La nación debe proteger la Amazonia; Bogotá debe hacerlo con sus cuencas
“Proteger el agua, recuperar el suelo y mejorar la calidad del aire son los elementos para hacer de la capital una ciudad resiliente ante el cambio climático”, explica la secretaria de Ambiente, Adriana Soto.
Alexánder Marín Correa
Primero calores sofocantes, que tienen a Bogotá en racionamiento de agua, y ahora torrenciales aguaceros, que inundan vías y generan deslizamientos en los cerros. La variabilidad climática cada vez se siente con más fuerza. El ambiente, sin duda, está pasando cuenta de cobro por años de desidia con el planeta. Y para intentar mitigar los efectos de la variabilidad climática, la administración parece tener metas claras.
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Primero calores sofocantes, que tienen a Bogotá en racionamiento de agua, y ahora torrenciales aguaceros, que inundan vías y generan deslizamientos en los cerros. La variabilidad climática cada vez se siente con más fuerza. El ambiente, sin duda, está pasando cuenta de cobro por años de desidia con el planeta. Y para intentar mitigar los efectos de la variabilidad climática, la administración parece tener metas claras.
Planes para proteger las fuentes de agua, recuperar las funciones ecosistémicas de la tierra y apuntar a mejorar la calidad del aire son las propuestas que están en marcha. Adriana Soto, secretaria de Ambiente, habló sobre los programas y las metas para volver a Bogotá una ciudad resiliente ante el cambio climático.
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Pasamos del fenómeno de El Niño, que nos dejó un racionamiento, y ahora llegó el esperado fenómeno de La Niña.
Hay una señal de La Niña, con una probabilidad del 60 %, que está incidiendo en la intensidad, más que en el exceso de lluvias, porque estamos en los mismos niveles de noviembre de 2021, año en el que no había Niña declarada.
Ha sido un año con grandes retos ambientales. ¿Cuál es el panorama?
Arrancamos con incendios y sequías. Ahora están las lluvias intensas. Y la explicación es clara: el cambio climático, que está generando un riesgo ya muy visible para la ciudad, para lo cual nos estamos preparando, porque es necesario garantizar el bienestar de quienes estamos aquí en la ciudad. ¿Cómo lo estamos haciendo? A través de tres ejes: el agua, el suelo y el aire.
Justo el agua es hoy una gran preocupación de cara al futuro. ¿Cuál es el plan?
¿Sabía que el centro de Bogotá queda en el páramo de Sumapaz? Esto para decirle que nuestro plan es restaurar y conservar la infraestructura verde, es decir, todas las cuencas, dentro y fuera del Distrito, que abastecen los tres sistemas de embalses como Chingaza, el Norte y el Sur. Lo que buscamos es irnos a las cuencas estratégicas y escalar sustancialmente nuestras acciones.
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¿Qué están planeando?
Para hacerlo se necesitan recursos, y esta administración prepara un proyecto sin precedentes. Con Conservación Internacional se está gestionando el apoyo del famoso Fondo Verde para el Clima, para destinar inversiones en ecosistemas estratégicos. La aspiración es a que sea un proyecto de US$92 millones. Vamos por buen camino, ya que de momento logramos una financiación de US$1,2 millones para estructurar el proyecto, tarea que está a cargo de Conservación Internacional, con apoyo del Distrito.
¿Cuál será el aporte de la administración?
Lo que le vamos a solicitar al Fondo Verde para el Clima son US$72 millones, recursos no reembolsables, y los otros US$20 millones que faltan para llegar a los US$92 millones los pondrán varias entidades como contrapartida: US$11 millones el Distrito y el resto serían la CAR y el sector privado.
Sí lo aprueban, ¿cómo mantener este proyecto?
Los recursos iniciales serían un aporte no reembolsable. Para mantenerlo, la idea es introducir una modificación del Acueducto a la tarifa del agua que se destinará a esa tarea. Será un ajuste que no sentirá el usuario, pero el acumulado será clave para la restauración y conservación de las estrategias.
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¿Cuál es el alcance de la iniciativa?
Le voy a dar un par de cifras: el proyecto abarcará 172.499 hectáreas vulnerables al cambio climático, como bosques andinos y páramos, que abrazan a Bogotá, incluidas 15.500 hectáreas, de las cuales 5.000 hectáreas serán en restauración y 10.500 con 2.500 familias campesinas, dueñas de predios donde hay prácticas agrícolas y pecuarias. La idea es generar sistemas productivos más sostenibles, que reduzcan la degradación de suelos de las cuencas, para que puedan regular con mayor efectividad la cantidad y la calidad del agua. El retorno de esta inversión será más agua y de mejor calidad.
El proyecto apenas está en estructuración. ¿Cuándo se empezará a ejecutar?
Estamos hablando de un proyecto sin precedentes, incluso, para el Fondo Verde para el Clima, que por primera vez se financiaría un proyecto de agua para una ciudad región, donde el impacto del cambio climático afecta a casi el 20 % de la población del país. Esto lo vamos a empezar. Esperamos que la aprobación esté para finales del próximo año, en el caso de que todo salga bien, y los recursos se ejecutarían en seis años, lo cual nos permitiría llegar a más lugares de manera más efectiva, pero todo basado en ciencia.
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El plan con los campesinos es seguir pagándoles por servicios ambientales. ¿Cómo cambiaría?
La herramienta se ha usado para incentivar que los campesinos ajusten sus sistemas productivos. En Sumapaz ha llegado a ser de casi $2,2 millones por hectárea al año. Ahora buscamos que sea realmente un pago por resultados, a las familias que demuestren una transformación, que permita conservar mejor el recurso hídrico. Será una transferencia monetaria condicionada.
¿Y cuándo se verán resultados?
El retorno de la inversión en conservación no se puede calcular con certeza. Eso depende del estado del terreno. Algunos pueden dar retornos rápido, pero otros no. Pero sí puedo decir que será un retorno muy efectivo en términos de regulación hídrica.
¿Se invertirán recursos en la Amazonia?
Nuestra responsabilidad primaria es la conservación y restauración de las cuencas que abastecen de agua directamente a Bogotá. La responsabilidad de detener la deforestación y la degradación de un ecosistema tan importante como la Amazonia es de la nación. La deforestación de la Amazonia colombiana, entre 2023 y 2024, se ha incrementado en un 234 %. ¿Y cuáles son los motores? Son motores ilegales y criminales, entonces la responsabilidad es del Estado.
Viendo los efectos del cambio climático, ¿no nos cogió la tarde para un proyecto como estos?
Bogotá sí ha venido haciendo esfuerzos importantes en la conservación de las cuencas. Lo que hará esta administración es construir sobre lo construido y escalar su impacto, con más inversión y con modelaciones, basadas en ciencia, para direccionar mejor los recursos.
Mencionó también planes para mejorar los suelos. ¿Cómo será?
Ligado a todo el tema del agua está el plan para restaurar los cerros, un ecosistema con 13.000 hectáreas. Las anteriores alcaldías restauraron entre 120 y 140 hectáreas en el cuatrienio. Nuestro plan es llegar a 1.300 hectáreas. Lo estamos estructurando, técnica y financieramente, para disminuir su vulnerabilidad. La mayor composición son especies exóticas, que los hace vulnerables al fuego, empobrece los suelos y evita que el agua filtre a los acuíferos. El proyecto es recuperar las especies nativas, para recuperar sus funciones.
Y los incendios potencian los problemas con la calidad del aire frente a esto. ¿Cuál es el plan?
Por los incendios tuvimos un mayor número de alertas por mala calidad del aire. Pero, en este tema, vemos que el problema se concentra hacia el suroccidente, por la dinámica de los vientos, afectando a los más pobres de la ciudad. La idea de invertir en restauración en los cerros también implica mejorar la calidad del aire. Además, el suroccidente es el área de la ciudad con menos densidad de coberturas naturales. Y acá hay una estrategia de renaturalización, en zonas específicas, que hemos estudiado y haremos en conjunto con otras entidades del Distrito (como Hábitat), con toda la estrategia de revitalización de barrios para mejorar la calidad.
Persiste el debate infraestructura vs. protección ambiental, puntualmente por las obras viales en el norte y la reserva Van der Hammen. ¿Cómo conciliarlo?
Acá es clave mencionar que otra de las estrategias que tenemos en suelos es con la reserva Van der Hammen. Se trata de la cesión voluntaria de terrenos a cambio de derechos de construcción. La reserva tiene 1.395 hectáreas, y cerca del 90 % está en manos de privados, y por eso las administraciones apenas han restaurado el 3 %, porque no hay recursos para comprarles a los privados, ni puede invertir.
¿El dueño de un predio cuánto recibe por hectárea?
Ellos lo transfieren el predio voluntariamente, con lo que ya podríamos invertir en restauración y conservación. La cantidad de derechos de construcción, en metros cuadrados, depende del estado ambiental de cada hectárea. A mayor nivel de conservación más metros cuadrados. La nueva estrategia que planteamos, que busca acelerar esa restauración, está dando resultados. Los dueños de 11 predios, que suman 173 hectáreas, mostraron interés. Con esto, la reserva finalmente sería una realidad en términos de restauración.
Pero esto no elimina las críticas por los proyectos viales que ponen en riesgo activos ambientales.
Recuerde que esos fueron viabilizados y la autoridad ambiental (la CAR) plantea las condiciones para la licencia ambiental. Para eso está la jerarquía de la mitigación en proyectos de infraestructura, en la que se debe evitar al máximo el daño ambiental; si no lo puede evitar, lo tiene que mitigar y si no lo puede evitar ni mitigar, lo tiene que compensar. Y esos son los criterios que se han tenido en cuenta a la hora de darles el visto bueno a los proyectos.
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