La batalla que ganó la comunidad en El Guavio
Tras un mes acabó el bloqueo que puso en jaque a la principal hidroeléctrica del país. A cambio, las autoridades se comprometieron a arreglar la vía. El drama diario para movilizarse fue la principal razón de su protesta.
Laura C. Peralta Giraldo
“Si no arreglan nuestras deterioradas carreteras, aquí nos tendrán las 24 horas protestando”. Esa fue una de las frases que más repitieron en el último mes los habitantes de Ubalá (Cundinamarca), tiempo en el que protagonizaron una protesta que puso en jaque a la principal hidroeléctrica del país, El Guavio. Los bloqueos impidieron el mantenimiento de las turbinas generadoras de energía, que una a una tuvieron que ser apagadas, al punto de provocar una crisis regional.
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“Si no arreglan nuestras deterioradas carreteras, aquí nos tendrán las 24 horas protestando”. Esa fue una de las frases que más repitieron en el último mes los habitantes de Ubalá (Cundinamarca), tiempo en el que protagonizaron una protesta que puso en jaque a la principal hidroeléctrica del país, El Guavio. Los bloqueos impidieron el mantenimiento de las turbinas generadoras de energía, que una a una tuvieron que ser apagadas, al punto de provocar una crisis regional.
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Pero así se hicieron escuchar a nivel nacional. Ayer, después de 35 días, los manifestantes levantaron el bloqueo, al lograr su objetivo: que las autoridades se comprometieran con el arreglo de la carretera, petición que agrupaba el clamor de madres que quedaban preocupadas al enviar a estudiar a sus hijos, de campesinos que perdieron sus cosechas e, incluso, de aquellos que perdieron a un familiar esperando una ambulancia que nunca llegó.
La solución se logró tras la mesa de concertación celebrada ayer entre líderes y alcaldes de la zona con los ministerios del Interior y de Minas y Energía, las gobernaciones de Cundinamarca y Boyacá y las empresas dueñas de la central: Enel y Grupo Energía Bogotá que, según los habitantes, fueron causantes del deterioro de las vías, por el tránsito de maquinaria pesada. Allí llegaron a los acuerdos de pavimentación y de la inclusión de este corredor en el Plan de Desarrollo.
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En principio, la reunión se había planteado en el sector que conecta a Mámbita (Cundinamarca) con Santa María (Boyacá), para que asistiera la comunidad damnificada. Sin embargo, a última hora se acordó hacerla en Bogotá. Tras el acuerdo, en los próximos días la empresa Enel Colombia pondrá en funcionamiento la totalidad de las turbinas de la hidroeléctrica, que operaba al 20 % de capacidad, y se iniciará el cronograma para el arreglo de la carretera, que comparten las poblaciones de Cundinamarca y Boyacá.
El drama de vivir en El Guavio
“La gente cree que esto ha sido cuestión de un mes y que logramos ser escuchados en estos 35 días, pero no es así. Esta problemática la vivimos hace cuarenta años. Crecimos con estas vías, viendo morir a nuestra gente. Ya nos cansamos de ser ignorados”, dice Edwin Martínez, líder de Mámbita, donde queda la central y uno de los epicentros de la protesta. En total, fueron cuatro sitios donde los pobladores se organizaron para cerrarles el paso a los vehículos de Enel Colombia y Grupo Energía Bogotá.
Y como los días y las noches eran largos, en especial cuando se espera, dispusieron de fogatas para cocinar, algunas hamacas para descansar y juegos de mesa para entretener la mente. “Es mentira que no dejáramos pasar a los empleados. Ellos podían pasar con total libertad. Lo que no permitíamos era el ingreso de la maquinaria”, cuenta Efraín Montañez, director de una de las junta de acción comunal de Santa María (Boyacá).
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Mientras afirma que a la ciudad no llegó la información completa de lo que se estaba viviendo en El Guavio, señala con su mano derecha dos huecos en la tierra, que fueron ‘arreglados’ con palos por la misma comunidad. “¿Ellos cómo pretenden pasar por ahí?, si los buses hacen bajar a los pasajeros para poder cruzar”.
“Algunos medios, que tanto nos criticaron en sus emisiones, ni siquiera vinieron hasta acá. Se devolvieron al ver el estado de la carretera. Precisamente, cuando la gente viene a El Guavio, las vías hablan por sí solas”, manifiesta Fernando García, otro de los líderes del punto de Mámbita.
Porque vivir en El Guavio, con las condiciones actuales de las vías, para muchos, como María del Carmen Urrego, es estar condenados a “dejarse morir”. Hace dos semanas, las vías le dijeron ‘no’ a la salud de su hija: “Ella se enfermó, tenía dolor fuerte en el vientre, el doctor del centro de salud la atendió y la remitió para Gachetá (Cundinamarca), pero esperamos una ambulancia que nunca llegó. No pudimos hacer nada y nos tocó conformarnos con aguas aromáticas”.
Habitar esta zona también es resignarse, o al menos así lo cree Alba María López, quien cuida a sus tres hermanos con discapacidad visual. Todos podrían mejorar su condición yendo con frecuencia a un centro médico, pero en la actualidad y en invierno, es algo casi imposible de lograr. “Hemos perdido citas en Bogotá, porque nos demoramos horas en llegar o porque el bus no llega”.
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En medio de las quejas, la manifestación se levantó. Lo único que les queda es confiar. “Creemos que se solucionarán las cosas, que las vías Mámbita-Medina, en Cundinamarca, y Puente Guavio-Santa María, Boyacá, serán pavimentadas. Esperamos que cumplan los acuerdos. De lo contrario, nos tocaría volver a protestar”, sostiene el líder Martínez.
Se vienen días de expectativa en El Guavio. Saben que la solución no es inmediata, pero esperan que con el correr de los días esta vez su triunfo sea tan fuerte como el pavimento. De no ser así, ya saben dónde presionar.