“Las cicatrices del alma siguen golpeando fuerte”, víctimas del atentado en Andino
Las víctimas del atentado al Centro Comercial Andino dicen que el Estado las abandonó y, la justicia, contrario a lo que prometieron, parece estar rezagada. Han sido cinco años de luchar contra los fantasmas del ataque terrorista.
Pilar Hormiga estaba parada en el baño contiguo a donde detonó la bomba el 17 de junio de 2017, en el Centro Comercial Andino, al norte de Bogotá. Han pasado cinco años y aún sigue sin entender cómo salió viva de ese atentado. Ella cuenta que estaba esperando que se desocupara el baño, pero en realidad este nunca estuvo ocupado. Según la reconstrucción del hecho, ese espacio estaba vacío, solo que, como la puerta estaba cerrada, ella pensó que allí había alguien. Si hubiera entrado, las víctimas mortales habrían sido cuatro y no tres.
La espesa nube por los escombros que salieron a volar por todo el baño le impedía ver con claridad, pero como pudo dio unos pasos por la misma ruta que ingresó y que su mente le permitió recordar. Entre todas las otras mujeres que estaban malheridas, ella vio a Pilar Molano, tendida cerca a lo que quedó del muro donde antes había un secador de manos. Su pierna derecha había quedado destruida.
Las heridas de Pilar Hormiga eran menores en comparación con las de Molano, por eso logró salir caminando hasta donde estaba su novio y, agitada, únicamente le pudo decir que la salvara, que “sacara a la mujer que estaba cerca a la puerta”, porque ella no podía dejarla morir ahí.
LEA: Más oscuros que claros: cinco años después del atentado en el Andino
Lug Contreras, quien ahora es esposo de Pilar Hormiga, dio unos pasos y arrastró a Molano hasta un lugar en donde le dio primeros auxilios. Desde entonces ese hombre se convirtió en un “ángel”, dice Molano, porque “si no hubiera sido por él, no me salvo”.
Ese domingo, a las 5:00 p.m. cuando explotó el artefacto, buena parte de los visitantes del centro comercial se agolparon en la entrada del baño de mujeres, intentando ver si alguna de las víctimas era familia. Además de las fallecidas, se contaron cerca de 10 mujeres con heridas de consideración, pero se dice que existe un subregistro, porque varias de las víctimas no se reportaron con las autoridades de control, pues el temor las obligó a desaparecer del sitio.
A la fecha, parecido a las semanas posteriores al atentado, todo sigue igual. Han capturado a once personas señaladas de participar en el hecho, e integrar el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), pero solo una de estas permanece detenida, porque las otras diez quedaron en libertad por vencimiento de términos. Lo único significativo que ha pasado es que la embajada de Francia, casi un año después del ataque terrorista, invitó a las víctimas para darles un reconocimiento, pero desde entonces no hay avances en el proceso de reparar a los afectados.
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Las voces de una tragedia
“Era feriado por el día del padre. Mi papá estaba en la puerta del baño y mi madre dentro del baño, yo me encontraba cerca, en una óptica, cuando se escuchó la explosión. De momento pensamos que era que se había caído algo, un ascensor posiblemente. Nunca imaginamos que fuese una bomba. Yo llamé a mi papá, pero estaba en shock, entonces voy al baño a buscarlos y veo que sale humo”.
“Decidí ingresar a buscar a mi mamá y me encontré con una situación catastrófica, estaba Pilar Molano en el suelo, de otro lado las mujeres fallecidas. En una reconstrucción de los hechos me di cuenta de que, por fortuna, mi mamá alcanzó a salir, ella sobrevivió; sin embargo, tuvo heridas porque las baldosas le cayeron encima y sufrió pérdida de parte del oído, además de los daños psicológicos”, cuenta Rodolfo Velázquez, hijo de Roberto Velázquez y Aura García.
El señor Rodolfo murió hace un año y tres meses, con la desilusión de no haber alcanzado justicia en este caso. Aura, si bien se recuperó de las heridas físicas, tiene unas cicatrices que no han podido sanar: las emocionales. A la mujer le cuesta salir de su casa porque piensa que otra bomba puede detonar, algo similar a lo que les ocurre a las otras víctimas, a quienes les cambió la vida, después del estallido.
“Ha sido muy difícil mi adaptación protésica porque el muñón es bastante corto y para levantar una prótesis que pesa casi cinco kilos se requiere de fuerza. Además, tengo el muñón cónico porque la pierna me la amputaron diagonal, eso era lo que daba porque la explosión lo dejó totalmente deforme. Los médicos hicieron lo que pudieron hacer. Ya la cicatriz física está cerrada, pero las del alma y las psicológicas me siguen golpeando demasiado”.
“No salgo sola a la calle, siempre estoy mirando quién me lleva, o quién me recoge, quién me acompaña, yo era una mujer totalmente independiente y eso me ha dado bastante duro. El sueño lo tengo muy interrumpido, todavía sigo medicada siquiátricamente, y recibo medicina para el miembro fantasma, porque esto es para toda la vida. Me rasca la rodilla que no tengo, me duele el tobillo que no tengo y es bastante desesperante que te rasque una parte de tu cuerpo que tú no tienes”, cuenta Pilar Molano, una de las mujeres que resultó herida tras la explosión.
Al margen del sufrimiento por el atentado, nació una relación entre las víctimas, que ha permitido soportar estos años de lo que ellos mismos han calificado como “abandono gubernamental”, y también ha servido para hacer el duelo por las pérdidas que sintieron como propias. Un caso puntual es el de Pilar Molano y Pilar Hormiga, a quienes las une aquel episodio bastante particular.
“Una relación especial y un cariño especial que tiene Pilar Molano hacia Lug, quien ahora es mi esposo, es porque el día del atentado yo salí de ese baño y la vi a ella, pues tratando de salir, así como arrastrándose con su piernita afectada. Cuando vi a Lug le dije ayúdala a salir, o sea, yo no soy capaz de entrar, pero tú ayúdala salir. Por eso, Pilar Molano dice que él es su “ángel””, cuenta Pilar Hormiga, quien tiene junto con Lug, tienen una bebé de cuatro meses, que, dicen, es una bendición que les dio la vida después de ese trágico episodio.
Las cicatrices que les quedaron a las víctimas les hacen recordar a diario lo vivido y por lo que han pasado. Pese a que varias de estas son externas, hay algunas que se mantienen en su corazón y su alma, como dice Molano, pero aún con todos esos sentimientos encontrados son radicales en asegurar que no conocen del rencor y mucho menos de la venganza.
“Yo me encontré con el papá de uno de los de los implicados en este hecho tan horrible, y fue algo muy curioso. El señor me dijo, mirándome a los ojos y con lágrimas, que su hijo no era culpable. Yo simplemente le respondí con el corazón y le dije: ‘si su hijo no es culpable, no se preocupe, sigan luchando como estamos luchando nosotros y que sea lo mejor’. Yo no tengo rencor en mi corazón, porque de hecho no hubiera podido seguir con esta situación, no hubiera podido salir un poco a flote con mi parte física, entonces me parece que ese encuentro fue bastante lindo en medio de todo”, concluye Pilar Molano.
Hoy se cumplen cinco años del atentado, y las víctimas concuerdan en que no tienen respuestas claras. Además, como pinta el panorama, parece que podrían cumplirse una década y no avanzar en la justicia que ellos tanto esperan.
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Pilar Hormiga estaba parada en el baño contiguo a donde detonó la bomba el 17 de junio de 2017, en el Centro Comercial Andino, al norte de Bogotá. Han pasado cinco años y aún sigue sin entender cómo salió viva de ese atentado. Ella cuenta que estaba esperando que se desocupara el baño, pero en realidad este nunca estuvo ocupado. Según la reconstrucción del hecho, ese espacio estaba vacío, solo que, como la puerta estaba cerrada, ella pensó que allí había alguien. Si hubiera entrado, las víctimas mortales habrían sido cuatro y no tres.
La espesa nube por los escombros que salieron a volar por todo el baño le impedía ver con claridad, pero como pudo dio unos pasos por la misma ruta que ingresó y que su mente le permitió recordar. Entre todas las otras mujeres que estaban malheridas, ella vio a Pilar Molano, tendida cerca a lo que quedó del muro donde antes había un secador de manos. Su pierna derecha había quedado destruida.
Las heridas de Pilar Hormiga eran menores en comparación con las de Molano, por eso logró salir caminando hasta donde estaba su novio y, agitada, únicamente le pudo decir que la salvara, que “sacara a la mujer que estaba cerca a la puerta”, porque ella no podía dejarla morir ahí.
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Lug Contreras, quien ahora es esposo de Pilar Hormiga, dio unos pasos y arrastró a Molano hasta un lugar en donde le dio primeros auxilios. Desde entonces ese hombre se convirtió en un “ángel”, dice Molano, porque “si no hubiera sido por él, no me salvo”.
Ese domingo, a las 5:00 p.m. cuando explotó el artefacto, buena parte de los visitantes del centro comercial se agolparon en la entrada del baño de mujeres, intentando ver si alguna de las víctimas era familia. Además de las fallecidas, se contaron cerca de 10 mujeres con heridas de consideración, pero se dice que existe un subregistro, porque varias de las víctimas no se reportaron con las autoridades de control, pues el temor las obligó a desaparecer del sitio.
A la fecha, parecido a las semanas posteriores al atentado, todo sigue igual. Han capturado a once personas señaladas de participar en el hecho, e integrar el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), pero solo una de estas permanece detenida, porque las otras diez quedaron en libertad por vencimiento de términos. Lo único significativo que ha pasado es que la embajada de Francia, casi un año después del ataque terrorista, invitó a las víctimas para darles un reconocimiento, pero desde entonces no hay avances en el proceso de reparar a los afectados.
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Las voces de una tragedia
“Era feriado por el día del padre. Mi papá estaba en la puerta del baño y mi madre dentro del baño, yo me encontraba cerca, en una óptica, cuando se escuchó la explosión. De momento pensamos que era que se había caído algo, un ascensor posiblemente. Nunca imaginamos que fuese una bomba. Yo llamé a mi papá, pero estaba en shock, entonces voy al baño a buscarlos y veo que sale humo”.
“Decidí ingresar a buscar a mi mamá y me encontré con una situación catastrófica, estaba Pilar Molano en el suelo, de otro lado las mujeres fallecidas. En una reconstrucción de los hechos me di cuenta de que, por fortuna, mi mamá alcanzó a salir, ella sobrevivió; sin embargo, tuvo heridas porque las baldosas le cayeron encima y sufrió pérdida de parte del oído, además de los daños psicológicos”, cuenta Rodolfo Velázquez, hijo de Roberto Velázquez y Aura García.
El señor Rodolfo murió hace un año y tres meses, con la desilusión de no haber alcanzado justicia en este caso. Aura, si bien se recuperó de las heridas físicas, tiene unas cicatrices que no han podido sanar: las emocionales. A la mujer le cuesta salir de su casa porque piensa que otra bomba puede detonar, algo similar a lo que les ocurre a las otras víctimas, a quienes les cambió la vida, después del estallido.
“Ha sido muy difícil mi adaptación protésica porque el muñón es bastante corto y para levantar una prótesis que pesa casi cinco kilos se requiere de fuerza. Además, tengo el muñón cónico porque la pierna me la amputaron diagonal, eso era lo que daba porque la explosión lo dejó totalmente deforme. Los médicos hicieron lo que pudieron hacer. Ya la cicatriz física está cerrada, pero las del alma y las psicológicas me siguen golpeando demasiado”.
“No salgo sola a la calle, siempre estoy mirando quién me lleva, o quién me recoge, quién me acompaña, yo era una mujer totalmente independiente y eso me ha dado bastante duro. El sueño lo tengo muy interrumpido, todavía sigo medicada siquiátricamente, y recibo medicina para el miembro fantasma, porque esto es para toda la vida. Me rasca la rodilla que no tengo, me duele el tobillo que no tengo y es bastante desesperante que te rasque una parte de tu cuerpo que tú no tienes”, cuenta Pilar Molano, una de las mujeres que resultó herida tras la explosión.
Al margen del sufrimiento por el atentado, nació una relación entre las víctimas, que ha permitido soportar estos años de lo que ellos mismos han calificado como “abandono gubernamental”, y también ha servido para hacer el duelo por las pérdidas que sintieron como propias. Un caso puntual es el de Pilar Molano y Pilar Hormiga, a quienes las une aquel episodio bastante particular.
“Una relación especial y un cariño especial que tiene Pilar Molano hacia Lug, quien ahora es mi esposo, es porque el día del atentado yo salí de ese baño y la vi a ella, pues tratando de salir, así como arrastrándose con su piernita afectada. Cuando vi a Lug le dije ayúdala a salir, o sea, yo no soy capaz de entrar, pero tú ayúdala salir. Por eso, Pilar Molano dice que él es su “ángel””, cuenta Pilar Hormiga, quien tiene junto con Lug, tienen una bebé de cuatro meses, que, dicen, es una bendición que les dio la vida después de ese trágico episodio.
Las cicatrices que les quedaron a las víctimas les hacen recordar a diario lo vivido y por lo que han pasado. Pese a que varias de estas son externas, hay algunas que se mantienen en su corazón y su alma, como dice Molano, pero aún con todos esos sentimientos encontrados son radicales en asegurar que no conocen del rencor y mucho menos de la venganza.
“Yo me encontré con el papá de uno de los de los implicados en este hecho tan horrible, y fue algo muy curioso. El señor me dijo, mirándome a los ojos y con lágrimas, que su hijo no era culpable. Yo simplemente le respondí con el corazón y le dije: ‘si su hijo no es culpable, no se preocupe, sigan luchando como estamos luchando nosotros y que sea lo mejor’. Yo no tengo rencor en mi corazón, porque de hecho no hubiera podido seguir con esta situación, no hubiera podido salir un poco a flote con mi parte física, entonces me parece que ese encuentro fue bastante lindo en medio de todo”, concluye Pilar Molano.
Hoy se cumplen cinco años del atentado, y las víctimas concuerdan en que no tienen respuestas claras. Además, como pinta el panorama, parece que podrían cumplirse una década y no avanzar en la justicia que ellos tanto esperan.
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