Científicos de la Javeriana en Bogotá buscan macromolécula contra el COVID-19
El estudio lo adelantan en el laboratorio de la Universidad Javeriana, el cual fue financiado por la Agencia Distrital para la Educación Superior, la Ciencia y la Tecnología (Atenea). El proyecto se encuentra, por el momento, en etapa de experimentación.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Mano a mano con sus estudiantes, revisando cada dato que se obtiene de la investigación, el doctor Carlos Javier Almeciga trabaja desde hace año y medio en una iniciativa médica, que brinde otra arista de solución al Covid-19. Se trata del diseño de una macromolécula o proteína, producidas a partir de una levadura, que a futuro permitan bloquear la interacción entre el SARS-COV2 y las células del cuerpo humano, momento del contagio.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Mano a mano con sus estudiantes, revisando cada dato que se obtiene de la investigación, el doctor Carlos Javier Almeciga trabaja desde hace año y medio en una iniciativa médica, que brinde otra arista de solución al Covid-19. Se trata del diseño de una macromolécula o proteína, producidas a partir de una levadura, que a futuro permitan bloquear la interacción entre el SARS-COV2 y las células del cuerpo humano, momento del contagio.
Puede interesarle: ¿Pensando en comprar vivienda nueva? Inscríbase a la feria inmobiliaria del Distrito.
La idea, explicó Almeciga a El Espectador, es que las propiedades de la proteína entorpezcan ese proceso, como lo encontraron en una simulación realizada por computador. “Con base en los datos que tenemos sobre cómo interactúa el virus con las células y la invasión a las moléculas receptoras, pasamos a una etapa experimental, en la cual, usamos un microorganismo, en este caso una levadura, a partir del cual podíamos diseñar una proteína, que impida esta interacción”.
Sobre el origen de la hipótesis que los llevó al experimento, contó que las levaduras que modificaron, según la simulación por computador, tendrían una capacidad de intervención frente al virus más fuerte y eficiente, que la observada en los anticuerpos usados para el desarrollo de vacunas contra la COVID-19. “Parte de nuestra evidencia es que la interacción que se da entre el virus y nuestra proteína es más eficiente que moléculas reportadas en la literatura científica”.
El otro factor que soporta la estrategia que emplean Almeciga y sus estudiantes reside en el método para desarrollar esta proteína. En su laboratorio llevan 20 años modificando microorganismos, para tratar enfermedades genéticas o raras. Esta experiencia, afirma Almeciga, les permitió adaptar todo un esquema, para trabajar en una nueva proteína que estuviera enfocada, esta vez, en el tratamiento de personas enfermas con SARS-COV2.
Y después del estudio, ¿qué?
Todavía es prematuro asegurar que este proyecto logre consolidarse como una solución al COVID-19. Así lo cree John Mario Gonzáles, Coordinador del Laboratorio de Ciencias Básicas Médicas de la universidad de Los Andes, quien explicó a El Espectador que los estudios preliminares en computadora, con los que cuenta la iniciativa de Almeciga, son apenas resultados preliminares que necesitan “ser biológicamente verificables en un modelo”.
Gonzáles comenta, por otro lado, que esta metodología, de proteínas recombinantes, ya ha sido utilizada en otras partes del mundo para los mismos efectos que busca Almeciga.
Las proteínas recombinantes, que son las que se producen con base en levaduras, como la del pan o la cerveza, tienen el objetivo de saturar el receptor que usa el virus para invadir las células. Al ocupar este espacio, el patógeno ya no tiene un lugar por el cual ingresar.
Respecto al éxito que ha tenido esta idea en el mundo, John Mario Gonzáles referenció un estudio de la Universidad de Henan, en China, que tuvo buenos resultados al emplear proteínas recombinantes para impedir la entrada del virus en las células. Sin embargo, advierte que es de vital importancia tener en cuenta las mutaciones del virus a lo largo de estos años. Lo anterior, debido a que variantes como Ómicron, demostraron ser escurridizas frente a varios métodos de tratamiento.
Pese a que los avances de la investigación son prometedores, falta mucho trecho para consolidar la proteína desarrollada por el doctor Almeciga y su equipo en alternativa médica. Por el momento, lo que han logrado es plantear un experimento tangible, con base en los modelos de computador. Ahora, falta determinar si esta proteína, con base en levadura, efectivamente entorpece con éxito la interacción del virus con las células. Estos resultados, explico Carlos Javier Almerciga, se obtendrían en los próximos seis meses.
En caso de que los resultados sean positivos, se buscarían alternativas para financiar la etapa clínica del proyecto. Esto es, la fase en la que su proteína debe probar que es segura en humanos. Primero, conforme al protocolo, las investigaciones deberían ser efectuadas sobre animales, como ratones. Después, si todo funciona y las conclusiones les favorecen, se propondría la prueba en personas, con autorización del Invima.
En todo caso, vale aclarar, esta no sería una vacuna o algo parecido, por cuanto los biológicos son usados en la prevención del virus. La proteína, que desarrollan en la Universidad Javeriana, se utilizaría para la fabricación de medicamentos, que puedan tratar a los pacientes contagiados.
Llegar hasta este trecho, sin embargo, representa mucho trabajo y recursos, que pueden ser obtenidos a través de una alianza con el sector farmacéutico del país. “En el laboratorio no tenemos recursos suficientes para replicar la proteína a escalas industriales. La academia y las empresas deben cooperar con más frecuencia, para que este tipo de iniciativas puedan generar un impacto en la población”.
Sobre este aspecto, el inmunólogo de la Universidad del Quindío, Jorge Gómez Marín, resalta que la financiación de esta clase de iniciativas debe ser mucho más ambiciosa por parte del estado. Desde su punto de vista, lograr que una propuesta como la de esta proteína se materialice en algo tangible, como un medicamento, hace falta “muchísimo dinero y recursos. Hay muchas iniciativas que han hecho varias universidades. En mi grupo de trabajo también realizamos investigación para el eventual desarrollo de una vacuna, pero finalizar esto es bastante difícil por la falta de financiación pública”.
Aunque Gómez resalta la importancia de que recursos como los de Atenea, se hayan canalizado a investigaciones como la de Almeciga, cree que son solo primeros pasos. Las alianzas con el sector industrial como alternativa para obtener recursos pueden ser útiles, pero “sin financiación pública es complicado. La mayoría de medicamentos a nivel mundial, incluso algunas vacunas para el COVID-19, han recibido algún tipo de subvención estatal”, resaltó.
Respecto a la utilización en otras enfermedades, el doctor dice que descarta que la proteína, exactamente como ellos la están diseñando, pueda ser replicada para tratar otros virus o complicaciones de salud. Sin embargo, resalta que la curva de aprendizaje que puede generar este tipo de experimentos en otras iniciativas científicas a futuro.
“Se genera un esquema de trabajo y metodologías, que pueden agilizar más adelante otras labores de investigación en este mismo campo”, resaltó el doctor a cargo de la investigación. La financiación del proyecto corrió por parte de Atenea que, a través de una convocatoria y un concurso público, donó $600 millones al laboratorio para que, en un plazo de dos años, materializaran su iniciativa científica. Resta esperar dónde terminará todo este esfuerzo y trabajo.
Lea también: ¿Quiere estudiar? Hay 3.600 becas para cursos de construcción en Bogotá.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.