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La indignación fue más grande que el miedo al contagio. Así se resume la jornada de movilizaciones que se adelantó ayer, a pesar de los intentos por frenarlas. En Bogotá y otras ciudades los manifestantes no frenaron sus planes ni por las buenas, tras el llamado del Gobierno y de los epidemiólogos a la prudencia, debido al tercer pico de la pandemia, ni por las malas, como para muchos fue el auto del Tribunal de Cundinamarca que ordenó aplazar el paro hasta que el país lograra la inmunidad de rebaño.
Las protestas en la capital iniciaron de forma pacífica en la mañana, pero pasado el mediodía, en algunos puntos, se tornaron violentas. De nuevo hubo brotes de vandalismo y represión de agentes de la Fuerza Pública. Asimismo, incluso antes de que se registraran los primeros desmanes, era claro que se había incumplido la promesa de que todos los marchantes seguirían los protocolos de bioseguridad, para evitar contagiarse de coronavirus. El distanciamiento fue nulo, no todos mantuvieron el tapabocas y las aglomeraciones fueron una constante.
Las repercusiones de las movilizaciones, en las cifras de contagios, solo se conocerá en unas dos semanas. Lo que sí se sabe es que con las unidades de cuidados intensivos al límite y con una propagación del virus en aumento no vendrán semanas fáciles para el sistema de salud.
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La protesta, en principio contra la reforma tributaria y luego contra el manejo de la pandemia y la gestión del Gobierno Nacional, se desdibujó cuando en la Plaza de Bolívar se registraron enfrentamientos entre manifestantes y policías. La céntrica plaza una vez más fue escenario de gases lacrimógenos, granadas aturdidoras e intentos de quema y de vandalizar los edificios que alojan el poder del país.
En adelante, no solo en el centro, sino en múltiples puntos de la capital, se registraron bloqueos, disturbios e incidentes que se extendieron hasta que inició el toque de queda. Los grandes afectados fueron los trabajadores que seguían en las calles cuando Transmilenio dejó de operar, a las 5:00 p.m., y tuvieron que ingeniárselas para llegar a casa.
En cuanto al aforo, si bien no hubo una cifra oficial, ni los mismos organizadores esperaron que tanta gente saliera a marchar. “Apoteósico”, describió Nelson Alarcón, miembro del comité ejecutivo de Fecode, el resultado de la protesta que incluso comparó con la movilización del 21 de noviembre de 2019 que marcó un antes y un después en la historia de las marchas en Colombia. “Fue mucho más grande de lo que se esperaba y la gente salió a pesar del temor por la pandemia. Es más grande la indignación que existe contra este Gobierno”, aseguró.
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Ahora la preocupación es que la de ayer no será la única manifestación. Aunque al cierre de esta edición el comité del paro se mantenía en reunión para definir si las marchas continuaban esta semana, se mantiene firme la movilización del 1° de mayo. Pedro Rubio, directivo de la organización sindical CUT, indicó que lo de ayer fue “el inicio de un mecanismo de presión ciudadana para que la reforma tributaria sea archivada o reorientada”, pero también para que se inicie una discusión sobre una reactivación económica, que realmente beneficie a las pequeñas y medianas empresas.
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Como la movilización recogió la indignación de múltiples sectores, la preocupación es que el Gobierno no atienda las voces de protesta y las marchas regresen con más fuerza. Así lo expuso Patricia Muñoz Yi, directora de la maestría en estudios políticos de la U. Javeriana, quien resumió lo que se vio ayer como “la reactivación de las protestas”, que considera es el producto de los elevados niveles de inconformidad y desfavorabilidad del Gobierno y los actores políticos más relevantes.
“Hay un gran malestar con el ejercicio de gobierno y las decisiones que ha tomado la clase política. Y no es una inconformidad reciente, sino que viene desde 2019, pero esa gran protesta social se aplazó por la pandemia. Los ciudadanos mostraron que esas inconformidades estuvieron represadas y volverán a salir a las calles como forma de expresar un malestar que creció por las consecuencias económicas y de salud pública que ha traído la pandemia”, manifestó Muñoz.
Una lectura similar hizo Nadia Pérez, docente del Instituto de Estudios Políticos de la U. Autónoma de Bucaramanga, quien destacó que no se puede olvidar que este es un año preelectoral y se están reactivando no solo las movilizaciones, sino las posiciones políticas que estarán en disputa en 2022. “Desde ya se empiezan a tocar de nuevo aquellos temas que estaban dormidos por la emergencia. La movilización mostró que definitivamente la pandemia pasa a un segundo plano, porque el descontento es muy grande y hay mucho desgaste con el Gobierno y las medidas en medio de la emergencia”.
Hoy el Gobierno tiene otra preocupación, además de avanzar en el plan de vacunación y buscar cómo resolver otros problemas ligados a la emergencia sanitaria. Es claro que muchos ciudadanos no están conformes con su gestión y que están dispuestos incluso a salir a aglomerarse en medio de una situación que exige no hacerlo. Por ahora hay una mesa de diálogo que ofreció el Gobierno, que debe buscar amplios consensos, pues la férrea oposición a muchos de sus proyectos prevé que las calles podrían ser escenario de una nueva ola, pero de protestas.
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Balance de protestas
El presidente Iván Duque y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, rechazaron los actos de violencia que se registraron en la capital, que dejaron 31 heridos entre civiles y policías, y por los que fueron detenidos 15 personas. En cuanto a infraestructura, Transmilenio tuvo las mayores afectaciones: se vandalizaron 163 articulados, 48 buses del SITP y 36 estaciones afectadas.
En su programa diario el presidente Duque aseguró que hubo “vandalismo criminal” y abrió la puerta a “llegar a un consenso en el marco de las instituciones”. Por su parte, el secretario de Gobierno de Bogotá, Luis Ernesto Gómez, pidió calma y movilización pacífica para futuras jornadas.