi siempre iba de pie y una tarde, que iba en la puerta delantera del alimentador, una mujer estaba a mi izquierda y un hombre detrás de mí. Todo parecía normal, pero el sujeto empezó a arrimar sus genitales...”.
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“Estaba sobre uno de los escalones de las puertas y por eso sentía su miembro en mi espalda. Era tan solo una niña de 16 años, con mi uniforme de colegio. La mujer a mi lado me dijo que le pidiera que se moviera, pero no me salían las palabras… Me bajé y llegué a casa lo más pronto que pude. Lo peor fue que esa semana lo seguí viendo: era alto, blanco, de pelo corto y oscuro, usaba gafas de aumento y siempre iba de traje y corbata. Así me subiera lejos, él buscaba cómo quedar a mi lado”.
“Aprovechaba los baches para meter su mano debajo de mi falda y tocarme. Un día no aguanté más y grité que me estaba manoseando; sin embargo, nadie hizo nada. Al día siguiente el sujeto se bajó en mi parada y empezó a seguirme. Tuve mucho miedo e intenté caminar lento y hacer paradas en locales para que no viera ni siquiera la cuadra en la que vivía. Pero él no se iba. En una panadería me ayudaron a llamar a mi abuela. Le dije que había un hombre que me seguía desde que me bajé del bus”.
“Ella salió tan rápido como pudo, con una sombrilla en su mano, para defendernos. Me recogió y el hombre seguía ahí, en frente, mirándome complacido por hacerme temer. Lo señalé sin disimular cuando mi abuela preguntó quién era. Desde ese día y por meses tuve delirio de persecución...”. Este es el relato de Adriana*, una joven bogotana que vive en la localidad de Engativá. Hoy tiene 25 años y sigue recordando, como si hubiese sido ayer, aquella situación que la hizo víctima de acoso sexual callejero.
Su historia puede impresionar al lector. No obstante, no es un caso aislado. Según el reporte de Naciones Unidas en Colombia, se estima que en Bogotá seis de cada diez mujeres han sido víctimas de alguna agresión sexual en el transporte público, situación que se complica, según Lina Morales, abogada de la Red Jurídica Feminista, por la no tipificación del acoso verbal callejero en las leyes colombianas:
“La definición de acoso sexual es corta en el Código Penal, porque se limita a situaciones de subordinación, desconociendo lo que vivimos las mujeres a diario”, afirma, haciendo alusión al parágrafo 210a, del artículo 29 de la Ley 1257 de 2008, en el cual el acoso sexual se explica como “quien en beneficio suyo y valiéndose de su superioridad manifiesta acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno a tres años”.
De acuerdo con la Fiscalía, hasta el 23 de febrero de 2022 se reportaron en la capital 585 víctimas de delitos sexuales, cifra que representa un aumento del 8,9 % en comparación con el mismo período del año pasado, cuando se registraron 537 casos. Del total de denuncias este año, el 36 % de las víctimas fueron menores de edad, entre los 0 a 13 años; el 17,9 % (99 víctimas) tenían entre los 14 y 17; el 12 % fueron jóvenes, entre los 18 y 26 años, y el 8,8 % (52 casos) fueron adultos, entre los 27 y 59. En 136 casos no se tiene determinada la edad.
Las localidades de Bogotá en donde más actos de violencia sexual se han presentado en este año son Ciudad Bolívar (con 66 eventos), Kennedy (con 58), Suba (con 56), Bosa (con 51) y Engativá (con 48). Sin embargo, según las cifras de la Secretaría Distrital de Seguridad, Convivencia y Justicia, hasta el 7 de marzo de 2022 el número ascendió a 708 denuncias formales, de las cuales el 75,18 % corresponde a víctimas femeninas y el 24,82 % a hombres.
Este panorama, que deja en evidencia que el acoso sigue siendo una constante en el día a día de las mujeres, deja ver a su vez que desde el Gobierno Nacional y la administración distrital aún hay mucho que trabajar.
Kits de defensa personal
Debido a la situación de inseguridad que experimentan las capitalinas han surgido diferentes emprendimientos en redes sociales, que apuntan a aumentar su percepción de seguridad en las calles, al contar con elementos de protección. Uno de ellos es Serendipiam shop, un perfil en Instagram en el cual se ofrecen llaveros con accesorios como linternas, alarmas, gas pimienta, manopla o nudillera, taser, tambos, rompevidrios, cortacinturones y hasta llaves navajas.
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“Nos queremos vivas. Esa es la motivación principal para adquirir los kits. A diario vemos noticias de feminicidios y agresiones a mujeres, por eso queremos que cada usuaria pueda protegerse a sí misma y a los suyos, si llega a pasar algo. Nos ayuda a sentirnos más seguras”, afirma Valentina Cortés Linares, creadora de esta empresa.
No obstante, es importante mencionar que en la agenda pública se ha debatido últimamente sobre el uso de la violencia como mecanismo de defensa, estableciendo que este puede llevar incluso a la justicia por mano propia. No obstante, de acuerdo con la abogada Morales, esto solo aplicaría si la defensa se realiza de manera desproporcionada. “El derecho a la legítima defensa es constitucional. Lo que se establece en el Código Penal es que es una causal de ausencia de responsabilidad si se realiza en respuesta a una agresión ilegítima”, explica.
Por lo tanto, las portadoras de estos kits deben asumir que únicamente se deben usar en condiciones donde se vea afectada de manera directa su integridad. No obstante, de acuerdo con la comercializadora de los productos, en algunas ocasiones no es necesario emplearlos, dado que con exhibir que tienen un mecanismo de defensa algunos agresores huyen antes de ser expuestos en público.
“Una compradora iba en Transmilenio y se percató de que iban a atacar a otra chica. Inmediatamente, logró defenderla activando únicamente el taser. El sonido que produjo asustó al hombre que la acosaba y no fue necesario hacer nada más”, comparte Cortés, quien reconoce que este elemento emite descargas eléctricas que pueden generar una reacción de confusión en los músculos motores, en especial en brazos y piernas, de quienes reciben el choque eléctrico.
A pesar de esto, según César Andrés Restrepo, director de seguridad urbana de la organización ProBogotá, esta tendencia no es nueva, dado que históricamente “las mujeres se sienten más inseguras, porque se sienten expuestas a factores de riesgo inminentes en el espacio público”. Afirmación que se consolida con los resultados de la Encuesta de Percepción y Victimización de Bogotá, realizada por la Cámara de Comercio en octubre de 2021, en la cual el 89 % de las mujeres expusieron que su percepción de inseguridad aumentó.
Aún se avanza lentamente para lograr que las mujeres tengan una posición social que se aproxime a la igualdad y que las libere del acoso en las calles. Mientras eso se logra, los gobiernos nacional y distrital tendrán que implementar estrategias que aporten a la reducción de comportamientos machistas y los hombres tendrán que replantearse cómo aportar también a la lucha de la igualdad social.
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