Las plazas de mercado en Bogotá: entre el miedo y la tradición
Por generaciones, familias enteras han vivido de vender artesanías y productos campesinos en las plazas. Hoy hay temor de un eventual desalojo, poniendo en riesgo una tradición de años.
Juan Camilo Beltrán Guzmán
Por décadas, las 19 plazas de mercado de Bogotá han jugado un papel crucial en la economía local. Allí hay variedad de alimentos y productos provenientes del campo, siendo, no solo fuente de abastecimiento sino de sustento para centenares de familias que, generación tras generación, han persistido con sus negocios. Y para conocer el presente y preocupaciones de quienes dan vida a estos espacios, recorrimos la plaza del Quiroga, al occidente de la ciudad, la cual, con 217 locales y más de 500 comerciantes, es ejemplo de tradición.
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Por décadas, las 19 plazas de mercado de Bogotá han jugado un papel crucial en la economía local. Allí hay variedad de alimentos y productos provenientes del campo, siendo, no solo fuente de abastecimiento sino de sustento para centenares de familias que, generación tras generación, han persistido con sus negocios. Y para conocer el presente y preocupaciones de quienes dan vida a estos espacios, recorrimos la plaza del Quiroga, al occidente de la ciudad, la cual, con 217 locales y más de 500 comerciantes, es ejemplo de tradición.
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Vanessa Baquero, dueña de Merquiyapp, fue una de las que se animó a contar su historia, señalando que su abuelo inició el negocio hace 50 años y todavía venden los mismos productos. “Pasó de mi abuelo a mis padres y ahora soy yo, junto a mi familia, la que mantengo el negocio a flote”. Las plazas son fuentes de empleo, como lo cuenta Vanessa, quien resalta el caso de su hermana, quien, pese a ser enfermera, optó por el negocio familiar. “Prefiere estar aquí, porque gana más que en un hospital”, comenta.
Historias como la de Vanessa, en medio de frutas, verduras, carnes y artesanías, se repiten a lo largo del lugar. La de Samuel Bohórquez, quien lleva 30 años allí, es otro ejemplo. Comercializa artesanías de Cundinamarca, Boyacá y Tolima y, si bien, sus días pasan vendiendo canastos, sombreros y ollas, para él la plaza no es una simple fuente de ingresos, sino un espacio donde ha construido sentido de comunidad. Gracias a un ambiente de cooperación, más que de competencia, los comerciantes han creado una red de apoyo, que les ha permitido seguir adelante.
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¿Qué dificultades enfrentan las plazas hoy?
Pero no ha sido fácil. Entre los trabajadores de las plazas ronda la preocupación, en especial, luego del cierre de la Plaza Boyacá Real, en la pasada administración. La decisión se basó en la falta de rentabilidad y afectó a más de 200 negocios, despertando críticas entre quienes confiaron en el apoyo que prometió la exalcaldesa en campaña. Esta tensión también se siente en el Quiroga, donde algunos temen que el sitio corra igual destino. Marlén García, quien tiene hace dos décadas una cafetería en el sector, así lo expresa, se siente preocupada por el manejo administrativo de las plazas.
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Compartió que, a lo largo de los años, varias entidades, incluyendo la UAESP, han administrado las plazas, la llegada del Instituto para la Economía Social (IPES) marcó un cambio desfavorable. “Fue cuando empezaron nuestros verdaderos problemas. Nos tratan como si no importáramos, pese a que de aquí sale el sustento de muchas familias”. La comerciante, aunque destaca las mejoras internas en las plazas, que ahora lucen más limpias y organizadas, señala que es también gracias al esfuerzo de todos
El Sistema Distrital de Plazas de Mercado, que gestiona el IPES, establece que los comerciantes no deben pagar renta por los locales, pero sí contribuir con un impuesto por el uso del espacio público, el cual ha generado controversia, ya que algunos han acumulado significativas deudas por la falta de pago. Según datos del Distrito, estas deudas siguen siendo un desafío en la gestión, pues, tanto en El Quiroga como en otras plazas, se hace necesario encontrar un equilibrio entre la viabilidad económica y el respaldo a los trabajadores locales, algo que ha sido difícil de lograr.
En esto radica la preocupación sobre el futuro de las plazas, pues, dicen los comerciantes, que si se les quitan la oportunidad de trabajar, se quedarían sin pocas opciones. “La mayoría ya tenemos una edad y no tenemos estudio, entonces si nos sacan ¿dónde conseguiríamos trabajo? No hay posibilidad, nos quedaríamos sin nada. He vivido de esto casi toda mi vida”, indica Marlén.
¿Qué dice el Distrito?
El Espectador habló con María Andrea Solano, vocera del Ipes, sobre las dificultades que enfrentan las plazas de mercado. Ella recalca que el Distrito desarrolla un arduo trabajo para que operen adecuadamente. “Allí enfrentamos varios desafíos. El mayor es una infraestructura vieja, ya que muchas tienen más de 50 años, lo que obliga mantenimiento constante, en especial de los ductos y los sistemas eléctricos. Otro reto es el bajo nivel de ocupación en zonas como Tunjuelito y Los Luceros, y la ocupación de espacios sin contratos, lo que dificulta el recaudo para mantenimiento”.
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Sobre lo que paga cada comerciantes, Solano explica que no es ni impuesto ni arriendo, sino un pago por uso del espacio público. “La tarifa varía según la tipología y ubicación en la plaza. Un puesto en El Restrepo no vale igual que en Las Cruces. Algunas plazas, de carácter patrimonial pueden tener tarifas diferentes. Un puesto de 7 m2 en La Concordia (La Candelaria), con vocación turística, puede costar $667.000 mensuales”.
En cuanto al temor de los comerciantes por nuevos cierres de plazas, la funcionaria niega que alguna esté en riesgo de cierre. “Las plazas son vigiladas por diferentes entidades, como la Secretaría de Salud y Bomberos, que pueden ordenar cierres temporales por motivos de salud y seguridad cuando sea necesario. Sin embargo, el IPES no tiene planes de cerrar ninguna de forma definitiva”, Incluso, destata
Finamente, Solano cuenta que la administración viene desarrollando visitas, para realizar veedurías y verificar que en estos recintos se cumplan los parámetros de higiene y salubridad, pero la posición de los comerciantes se ha visto “politizada” por algunos sectores, razón por la cual, en algunas zonas se ha impedido una adecuada la gestión.
De momento, las plazas de mercado de Bogotá siguen activas, siendo importantes puntos de abastecimiento y encuentro. ¿De qué depende su futuro? Sin duda, del compromiso de los comerciantes, que le dan vida y de la administración, que tiene la tarea de mantenerlas en pie para que siguan siendo epicentros de cultura y tradición.
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