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Inmediatamente después de verlo, Óscar no pudo seguir. Intentó atraparlo en el barrio Rafael Uribe y Uribe de Bogotá, pero el animal escapó. Al principio creyó que se trataba de un perrito callejero y golpeado: tenía los ojos hinchados y rojos. Después de pedir ayuda a través de redes sociales, y de volver al lugar, lo encontró. Le puso una cuerda y se quedó con él hasta conseguir ayuda.
Hasta ahí también llegó Marcela Tabares, una mujer que estudió Ciencias Políticas y dedica todos los minutos libres que le quedan a cuidar perros abandonados, maltratados, enfermos y olvidados. A ella la acompañó la gente de La Pandilla Al Rescate, su fundación. Baño, comida y tocar su piel después de la indiferencia de muchos fue la tarea de Óscar, Marcela y los veterinarios. Marcela, que ya cuidaba otros animales enfermos, comenzó a pedir ayuda a través de redes sociales, para poder asumir el costo del tratamiento. Y aún la necesita, para salvarlo. Del resto se encargan ella, Óscar y algunas personas cercanas: cuidados, llamadas, visitas veterinarias.
Y lo hace porque, en un país como Colombia, los animales callejeros dependen totalmente de la voluntad de las personas. Si los ven, si les ayudan, si les dan comida o afecto. O si no. El gobierno realiza algunas acciones, pero son insuficientes. “De los animales me sorprende la capacidad de recuperación que tienen de los golpes, la indiferencia y el abandono; esa posibilidad de volver a ser felices, sin complejos”, dice Marcela Tabares.
El diagnóstico fue adverso para Oreo: tenía un tumor en su cabeza (que no lo dejaba ver a través de uno de sus ojos), otro en el paladar (que le impedía respirar) y una metástasis incipiente en los pulmones. A la rudeza e indiferencia que vivió en la calle, ahora se sumaba la enfermedad; todo en dos años de vida.
Marcela, Óscar y los veterinarios decidieron que le evitarían el dolor y aplicarían la eutanasia. Sin embargo, al verlo con ganas de vivir y asumir con situaciones simples de cada día, se miraron, hablaron, y decidieron darle una segunda oportunidad; cuidar todo lo que existe, hasta donde sea posible es su convicción.
Después de la cirugía y formas de ayudar
El pasado 16 de junio, Oreo estuvo varias horas en el quirófano. Los veterinarios trabajaron con certeza y suavidad, para extraer los tumores de su cuerpo y aliviar el dolor. Ese día, Marcela, Óscar y la gente que ayuda a La Pandilla al Rescate estaba ansiosa. No sabían si él iba a sobrevivir a la cirugía. Y si lo hacía, vendría la parte más compleja: la recuperación. Después de llorar y sentir miedo o ansiedad, el procedimiento terminó y celebraron que Oreo estaba vivo y tendría otra oportunidad.
Al preguntarle a Marcela por qué ayudar a un perro a tener una vida nueva, dice con seguridad: “soy trabajadora humanitaria y mi vocación es ayudar a mitigar ese sufrimiento humano. Entiendo que cada vida que se salva vale la pena. También aprendo algo de los que no logro salvar; todos dejan una enseñanza de vida. Y en el camino no solo los salvas a ellos, sino también a las personas que se dejan tocar el corazón y le abren las puertas de su hogar a cada uno, y luego te cuentan cómo cambió su vida desde que ese perro o gato llegó a hacerlos felices”.
Al momento de esta nota, Oreo sobrevivió a cirugía y ya tuvo su primera sesión de quimioterapia. Cuando salga, ella, y la gente que la acompaña, tendrán que continuar en la búsqueda de los 26 millones que vale el tratamiento de Oreo. ¿Por qué hacerlo? La respuesta es clara: en un país como Colombia donde la muerte ha estado tan presente en todo y en el que la indiferencia hacia los animales es un asunto repetido, salvar a Oreo es un ejemplo, la posibilidad de dar un mensaje importante y necesario. Ahora buscan la ayuda de todos, con lo que cada uno pueda, para lograrlo.
Las personas que deseen ayudar a Oreo pueden comunicarse a través de la cuenta de Twitter: @Marce_Tabares o llamando al 321 2598051.