La sequía va hasta abril: Sí o sí tenemos que entrar en modo ahorro de agua
Ruth Maritza Quevedo Fique, directora de la CRA, habla sobre los análisis, las medidas y las alternativas frente a la crisis del agua que vive la región.
Alexánder Marín Correa
Las proyecciones climáticas son desalentadoras. El anuncio de que solo hasta abril volverán las ansiadas lluvias (necesarias para sacar a la ciudad de la actual crisis hídrica), hace más estrecho el margen de maniobra para garantizar con suficiencia el suministro de agua, para los casi 10 millones de habitantes de Bogotá y la sabana. Por eso, ahora, lo que comenzó como una invitación a la ciudadanía a ahorrar agua, será una obligación. La Comisión Reguladora de Agua (CRA) redujo los topes máximos de consumo y anunció sanciones para quienes no acaten la medida.
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Las proyecciones climáticas son desalentadoras. El anuncio de que solo hasta abril volverán las ansiadas lluvias (necesarias para sacar a la ciudad de la actual crisis hídrica), hace más estrecho el margen de maniobra para garantizar con suficiencia el suministro de agua, para los casi 10 millones de habitantes de Bogotá y la sabana. Por eso, ahora, lo que comenzó como una invitación a la ciudadanía a ahorrar agua, será una obligación. La Comisión Reguladora de Agua (CRA) redujo los topes máximos de consumo y anunció sanciones para quienes no acaten la medida.
LEA: Escasez de agua en Bogotá ¿cómo llegamos a este punto?
Actualmente, para Bogotá rige un castigo tarifario para los suscriptores que consuman mensualmente más de 22 metros cúbicos. Con las nuevas disposiciones de la Comisión, el propósito es bajar ese tope a 12 metros cúbicos por mes, en estratos 1 al 4, y a 9 metros cúbicos, para estratos 5 y 6. Pero hay una novedad: la industria y las empresas que prestan el servicio (Acueducto) ahora también serán objeto de sanciones por derroche. La industria e instituciones serán objeto de cobros adicionales por consumo excesivo de agua potable, y las empresas de acueducto, por no cumplir con las metas de reducción de pérdidas de agua.
Ruth Maritza Quevedo Fique, directora de la CRA, habla sobre los análisis, las medidas y las alternativas frente al abastecimiento de agua en la región.
¿Qué análisis y qué medidas vienen haciendo frente a alerta hídrica en la región?
Desde 2023 venimos trabajando con el Sistema Nacional de Riesgos y los pronósticos del IDEAM, para tomar medidas. En enero adoptaron la primera a nivel nacional, para sancionar a quienes excedían los topes de consumo excesivo. La mantuvimos hasta que el IDEAM dijo que, en gran parte del país, se iba a superar el fenómeno de El Niño (sequía). Pero, vimos que en la región Amazonía-Orinoquía seguiría un coletazo hasta finales de agosto. Allí se mantuvo la medida, la cual cubre a Bogotá y a la sabana.
La noticia esta semana fue que esos topes serán más estrictos ¿Qué cambió?
Los nuevos pronósticos vuelven a prender las alarmas. Las lluvias, esperadas para agosto, no llegaron a la zona donde se necesitan: la cuenca Amazonía-Orinoquía, que surte el embalse de Chuza, de donde sale el 70% del agua para Bogotá y la sabana. El modelo hidrológico del Ministerio de Ambiente muestra que la oferta hídrica, con los actuales niveles de los embalses, asociados a una demanda creciente, que en lugar de mantenerse en niveles de 11 m3 por suscriptor se ha elevado hasta 16 m3, pues ya no hay equilibrio entre la oferta y la demanda hídrica, lo que obliga a implementar medidas inmediatas.
¿Cuáles son las proyecciones?
De no ser así, cuando lleguemos a diciembre, vamos a tener un embalse en niveles de utilidad del 22%, lo que hace imposible soportar la demanda de agua actual. Entonces, esas fueron las alertas y frente a esas alertas se establecieron algunas medidas por las diferentes entidades del orden nacional.
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Pero las alertas venían hace tiempo ¿por qué hasta ahora se endurecen las medidas?
Como CRA expedimos la resolución de enero, pero su aplicación es del prestador del servicio, basado en sus análisis. En Bogotá, la medida se aplicó a finales de marzo, cuando había una alarma mayor. Y claro que desde antes había alarma. Cuando uno ve el comportamiento del embalse de Chuza desde el año 2021 se nota que no está lloviendo en la zona y cuando llueve, no alcanza a llenar el embalse. Desde entonces el nivel es cada vez más bajo. Hoy la proyección es que hay que esperar hasta abril de 2025 para que vuelva a llover, tiempo en que habría una situación de sequía.
El tope de consumo es una medida, pero ¿qué otras vienen en camino?
La ministra de Ambiente, la CAR y el Acueducto de Bogotá están mirando acciones adicionales; el Ministerio de Vivienda pidió a los alcaldes un esfuerzo parar hacer obras, que permitan disminuir la dependencia del embalse de Chuza; la Superintendencia de Servicios, activará los planes de emergencia y contingencia, y nosotros disminuimos los topes de consumo excesivo. Es que, la gente tiene que entrar en modo de ahorro de agua, sí o sí. Tanto los usuarios residenciales como los comerciales e industriales, que no tenían exigencia de pago por consumo excesivo.
¿Y cómo harán con los municipios que compran el agua en bloque?
Vamos a revisar esos contratos de suministro, porque ahí también tiene que haber una responsabilidad de esos usuarios con estas medidas.
El castigo parece solo para los ciudadanos, pero casi el 30% del agua se pierde entre el proceso de captación y distribución ¿qué hacer con esto?
Revisaremos el cumplimiento de posibles pérdidas de agua, que pueden controlar las empresas prestadoras, pero se aplicaría luego de un proceso de participación, de los prestadores y municipios que se abastecen de la cuenca Amazonía-Orinoquía.
¿Hay otro tipo de medidas, sin castigar al usuario?
Los instrumentos que da la regulación son limitados. Acá debe existir una actuación conjunta. Los sistemas culturales y educativos, por ejemplo, debieron empezar hace rato campañas, porque es mejor seducir a los usuarios y decirles que sin agua no hay ninguna actividad posible. Las sanciones deberían ser una última instancia.
¿Pero han pensado en medidas concretas?
Varias. Por ejemplo, que los recursos del Fondo Nacional Ambiental (Fonam), a donde van los pagos por consumo excesivo, se puedan trasladar a quienes disminuyen el consumo de agua, pero no hemos optado por esto, ya que no son recursos que se obtengan inmediatamente. Eso implica un tiempo. Lo podríamos hacer en el tiempo. Otro sería incorporar el tema en los nuevos marcos tarifarios, pero eso también toma tiempo.
¿Cuál es el panorama para el próximo año?
Lo que nos dice el IDEAM es que vamos a tener escasez de lluvias hasta abril en la zona Amazonía-Orinoquía. Entonces, en Bogotá tendremos que prepararnos para una mayor sequía hasta abril del otro año. Puede que llueva, pero si no cae en la zona de Chuza, no lograremos tener las reservas que necesitamos.
¿La sequía será en todo el país?
Sobre todo, en la zona Amazonía– Orinoquía, porque en otras zonas vamos a tener lluvias. Fíjese lo complejo, esto no es homogéneo. Como Comisión debemos darles más herramientas a los prestadores, que les permitan actuar de manera diferencial, porque pues Bogotá también es una extensión grande, en donde en unas zonas hay microclimas. En unas zonas puede haber lluvia, en otras zonas no, etcétera.
¿El Distrito no se debó aprovechar más otros sistemas como el de Tibitoc, para no depender tanto de Chuza y el sistema Chingaza?
Así lo anunció Bogotá y eso permitiría disminuir esa dependencia. Entiendo que hay unas obras en Tibitoc, que terminarán el otro año, con lo que se está pensando un poco en un sistema descentralizado. Pero, si la condición estructural nos indica que año tras año el sistema Chingaza no es capaz de llegar al llenado promedio para satisfacer la demanda, hay que cambiar el esquema de gestión, empezando por preguntarnos ¿qué pasa con la cuenca del río Bogotá? Eso nos llevará a discusiones más de fondo, que tienen que ver con el modelo de ordenamiento territorial.
¿Hacia dónde debe apuntar esa discusión?
Sabemos que la venta de agua en bloque representa cerca del 70% del agua que toman los municipios de la sabana. Entonces, este es un tema que no es solo de Bogotá sino regional. El diagnóstico tiene que ir a la raíz del problema, al problema estructural y eso seguro nos va a llevar a una mirada distinta del ordenamiento territorial alrededor del agua en Bogotá y a Región.
¿A que apostarle para cambiar, a futuro, el panorama?
Las nuevas viviendas deben tener una diferencia entre el agua para el consumo humano y la que se capta para usos distintos. Hoy se paga por una potabilización y esa agua es la misma que descargamos en los sanitarios. Eso no debe pasar en ciudades resilientes frente al cambio climático. Se debe pensar, por ejemplo, en el reúso de las aguas pluviales, que se pueden tratar fácilmente y, a partir de ahí darle un reúso. Debemos aprovechar al máximo el agua. Pero sé que esos son alternativas de mediano y largo plazo, que requieren de una voluntad política. Entrar en esa transición creo que es necesario.
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