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                                                                                                                                La fuga de las letras

                                                                                                                                Este hombre ha pasado 13 años en prisión y ha aprendido allí tanto de literatura que podría ser catedrático.

                                                                                                                                Alfredo Molano Jimeno

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Nací en Bucaramanga, pero me crié en Cali. Uno no es de donde nace sino donde se hace. Mi padre fue corredor de seguros y nos dio las comodidades suficientes para que yo y mis 10 hermanos creciéramos como gente privilegiada. En el 74 vivíamos en el barrio El Polo, que en ese entonces era el norte de Bogotá. Después mi papá dejó a mi mamá y se fue a Nueva York. Allá se vino en picada. Yo no soy hijo de papi, yo soy hijo de mamá.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Estudié hasta tercero de bachillerato, empecé a trabajar y cuando uno le coge el gusto a la plata deja muchas cosas. Los libros han sido mi ventana a la libertad, son mi bien más preciado, mi escampadero en momentos de angustia y desazón. Lo que me ha otorgado la vida es la posibilidad de leer.

                                                                                                                                La tercera parte de mi vida la he pasado guardado: Picota, Modelo, Acacías, Villa Nueva o Vistahermosa y Cárcel Distrital. Uno se priva de ciertas cosas por ponerse derroteros que no son para uno y llega a darse cuenta de que uno no se arrepiente, al fin y al cabo son experiencias; la experiencia es el compendio de tus errores, como decía Mark Twain.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En las cárceles me rebuscaba con artesanías: hacía barcos, tallaba madera, grababa monedas. Por ejemplo, uno cogía el hueso de la sopa y lo ponía a secar y de ahí sacaba uno materia prima o la conseguía intercambiando cosas con la gente, que una camisa por un palo para tallar, que el almuerzo por una moneda.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Es como Los miserables. Valjean era un tipo muy berraco. Cada vez que veía la puerta abierta tiraba para fuera. El hombre pagó 19 años por robarse un pan y tuvo cuatro intentos de fuga. Cuando salió tenía pasaporte amarillo. Le tocaba vivir el maltrato y la discriminación por haber estado preso. El hombre quería cambiar y se fue a un pueblo alejado a rehacer su vida. Tenía la ilusión de trabajar por la gente y se volvió alcalde, pero llega a ese pueblo un tipo que había sido conserje en la cárcel, y se dedica a dañarle la reputación, a hacerle la vida imposible, a despertar sus demonios. La historia de Jean Valjean es la de todos los que estuvimos en la cárcel y salimos a reconstruir nuestra vida, pero la sociedad y alguna gente no nos lo permite: esos son los miserables”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Nací en Bucaramanga, pero me crié en Cali. Uno no es de donde nace sino donde se hace. Mi padre fue corredor de seguros y nos dio las comodidades suficientes para que yo y mis 10 hermanos creciéramos como gente privilegiada. En el 74 vivíamos en el barrio El Polo, que en ese entonces era el norte de Bogotá. Después mi papá dejó a mi mamá y se fue a Nueva York. Allá se vino en picada. Yo no soy hijo de papi, yo soy hijo de mamá.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La tercera parte de mi vida la he pasado guardado: Picota, Modelo, Acacías, Villa Nueva o Vistahermosa y Cárcel Distrital. Uno se priva de ciertas cosas por ponerse derroteros que no son para uno y llega a darse cuenta de que uno no se arrepiente, al fin y al cabo son experiencias; la experiencia es el compendio de tus errores, como decía Mark Twain.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En las cárceles me rebuscaba con artesanías: hacía barcos, tallaba madera, grababa monedas. Por ejemplo, uno cogía el hueso de la sopa y lo ponía a secar y de ahí sacaba uno materia prima o la conseguía intercambiando cosas con la gente, que una camisa por un palo para tallar, que el almuerzo por una moneda.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Es como Los miserables. Valjean era un tipo muy berraco. Cada vez que veía la puerta abierta tiraba para fuera. El hombre pagó 19 años por robarse un pan y tuvo cuatro intentos de fuga. Cuando salió tenía pasaporte amarillo. Le tocaba vivir el maltrato y la discriminación por haber estado preso. El hombre quería cambiar y se fue a un pueblo alejado a rehacer su vida. Tenía la ilusión de trabajar por la gente y se volvió alcalde, pero llega a ese pueblo un tipo que había sido conserje en la cárcel, y se dedica a dañarle la reputación, a hacerle la vida imposible, a despertar sus demonios. La historia de Jean Valjean es la de todos los que estuvimos en la cárcel y salimos a reconstruir nuestra vida, pero la sociedad y alguna gente no nos lo permite: esos son los miserables”.

                                                                                                                                Por Alfredo Molano Jimeno

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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