Laguna de Fúquene: la nueva fórmula para recuperar un paraíso natural olvidado
En el marco de la COP 16, la CAR anunció una estrategia conjunta con el sector privado y la academia para recuperar este importante cuerpo de agua.
En 1980, el maestro Jorge Velosa lanzó Los Carangueros de Ráquira, el primer álbum de la agrupación homónima y piedra angular del género carranguero. La tercera canción del Disco, ‘Julia, Julia, Julia’, que con los años se convertiría en un ícono de la cultura popular del país, tuvo su génesis en los tiempos en que el maestro vivía en los alrededores de la laguna de Fúquene. En una tienda de Capellanía, un centro poblado que forma parte del municipio, una tarde llegó un camionero y se enamoró perdidamente de Julia, una joven local que estaba en el establecimiento. De ese encuentro surgió la canción.
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En 1980, el maestro Jorge Velosa lanzó Los Carangueros de Ráquira, el primer álbum de la agrupación homónima y piedra angular del género carranguero. La tercera canción del Disco, ‘Julia, Julia, Julia’, que con los años se convertiría en un ícono de la cultura popular del país, tuvo su génesis en los tiempos en que el maestro vivía en los alrededores de la laguna de Fúquene. En una tienda de Capellanía, un centro poblado que forma parte del municipio, una tarde llegó un camionero y se enamoró perdidamente de Julia, una joven local que estaba en el establecimiento. De ese encuentro surgió la canción.
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Ese entorno natural que brinda la laguna, ubicada en los límites de Boyacá y Cundinamarca, y que inspiró el canto carranguero con la magia de la riqueza natural, viene sufriendo un lamentable y progresivo proceso de contaminación y abandono que hoy tienen al cuerpo de agua en un continuo proceso de desecación y a su fauna y flora nativa, enferma o ausente.
Ante el panorama, en el marco de la COP 16, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca CAR, anunció un plan de restauración y recuperación de este importante cuerpo acuífero, uno de los más importantes de los Andes colombianos, ubicado a 2.530 m.s.n.m. que es de vital importancia para el altiplano cundiboyacense. “Este ecosistema ha enfrentado un proceso de degradación de siglos y las soluciones tardarán décadas” explicó el director de la CAR Cundinamarca, Alfred Ballesteros.
El lío de la contaminación
La cuenca de la laguna de Fúquene se encuentra a unos 100 km de Bogotá. Limita con los municipios de Simijaca, Fúquene , Susa y Guachetá, en Cundinamarca y con Ráquira y San Miguel de Sema, en Boyacá. Es un cuerpo lacuestre (es decir, un lago) que es alimentado por el río Ubaté y por los ríos Susa y Fúquene. La laguna, además, da origen al río Suárez, del cual beben municipios como Ráquira.
La laguna, antaño lugar sagrado de los Muiscas, contaba con nueve islas, de la cual solo queda una, consecuencia de los dramáticos descensos del nivel del agua del cuerpo acuífero, que en épocas de la llegada de Jiménez de Quesada, medía alrededor de 1.000 kilómetros cuadrados. Para 1999, según la CAR, esa basta extensión solamente alcanzaba unos treinta kilómetros cuadrados. La desecación en las zonas inundables de la laguna aumenta año tras año por la invasión de los alrededores de la laguna y por la extracción indiscriminada de agua para labores de regadío.
Para 2017, según la página de la senadora Angélica Lozano “como resultado de este proceso de desecación de las zonas inundables, la laguna de Fúquene paso de tener 7.676 hectáreas a 3.138 hectáreas luego se presenta una pérdida de espejo de agua del 59.12 %, en el tiempo”.
Sumado a ello, las actividades mineras, la expansión de la frontera agrícola y la ganadería extensiva han contribuido a la deforestación de los bosques nativos aledaños a la laguna y, en consecuencia, han provocado problemas de suelos y erosión que han sido incrementados por las actividades de reforestación con especies foráneas como pinos, eucaliptos o acacias negras.
Otro de los principales vectores de contaminación es el proceso de eutrofización, que se produce cuando un cuerpo de agua recibe una cantidad muy elevada de nutrientes inorgánicos, principalmente el nitrógeno y el fósforo, atribuida principalmente a la contaminación que generan las aguas residuales sin tratar de municipios aledaños y los residuos agroquímicos usados en los cultivos cercanos que llegan a la laguna por escorrentía. La pesca indiscriminada de truchas y la caza ilegal de aves acuáticas es otra de las problemáticas que agravan la salud de la laguna.
A este cúmulo de problemas se le suma las problemáticas que la modernidad ha traído consigo, como el cambio climático. En el escenario de calentamiento global y crisis hídrica, la función regulatoria de este tipo de ecosistemas resulta indispensable. Por ejemplo, un problema que se ha acrecentado en las últimas décadas tiene que ver con incendios forestales o inundaciones generados a partir de la incidencia de los fenómenos de El Niño y La Niña, respectivamente, los cuales han aumentado su intensidad e incidencia debido a la situación climática global.
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La unión de sectores por la recuperación de la laguna
Con ese panorama en mente, la CAR anunció dos estrategias determinantes que buscan “la recuperación del Complejo Lagunar Fúquene, Cucunubá y Palacio, cuerpo hídrico de vital importancia para Boyacá y Cundinamarca”, según señaló la entidad.
En desarrollo del conversatorio: “Fúquene la Leyenda dormida por décadas”, la autoridad ambiental presentó una propuesta para, de la mano de la Fundación Humedales, trabajen en la descontaminación de las aguas residuales de los municipios de la provincia de Ubaté (Carmen de Carupa, Cucunubá, Fúquene, Guachetá, Lenguazaque, Simijaca, Susa, Sutatausa, Tausa y Ubaté)
El segundo anuncio que realizó el director de la entidad, Alfred Ballesteros, tiene que ver con una propuesta para consolidar, de la mano con la organización Conservación Nacional y la Universidad Javeriana, un modelo integral de restauración ambiental de la laguna de Fúquene. “No vinimos a decir que en Fúquene ya se hizo la tarea, sino a visibilizar problemática de este ecosistema lagunar y a encontrar aliados en su recuperación”, señaló Ballesteros.
En ese sentido, las labores de restauración estarán enfocadas en recuperar la cobertura boscosa nativa para, por un lado, garantizar que la laguna continúe prestando los servicios ambientales a las comunidades aledañas como el abastecimiento de agua, y por el otro, generar una estrategia de mitigación contra el cambio climático a mediano y largo plazo que permita que los relictos del bosque se conecten entre sí.
Además, las mejoras de las prácticas productivas que se llevan a cabo en la región debe ser un renglón importante en las labores de recuperación. Poner en cintura a los proyectos mineros, ganaderos o agrícolas que no cumplan la norma y continúen deforestando y contaminando las aguas es imperante. La capacitación de la población y la renovación de las metodologías con las que se realizan estas actividades es clave.
En ese sentido, la Fundación Humedales, desde hace varios años, realiza trabajos de capacitación con pescadores y artesanos de la zona para generas conciencia de la importancia de proteger la laguna a través de mejores prácticas.
Estos trabajos de educación ambiental que realiza la fundación se complementan con actividades ideadas para niños y jóvenes, en las que se han desarrollado siembras de árboles nativos, talleres de arte y ciencia, juegos didácticos y caminatas de reconocimiento del territorio y de la riqueza de fauna y flora que allí, a pesar de todo, todavía confluye.
“Este no es un proceso de un par de años, es una degradación de varios siglos y, en ese sentido, tardaremos varias décadas en avanzas en su recuperación”, señaló el director de la CAR, Alfred Ballesteros desde Cali, en el marco de la COP 16.
En 2016, por los altos índices de contaminación y reducción de su afluente que tenía la laguna en ese entonces, la Procuraduría General de la Nación le jaló las orejas a las autoridades para que tomaran cartas en el asunto de manera urgente, especialmente en cuando a deforestación se refiere. En ese orden de ideas, desde ese año, el ente de control señaló que “hay mayor invasión de las tierras aledañas a las lagunas, construcción de viviendas y menos capacidad de sus cuerpos lagunares, acercándonos a una inminente inundación con la pérdida de cultivos, semovientes, viviendas y el posible riesgo de vidas humanas”.
Hoy, ocho años después, incluso con inversiones millonarias como la que hizo en su momento el Fondo de adaptación y las gobernaciones de Cundinamarca, Boyacá y Santander, por valor de $480.000 millones, la crisis perdura.
Según la Fundación Humedales, a lo largo de los años se han identificado más de 307 especies fauna en la laguna y su cuenca. Incluso se han encontrado individuos del pez capitán de la sabana, especie endémica de la región que continúa en peligro de extinción pro la contaminación de las aguas y la pérdida de su hábitat.
En la zona se han identificado 12 especies de mamíferos, siete especies de anfibios, cinco de reptiles, seis de peces y unas 125 de aves. Incluso por la gran cantidad de aves que allí confluyen, la laguna y su cuenca han sido designadas como sitios AICAS (Áreas Importantes para la Conservación de Aves). Toda esta riqueza continúa resistiendo pese a la adversidad de las circunstancias propiciadas por los humanos.
“Si el montecito es el agua/si el monte es la vida entera/¿Por qué de tan cruel manera lo ponemos a sufrir?/¿Qué pasó y en qué momento se nos quebró el sentimiento/ y también con él morir?”, canta el maestro Velosa en su canción ‘Póngale cariño al monte’ del álbum En cantos verdes. Para que estos versos dejen de ser una triste y constante realidad, el camino es largo.
Los esfuerzos deben mantenerse a pesar de los futuros cambios de administraciones y los egos y las rencillas políticas que, en muchas ocasiones, son los que terminan definiendo el derrotero de estrategias como la que busca recuperar la laguna de Fúquene y regresarle la magia que incluso ayudó a forjar uno de los géneros musicales más importantes del país cuyo mensaje es, además, ejemplo de educación y conciencia ambiental.
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