Patricia Díaz, lavandera del Hospital San Juan de Dios, saliendo del edificio de lavandería.
Foto: Archivo Particular
De ellas no se habla, su habilidad del cuidado con las manos se difuminó al interior de los espacios arquitectónicos con normas indicadas para procesar la ropa sucia y contaminada que luego era diligenciada una vez limpia y sin contaminación microbiana, mediante el lavado, planchado y doblado, a los pisos del hospital.
Sin embargo, esa capacidad presenta una singularidad propia: las lavanderas del HSJD tenían una presencia espacial concreta en un recinto que se convirtió en testigo de su quehacer con las manos, y en parte integral de la...
Por Miguel Ángel Pardo
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