La desventura de un alemán en Sumapaz
Un ciudadano alemán terminó robado por dos hombres durante una caminata en el Páramo de Sumapaz. Investigan si hay soldados implicados.
Redacción Bogotá
Luego de 14 años de afición por los campos, ríos y montañas del país, el ciudadano alemán Friedrich —o Federico— Kircher asegura conocer el territorio nacional como pocos colombianos. Desde que pisó por primera vez esta tierra, en 1987, dedica sin falta al menos un fin de semana al mes para recorrer las zonas agrarias del suelo en el que nacieron su esposa y su hijo. Unas veces acampa. Otras, escala o simplemente camina. Casi siempre lo hace acompañado. El 31 de mayo pasado salió solo. Quería visitar las Lagunas de Bocagrande en el Páramo de Sumapaz, muy cerca del corregimiento de Betania. Ese día pagó muy cara su devoción por la naturaleza. Bajando de la montaña, a tres minutos de camino de los cuerpos de agua, dos hombres armados con un cuchillo de unos 30 centímetros de largo le robaron todo lo que tenía y lo amenazaron de muerte si se atrevía a mirarles las caras. Aparentemente, eran militares.
Así quedó consignado en la denuncia que este politólogo de 46 años interpuso en esa misma fecha ante la Unidad de Reacción Inmediata —URI— de Paloquemao en Bogotá. Según Kircher, las maneras y la vestimenta de los delincuentes le hacen pensar que podría tratarse de miembros de la Fuerza Pública. En un principio, alcanzó a considerar que fueran guerrilleros. El Espectador consultó al comandante de la Brigada XIII —encargada del páramo y de la Localidad 20 de la capital—, general Ricardo Díaz, quien aseguró que “en esta área no hay subversión”.
De acuerdo con los hechos relatados, el hombre llegó a eso de las nueve de la mañana al cruce de camino donde nace el río Tunjuelo en su montero Mitsubishi, que parqueó junto a un pequeño conjunto de casas campesinas para emprender a pie el camino hasta las Lagunas de Bocagrande —a alrededor de 3.500 metros sobre el nivel del mar—.
Una vez arriba, decidió subir un poco más, hasta unos cerros rocosos que se levantan a 300 metros de las lagunas. Cuando llegó, descansó unos minutos, tomó algunas fotos y retomó la vía de regreso. De nuevo en los cuerpos de agua, Federico —quien trabaja para la ONG alemana Cáritas, en donde realiza proyectos de cooperación sobre ayuda humanitaria— se encontró con un grupo de caminantes ecológicos llamado Caminantes del Retorno. Pocos minutos después, empezó a bajar para buscar su carro y volver a su casa.
“Llevaba tres o cuatro minutos cuando dos hombres me abordaron. Vestían de camuflado, un camuflado de color entre azul, verde y gris —como los colores del páramo—. Tenían pasamontañas puesto y portaban un cuchillo de unos 30 centímetros de largo”.
El ciudadano alemán asegura que hablaban como militares. Lo tiraron al suelo, bocabajo, y lo requisaron, también como si fueran expertos en esas cosas. “Me inmovilizaron, como uno ve en las películas”.
“Te encendemos a bala como mires para atrás”, le advirtieron luego de robarle su cámara digital, su dispositivo GPS, un celular, una chaqueta y un pantalón impermeables, entre otros objetos.
Federico corrió todo lo que pudo hasta que llegó a su vehículo. En una tienda, ya por el camino, encontró a un sargento —no precisa su nombre— que lo llevó hasta el retén militar a la entrada del Centro de Instrucción y Entrenamiento La Australia. “Ahí les conté a los militares lo sucedido, pero poca atención me prestaron. Yo quería impedir que robaran también a los Caminantes del Retorno. Después, hablé con esa organización y me dijeron que el Ejército nada les dijo”.
“No tenía ni idea”
El general Díaz, comandante de la Brigada XIII, aseguró que no tenía conocimiento de los hechos y que investigará, no sin advertir antes que “en el Ejército no comulgamos con estas cosas”. El comandante explicó que La Australia —ubicado a unos tres kilómetros de donde se cometió el delito— es un centro de reentrenamiento para militares y otras fuerzas, del que permanentemente están entrando y saliendo hombres.
Ahí se ejercitan brigadas enteras, unidades de lanceros, equipos de francotiradores, fuerzas especiales e, incluso, miembros de las Fuerza Aérea y la Armada, entre otros. “Aunque no puedo afirmar nada todavía, me da una luz que el denunciante asegure que el camuflado de los delincuentes era azul”, aseguró el general.
Por su parte, el jefe de Operaciones de la Brigada XIII, coronel Octaviano Bustillo, dijo que buscará los reportes acerca de los hombres que se entrenaban en el sitio el pasado 31 de mayo. El alto oficial también advirtió que “pudo ser delincuencia común”. El lunes por la tarde, a instancias de este diario, el coronel se reunió con Federico Kircher.
Luego de 14 años de afición por los campos, ríos y montañas del país, el ciudadano alemán Friedrich —o Federico— Kircher asegura conocer el territorio nacional como pocos colombianos. Desde que pisó por primera vez esta tierra, en 1987, dedica sin falta al menos un fin de semana al mes para recorrer las zonas agrarias del suelo en el que nacieron su esposa y su hijo. Unas veces acampa. Otras, escala o simplemente camina. Casi siempre lo hace acompañado. El 31 de mayo pasado salió solo. Quería visitar las Lagunas de Bocagrande en el Páramo de Sumapaz, muy cerca del corregimiento de Betania. Ese día pagó muy cara su devoción por la naturaleza. Bajando de la montaña, a tres minutos de camino de los cuerpos de agua, dos hombres armados con un cuchillo de unos 30 centímetros de largo le robaron todo lo que tenía y lo amenazaron de muerte si se atrevía a mirarles las caras. Aparentemente, eran militares.
Así quedó consignado en la denuncia que este politólogo de 46 años interpuso en esa misma fecha ante la Unidad de Reacción Inmediata —URI— de Paloquemao en Bogotá. Según Kircher, las maneras y la vestimenta de los delincuentes le hacen pensar que podría tratarse de miembros de la Fuerza Pública. En un principio, alcanzó a considerar que fueran guerrilleros. El Espectador consultó al comandante de la Brigada XIII —encargada del páramo y de la Localidad 20 de la capital—, general Ricardo Díaz, quien aseguró que “en esta área no hay subversión”.
De acuerdo con los hechos relatados, el hombre llegó a eso de las nueve de la mañana al cruce de camino donde nace el río Tunjuelo en su montero Mitsubishi, que parqueó junto a un pequeño conjunto de casas campesinas para emprender a pie el camino hasta las Lagunas de Bocagrande —a alrededor de 3.500 metros sobre el nivel del mar—.
Una vez arriba, decidió subir un poco más, hasta unos cerros rocosos que se levantan a 300 metros de las lagunas. Cuando llegó, descansó unos minutos, tomó algunas fotos y retomó la vía de regreso. De nuevo en los cuerpos de agua, Federico —quien trabaja para la ONG alemana Cáritas, en donde realiza proyectos de cooperación sobre ayuda humanitaria— se encontró con un grupo de caminantes ecológicos llamado Caminantes del Retorno. Pocos minutos después, empezó a bajar para buscar su carro y volver a su casa.
“Llevaba tres o cuatro minutos cuando dos hombres me abordaron. Vestían de camuflado, un camuflado de color entre azul, verde y gris —como los colores del páramo—. Tenían pasamontañas puesto y portaban un cuchillo de unos 30 centímetros de largo”.
El ciudadano alemán asegura que hablaban como militares. Lo tiraron al suelo, bocabajo, y lo requisaron, también como si fueran expertos en esas cosas. “Me inmovilizaron, como uno ve en las películas”.
“Te encendemos a bala como mires para atrás”, le advirtieron luego de robarle su cámara digital, su dispositivo GPS, un celular, una chaqueta y un pantalón impermeables, entre otros objetos.
Federico corrió todo lo que pudo hasta que llegó a su vehículo. En una tienda, ya por el camino, encontró a un sargento —no precisa su nombre— que lo llevó hasta el retén militar a la entrada del Centro de Instrucción y Entrenamiento La Australia. “Ahí les conté a los militares lo sucedido, pero poca atención me prestaron. Yo quería impedir que robaran también a los Caminantes del Retorno. Después, hablé con esa organización y me dijeron que el Ejército nada les dijo”.
“No tenía ni idea”
El general Díaz, comandante de la Brigada XIII, aseguró que no tenía conocimiento de los hechos y que investigará, no sin advertir antes que “en el Ejército no comulgamos con estas cosas”. El comandante explicó que La Australia —ubicado a unos tres kilómetros de donde se cometió el delito— es un centro de reentrenamiento para militares y otras fuerzas, del que permanentemente están entrando y saliendo hombres.
Ahí se ejercitan brigadas enteras, unidades de lanceros, equipos de francotiradores, fuerzas especiales e, incluso, miembros de las Fuerza Aérea y la Armada, entre otros. “Aunque no puedo afirmar nada todavía, me da una luz que el denunciante asegure que el camuflado de los delincuentes era azul”, aseguró el general.
Por su parte, el jefe de Operaciones de la Brigada XIII, coronel Octaviano Bustillo, dijo que buscará los reportes acerca de los hombres que se entrenaban en el sitio el pasado 31 de mayo. El alto oficial también advirtió que “pudo ser delincuencia común”. El lunes por la tarde, a instancias de este diario, el coronel se reunió con Federico Kircher.