Las lecciones que dejó el cabildo de la venta de la ETB
Desde cuestionarse si Bogotá está preparada para debates de ciudad y si vale la pena realizar el cabildo cuando ya está tomada la decisión de vender la ETB son algunas de las preguntas que dejó este encuentro.
Laura Dulce Romero
Atropellado, maltrecho, desgastante. Tal vez son las palabras que definen el resultado del cabildo abierto que se realizó en Bogotá, para discutir la venta de la ETB. La primera sesión, en la que tuvo la palabra la ciudadanía, estuvo llena de rechiflas, insultos e innumerables choques políticos, que dejaron de lado la discusión técnica. En la segunda, que se realizó este martes y en la que el Distrito debía responder todos los interrogantes, se vieron agresiones. Al final, el alcalde no respondió públicamente el cuestionario que plantearon los sindicalistas y, para muchos, las dudas aún persisten. (Lea: Un cabildo político alrededor de la venta de la ETB)
La jornada de este martes solo duró cuatro horas, pero se sintieron como una eternidad. Fueron varios los momentos agitados que obligaron a suspender el encuentro. El primero, cuando uno de los opositores de la venta de la ETB escupió a la concejal Lucía Bastidas. El otro, cuando los sindicalistas se retiraron del recinto, argumentando falta de garantías. Sin duda, este cabildo abierto dejó múltiples lecciones, que a futuro deberían ser tenidas en cuenta para aprovechar mejor este mecanismo de participación popular. (Lea: 12 noticias para que tome posición sobre la venta de la ETB)
- Aunque se sabe que el cabildo abierto no es un mecanismo de participación ciudadana vinculante, es muy difícil entablar una discusión si desde el comienzo se sabe que la otra parte, en este caso el Distrito, no va a cambiar su opinión. Seguramente hubiera tenido algún efecto si el encuentro se hubiera hecho antes de que el Concejo aprobara la venta.
- Si los sindicatos querían frenar la decisión a través de un mecanismo de participación, tal vez el cabildo no fue la mejor opción. En este solo se escuchan percepciones y argumentos, que pueden o no ser tenidos en cuenta. Y si el objetivo era entender la decisión de la administración Peñalosa, tampoco se logró porque no se escucharon y preponderó, de las dos partes, una banda sonora de rechiflas, insultos y gritos de temas que no veían al caso, como el falso doctorado de alcalde o los procesos de revocatoria.
- Este espacio pone sobre la mesa la pregunta ¿qué tan preparada está Bogotá para asumir un debate de ciudad? La mayoría de participantes y expositores solo mostraron sus pasiones y evidenciaron la polarización en la que está sumergida la capital. Eso, por supuesto, elimina cualquier viso de racionalidad y lo más preocupante, impide aceptar y discutir en la diferencia. Como bien lo dijo el concejal Juan Carlos Flórez, quedó claro que a muchos solo les funciona “la democracia que le sirve y le gusta a cada quien”.
- Una actitud más receptiva de la administración (no la que reflejaba: “estoy porque me toca”), hubiera sido más provechosa para Bogotá. Incluso, el debate se pudo inclinar hacia lo técnico, para que el Distrito usara todos los argumentos para tomar su decisión. Entre los asistentes quedó una pregunta: ¿Valió la pena el cabildo?
- No es suficiente con que el alcalde asista y repita una y otra vez las palabras que ha mencionado desde hace un año, cuando buscó en el Concejo autorización para enajenar la empresa. Si bien es cierto que respondió por escrito a los sindicatos, se esperaba que esas respuestas fueran explicadas en público. Pero eso no ocurrió. Peñalosa repitió el mismo mensaje en las dos sesiones, sobre la importancia de invertir en hospitales y colegios. Por ejemplo, aún queda la incógnita de qué pasó con el dinero que se recaudó después de vender el 11% de las acciones hace 20 años o qué sucederá con los empleados de la compañía una vez se venda. Pueden ser interrogantes obvios, pero existen y valía la pena resolverlos en este espacio.
- Preocupa la posición de algunos concejales, quienes en esta segunda sesión se dejaron llevar por las emociones y se enfrentaron a los agitadores. En la mayoría hubo ausencia de argumentos sólidos y hasta prematuras campañas presidenciales salieron a flote en las intervenciones. Era fundamental que desde el Concejo se asumiera el asunto con seriedad, pero tampoco sucedió. Quedó claro que el acalde, en el cabildo, tiene un gran comité de aplausos.
- El salón del IDRD tal vez no fue el escenario apropiado. Por un lado, no entraron muchos interesados por la falta de espacio. Por el otro, que el lugar sea de un solo piso propició que en muchas ocasiones las exposiciones fueran interrumpidas. En este punto también vale preguntarse si la próxima vez será necesario instalar un mecanismo para permitir el ingreso y participación de todos, sin exclusión. No es mentira que en esta segunda sesión la mayoría de los participantes eran funcionarios y muchos de los que solicitaron el encuentro, los trabajadores de la ETB, se quedaron por fuera. Los que estaban en contra lo llamaron “cabildo cerrado”.
- Al final de la sesión quedó un sinsabor de una meta no cumplida. Sí, el presidente del Concejo, José Horacio Serpa, aseguró que se logró con lo cometido, pero la verdad es que eso no sucedió: los sindicalistas, por una supuesta falta de garantías, recogieron sus cosas y salieron a las calles a marchar. Ni el Concejo quiso escuchar las razones de su partida ni los sindicalistas quisieron mediar para eliminar ese inconformismo.
Atropellado, maltrecho, desgastante. Tal vez son las palabras que definen el resultado del cabildo abierto que se realizó en Bogotá, para discutir la venta de la ETB. La primera sesión, en la que tuvo la palabra la ciudadanía, estuvo llena de rechiflas, insultos e innumerables choques políticos, que dejaron de lado la discusión técnica. En la segunda, que se realizó este martes y en la que el Distrito debía responder todos los interrogantes, se vieron agresiones. Al final, el alcalde no respondió públicamente el cuestionario que plantearon los sindicalistas y, para muchos, las dudas aún persisten. (Lea: Un cabildo político alrededor de la venta de la ETB)
La jornada de este martes solo duró cuatro horas, pero se sintieron como una eternidad. Fueron varios los momentos agitados que obligaron a suspender el encuentro. El primero, cuando uno de los opositores de la venta de la ETB escupió a la concejal Lucía Bastidas. El otro, cuando los sindicalistas se retiraron del recinto, argumentando falta de garantías. Sin duda, este cabildo abierto dejó múltiples lecciones, que a futuro deberían ser tenidas en cuenta para aprovechar mejor este mecanismo de participación popular. (Lea: 12 noticias para que tome posición sobre la venta de la ETB)
- Aunque se sabe que el cabildo abierto no es un mecanismo de participación ciudadana vinculante, es muy difícil entablar una discusión si desde el comienzo se sabe que la otra parte, en este caso el Distrito, no va a cambiar su opinión. Seguramente hubiera tenido algún efecto si el encuentro se hubiera hecho antes de que el Concejo aprobara la venta.
- Si los sindicatos querían frenar la decisión a través de un mecanismo de participación, tal vez el cabildo no fue la mejor opción. En este solo se escuchan percepciones y argumentos, que pueden o no ser tenidos en cuenta. Y si el objetivo era entender la decisión de la administración Peñalosa, tampoco se logró porque no se escucharon y preponderó, de las dos partes, una banda sonora de rechiflas, insultos y gritos de temas que no veían al caso, como el falso doctorado de alcalde o los procesos de revocatoria.
- Este espacio pone sobre la mesa la pregunta ¿qué tan preparada está Bogotá para asumir un debate de ciudad? La mayoría de participantes y expositores solo mostraron sus pasiones y evidenciaron la polarización en la que está sumergida la capital. Eso, por supuesto, elimina cualquier viso de racionalidad y lo más preocupante, impide aceptar y discutir en la diferencia. Como bien lo dijo el concejal Juan Carlos Flórez, quedó claro que a muchos solo les funciona “la democracia que le sirve y le gusta a cada quien”.
- Una actitud más receptiva de la administración (no la que reflejaba: “estoy porque me toca”), hubiera sido más provechosa para Bogotá. Incluso, el debate se pudo inclinar hacia lo técnico, para que el Distrito usara todos los argumentos para tomar su decisión. Entre los asistentes quedó una pregunta: ¿Valió la pena el cabildo?
- No es suficiente con que el alcalde asista y repita una y otra vez las palabras que ha mencionado desde hace un año, cuando buscó en el Concejo autorización para enajenar la empresa. Si bien es cierto que respondió por escrito a los sindicatos, se esperaba que esas respuestas fueran explicadas en público. Pero eso no ocurrió. Peñalosa repitió el mismo mensaje en las dos sesiones, sobre la importancia de invertir en hospitales y colegios. Por ejemplo, aún queda la incógnita de qué pasó con el dinero que se recaudó después de vender el 11% de las acciones hace 20 años o qué sucederá con los empleados de la compañía una vez se venda. Pueden ser interrogantes obvios, pero existen y valía la pena resolverlos en este espacio.
- Preocupa la posición de algunos concejales, quienes en esta segunda sesión se dejaron llevar por las emociones y se enfrentaron a los agitadores. En la mayoría hubo ausencia de argumentos sólidos y hasta prematuras campañas presidenciales salieron a flote en las intervenciones. Era fundamental que desde el Concejo se asumiera el asunto con seriedad, pero tampoco sucedió. Quedó claro que el acalde, en el cabildo, tiene un gran comité de aplausos.
- El salón del IDRD tal vez no fue el escenario apropiado. Por un lado, no entraron muchos interesados por la falta de espacio. Por el otro, que el lugar sea de un solo piso propició que en muchas ocasiones las exposiciones fueran interrumpidas. En este punto también vale preguntarse si la próxima vez será necesario instalar un mecanismo para permitir el ingreso y participación de todos, sin exclusión. No es mentira que en esta segunda sesión la mayoría de los participantes eran funcionarios y muchos de los que solicitaron el encuentro, los trabajadores de la ETB, se quedaron por fuera. Los que estaban en contra lo llamaron “cabildo cerrado”.
- Al final de la sesión quedó un sinsabor de una meta no cumplida. Sí, el presidente del Concejo, José Horacio Serpa, aseguró que se logró con lo cometido, pero la verdad es que eso no sucedió: los sindicalistas, por una supuesta falta de garantías, recogieron sus cosas y salieron a las calles a marchar. Ni el Concejo quiso escuchar las razones de su partida ni los sindicalistas quisieron mediar para eliminar ese inconformismo.