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La vida convirtió a Angélica María Sánchez en una especialista en transformar el dolor en oportunidades y propósitos para servir a la comunidad. Pero eso lo confirmó solo hasta el día en el que murió su esposo Yilman Arroyave, producto de un accidente de tránsito en el norte de Bogotá. De esos días grises ella recuerda la indolencia de quien sería la responsable del accidente, la falta de acompañamiento de las instituciones y la impunidad que hasta ahora ha reinado en el caso.
Justamente cada uno de esos sentimientos los transformó en los pilares de la fundación Defensoría del Ciclista y el Peatón, la cual se fortaleció a mediados de junio de 2019, cuando confirmaron la muerte de Yilman. “Habíamos empezados en 2018 con un proyecto que se llamaba SOS Ciclistas, y lo que hacíamos era prevención y mitigación en caso de siniestro. Pero al estar viviendo todo esto me di cuenta de que hacía falta mucho más. Entonces, desde ahí se formó esta idea”, recuerda Angélica.
La fundación, cuyo objetivo es apoyar a las víctimas de siniestros viales y a sus familias, dar garantía de derechos a ciclistas y peatones, fortalecer la veeduría ciudadana y dignificar la labor de los activistas de la bicicleta, hoy vincula a más de 2.000 personas. Su mayor logro es haber construido comunidad bajo el lema “Entre todos y todas nos cuidamos”.
Si bien la bicicleta se ha convertido en una alternativa al transporte en la capital, que beneficia al medioambiente y a la movilidad, también es motivo de debate, como el tema de la ocupación que los ciclistas deberían o no tener en las vías. Justamente esa discusión, cree Angélica, ha sido el detonante de muchos accidentes de tránsito no solo en Bogotá, sino en buena parte del país.
“Lo que debe prevalecer es la vida, sin importar quién comete el error. Los que pierden la vida son los ciclistas, motociclistas o peatones. Ellos son los más expuestos. Hoy en día se está mirando la culpa individual, pero no. Así el otro cometa mil infracciones, eso no es una justificación. Los conductores le mandan el carro al ciclista y lo que dicen es: ¿por qué no se corre si le estoy echando pito?”, agrega.
Cifras de la Policía de Tránsito señalan que en el país solo durante el primer semestre de este año murieron 226 personas que se movilizaban en bicicleta, producto de accidentes de tránsito, 42 más que en el mismo período del año pasado. En cuanto a Bogotá, en lo corrido de 2021 han muerto 76 ciclistas y al menos 2.109 resultaron heridos. Precisamente la idea de disminuir esas cifras y las ganas de defender la vida en las calles es lo que despierta a Angélica día a día.
Es por eso que la Defensoría del Ciclista y el Peatón trabaja de la mano con voluntarios haciendo campañas para difundir la normatividad, velar por la infraestructura y la seguridad, y no menos importante, fomentar cultura, esa que tanta falta hace entre los actores viales, dice Angélica.
“Lo más complejo es que en Bogotá tenemos una deuda grandísima con la cultura vial. Lo único que nos dicen es que no debemos manejar cuando tomamos. Pero es que tampoco hay inversión para hablar de eso y mucho menos hay compromiso de los medios de comunicación para tocar el tema de las normas o leyes”, afirma.
La fundación, entonces, se ha convertido en ese aliado para que los ciclistas aprendan de derechos, pero también de deberes en la calle, con el fin de protegerse y compartir conocimiento que podría reducir en parte la enemistad que hay en la vía.
Víctimas de la problemática
Este sueño, que hoy está sobre ruedas y se fortalece con el pasar de los días, posiblemente no hubiera surgido igual de no ser por lo que tuvo que sufrir en 2019. Angélica recuerda que durante abril de ese año ella iba junto con Yilman Arroyave “por una vía de prioridad ciclista y de no más de 30 kilómetros por hora”, cuando una camioneta lo arrolló desde la parte trasera.
El accidente en principio no pareció grave, pero una radiografía confirmó cuatro fracturas, tres de ellas en la cadera. La recuperación parecía ir por buen camino, pero el 19 de junio, dos meses después del hecho, Yilman murió a causa de un tromboembolismo. Los resultados de la necropsia, que entregó Medicina Legal ocho meses después del deceso, confirmaron que la dolencia que acabó con la vida de Arroyave fue producto del accidente que sufrió.
Paradójicamente Angélica, además de asesorar a víctimas de siniestros viales y acompañar a familiares que han perdido a seres queridos que son ciclistas, también ha tenido que ser su propia consejera y compañera en esta lucha contra la impunidad.
“En febrero de este año la Fiscalía le solicitó a Medicina Legal que tenía que hacer una reconstrucción de los hechos, cosa que no entendemos, ya que hay un video, que es muy claro y el cual conseguí, porque los investigadores no aparecían. Ya han pasado diez meses y Medicina Legal no da respuesta. Entonces no se ha podido avanzar en eso, por la falta de ese informe que tiene que emitir”, concluye.
El proceso se encuentra estancado. No obstante, el trabajo que adelanta la Defensoría del Ciclista y el Peatón, más que un servicio social, hoy es un compromiso que Angélica adquirió con la vida y con la memoria de su esposo fallecido, quien soñaba con proteger a los ciclistas, pero sobre todo con garantizar la vida a cualquier actor vial.