Opinión: La niñez hará el cambio
Esta manguala del narco negocio y la corrupción lleva ya cuatro décadas en el país imponiéndose como una ética de la existencia.
Le leí en una columna al difunto Alfredo Molano, “de cómo en las regiones con auge del narcotráfico, algunos empleados de los municipios no se dejaban hechar tierra de los traquetos, nuevos ricos, y ellos por su parte amasaban sus fortunas con jugosas coimas a los contratistas, o usando para sí los dineros públicos”.
Más información sobre Bogotá: ICBF se pronuncia sobre menor de edad en coma que estaba recluido en El Redentor.
Esta manguala del narco negocio y la corrupción lleva ya cuatro décadas en el país, imponiéndose como una ética de la existencia, incluso como una nueva idiosincrasia que reproducen sin reparo las nuevas generaciones.
Casualmente, entre un grupo que ocupaba una mesa del restaurante Archi’s al norte de Bogotá, reconocí a la exministra de las TIC Karen Abudinen, quien debió renunciar de su cargo porque nunca logró justificar el extravío de 70 mil millones destinados para dar conectividad a niños rurales de la Guajira.
Pero lo que me llamó la atención fue que, mientras los adultos se ocupaban en sus teléfonos, dos niños, entre diez y doce años de edad, se entendían con el mesero de un modo tan altanero, demostrando que desde pelados ya estaban formados para el despotismo.
También en el Rodadero (Santa Marta), donde la nueva horda turística procede en buena parte del norte de Antioquia, se toman las calles de la zona hotelera con sus camionetotas. Les abren las cuatro puertas para ostentar los súper equipos de sonido y, junto a ellos, sus hijitos también con cadenas y pulseras de oro, reproducen su ufana de nuevos ricos, con gotas, camisetas y zapatillas de marca.
Más no solo los descendientes de corruptos y narcos reproducen la descompuesta afición por el pecunio malsano. También sus vecinos, sus paisanos, se han hecho émulos de la mentalidad emergente, y en ese tono se han formado las conciencias de cuatro generaciones de colombianos.
Indagando a mis amistades docentes de escuelas, colegios y universidades, aunque esperanzados desde la mística de su profesión, no logran disimular el desconcierto por la carencia de ideales supremos en el estudiantado contemporáneo. Escasea entre la muchachada la aspiración de ser grandes científicos, inventores. A finales del siglo pasado, personajes como García Márquez, Picasso, Jacques Cousteau eran ideales para las juventudes. Me pregunto hoy en día cuantos estudiantes de secundaria han leído o saben quién son Juan Gabriel Vásquez y Laura Restrepo, o han visto exposiciones del pintor Jacanamijoy.
Por supuesto, las mejores aspiraciones profesionales se le cultivan a los estudiantes de los estratos más altos, que al final se califican en las mejores universidades de países del primer mundo, pero entre ellos tampoco es que abunden los que quieran ser como Rodolfo Ginás.
El legado de codicia desaforada que dejaron los carteles de Medellín, de Cali, los narco paramilitares y toda la recua de corruptos en todos los lares de la patria, se refleja en muchas expresiones de la sociedad, una deformación de valores que aunque tiene cantantes para exaltada, no me atrevo a llamarle cultura, sino neo idiosincrasia. Una panadería de subconciencia tan larga que solo se podrá conjurar si desde ya iniciamos una humanización de la educación de nuestra niñez.
Para ello exhorto al ICBF, a los Ministerios de Educación y de Cultura, al IDIPRON a todas las instancias incidentes en la protección y formación de la niñez, para que además del asistencialismo en sus necesidades básicas, se esmeren en ofrecerle a los bisoños lo mejor del arte colombiano y del mundial, que el aprecio y el contacto con la naturaleza y con nuestra diversidad cultural sea una constante.
Si a todos los centros de atención a la niñez, si a todos los centros educativos llegan los mejores creadores del arte nacional, entonces, no obstante, los grandes medios de comunicación sigan ofreciendo sus realities y demás apologías a la banalidad. Los niños, niñas y adolescentes asombrados e instruidos con buen arte y buen saber, aprenderán a admirar y a valorar los oficios sublimes, de los pensadores, de los científicos, de los titiriteros, de los escritores, de los músicos y los creadores alternativos y transformadores aunque no estén en los carteles de show business.
Si los gobiernos asumen como perentorio esta tarea de sanación de las conciencias, podemos ver un cambio estructural de verdad en el próximo lustro. No veo otro camino esperanzado más que en la niñez cultivada desde ya para el cambio.
Puede interesarle: Persisten los reclamos por fallas en los cobros de la factura de luz.
Le leí en una columna al difunto Alfredo Molano, “de cómo en las regiones con auge del narcotráfico, algunos empleados de los municipios no se dejaban hechar tierra de los traquetos, nuevos ricos, y ellos por su parte amasaban sus fortunas con jugosas coimas a los contratistas, o usando para sí los dineros públicos”.
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Esta manguala del narco negocio y la corrupción lleva ya cuatro décadas en el país, imponiéndose como una ética de la existencia, incluso como una nueva idiosincrasia que reproducen sin reparo las nuevas generaciones.
Casualmente, entre un grupo que ocupaba una mesa del restaurante Archi’s al norte de Bogotá, reconocí a la exministra de las TIC Karen Abudinen, quien debió renunciar de su cargo porque nunca logró justificar el extravío de 70 mil millones destinados para dar conectividad a niños rurales de la Guajira.
Pero lo que me llamó la atención fue que, mientras los adultos se ocupaban en sus teléfonos, dos niños, entre diez y doce años de edad, se entendían con el mesero de un modo tan altanero, demostrando que desde pelados ya estaban formados para el despotismo.
También en el Rodadero (Santa Marta), donde la nueva horda turística procede en buena parte del norte de Antioquia, se toman las calles de la zona hotelera con sus camionetotas. Les abren las cuatro puertas para ostentar los súper equipos de sonido y, junto a ellos, sus hijitos también con cadenas y pulseras de oro, reproducen su ufana de nuevos ricos, con gotas, camisetas y zapatillas de marca.
Más no solo los descendientes de corruptos y narcos reproducen la descompuesta afición por el pecunio malsano. También sus vecinos, sus paisanos, se han hecho émulos de la mentalidad emergente, y en ese tono se han formado las conciencias de cuatro generaciones de colombianos.
Indagando a mis amistades docentes de escuelas, colegios y universidades, aunque esperanzados desde la mística de su profesión, no logran disimular el desconcierto por la carencia de ideales supremos en el estudiantado contemporáneo. Escasea entre la muchachada la aspiración de ser grandes científicos, inventores. A finales del siglo pasado, personajes como García Márquez, Picasso, Jacques Cousteau eran ideales para las juventudes. Me pregunto hoy en día cuantos estudiantes de secundaria han leído o saben quién son Juan Gabriel Vásquez y Laura Restrepo, o han visto exposiciones del pintor Jacanamijoy.
Por supuesto, las mejores aspiraciones profesionales se le cultivan a los estudiantes de los estratos más altos, que al final se califican en las mejores universidades de países del primer mundo, pero entre ellos tampoco es que abunden los que quieran ser como Rodolfo Ginás.
El legado de codicia desaforada que dejaron los carteles de Medellín, de Cali, los narco paramilitares y toda la recua de corruptos en todos los lares de la patria, se refleja en muchas expresiones de la sociedad, una deformación de valores que aunque tiene cantantes para exaltada, no me atrevo a llamarle cultura, sino neo idiosincrasia. Una panadería de subconciencia tan larga que solo se podrá conjurar si desde ya iniciamos una humanización de la educación de nuestra niñez.
Para ello exhorto al ICBF, a los Ministerios de Educación y de Cultura, al IDIPRON a todas las instancias incidentes en la protección y formación de la niñez, para que además del asistencialismo en sus necesidades básicas, se esmeren en ofrecerle a los bisoños lo mejor del arte colombiano y del mundial, que el aprecio y el contacto con la naturaleza y con nuestra diversidad cultural sea una constante.
Si a todos los centros de atención a la niñez, si a todos los centros educativos llegan los mejores creadores del arte nacional, entonces, no obstante, los grandes medios de comunicación sigan ofreciendo sus realities y demás apologías a la banalidad. Los niños, niñas y adolescentes asombrados e instruidos con buen arte y buen saber, aprenderán a admirar y a valorar los oficios sublimes, de los pensadores, de los científicos, de los titiriteros, de los escritores, de los músicos y los creadores alternativos y transformadores aunque no estén en los carteles de show business.
Si los gobiernos asumen como perentorio esta tarea de sanación de las conciencias, podemos ver un cambio estructural de verdad en el próximo lustro. No veo otro camino esperanzado más que en la niñez cultivada desde ya para el cambio.
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