Las dinámicas de las dos movilizaciones
La conmemoración de los cuatro meses de protestas deja claro que hay una brecha entre dos movilizaciones, que es cada vez más amplia. El Comité del Paro está abierto a negociar sus peticiones, pero tiene cada vez menos apoyo. Los jóvenes que se asentaron en los barrios siguen protagonizando resistencia y disturbios, pero son apartados de la búsqueda de soluciones.
Se cumplen cuatro meses de movilizaciones casi simultáneas y cada día es más evidente la brecha entre dos movimientos que, de una u otra forma, han mantenido vivas las manifestaciones en Bogotá. La jornada de ayer demostró que los caminos del Comité del Paro y de los jóvenes que protestan en las localidades son diferentes y que esa división puede seguir creciendo si no buscan un consenso entre las exigencias de ambas fracciones.
Aunque eso podría dar más representatividad a la inconformidad que se expresa en las calles, otras voces coinciden en que la división terminará por desinflar las marchas que, de por sí, cuentan con un aforo menor al de meses anteriores. ¿Cómo ocurrió esa fragmentación y qué implica?
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La explosión social que vive el país, que se mantiene en grandes urbes como Bogotá, se reactivó el pasado 28 de abril. Desde ese momento, y por casi dos meses se mezclaron sentimientos de indignación y múltiples peticiones al Gobierno nacional. Pero conforme pasaron los días se presentó una división entre lo que exigía el comité del paro, al que pertenecen sindicalistas, educadores y algunos estudiantes, y las luchas de jóvenes en zonas de la ciudad como Kennedy, Usme, Suba y Bosa, que hicieron sus propias peticiones para levantar los denominados “puntos de resistencia”.
Esa división también se nota en las dinámicas. Ayer, la marcha convocada por el Comité del Paro volvió a su típico recorrido entre el Parque Nacional y la Plaza de Bolívar, en el que no hubo asistencia masiva ni hechos de violencia. Pero solo unas horas antes, en un sector de Usme, se registraron disturbios donde se asentaron jóvenes de varias organizaciones. Esto sería un campanazo de lo que puede ocurrir mañana, en las actividades que de las localidades, para conmemorar cuatro meses de protestas.
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Los jóvenes que conforman movimientos como la Primera Línea y los representantes del Comité del Paro, así como quienes han acompañado las movilizaciones, coinciden en que hay una segmentación de lo que en algún momento fue una sola voz de indignación.
Por parte del Comité del paro, Diógenes Orjuela, secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), considera que los jóvenes en los barrios “hacen cosas distintas” y su posición es de rechazo tanto al uso exagerado de la fuerza como a los actos de violencia. “Tienen su propio pliego y su propia táctica de movilizaciones. Las respetamos, pero no compromete al Comité, que está abierto a discutir las peticiones con los diferentes sectores y partidos, y siempre partiendo de que la movilización es pacífica”.
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Esa apertura a sentarse con el Gobierno y los políticos es una de las razones por las que los jóvenes rechazan al Comité como representante de todos los que están en las calles. No obstante, esa separación sirvió para marcar una diferencia entre una protesta “incómoda” y una “conveniente”. Así lo explicó Amok, miembro de la Primera Línea, para quien esta división ha hecho que la protesta sea más honesta y reivindicativa, porque a su juicio los miembros del comité del paro “nunca han representado intereses más allá de los propios”.
“Ahora en los barrios se escuchan las demandas de lo que está realmente mal y no solo puntos a negociar con el Gobierno. Ellos piden permiso para marchar y una marcha tiene que incomodar, porque es prestarse al juego de establecimiento, que dicta dónde y cómo marchar”, dijo Amok, quien agregó que, de todos modos, se debe reducir esa brecha, porque eso deriva en señalar que “una marcha es pacífica y la otra violenta”.
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Otra explicación sobre esta fragmentación es que mientras el Comité tiene como lucha los temas que competen al Gobierno nacional, los jóvenes de los barrios lo han hecho por temas que competen al Distrito. Andrés Aldana, integrante de la Red Popular de Derechos Humanos, señaló que si bien las movilizaciones no son tan masivas como hace unos meses, hay ejercicios en barrios populares que ya no se anclan al paro nacional sino a algo más local y de exigencia de derechos. Eso “aumenta el desinterés del Gobierno en asumir un diálogo común para una modificación de los aspectos que se exigen”.
Que desde los gobiernos se haya decidido atender, o por lo menos abrirse a negociar, los reclamos de un solo grupo tiene varias implicaciones. Puede derivar, por ejemplo, en que mientras una marcha se apaga la otra puede mantenerse por meses, siendo los más afectados los residentes de los puntos en los que se mantendrían los choques con la policía. Para el analista político David Murillo, si bien puede ser positivo que haya distintos inconformismos frente a políticas públicas, eso obliga a que la gestión de las protestas sea integral.
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Por su parte, el politólogo y docente Andrés Dávila concluyó que son los entornos complejos y malestares de los jóvenes los que se deben entender, pues son ellos quienes han mantenido y protagonizado el paro, tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras las marchas siguen, cerrar esa brecha será el reto, para evitar que lo que fue una sola voz se termine apagando por la división.
Se cumplen cuatro meses de movilizaciones casi simultáneas y cada día es más evidente la brecha entre dos movimientos que, de una u otra forma, han mantenido vivas las manifestaciones en Bogotá. La jornada de ayer demostró que los caminos del Comité del Paro y de los jóvenes que protestan en las localidades son diferentes y que esa división puede seguir creciendo si no buscan un consenso entre las exigencias de ambas fracciones.
Aunque eso podría dar más representatividad a la inconformidad que se expresa en las calles, otras voces coinciden en que la división terminará por desinflar las marchas que, de por sí, cuentan con un aforo menor al de meses anteriores. ¿Cómo ocurrió esa fragmentación y qué implica?
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Esa división también se nota en las dinámicas. Ayer, la marcha convocada por el Comité del Paro volvió a su típico recorrido entre el Parque Nacional y la Plaza de Bolívar, en el que no hubo asistencia masiva ni hechos de violencia. Pero solo unas horas antes, en un sector de Usme, se registraron disturbios donde se asentaron jóvenes de varias organizaciones. Esto sería un campanazo de lo que puede ocurrir mañana, en las actividades que de las localidades, para conmemorar cuatro meses de protestas.
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Por parte del Comité del paro, Diógenes Orjuela, secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), considera que los jóvenes en los barrios “hacen cosas distintas” y su posición es de rechazo tanto al uso exagerado de la fuerza como a los actos de violencia. “Tienen su propio pliego y su propia táctica de movilizaciones. Las respetamos, pero no compromete al Comité, que está abierto a discutir las peticiones con los diferentes sectores y partidos, y siempre partiendo de que la movilización es pacífica”.
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Esa apertura a sentarse con el Gobierno y los políticos es una de las razones por las que los jóvenes rechazan al Comité como representante de todos los que están en las calles. No obstante, esa separación sirvió para marcar una diferencia entre una protesta “incómoda” y una “conveniente”. Así lo explicó Amok, miembro de la Primera Línea, para quien esta división ha hecho que la protesta sea más honesta y reivindicativa, porque a su juicio los miembros del comité del paro “nunca han representado intereses más allá de los propios”.
“Ahora en los barrios se escuchan las demandas de lo que está realmente mal y no solo puntos a negociar con el Gobierno. Ellos piden permiso para marchar y una marcha tiene que incomodar, porque es prestarse al juego de establecimiento, que dicta dónde y cómo marchar”, dijo Amok, quien agregó que, de todos modos, se debe reducir esa brecha, porque eso deriva en señalar que “una marcha es pacífica y la otra violenta”.
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Que desde los gobiernos se haya decidido atender, o por lo menos abrirse a negociar, los reclamos de un solo grupo tiene varias implicaciones. Puede derivar, por ejemplo, en que mientras una marcha se apaga la otra puede mantenerse por meses, siendo los más afectados los residentes de los puntos en los que se mantendrían los choques con la policía. Para el analista político David Murillo, si bien puede ser positivo que haya distintos inconformismos frente a políticas públicas, eso obliga a que la gestión de las protestas sea integral.
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Por su parte, el politólogo y docente Andrés Dávila concluyó que son los entornos complejos y malestares de los jóvenes los que se deben entender, pues son ellos quienes han mantenido y protagonizado el paro, tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras las marchas siguen, cerrar esa brecha será el reto, para evitar que lo que fue una sola voz se termine apagando por la división.